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respaldo de un libro, y despues se volvió á palacio. Cuando Almansur leyó la composicion, y se dió por convencido de que Said habia plagiado de ella los versos, fué grande su cólera, y dijo: «Mañana quiero ponerle á prueba, y si sale mal, le enviaré á un destierro. » A la mañana siguiente fué llamado Said á palacio, donde encontró á todos los cortesanos convocados por Almansur, y vió en una sala, ricamente adornada, una grande pila, y en torno de ella muchas flores que formaban como un banco, sobre el cual se sentaban figuras hechas de jazmines, que parecian muchachas, y el centro de la pila tenía la apariencia de un pequeño lago, cuyo fondo, en vez de contener menudas guijas, estaba cubierto de perlas, y una serpiente nadaba en él, y una doncella, hecha tambien de flores, vogaba sobre las ondas en una barquilla, cuyos remos eran de oro. Almansur exigió de Said que describiese en verso aquella pila y su contenido, á fin de probar así que no eran plagio sus poesías. De otra suerte, tenía que recelar mucho malo. Said correspondió al punto á la excitacion, é improvisó versos tan excelentes sobre la maravillosa pila, que Almansur, en vez de desterrarle, le regaló cien monedas de oro y cien vestidos, y le aseguró ademas una pension mensual de otras treinta monedas de oro (1).

Los músicos gozaban de igual favor en la córte y en

(1) MAKKARI, II, 54,

tre el pueblo. Abdurrahman II convidó al cantor Zirjab para que viniese de Bagdad á Córdoba, y le recibió muy afectuosamente y con mil honrosas muestras de estimacion, señalándole una lujosa vivienda en su propio palacio, y diciéndole las condiciones bajo las cuales queria tenerle cerca de sí. Estas eran en extremo brillantes; Zirjab debia recibir doscientas monedas de oro cada mes, y ademas de muchas ricas adehalas, otras dos mil monedas de oro como presente anual; y por último, debia gozar del usufructo de várias casas, campos y jardines, que constituian un capital de catorce mil monedas de oro. Despues de haber hecho estos espléndidos ofrecimientos, pidió Abdurrahman al cantor que se dejase oir, y cuando hubo cantado, quedó el Califa tan prendado de su habilidad, que en adelante no quiso oir cantar á otro alguno. Pronto escogió á Zirjab para que fuese de los que más íntimamente le trataban, y se complacia en hablar con él de poesía, de historia, de artes y de ciencias. El cantor tenía muy extensas nociones de todo; prescindiendo de que sabía de memoria la melodía y la letra de diez mil cantares, habia estudiado astronomía é historia, y no habia nada más instructivo que oirle hablar sobre los diversos países y las costumbres de sus habitantes. Pero áun más que su gran saber, eran admirados su ingenio y su buen gusto. Su canto era tan encantador, que se divulgó la creencia de que por las noches venian los genios á visitarle y á enseñarle sus melodías. Vivia Zirjab con un boato

de príncipe, y siempre que aparecia en las calles le circundaban cien esclavos (1). Del celo con que se estudiaba entonces la música vocal é instrumental, dan testimonio, no sólo las obras teóricas que se escribieron sobre este arte, sino tambien un gran libro de los cantares andaluces compuesto para competir con la coleccion que hizo Alí de Ispahan de los cantares de Oriente (2).

El Cancionero de Alonso de Baena, donde se habla de una juglaresa morisca, y la poesía del Arcipreste de Hita, que menciona los bailes y canciones en medio de las calles de las moriscas cantadoras, favorecen la opinion de que el modo de ser de los músicos entre los árabes era muy parecido al de los castellanos y provenzales. Tambien en el siglo xi, despues de la caida de los Omiadas, la vida de los poetas árabes presenta mucha analogía con la de los trovadores. Todas las pequeñas córtes que habia entónces en España hubieran parecido desiertas á sus soberanos, si no las hubiese hermoseado la poesía. Semejantes á sus hermanos de la Provenza, peregrinando de lugar en lugar, y trocando por ricas alabanzas recompensas no ménos ricas, bullian los poetas como un enjambre, en los alcázares de los príncipes y en las casas de los grandes señores. Si uno de los pequeños soberanos era celebrado en una kasida sobresaliente, al punto se suscitaba entre los

(1) MAKKARI, II, 83.-Dozy, Histoire, II, 91, ff. (2) MAKKARI, II, 25.

otros una verdadera emulacion. No tenian ambicion mayor, como asegura un árabe, sino la de que se pudiese decir tal ó tal sabio se halla en la córte de tal ó tal rey; este ó aquel poeta es el valido de este ó aquel rey (1). Baste aquí un ejemplo para dar idea de la liberalidad de estos soberanos cuando querian mostrarse agradecidos á los buenos versos hechos en su elogio. Ibn-Scharaf, que tenía en feudo una aldea, tuvo una vez una disputa con un recaudador de tributos, porque éste le exigia que pagase demasiado. Ibn-Scharaf fué á ver á Motasim, rey de Almería, para pedirle justicia, y le trajo una composicion poética, que contenia lo que sigue :

Desde que tú gobiernas,

No esgrime su puñal el asesino;

Sólo vírgenes tiernas

La muerte dan con su mirar divino.

El Rey gustó mucho de estos versos, que son dos solamente en el original, y preguntó al poeta cuántas casas (en árabe beit) contenia su aldea; y como el poeta dijese que contenia cincuenta, el Príncipe añadió: «Está bien; en premio de este dístico (en árabe beit tambien), quiero dártelas todas en plena propiedad, y así ningun recaudador podrá en lo sucesivo exigirte tributos (2).

Aunque es indudable que el deseo de ganar dinero y nombre llevaba á muchos poetas á las córtes, y hasta

(1) MAKKARI, II, 128. (2) Dozy, Recherches.

se cuenta de unò que no hacia una composicion encomiástica por ménos de cien monedas de oro (1), todavía no se puede afirmar que la avaricia fuese en general su único móvil. Se disfrutaba en aquellas córtes de una vida alegre y deleitosa, y en ellas se encontraban los ingenios más á propósito para un agradable trato y comercio de ideas, y para certámenes sobre las bellas artes. En las hermosas noches del verano de Andalucía, descansaban recostados sobre blandos cojines en uno de los encantadores y floridos patios del alcázar, contaban cuentos, y ejercitaban y mostraban la habilidad con animadas y agudas pláticas y versos improvisados, mientras que murmuraban las fuentes, Ꭹ el aura mansa difundia el aroma de las flores. El Príncipe se mezclaba con toda confianza entre sus huéspedes, hacia que circulasen las buenas bebidas, y áun se aventuraba á entrar en competencia con los maestros del canto. A veces se solian celebrar certámenes poéticos en ciertas grandes festividades, como, por ejemplo, el que estableció el Rey de Granada para el natalicio del Profeta (2).

(1) MAKKARI, II, 128.

(2) Autobiografía de Ibn-Chaldun, en el Journ. asiat., 1844. —Ibn-Chaldun, á la verdad, dice sólo que los poetas trajeron versos para una fiesta de palacio en el natalicio de Mahoma; pero se puede presumir que era un certámen poético, como estaba en uso entre los príncipes del Norte de Africa. Leon Africano refiere: «Los poetas en Fez componian anualmente versos en alabanza de Mahoma y para su natalicio. Todos

T. I.

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