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Tiembla y huye el contrario si la mira,
Que se acerque temiendo ;
Sólo su imágen el terror inspira
A quien la ve durmiendo.

INSCRIPCION DE UN ARCO.

Cuando el polvo se levanta
Sobre el lugar del combate,
Y marcha la destruccion
De fila en fila triunfante,
Y ejército contra ejército
Lucha con rudo coraje,
Y sobre todo guerrero
Vuela la muerte implacable,
Mando para el enemigo

Que de mas bravo hace alarde,
De improviso, un hierro agudo,
Que en el corazon se clave.
Brillo como media luna

Entre revueltos celajes ;

Como estrellas ominosas

Mis flechas cruzan el aire (1).

A UNA ESTATUA DE VÉNUS QUE SE HALLÓ EN SEVILLA,

EN UNA EXCAVACION.

¡Con cuántos hechizos brilla

Esta imágen de mujer!

Da la luz á su mejilla

Un májico rosicler.

Un hijo tiene la hermosa,
Mas nadie pensar pudiera
Que una lazada amorosa
Jamas su cuerpo oprimiera.

(1) GRANGERET, 185, 187.

Es de marmol, pero mira
Tan dulce y lánguidamente,
Que al verla, de amor suspira
El alma ménos ardiente (1).

A UN

VALEROSAMENTE

MANCEBO QUE HABIA PELEADO
EN LA BATALLA DE ZALACA.

En negro corcel, ¡oh jóven!
Te vi entrar en la batalla :
Cual la luna, cuando el velo
De oscuras nubes desgarra,
Y luce entre las tinieblas,
Que disipa amedrentadas,
Tu hermoso rostro lucia

Entre flechas y entre lanzas (2).

Muy tiernamente sentida está la siguiente composicion á un jóven sevillano, cautivo en Murcia:

Con honda pena el desdichado gime,
Y nada le sosiega;

Inútilmente su dolor reprime;

En lágrimas se anega.

Ten compasion del mozo que suspira,

De libertad sediento:

Solo en la huesa su reposo mira;

Muerte en cada momento.

Del aire aspira con amante anhelo

La ráfaga ligera,

Porque aspirar del sevillano suelo

Los aromas espera.

Que le preste sus alas, sollozando,
Demanda al avecilla,

(1) MAKKARI, I, 350.

(2) Scriptor. loc. de Abbadidis, I.

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Con el intento de volver volando
A su amada Sevilla (1).

Estos versos son de Al-Homaidi:

Vivir de mi patria ausente
Es mi costumbre hace tiempo ;
Otros gustan del reposo,
Yo gusto del movimiento.
Innumerables amigos

En todas las tierras tengo:
He desplegado mi tienda
En mil ciudades y pueblos.
Desde el Oriente al Ocaso
Recorrer el mundo quiero :
No ha de faltar un sepulcro

En que descanse mi cuerpo (2).

Sirvan como muestras de poesía gnómica ó senten

ciosa las que siguen :

Aunque su cuerpo perezca,

El sabio nunca perece;

El ignorante está muerto

Aun ántes de que le entierren (3).

Como nuestra misma sombra

Son los bienes de la tierra:
Huyen de quien los persigue,
Persiguen á quien los deja (4).

Cálices llenos de acíbar
Suelen ser todos los hombres,
Y sus frases amistosas,
Miel extendida en el borde.

(1) MAKKARI, 1, 664.

(2) MAKKARI, I, 535.

(3) IBN-CHALIKAN, art. Ibn-As-Sid. (4) IBN-CHALIKAN, art. Sukaina.

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21.

La dulzura del principio
A beber nos predispone,
Y al fin gustamos lo amargo
Que en el corazon se esconde (1).

Dos partes tiene la vida :
Lo que pasó, que es un sueño ;
Lo restante, lo que áun

No pasó, que es un deseo (2).

Ibn-ul-Habbad, aunque era un tierno poeta erótico, escribió estos versos en un momento de mal humor: Si te engaña tu querida, Sé tambien su engañador; Quién desdeña ó quien olvida Se cura del mal de amor. Cuando tienes un rosal Que te da rosas hermosas, Que se lleve, es natural,

El que pasa algunas rosas (3).

Con ocasion de encanecerse rápidamente sus cabellos, dijo burlando el famoso médico Ibn-Zuhr ó Abenzoar:

Asi exclamé, sosprendido,

Al mirarme en el espejo :
"¿Quien es este pobre viejo?
¿Adónde, adónde se ha ido
Aquel jóven conocido
Que en tu fondo yo veia?»>
Y el espejo respondia :
«Sulema lo explicará,
Que ya te dice ¡ papá !
Y ayer hijo! te decia» (4).

(1) IBN-JUBAIR, ed. Wright, pág. 19.

(2) MAKKARI, I, 79.

(3) DOZY, Recherches, 101.

(4) IBN-CHALIKAN, art. Ibn-Zuhr.

El mismo Abenzoar hizo para sí este epitafio:

Párate, y considera

Esta mansion postrera,

Donde todos vendrán á reposar.

Mi rostro cubre el polvo que he pisado;
A muchos de la muerte he libertado,
Pero yo no me pude libertar (1).

Ibn-Badja (llamado Avempace por los cristianos)
dijo, al presentir su próxima muerte:

Al ver que mi alma la muerte temia,
Le dije: «La muerte disponte á sufrir;
Llamarla en las penas es gran cobardía,
Mas debes tranquila mirarla venir, »

Abn-Amr, paseándose un dia por los alrededores de
Málaga, su patria, se encontró con Abd-ul-Wahab,
gran aficionado de la poesía, y habiéndole rogado éste
que dijera algunos versos, recitó los que siguen:

Sus mejillas al alba roban luz y frescura,
Cual arbusto sabeo es su esbelta figura ;
Las joyas no merecen su frente cincundar.
De la gacela tiene la gallarda soltura
Y el ardiente mirar.

Sean, cual perlas bellas,

Engarzadas estrellas

De su hermosa garganta magnífico collar.

Cuando Abd-ul-Wahad hubo oido estos versos, lan-
zó un grito de admiracion y cayó como desmayado.
Cuando volvió en sí, dijo: ¡« Perdóname, amigo! Dos

(1) IBN-CHALIKAN, art. Ibn-Zuhr.

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