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rece ademas gloriosa hazaña. Sin embargo, el deber de la hospitalidad está sobre todo entre ellos. Para el beduino el extranjero es sagrado apénas pasa el umbral de su tienda. Aun cuando sea su mortal enemigo, le defiende contra todos, y consume su hacienda para hospedarle y regalarle espléndidamente; pero, no bien le ha dejado ir, no tarda en obedecer á otro deber santo que le ordena matarle. La ley de una sangrienta venganza es inviolable entre ellos. Para expiar la muerte de un compañero de tribu, debe caer la cabeza del matador. De generacion en generacion domina á aquellos hombres este terrible sentimiento, exigiendo sangre por sangre, y por cada sacrificio otro nuevo.

A causa de las enemistades permanentes de las innumerables pequeñas tribus, nace, entre aquellos pastores guerreros del desierto, un modo de vivir atrevido, arrogante y heroico. Siempre amenazado de muerte, siempre pensando en cumplir el santo deber de vengador que le está confiado, el árabe errante sabe estimar sobre todo la gloria de la valentía. Las mujeres participan de este espíritu guerrero; acompañan á marido é hijos en sus expediciones, y los animan al combate. Como una vez, segun se cuenta, durante la larga guerra de los becritas y taglabitas, los soldados del anciano Find vacilasen y cediesen, las dos hijas de aquel héroe secular se precipitaron entre las filas enemigas, mientras que en versos improvisados zaherian de cobardes á los suyos y los provocaban á la pelea.

Porque entre aquellos hijos del desierto, en medio de su vida de foragidos, llena de peligrosas aventuras y continuos azares, tomó asiento el arte de la poesía, prefiriéndolo á los cultos ciudadanos. Y, cosa extraña, entre ellos alcanzó este arte una perfeccion que jamas, en épocas de la cultura más refinada, ha sido excedida, ni en la exquisita elegancia del lenguaje, ni en la exacta observancia de las complicadas y rigurosas reglas del metro.

Las primeras expansiones poéticas de los árabes fueron versos aislados, que improvisaban bajo la impresion del momento. Todas las tradiciones y colecciones de poesías de tiempos ante-islámicos, están llenas de estas breves manifestaciones rítmicas de un contenido enteramente personal, segun esta ó aquella ocasion lo requeria. Sentimientos ó consideraciones, producidos acaso por una situacion, eran expresados en forma sencilla y ligera, ó sólo en rimadas sentencias. Sirvan de ejemplo los versos que el antiguo Amr dijo en su lecho de

muerte:

Cansado estoy de la vida;
Harto larga ha sido ya;
Años cuento por centenas;
Doscientos llegué á contar,
Y aun caminando la luna,

Me concedió algunos más (1).

En ocasiones habla uno en verso de repente, como provocacion ó desafío, y otro da asimismo una respues

(1) FRESNEL, Journal asiatique, 1837, 1, pág. 363.

ta en versos improvisados. Un caso que trae Aboulfeda, puede, aunque ya no es de los tiempos ante-islámicos, servir aquí como muestra del mencionado género : « Alí, adornado de rojas vestiduras, se precipitó ansioso al combate; Marhab, el comandante de la fortaleza, salió á encontrarle, cubierta la cabeza de un yelmo. Marhab dijo:

Alí respondió:

Yo soy el héroe Marhab,
Que todo Chaibar celebra,
Armado de fuertes armas
Valeroso hasta la huesa.

Leon me llamó mi madre;
De ser leon daré pruebas;
Con mi espada mediré

Ese valor que ponderas.

Entónces ambos se acometieron, y la espada de Alí rompió el yelmo y cortó la cabeza de Marhab, la cual rodó por el suelo.» (1).

Importa conocer esta forma primitiva de la poesía arábiga, no sólo porque sirve de fundamento á todas las formas posteriores más artificiosas, sino porque ella misma permanece siempre inalterable al lado de los demas modos de poetizar. En suma : lo personal y sujetivo, procediendo de determinadas circunstancias, en más alto ó más pequeño grado, forma el carácter de

(1) ABOULFEDA, Vie de Mahomet, publiée par Noel des Vergers, pág. 80.

T. I.

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toda poesía arábiga. Las poesías están las más veces tan íntimamente enlazadas con la vida de los poetas, que sólo conociendo ésta pueden entenderse aquellas bien, al paso que las colecciones de poesías son como un hilo biográfico, y aclaran los sucesos y lances que las han inspirado.

Hasta el sexto siglo de nuestra era no parece que el talento poético de los árabes haya dado otra muestra de sí que estas breves improvisaciones. Pero de tan pequeños comienzos, el arte de la poesía se alzó entre ellos de repente y de una manera pasmosa á su más completa perfeccion, en el siglo mencionado. Como si no hubiese tenido ni crecimiento ni desarrollo, se manifiesta de una vez en toda su lozanía y ornada de cuantas propiedades la han distinguido siempre. Segun sentencia de un antiguo árabe, los diversos poetas sobre cuya prioridad disputan diversas tribus han vivido casi en la misma época, y el más antiguo de ellos no es mucho más de un siglo anterior á la huida de Mahoma (1). En dicho momento histórico, hácia los años de 500 despues de Cristo, se encuentran tambien las primeras huellas del conocimiento de la escritura en Arabia, y al tiempo que corre desde entónces hasta mediada la vida del Profeta, deben su origen las estimadas obras maestras de la poesía ante-islámica.

En Ocaz, ciudad pequeña, cercada de palmas, á tres

(1) FRESNEL, Première lettre sur l'histoire des arabes, página 76.

jornadas cortas de la Meca, habia anualmente una gran feria ó mercado, donde venía á reunirse el pueblo de todos los puntos de la península. La feria se celebraba al empezar los tres santos meses, durante los cuales el pelear y verter sangre estaba prohibido; los que á ella acudian, se hallaban, por consiguiente, obligados por un precepto religioso á imponer silencio á sus rencores; si un hijo descubria entre los allí presentes al matador de su padre, en balde y por largo tiempo buscado, no se atrevia á cumplir su venganza. Cuando habia motivo de temer que, á pesar de la prohibicion, pudiesen romperse las hostilidades, cada uno, ántes de llegar al sitio de la reunion, deponia las armas (1). Los poetas, que casi siempre eran guerreros tambien, entraban allí en pacíficos certámenes y recitaban sus versos, en los que celebraban las propias hazañas, la gloria de los antepasados ó las preeminencias de su tribu. Cuando uno de ellos obtenia en alto grado la aprobacion de los oyentes, segun una antigua tradicion, cuya exactitud, á la verdad, se pone recientemente en duda (2), su composicion poética, escrita sobre seda con letras de oro, era suspendida en los muros de la Caaba, el más antiguo santuario de los hijos de Ismael. Siete de estos cantares premiados, las famosas Muallakat, se conservan aún. Lo que principalmente los distingue de los primeros ensa

(1) CAUSSIN DE PERCEVAL, Journal asiat., 1836, II, 524. (2) TH. NÖLDEKE, Beitrage zur Kenntnisz der Poesie der alten araber. C. XVIII,

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