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Tampoco la poesía erudita, si bien predominaba en ella lo lírico, de ningun modo consideraba la narracion como fuera de su jurisdiccion y dominio (1). Sirva de

(1) Sobre todo el asunto de que trata este capítulo, derrama mucha luz el erudito discurso que leyó el Sr. Moreno Nieto cuando tomó asiento en la Real Academia de la Historia. Las noticias y razones que da, confirman é ilustran lo que Schack dice. La tradicion oral, mezclada con breves composiciones poéticas, así en Oriente como en España, fué el gérmen de la historia y de la poesía narrativa. Para transmitir la tradicion oral solia el pueblo árabe, desde tiempos muy remotos, reunirse en sesiones, que llamaba macamas. La historia más tarde, así como la poesía narrativa, empezaron por recoger y ordenar estas tradiciones, ora en prosa, ora en verso. Es probable que las primeras crónicas ó historias escritas que hubo en España, fuesen en verso. Las más antiguas que se citan estaban en verso, á saber, las de Temman y Algazal. Posteriormente hubo ya muchos historiadores prosistas. El príncipe de ellos, aquel á quien llamaban los árabes el Attariji, ó sea el historiador por excelencia, fué Ahmed Arrazy, de quien dice el Sr. Moreno Nieto que «recogió toda la tradicion oral en sus obras y presentó á sus contemporáneos el cuadro completo y como el archivo de la vida anterior de los musulmanes en España.» Esto fué en la época de Abdurrahman III y de Al-Haken II, cuando la mayor grandeza y prosperidad de la España musulmana y del califato de Córdoba. De allí en adelante, la historia propiamente dicha, la biografía y las relaciones de viaje, dieron en España asunto y empleo á muchos musulmanes eruditos, pudiendo decirse que Ibn-al-Jatib, visir de Muhamad V, rey de Granada, fué el último escritor eminente que, así en este género como en otros, tuvieron los árabes españoles.

Los dos historiadores citados con más frecuencia en esta obra, así como en otras muchas que hablan de la España musulmana, no fueron nacidos en España. Uno de ellos, Ibn-Jaldun, el más esclarecido, fué contemporáneo de Ibn-al-Jatib; el otro, Al-Makkari, fué un escritor del siglo XVII de nuestra era, época de decadencia completa para los árabes. Con

ejemplo de esta clase épico-lírica la composicion siguiente á la victoria del emir Muhamad sobre los cristianos y los renegados, á orillas del Wadi-Salit ó Guadacelete:

Con variados colores,

Con gritería confusa,
En hileras apretadas

Los guerreros se apresuran,
Y hácia los hondos barrancos
Bajan en revuelta turba,
Como rasgando las nubes,
Brillan en la noche oscura
El relámpago y el rayo,
Las cimitarras deslumbran.
Moviéndose á un lado y otro
Los estandartes ondulan,
Como al golpe de los remos
Barca que las ondas surca.
El poder de la batalla,
Que á los contrarios tritura,
Es cual rueda de molino
Que el agua á girar empuja ;
Y es el eje de la rueda
Del rey la mente profunda;
Del rey, que en virtud y gloria
Sobre los reyes despunta,
Y su nombre, el del Profeta,
Con mil hazañas ilustra.
Loor al Profeta demos,
Que el triunfo nos asegura,
Cuando, sacudiendo el alba
El cendal que la circunda,

todo, su obra, ó recopilacion, aunque sin gusto y criterio, es una rica mina de noticias sobre los árabes y moros andaluces. (N. del T.)

La verde yerba y las flores
Cubre de perlas menudas.
De Wadi-Salit los cerros
Lloran la mala ventura,
Que de los incircuncisos
Y renegados son tumba,
Pues el destino allí quiere
Que su pérdida se cumpla.
Cual enjambre de langostas
Acudieron á la lucha ;
Pero las huestes reales
Pronto los ponen en fuga.
Cayeron nuestros valientes
Sobre la medrosa chusma,
Como halcones que destrozan
Una bandada de grullas,
Ó cual persiguen y matan
Las bravas sierpes astutas
Á los escuerzos cobardes,
Que en vano esconderse buscan.
Huyendo, dice Ben Julis

Estas palabras á Muza:

«¡La muerte! ¡Do quier la muerte!
No hay esperanza ninguna. »

Murieron miles y miles,
Murieron en lid tan ruda,

Al filo de los alfanjes,
De las lanzas en la punta,

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(1) AL-BAYAN, II, 114.- Desgraciadamente el texto de esta composicion está muy estropeado, y la traduccion es, en algunos pasajes, de un gran atrevimiento. En algunos versos he tenido que guiarme por conjeturas, y no debo ocultar que en un par de versos queda para mí harto problemático el sentido.

Ibn-al-Kotiya, como él mismo declara, ha tomado, en parte, las noticias que da en su historia, de una composicion en verso sobre la conquista de España, escrita por Temman, visir de Abdurrahman I (1). Yahya-Ibn-Haken escribió una historia ó crónica, toda en verso, y lo mismo se cuenta de Abu Talib de Alcira (2). De Ibn-Sawwan, de Lisboa, se conserva aún una poesía, en la cual refiere cómo estuvo cautivo entre los cristianos de Coria, y cómo fué rescatado (3). Sobre estas citas podrán, sin duda, hacerse otras, cuando el tesoro que aun nos queda de la literatura arábigo-hispana esté más al alcance de todos (4). Esperamos la pronta publicacion del poema, en el cual Ibn-Abd-Rebbihi ha cantado las hazañas de Abdurrahman III, y donde podrémos tener un modelo cumplido de la poesía narrativa de los poetas árabes cortesanos. Entre tanto servirá aquí para este fin otra composicion que celebra la expedicion de los Beni-Merines á España, y de la cual traducirémos un par de fragmentos. Empieza con las alabanzas de Dios:

Alabando al Señor empiece el canto,
De poesía y de bien rico venero;
Entrar, por obra de su auxilio santo,
En el recinto del Eden espero.

(1) Journal asiatique, 1856, II,

434.

(2) Scriptor. arabum loci de Abbadidis, I, 211.

(3) Dozy, Recherches, 610.

(4) Dozy, Introduccion á Al-Bayan, 27.

Luz en mi mente, y en mi ingenio encanto,
Y verdad en los casos que refiero,

Piden la voz y el corazon ahora

Al Rey eterno que en los cielos mora.

Su palabra sacó, con decir «sea»,
Á todo ser del polvo, de la nada:
Es vida, amor, poder, fuerza é idea;
Toda existencia en él está cifrada:
No impiden las tinieblas que no vea
Del más ruin viviente la pisada,

Ni evita el trueno, ni la mar bramando,
Que oiga la voz de quien le está llamando.

No comprende el humano pensamiento,
Por más que se dilate su grandeza ;
Él da á los siete cielos movimiento,
Y al sol su resplandor y su belleza;
Y en su trono, en el alto firmamento,
Mira de nuestro mundo la bajeza,
Y cuenta, á par de estrellas á millares,
Cada grano de arena de los mares.

Despues de esta introduccion ó invocacion, que se extiende mucho más, entra el poeta en su asunto propio :

Desembarcó el ejército en Tarifa ;

Llenó el rumor el pueblo y la montaña :
Abu-Jacub, espléndido califa,
Desplegó allí su tienda de campaña :
Sobre una hermosa pérsica alcatifa
Su trono alzó para domar á España,
Y tomó asiento en él, rico y luciente,
Como el dorado sol en el Oriente.

Luego cayó sobre Arcos, y asolada
Dejó toda la tierra circunstante;
Por el fuego y el filo de la espada

T. II.

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