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>conocimiento y respeto ruego á Dios, etc.-Madrid 14 de > Enero de 1834.-Cardenal Tiberi..

Copia de estas dos comunicaciones remitió á Labrador en 16 del mismo Enero el sucesor de Zea, D. Francisco Martinez de la Rosa, diciéndole así: «S. M. la Reina Gobernado›ra espera que V. E. hará de dichos escritos el uso oportuno, >con presencia de cuanto sobre el particular de que tratan › arrojan de sí las poderosas y fundadas observaciones conte>nidas en el oficio de mi antecesor.>

La nota del 12, que acabo de insertar, es el escrito más notable de Zea en el discurso de la negociacion, y le honra mucho más que el oficio remitido á Labrador con fecha del 10, de que ya me hice cargo. La minuta fué puesta por el célebre y malogrado escritor D. Félix José Reinoso, Auditor de la Rota, de cuya sábia y bien cortada pluma se valia Zea para salir de sus apuros en todas las ocasiones de empeño (1). Quedaba sólo en la nota un resto de la severidad de Zea, el querer aplicar al Papa todo el rigor de las formas diplomáticas, como á cualquiera otro Soberano temporal, sin advertir que la presentacion del Breve, y el exequatur Régio, actos especialísimos en el enviado del Sumo Pontífice, podian muy bien suplir la falta de las ordinarias credenciales, y llevaban consigo, á no dudarlo, un verdadero reconocimiento de la Reina; el único que sin comprometerse podia hacer el Papa en aquella ocasion. Mas no era esta probablemente la última resolucion de Zea. Pedia desde luego mucho, como buen negociador, para sacar todo el partido posible ántes de venir á parar en un término razonable. Si Zea hubiera permanecido en el Ministerio, no parece dudoso que hubiese al fin admitido el Breve de Monseñor Amat, vista la imposibilidad de retener

(1) Todos los escritos notables del tiempo de Zea publicados por el Gobierno, y muchos que no se publicaron, entre los cuales los hay muy curiosos, fueron obra de aquel escritor,

en Madrid al Cardenal Tiberi. Habríase excogitado alguna ceremonia que tuviese el colorido de la presentacion de credenciales, ó habríase dado mayor publicidad de la ordinaria á la admision del Breve: de todas maneras, aunque nada de esto se hiciese, habria sido una verdad conocida por todos, y no muy grata á los partidarios de D. Cárlos, que existia como siempre cerca de la Reina un Nuncio de Su Santidad; y no habiéndolo aun logrado á la sazon el Rey de los franceses, segun llevo indicado, no teniamos en verdad por qué quejarnos. Las cualidades personales de Monseñor Amat, eran por fortuna tales, que parecia elegido adrede para aquel caso; hombre de ilustracion y de mundo, religioso sin gazmoñería, indulgente, de modales finísimos, generoso y espléndido, y sin ninguna prevencion en favor de D. Cárlos, él habria sido nuestro mejor medianero con su Gobierno, dándole á conocer la verdadera situacion de las cosas, y supliendo las faltas que habian cometido los Agentes diplomáticos de todas las Potencias, informando tan mal á sus cortes.

Muy aceptable habria sido en Roma la proposicion de Zea de retener en Madrid al Cardenal Tiberi continuando la representacion meramente diplomática del tiempo del Rey; pues el mismo Gobierno Pontificio se habia anticipado á decir (1) que las relaciones diplomáticas subsistirian en el mismo pié que ántes; y en este concepto consentia muy gustoso que permaneciese en Roma nuestro Embajador, tratando los negocios de la misma manera que los trataba en vida del difunto Monarca. Pero habia inconvenientes de gran peso para que esto pudiese verificarse, inconvenientes, por desgracia, insuperables.

En primer lugar, el Gobierno Pontificio habria tenido que retroceder muy descubiertamente, retirando á Monseñor Amat, cuya llegada, presentacion á los Reyes, y exhibicion del Breve tenian ya en España una publicidad oficial, habiéndose dado (1) Nota del Cardenal Bernetti de 19 de Octubre ya citada.

cuenta de todo en la Gaceta. Si á Monseñor Amat, se hubiera despachado su Breve con más solicitud por el Consejo, ó si hubiese llegado, sin necesidad de que se despachase, á presentar al Rey sus credenciales, la posicion entónces de los dos representantes habria sido igual en Roma y en Madrid; y continuando allí Labrador, habria sin dificultad continuado aquí Monseñor Amat. Mas en el estado de las cosas, la posicion era muy desigual: retirar un Nuncio que no se admitia en nuestra Corte, para conservar otro que ya se habia admitido, no era ciertamente lo mismo que conservar simplemente á nuestro Embajador en Roma. & Ni qué inconvenientes habia para nosotros en la admision de Monseñor Amat? El escándalo de no presentar sus credenciales á la Reina, se dirá; pero en el título mismo de Pro-Nuncio, que por necesidad llevaba ya el Cardenal Tiberi, habria, en mi concepto, un escándalo mayor; ese título mostraba, en el rigor de las formas diplomáticas, que la Nunciatura de España se hallaba en realidad vacante: ese título sólo revelaba más la irregularidad de la situacion que la falta de credenciales en Monseñor Amat, que muy pocos habrian notado.

Habia, en segundo lugar, otra dificultad no menor para retirar á Monseñor Amat, y era el daño que se le causaba, sin reparacion posible en el momento. La consideracion del daño personal inferido á un funcionario público, detiene siempre al Gobierno Pontificio, que reconoce y respeta más religiosamente que en otros países, los derechos adquiridos por sus empleados en el servicio público. La Prelatura en Roma es una carrera perfectamente organizada, que tiene por término el Cardenalato. Desde que un eclesiástico se pone en Prelatura (esta es la frase técnica), y comienza á ser empleado, adquiere el derecho de ascender progresivamente; y cuando llega á los puestos principales, lo tiene para reclamar su ascenso, y para pedir que se le forme proceso si se le posterga

sin motivo. He presenciado un caso de estos en mi tiempo. Uno de los puestos de ascenso inmediato para la púrpura Cardenalicia, puestos Cardenalicios, como así se llaman, es el de Monseñor Gobernador de Roma. Hallábase en 1846 ocupado por Monseñor Marini, cuando el actual Pontífice trató de sustituirle con otra persona, sin elevarle á Cardenal. Era sólo el intento del Papa hacer una innovacion en los puestos cardenalicios; pero Monseñor Marini reclamó, pidió que se le procesase al separarle del cargo de Gobernador; y como no hubiese motivos para el proceso, fué forzoso hacerle Cardenal. -Monseñor Amat de San Felipe tenia derecho para pasar de una Nunciatura de segunda clase, como la de Nápoles, á una de primera, de cuya categoría es la de España (1); habia sido nombrado para ésta, desde el año anterior, y no habia otra igual que darle si salia de Madrid, no estando ninguna de las otras disponibles: lo tenia para tomar posesion de un puesto Cardenalicio (2), y el Gobierno de Su Santidad no podia desatender estos derechos sólo por complacer al Gobierno español satisfaciendo su innecesaria exigencia. Por otra parte, el tiempo ordinario de servicio en las Nunciaturas es el de seis años, y el Nuncio Tiberi los habia cumplido; se le habia ya hecho Cardenal, y las Nunciaturas, aun las de primera clase, no son empleos para Cardenales, á quienes no corresponden sino las legaciones á latere. Véase, pues, cuántas dificultades habia, nacidas todas de la índole y formas del Gobierno Pontificio, para acceder á la demanda de Zea; ¿aquel Gobierno habria faltado á todas sus formalidades por sanar, digámoslo así, en España la sola formalidad diplomática de las credenciales?

(1) Son cuatro las de primera clase; Madrid, Lisboa, Viena y París. (2) Á Monseñor Amat se le reconoció despues su mision en España, como si hubiera tomado posesion de su destino, para hacerle Cardenal, por haber alegado, y con razon, que no habia sido culpa suya el que no le admitiesen.

Á Zea le habrian convencido al fin estas razones, y como he dicho, el Breve de Monseñor Amat se habria admitido. Pero Zea salió del Ministerio en los momentos más críticos, dejando pendientes y en el mayor peligro, el importantísimo negocio de Roma, y el no ménos importante de Portugal, tan íntimamente enlazado con él, por hallarse en aquel reino el Príncipe D. Cárlos conspirando manifiestamente para conseguir la Corona, bajo la proteccion, ya descubierta, del Rey D. Miguel. La terminacion de estos negocios, sobre todo el de Portugal, habria debido bastar entónces para contener á todos en su animosidad impaciente contra Zea; y si tanta prisa corria derribarle, hubieran al ménos sus sucesores seguido las huellas de él en la prosecucion y término de ambas negociaciones. Respecto á la de Roma, el Sr. Martinez de la Rosa manifestó querer seguirlas cuando en 16 de Enero, dos dias despues de su entrada en el Ministerio, envió á Labrador la nota pasada por Zea el 12 al Cardenal Tiberi (1), adhiriéndose á ella: mas en el capítulo siguiente se verá que no permaneció en este propósito. Respecto al negocio de Portugal, sabido es que se emprendió vida nueva, dando al olvido cuanto habia hecho Zea, y ocultando hasta el menor rastro de su pensamiento político. Mas nada de esto corresponde á este lugar: cuando veamos á D. Cárlos trasladado de Santaren á las Provincias Vascongadas, dando la vida con su presencia á su moribundo partido, entónces hablaré de lo que sucedió en Portugal, y de lo que allí consentimos en nuestro daño.

(1) Página 41.

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