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ADVERTENCIA.

En 1859, encabezaba D. J. Borao la primera edicion de este DICCIONARIO:

Decidido amigo de la instruccion primaria, á quien me lisongeo de haber prestado más de un útil servicio, he tomado parte tal cual vez, en los periódicos que le están dedicados en España. Hícelo, en 1856, para tratar ligeramente de los diminutivos y principalmente del terminado en ico; y aplazando el exámen de otras maneras aragonesas de decir, para algunos artículos próximos, logré encariñarme á tal punto con la materia, y fueron extendiéndose de tal suerte mis estudios, que al cabo produjeron el Diccionario aragonés y la Introduccion sintética, que hoy someto al juicio del público y recomiendo á su indulgencia.

Parecióme muy difícil, al principio, la originalidad, ya por el gran número de voces aragonesas, que en calidad de tales, definía con su acostumbrado acierto la Academia, ya por las nuevas que incluía en su Ensayo de un Diccionario aragonés-castellano (Zaragoza. Imp. real. 1836, 67 páginas 8.o) el distinguido abogado entonces, hoy dignísimo magistrado, D. Mariano Peralta, cuya larga residencia en el alto Aragon, le permitía dejar muy poco asunto á sus sucesores, á pesar de la modestia con que tituló su muy apreciable trabajo, que yo he respetado con extremo; pero observando las disculpables omisiones de ambos Diccionarios, decidíme á mejorarlos en cuanto pudiese, sobre la base inevitable que ellos me ofrecían. Si lo ha conseguido ó no mi diligencia, el público es quien ha de resolverlo, teniendo en cuenta la variedad de estudios, asi lingüísticos como científicos y forenses, que mi obra ha exigido: la paciente expectacion que ha requerido, como quiera que se ha apelado al pueblo mismo, para sorprenderle su lenguaje; y, en fin, el crecido número de vocablos nuevos que he conseguido allegar, cuando parecía casi agotada la materia, aunque advirtiendo que, sobre las voces que hayan podido escapar á mi cuidado, se echarán de menos algunas puramente locales, suprimidas de propósito, por separarse en cierto modo, del habla comun aragonesa.

La Academia, si no hay error en el cómputo que he practicado, incluye quinientas sesenta y una voces, como provinciales de Aragon y ochenta y una, como provinciales en general, pero seguramente de uso aragonés: Peralta unas quinientas nuevas sobre las doscientas aragonesas, cuarenta y cinco provinciales y ciento cuarenta y dos castellanas, que toma de la Academia: el DICCIONARIO que ofrezco ahora al público contiene, sobre las 781 de la Academia y las 500 de Peralta, 1675 nuevas, que constituyen un total de 2959 voces, esto es, 2175 más que la Academia y 2070 más que el Vocabu lario de Peralta.

Ampliadas, concordadas y modificadas á veces, las definiciones de ambos Diccionarios, he creido del caso sin embargo, conservar la propiedad ó di

gamos, pertenencia de cada palabra, para mejor conocimiento del lector; y á este fin he designado con una c, las voces castellanas que Peralta (indu dablemente con buenos fundamentos) incluyó como aragonesas en su En. sayo, con una p las provinciales, con una a las aragonesas de la Academia, con una de las exclusivas de Peralta, y con una n las que en su totalidad me pertenecen. Esto he preferido, para cargo y descargo de mi responsabilidad, y no las indicaciones gramaticales que doy por conocidas, y que no me parecen propias de un trabajo especial como este, sobre el cual ha de suponerse el conocimiento de otros Diccionarios.

La obra del eminente catedrático fué recibida por los doctos, con el cariño que se recibe una buena nueva; fatigóse en su elogio la prensa de España; y Borao que no era de los que se sientan á la sombra de los laureles, si no el tiempo preciso para refrescar la frente abrasada por el pensamiento, continuó trabajando en su heredad literaria, á fin de mejorar su obra, á semejanza del hábil jardinero que despues de producir un hermoso vástago, sigue cultivándolo.

La muerte privó en Aragon á las letras, de su delicia más grata, cuando el docto Profesor proyectaba dar á la estampa el resultado de sus nuevas tareas, segun se desprende de estas palabras, escritas, para colocarlas á continuacion, de las que encabezaron la edicion primera del DICCIONARIO:

El éxito literario que tuvo la obra, fué lisonjero por todo extremo; pero no seré yo quien indique siquiera las numerosas pruebas que de ello tengo en mi poder. En cuanto al éxito mercantil, que con frecuencia está en razon inversa, ese fué como mío: verdad es, que ni lo serio de la obra, especialmente la Introduccion, ni el pais en que se publicaba, ni mi ninguna maniobra en comerciarla, eran condiciones para que sacara de ella alguna recompensa; de suerte que los gastos de mis viajes científicos y los de la modesta edicion que hice, no fueron compensados ni aun aproximadamente. Pero, acostumbrado como escritor á vivir en pleno patriotismo, me dí por contento conque la obra corriera, muy bien recibida, por España y Francia, conque antes de su aparicion tuviera en Zaragoza un número muy selecto de suscritores y con que cada día, me hayan solicitado ejemplares personas distinguidísimas, á quienes en mí era punto de honra, el regalarles un libro que honraban con desearlo.

De esta manera, y al cabo de catorce años, la edicion se halla agotada. En la prevision de este caso, y llevado de mi impenitencia (pues yo parece que me he jurado á mí mismo no desertar de mi puesto literario, aunque vengan sobre mí, todas las contrariedades, que hasta aquí se han inventado) había ido haciendo lento acopio de nuevos datos; y hoy, sacudida la pereza y en un intervalo de regular salud, he procedido á ordenarlos, para que puedan intercalarse, en esta nueva edicion. Las ventajas que en ella ofrez

co, fuera de la mejor impresion, son: 1., algunos pasajes importantes y documentos inéditos, para enriquecer más la Introduccion; 2.", colocacion dentro del texto, de lo que por ocurrirme à última hora, hube de poner en el Apéndice; 3.o, más de ochenta ampliaciones á las palabras, ya incluidas en la primera edicion; y 4a, bastante más de ochocientas voces, absolutamente nuevas, que contribuyen á formar un total de cuatro mil, superando ahora en tres mil á la Academia y al Ensayo de Peralta.

Expuestos los datos materiales que abonan esta edicion, yo no sé continuar el panegírico y me entrego con ánimo igual á la proteccion ó á la frialdad de mis paisanos.

Pocos años despues de 1873, en que escribiéronse estas palabras, salió por la Puerta del Duque para el Cementerio, su esclarecido autor, acompañado del claustro universitario y de todo lo notable que Zaragoza encierra.

Con llanto en los ojos vieron las letras cerrarse el sepulcro de Borao; honores tributáronse á la memoria del escritor insigne; la Diputacion reservó para este instante el rendirle el homenaje debido, á los que triunfan y ensanchan los dominios de la cultura general.

Y ninguno le ha parecido mejor, que el de entregar á las prensas este libro.

Flores á su tumba!; ¿á qué arrojarlas, si en ella crecen tantas, espontáneamente?

Panticosa 29 de Agosto de 1884.

S. y G.

INTRODUCCIÓN.

I.

EXTENDIDA la dominación romana por toda la peninsula española, muy pronto se difundió entre nosotros su cultura, entonces poderosa, é inevitablemente hubimos de recibir los vencidos el idioma del Lacio; que siempre fué la lengua el vehículo y el símbolo de la civilización. Mas cuando ya era usual hasta en el pueblo el latín de aquellos tiempos, sobrevino una irrupción no menos enérgica, que, si no pudo desarraigar de pronto ni las costumbres ni el habla romana, todavía imprimió un semblante nuevo al idioma, híbrido conjunto de voces latinas y maneras godas, que por ventura ha prevalecido hasta el presente, puesto que modificado por las muchas avenidas extranjeras que sucesivamente contribuyeron á enriquecer á aquel sin par idioma, en que habían de causar admiración á la Europa los Cervantes, Calderones y Quevedos.

Nuevas zozobras, nuevo espanto, nueva y más fundamental reforma que otra alguna vino á amenazar

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