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entendimiento las que inmortalizó la musa de Rioja, que pudieran decir, si se hubieran escrito, mil historias de la famosa Itálica, la vencedora colonia de Scipion, donde

...... nació aquel rayo de la guerra,

gran padre de la patria, honor de España,

pio, felice, triunfador Trajano..

Ni la elegante concision de Julio César, ni la sóbria magestad de Tito Livio, nos dan á conocer las grandezas de Roma en los dias de su mayor pujanza, como Gibbon nos las pinta con severo estilo en la historia de su decadencia. Sucede á los pueblos lo que á los personajes célebres; es necesario que perezcan para que pueda escribirse su panegírico. No sé si ésto es pension de su misma celebridad, ley de los contrastes en que consiste la belleza literaria, ó defecto de nuestra organizacion, que no sabe concebir la luz sino saliendo del caos y rodeada de tinieblas.

Sea lo que quiera, estas consideraciones acaloraban mi imaginacion de una manera extraordinaria. Yo era entonces muy jóven, y la juventud de ordinario es atrevida, porque toma como recursos de un ingenio maduro, los fuegos fátuos de un entusiasmo pasajero. Revolví varios libros de los muchos en que se tratan las cosas de Toledo, registré manuscritos que abundan sobre sucesos y costumbres particulares, acopié documentos inéditos ó poco conocidos, consulté á personas competentes respecto de algunos puntos, como se verá en sazon oportuna, formé finalmente un plan, y lo presenté á la censura. Este ensayo casi agotó al pronto mis escasas fuerzas. Entre la idea y el desempeño mediaba un abismo. Mi inexperiencia me habia proporcionado un primer desengaño. Pero al cabo con retoques aquí y apostillas más allá, con supresiones de un lado y adiciones en otro, el plan quedó aprobado definitivamente, salvo en aquello que pudieran alterar más adelante descubrimientos de alguna importancia. Con esto contraje ya un grave compromiso, cuyas consecuencias no habia calculado de antemano, lo cual explica, sino justifica mi atrevimiento.

Corrieron despues los años, y ocupaciones asíduas de bufete me impidieron consagrar al desempeño de mi idea todo el interés que ella requeria, todo el tiempo que me absorvian cuidados y atenciones menos gustosas, pero más preferentes. Ésto, en las horas de vagar que me dejaban libres los negocios, me permitió ir madurando poco a poco el pensamiento y ensanchar la esfera en que le habia encerrado desde un principio. Al fin hoy que cuento con algunos más datos que antes, empezando á corregir antiguos borradores que yacian envueltos en el polvo del olvido, me arrojo á sacarlos á la vergüenza pública en demanda de la gracia que bien han menester, tanto como el padre que los enjendró, si han de merecer al mundo alguna suerte de valimiento. Son el pequeño grano de arena que aporto para el grandioso edificio de la historia nacional; expresion de lo poco que valen los esfuerzos individuales en la defensa de las grandes causas.

Todas mis aspiraciones se reducen á que figuren en el mercado literario de nuestros dias como un objeto de buen sabor, solicitado por algunos, y no pasen desapercibidos como un ruido que se desvanece en el espacio ó una gota de agua que se pierde y confunde en la inmensidad del Océano. No pretendo mucho, y todavía desconfío de alcan

zarlo. El siglo que atravesamos pertenece cuando más al folleto, no al libro en él imperan la polémica ardiente, no la discusion razonada, el periodismo y la novela, no la historia ni las ciencias exactas. Por eso brillan ahora con todo el chillante relumbron de una gloria contrahecha los Dumas, los Sués y los Kars, mientras escasean los Marianas y Zuritas, los Florez У La Canales.

Sin embargo, el carácter de la época presente, del cual no puede prescindir un escritor que desee ser leido, impone ciertas condiciones artísticas á los trabajos históricos. Para que éstos enjendren el entusiasmo que produce la novela, y despierten la curiosidad que aviva la política, deben tomar de aquella sus tonos ligeros, sus relaciones llenas de vida y de interés, su lenguaje variado y pintoresco; y de ésta la gravedad y el aire cortesano, la copia de datos y la alta mira á que encamina sus fines, ya que no puedan recomendarse del mismo modo el calor y el falso barniz con que satura todas sus elucubraciones. Esto es precisamente lo que procuro que resalte en la obra que publico. ¡Ojalá que lo consiga!

Sobre su plan nada digo, porque ni quiero prevenir la opinion de los lectores, á cuyo buen juicio le abandono, ni en el mio es este sitio á propósito para desarrollarle. El plan de una obra está en el índice, no en el prólogo. Cuando se llegue á aquél, será tiempo de hablar del autor y de su libro. Uno y otro creen tener derecho á esperar que no se les juzgue antes de ser leidos. Si, á pesar de todo, aguijonea á alguno la impaciencia por saber cómo pienso de lo que fué ayer y de lo que es hoy la antigua ciudad de los concilios, registre la INTRODUCCION y en ella encontrará trazada la síntesis de mi pensamiento. Su completa exposicion corresponde luego á la historia en todas sus partes, desde el primer capítulo del libro primero hasta la última página de las ILUSTRACIONES Y DOCUMENTOS, con que termina.

Réstame ahora hacer una protesta.

No voy á redactar una biografía de hombres célebres, ni es mi ánimo publicar una nueva descripcion de los monumentos toledanos. Lo primero sería por lo menos de dudosa utilidad, y lo segundo es de todo punto innecesario despues de los luminosos escritos que de algunos años á esta parte han dado á luz mis distinguidos amigos los señores AMADOR DE LOS RIOS Y CUADRADO, ASAS Y BLANCO, CARBONERO Y SAN ROMAN, y últimamente PARRO, que con mas extension que ninguno, ha descrito y avalorado las riquezas artísticas que encierra Toledo. En este punto pocas poblaciones han sido más favorecidas que la

nuestra.

y

Pero los monumentos son materiales preciosos que no pueden desecharse al escribir la historia de un pueblo, como tampoco es posible echar en olvido los grandes hechos, las virtudes y los méritos de sus hijos en cualquier época de su existencia. Si los unos son como aquellas piedras llamadas miliarias, que colocaban los romanos de trecho en trecho en sus caminos, para recordar á los viandantes el que habian recorrido, son los otros faros luminosos, que guian siempre á la humanidad por difíciles derroteros en los mares de la vida. Los monumentos hablan por las generaciones que sucumbieron y representan la civilizacion pasada: los hombres célebres, apóstoles de una idea que tubo ser algun dia, pueden suministrar una enseñanza fecunda á las generaciones presentes y crear una

civilizacion futura. Unos y otros deben entrar como elementos principales en la composicion de una historia que pretenda ser racional y filosófica, en el buen sentido de estas palabras; y así he creido que debia ocuparme en la mia de aquellos dos objetos, sin disputar á otros autores la merecida y justa gloria que les han conquistado trabajos de índole diferente.

¡Quiera el cielo que una parte mínima de esta humana recompensa corone mis afanes, en gracia siquiera de la intencion que los anima, y que al leerse un libro que he procurado escribir con conciencia y el deseo de ser útil á mi patria, pueda decir alguno, como Mengs al ver el cuadro de las Hilanderas de Velazquez: « Ésto no está pintado con la mano, sino con la voluntad! »

HISTORIA DE TOLEDO.

INTRODUCCION.

I.

TOLEDO, á lo que puede hoy sospecharse, primitivo aduar

de pastores celtas, razas nómadas hasta que fijaron su asiento en los poblados bosques y fértiles campiñas que baña el caudaloso Tajo; la parva urbs que encontraron los romanos, en sus correrías hacia el interior, bien fortificada por la naturaleza sobre la márgen derecha de este rio; corte y residencia despues de los césares visigodos; cuna de la civilizacion ibérica, y firmísimo cimiento en que se fueron alzando poco á poco, poderosas y florecientes, nuestras venerandas instituciones civiles, políticas y religiosas;-Toledo, repetimos, vista en el mapa de España, figura el punto medio ó centro de la península, casi equidistante de sus extremos. La Providencia sin duda la eligió desde un principio para que fuera por algun tiempo el alma, el corazon y la cabeza de la monarquía.

Los pueblos, como los individuos, al nacer traen al mundo una mision que cumplir, un fin que realizar, y este fin y esa mision se revelan á posteriori ordinariamente por el sitio que ocupan, las constelaciones á que están sometidos y otra multitud

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