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balde se busca hoy algun rastro del alcázar, del arsenal, de las torres, mezquitas y casas de municiones que habia en Gibraltar, obras todas que áun á media

no haya dado motivo á romance alguno de nuestro romancero, que ha dejado intacta la tradicion. La tradicion, sin embargo, es muy española, ó al ménos vino á España desde muy antiguo, pues ya el arzobispo D. Rodrigo refiere que en sus mocedades estuvo Carlo-Magno en Toledo, y que, cuando volvió á Francia, sabida la muerte de su padre, reversus est, ducens secum Galienam, filiam regis Galafri, quam ad fidem Christi conversam, duxisse dicitur in uxorem, etc. Sin duda Galiana merecia bien la honra de ser emperatriz de Francia, pues todos los poetas encomian su hermosura, como cosa más que humana. Valbuena la describe así en El Bernardo:

Hija del rey Galafre es Galiana,
Cuya beldad se entiende que del cielo,
Hecha de alguna pasta soberana,
Para asombro bajó y honor del suelo.
El ámbar y arrebol de la mañana,

Que entre rayos y aljófares de hielo
El mundo argenta y su tiniebla aclara,
Dirás que son vislumbre de su cara.

El rey de Guadalajara, moro agigantado, feroz y valiente, llamado Bradamante, se enamoró perdidamente de la Infanta, y para visitarla hizo una senda subterránea que iba desde Guadalajara á los Palacios de Galiana, y con el nombre de senda de Galiana es conocida. Pero ni esto, ni otros mil extremos y finezas de enamorado fueron parte á vencer el desvío y la crueldad de la bella infanta mora, y sólo sirvieron para excitar los celos del jóven Carlo-Magno, que decidió desafiar á aquel odioso rival. «Hízolo así, dice D. Cristóbal Lozano en sus Reyes nuevos de Toledo, riñeron cuerpo á cuerpo con destreza y con valor, y aunque el moro era un gigante, quedó por Carlo-Magno la victoria. Vencióle en el desafío, cortóle la cabeza y presentósela á Galiana. Recibió el presente muy gustosa, tanto por ver la valentía de su amante como por verse ya libre del que aborrecia.» Segun el mismo Lozano, la Infanta se hizo cristiana; la

dos del siglo XIV llenaban de admiracion y de orgullo á los creyentes cuando visitaban aquel baluarte del Is

bautizó Cixila, arzobispo de Toledo, la casó con Carlo-Magno, y los nuevos esposos se fueron á Francia á ocupar el trono que acababa de quedar vacante por muerte del rey Pipino.

Ademas de un episodio del poema de Valbuena, El Bernardo, ha inspirado esta tradicion una comedia á Lope de Vega, titulada Los Palacios de Galiana, la cual comedia es bastante rara en el dia, aunque fué impresa en la parte XXIII de las comedias de Lope. El Dr. Fastenrath trae un extracto de esta comedia y muchas versos y escenas traducidas. Tambien el señor Rubí compuso un drama sobre Galiana, haciéndola esposa de Cárlos Martel, y no de Carlo-Magno.

En un poema épico aleman, compuesto á principios del siglo XIV, titulado Karl Meinet, por Adelberto de Keller, se cuentan muy por extenso y muy poéticamente los amores de Carlo-Magno y Galiana. Carlo-Magno, siendo muy mozo, vino á Toledo con 200 vasallos fieles, huyendo de los dos tiranos Haenfrait y Hoderich, que le habian usurpado el trono. Este destierro da ocasion á sus amores con Galiana, que el poeta llama Galya, hija del rey Galafer. Carlo-Magno mata á Bremunt y á Kaiphas, su sobrino, y se hace gran privado y amigo de Galafre, quien va con él á Francia y le ayuda á reconquistar el reino que le tenian usurpado. Los usurpadores expian su crímen en la horca, y Galafre se vuelve á Toledo cargado de presentes. Pero ni Cárlos en el trono de Francia, ni Galiana en sus encantados Palacios, podian vivir separados el uno del otro. Cárlos abandona su trono y reino, y vuelve á Toledo, disfrazado de peregrino. Esto da lugar á mil escenas románticas. Galiana y su doncella Floreta huyen al fin con Cárlos, y, despues de mil lances y aventuras, llegan á París, donde el Arzobispo las bautiza. Galiana se casa con Cárlos y es emperatriz de Francia. Cuando Cárlos estaba en Alemania, combatiendo á los sajones, murió la emperatriz Galiana, y Cárlos la lloró amargamente. Segun el poema, el Emperador tuvo que consolarse al cabo, pues se casó en segundas nupcias con Hildegarda de Suabia, y en terceras con la graciosa Vasterita. (N. del T.)

lam (1). En los alcázares de Segovia y de Cintra quedan aún algunos restos de su primitiva arquitectura; y Alcalá de Guadaira, cerca de Sevilla, puede jactarse de su castillo arábigo, bien conservado aún.

Entre las más importantes ciudades, singularmente en los últimos tiempos de la dominacion mahometana, se contaba la fuerte y poderosa Málaga, puerto principal del reino granadino. Los escritores cristianos que la visitaron en tiempo de los muslimes, ó inmediatamente despues de la reconquista, hablan con admiracion de sus edificios y fortificaciones y del encanto de sus alrededores. Cercaba la ciudad una muralla con muchas fuertes torres, cuyos parapetos estaban coronados de muchas almenas. Fuera de la ciudad y en la falda de un monte se veia la Alcazaba, que era un fuerte castillo, cercado de dobles muros y de treinta y dos gigantescas torres. Más alto aún, en la cumbre del monte, estaba el castillo de Gibralfaro, que se tenía por inexpugnable. En la parte llana de la ciudad habia otra notable fortaleza con seis altas torres, que se llamaba el castillo de los Genoveses, y ademas, más cerca de la playa, otro gran edificio, igualmente con torres, que era el arsenal ó atarazana (Dar-as-Saana).

Y las muchas torres y los grandes edificios, dice Hernando del Pulgar, que están hechos en los adarves, y estas cuatro fortalezas, muestran ser obras de varones

(1) IBN BATUTA, IV, 355.

magnánimos, en muchos y antiguos tiempos edificados, para guarda de sus moradores. Y allende de la fermosura que le da la mar y los edificios, representa á la vista una imágen de mayor fermosura con las muchas palmas y cidros y naranjos, y otros árboles, y huertas, que tiene en gran abundancia dentro de la ciudad y en los arrabales, y en todo el campo que es en su circuito» (1).

Los restos que en Málaga se conservan aún de la época arábiga, se reducen á las atarazanas, en cuyo costado del mediodía se halla un elegante arco de herradura con la inscripcion: Solo Dios es vencedor; las ruinas de la alcazaba y de Gibralfaro, ó monte del Faro, y la torre de la iglesia de Santiago, que fué una mezquita. De la mezquita principal, cuyo patio era célebre por su hermosura y estaba lleno de naranjos de extraordinaria altura (2), no queda el menor resto, como se nota al visitar la catedral, que ocupa hoy el lugar mismo. Interesantes restos de un castillo, fundado encima de una escarpada peña, tal vez del mismo castillo en que los hijos de Al Motamid se defendieron tan valerosamente, se hallan aún en Ronda, «aquella egregia y encumbrada ciudad, á quien las nubes sirven de turbante, y de talabarte los torrentes » (3).

(1) HERNANDO DEL PULGAR, Crónica de los Reyes Católicos, cap. LXXV.- Véase tambien Crónica de D. Pedro Niño. Madrid, 1782, pág. 53.

(2) IBN BATUTA, IV, 367.

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(3) ABULFEDA, Geografia, 166. Ronda, por su posicion,

En várias ciudades de España se han conservado algunos alminares convertidos en campanarios; así en Carmona el de Santa Maria, y en Sevilla los de Santa Catalina y San Marcos. En la iglesia de San Salvador se ve una losa de mármol, empotrada en los muros de lo interior de la torre, con una inscripcion que dice que el rey Al Motamid hizo reedificar, en el año 472, la parte superior de aquel alminar que un terremoto habia derribado. En las iglesias de San Andres y de San Lorenzo, tambien en la misma ciudad, parecen ser restos de mihrabs las pequeñas construcciones con cúpula que están al mediodía. Por último, San Juan de la Palma, en Sevilla, fué primitivamente una mezquita, cuyo alminar hizo construir una de las mujeres de Al Motamid, como lo declara una inscripcion cúfica que se halla en el muro exterior (1). Ademas de este recuerdo de la época brillante de la ciudad bajo el dominio de los Abbadidas, despierta esta iglesia otro recuerdo de los dias más terribles de la Inquisicion.

única en el mundo, es una ciudad inolvidable para el que una vez la ha visto. Los escritores arábigos la describen pintorescamente. Ibn Jacan la llama : « Una encumbrada y casi inaccesible ciudad, cuyas almenas se avecinan á los astros. De ella descienden manantiales, cuyo impetuoso curso forma un estruendo como las tempestades y el trueno. Estos manantiales se convierten luego en un rio, que, á manera de serpiente, ciñe y enlaza los lados del castillo, haciéndole áun más fuerte é inaccesible.» (Scriptorum Arab. loci de Abbadidis, 1, 55.)

(1) Memorial histórico español, tomo II. Madrid, 1851, páginas 394 y 396.

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