Vén, Hinda; que agua clara Mas todos preferimos Tu voz suave y tu laud sonoro. Apénas hubo leido estas líneas, escribió Hinda en el respaldo de la carta : Señor, en quien la nobleza Y la elevacion se unen, Que allá en los siglos remotos Y al punto á tu casa acude; Abdurrahman II amaba con pasion á la hermosa Tarub, la cual se aprovechaba á menudo interesadamente. de esta inclinacion. Una vez se mostró tan enojada y zahareña, que se encerró en su estancia, donde el Califa no logró penetrar en largo tiempo. Para hacérsela propicia y atraerla de nuevo á sus brazos, mandó entónces poner muchos sacos de oro á la puerta. A esto ya no pudo resistir la hermosa Tarub; abrió la puerta y se arrojó en los brazos de su régio y espléndido amante, mientras que las monedas de oro rodaban á sus piés por el suelo. En otra ocasion regaló Abdurrahman á esta muchacha un collar que valia diez mil doblas de oro. Uno de los visires se maravilló del alto precio del pre (1) MAKKARI, II, 634. sente, y el Califa respondió: «Por cierto que la que ha de llevar este adorno es áun más preciosa que él : su cara resplandece sobre todas las joyas.» De esta suerte se extendió más aún alabando la hermosura de su Tarub, y pidió al poeta Abdalah-ben-usch-Schamr que dijese algo en verso sobre aquel asunto. El poeta dijo: Para Tarub son las joyas; Dios las formó para ella. Abdurrahman halló muy de su gusto estos versos, y tambien él improvisó los que siguen: Excede á toda poesía La poesía de tus versos. ¿Quién no te admira, si tiene Corazon y entendimiento? Tus cantares se deslizan Es como jardin florido, ¿Qué vale el collar de perlas Mi corazon y mis ojos Lleva colgados al cuello (1). Hafsa, célebre poetisa granadina, no ménos encomiada por su hermosura que por su extraordinario talento, tenía relaciones amorosas con el poeta AbuDschafer. El Gobernador de Granada puso en ella los ojos, y como celoso, empezó á tender lazos contra su rival. Hafsa se vió obligada á obrar con mucho recato, y estuvo dos meses sin contestar á un billete que su amante le habia escrito pidiéndole una cita. AbuDschafer le volvió á escribir entónces: Tú, á quien escribí el billete, A nombrarte no me atrevo, (1) AL-BAYAN, II, 95.- Conde traduce esta composicion y la anterior, así como una de las que escribió Abdurrahman I á la Palma y los terribles versos del festin de Damasco. Las traducciones de Conde me parecen ménos concisas, enérgicas y claras que las de Schack, pero no diferentes en el sentido ni faltas de mérito. (N. del T.) Que del adorado dueño Abu-Dschafer envió á su querida este segundo billete con su esclavo Asam, y ella contestó al punto en el mismo metro y con la misma rima : Tú, que presunies de arder Hafsa entregó esta contestacion al mismo esclavo que le habia traido el billete de Abu-Dschafer, y al despedirle, prorumpió en invectivas contra él y contra su amo. «Mal haya, dijo, el mensajero, y mal haya quien le envia. Ambos son para poco y no quiero tratar con ellos.» El esclavo volvió muy afligido adonde estaba Abu-Dschafer, y mientras éste leia la respuesta, no cesó de quejarse de la crueldad de Hafsa. Cuando Abu-Dschafer hubo leido, le interrumpió, exclamando; «Necio, ¿qué locura es ésa? Hafsa me promete una cita en el kiosko de mi jardin que se llama la Palma.» En efecto, se apresuró á ir allí, y Hafsa no se hizo esperar mucho tiempo. Abu-Dschafer quiso darla nuevas quejas, pero la poetisa dijo: Ya basta; juntos estamos; Cuanto ha pasado olvidemos (1). El grande Almansur estaba sentado una vez, en compañía del visir Ab-ul-Mogira, en los jardines de su magnífico palacio de Zahara. Mientras que ambos se deleitaban bebiendo vino, una hermosa cantadora, de quien Almansur estaba enamorado, pero que amaba al visir, entonó esta cancion: Ya el sol en el horizonte El corazon me subyuga. Le vi, y al punto le amé; (1) MAKKARI, II, 540, |