Ya me inclino al Occidente, Y ya el Oriente me agrada. Pero lo quiere el destino; Es mi inevitable marcha Más cruel que al dromedario Los arenales de África.
No cedas, corazon mio,
Al gran dolor que te embarga; De tu compañía huésped Tan enojoso separa.
Si cautivo de cristianos Hoy mi país se rebaja, Yo me subiré en los riscos Donde se anidan las águilas. El sér me ha dado la tierra; ¿En qué region apartada No será el hombre mi hermano, No será el mundo mi patria?
Al-Motamid, rey de Sevilla, ofreció en su córte un asilo á este poeta, le envió una buena suma de dinero para el viaje, y fué siempre en lo futuro su valedor geEn cierta ocasion hallábase el siciliano en la cámara del Rey, cuando acababan de traer de la Zeca gran cantidad de monedas de oro recien acuñadas. AlMotamid regaló al poeta dos talegos de aquel oro; mas no contento Abul-Arab con el presente, puso los ojos en várias figuras de ámbar que allí habia, y singularmente en una que estaba adornada con perlas y que representaba un camello. « Pero, señor, dijo por último, para llevar esta carga necesito un camello.» El rey se sonrió y le regaló la figura de ámbar.
Ibn-Katta fué autor de muchas obras históricas bre gramática, y entre ellas, de una Historia de Sicilia,
Él fué tambien quien coleccionó la antología ya mencionada, que contiene composiciones de ciento setenta poetas sicilianos. Asimismo abandonó la isla cuando la conquistaron los normandos. Como muestra de sus versos pueden servir los siguientes, de los cuales se infiere, como de otras producciones por el mismo estilo, que tambien en la verde Sicilia se conservó la costumbre de adornar las kasidas con imágenes de la vida del desierto, y de verter lágrimas sobre el campamento abandonado de los beduinos y sobre la mansion derruida de la mujer amada:
No pierdas en amoríos Los momentos de tu vida, Llorando el desden de Noma Ó llamando á Zaida impía. No del campamento llores La soledad y ruina,
Ni por la mansion de Maya Abandonada te aflijas. Un fin busca únicamente, Sólo á un propósito aspira, Ve que sólo sobrevive
Del pecado la ignominia.
No todos los poetas sicilianos siguieron á los nombrados ya en su emigracion voluntaria. Aun floreció la poesía arábiga en la córte de Roger y de sus sucesores. Muchas pruebas de esto se han conservado, principalmente poesías en las cuales se celebran los palacios de los reyes normandos. De una kasida, que Ibn-Omar de Butera compuso en elogio de Roger, son estos versos:
Con los líquidos rubies Haz que circulen los vasos, Y bebe mañana y tarde Del licor ardiente y claro. Goza el deleite del vino, Y resuenen entre tanto Los cantares y el laud Magistralmente pulsado. Venzan á Mabed tus músicos, Como el vino siciliano
Vence en dulzura á los otros Y en preservar de cuidados.
En esta misma poesía eran más adelante celebrados los hermosos edificios de Palermo; pero sólo se conserva aún el elogio del palacio de la Mansuriya ó la Victoriosa:
De la Victoria el palacio Reluce con sus almenas; En él encontró el deleite Su venturosa vivienda, Míranle todos los ojos Con agradable sorpresa; No hay un primor ni un encanto Que Dios no le concediera. No hay quinta más deliciosa Sobre la faz de la tierra, Con sus balsámicas plantas Y con su verde floresta. No son más puras y limpias Las aguas que el Eden riegan Que las que aquí por las fauces Vierten leones de piedra. Estos patios y estas salas Adorna la primavera Con vestidura tejida
De luz, de flores y perlas.
Cuando el sol al mar desciende, Y cuando del mar se eleva, Difunde olor y frescura
La brisa y el huerto orea.
Por su gracia se distingue una composicion poética, en la cual Abdurrahman de Trápani celebra la villa Favara, cerca de Palermo, hoy Mare dolce:
¡Palacio de los palacios, Cuál resplandeces, Favara, Mansion de deleites llena, Á orilla de entrambas aguas! Nueve arroyos, que relucen En tus prados de esmeralda, Riegan los bellos jardines Con onda fecunda y clara. Dos surtidores se empinan Y en curva buscan la taza, Desmenuzándose en perlas Que el íris fúlgido esmalta. En tus lagos amor bebe Elixir de bienandanza; Junto á tu raudal su tienda Tiene el placer desplegada: Quinta mejor que tu quinta En el mundo no se halla; Nada más lindo que el lago Do se miran las dos palmas. Sobre él los árboles doblan Las verdes airosas ramas,
Como para ver los peces Que por sus cristales nadan, Y que de carmin y oro El líquido seno cuajan, Mientras que encima las aves Gorjean en la enramada.
¡ Oh cuán hermosa es la isla,
Donde brillan las naranjas, Entre el verdor de las hojas, Como relucientes llamas, Y los pálidos limones Como en noche solitaria Un amador melancólico Que está léjos de su amada! Las dos palmas que crecieron Sobre la misma muralla, Allí parecen amantes
Que temerosos se amparan, O más bien, que con orgullo Su fina pasion proclaman, Y los celos desafian,
Y burlan las amenazas. Nobles palmas de Palermo, Que la lluvia en abundancia Os bañe; creced frondosas Mientras duerme la desgracia; Y que florezcan en tanto Árboles, yerbas y plantas,
Tálamo dando mullido
Al amor y sombra opaca.
Por último, Abu Daf compuso la elegía siguiente á la muerte de un hijo de Roger:
Cómo no liquida el llanto Las mejillas por do corre, Y los continuos gemidos No parten los corazones? Llena de dolor la luna Su luz en nubes esconde, Y cubren toda la tierra Las tinieblas de la noche. Ruina las firmes columnas Amenazan y los postes, Porque se eclipsó su gloria
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