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bas voces; luquete, à luce como dice Rosal, aunque esa palabra no la incluye la Academia como aragonesa, sino como castellana.

Otra de las más copiosas fuentes de donde el idioma español ha tomado un gran número de palabras, es la lengua árabe que, correspondiendo á una civilización muy adelantada sobre todas las de Europa, hubo de forzarnos á admitir, con sus raros conocimientos en las ciencias y artes, las voces que servían á desarrollarlos. No se habló en Aragón aquel idioma como en otras provincias, y es que tampoco no fué tan larga la dominación árabe, reconquistada Zaragoza en 1118 y Valencia (por D. Jaime) en 1238; pero fuélo todavía lo bastante para imprimirnos su influencia; y sobre todo nos impusieron los árabes en adelante, áun después de sometidos, ese suave yugo que, por lo mismo de no ser impuesto á la violencia sino en el seno de la paz, es, no sólo más duradero, pero áun tan honroso á los conquistados como á los conquistadores. Todavía subsisten, sobre todo en Valencia, pero también en Aragón y áun en Navarra, y claro es que en muchos otros puntos de España áun sin contar la Andalucía, prácticas agrícolas, costumbres indelebles, restos del traje, calles y barrios, y principalmente muchos vocablos de la lengua árabe con que la nuestra ha venido à enriquecerse.

Sobre las voces que son generales á toda España, y que Marina enumera cuidadosamente hasta formar un catálogo de cerca de mil quinientas, si bien algunas de origen griego ú oriental, pero siempre transmitidas á nosotros por los árabes, tiene Aragón otras propias, de las cuales citaremos ajada, ajadon, alamin, alberge,

albaran, alcohol, alfarda, algorin, almenara, almud, almudi, amelgar, antibo (de anteba, hincharse), arcaz, arguello, arna, aturar (1), badal, bailio, barreño, bocal, boto, bucarán, eraje, gaya, gafele, jauto, jebe, jeto, jimenzar, lapo, márfega, márraga, mossen, rafalla, rafe, sirga y zafran; á las cuales no dudamos en agregar las investigadas á ruego nuestro por un competente amigo (2), de entre los cuales son incuestionablemente árabes, según sus informes razonados, alguaza, alquinio, antosta, badina, bahurrero, cabidar, capleta, charada, fardacho, fizon, maigar, tabarda, tria, zaborra y zalear; muy verosímiles alfarrazar, alacet, arcen, buega, cija, libon y liza, y algún tanto dudosas, abollon, aribol, batueco, bistreta, boira, cara mullo, cibiaca, cocon, cospillo, cudujon, fejudo, fres, güellas, jasco, lillas, pardina y pocho.

En cuanto á la influencia provenzal, con decir que se sintió más o menos áun en Castilla, no puede sorprender que en Aragón fuese extraordinaria, y lo admirable es, pero no menos cierto que aquí no resultase un dialecto como el catalán ó valenciano, y que alcanzara á conservarse el idioma español, nacido como en Castilla pero independientemente de Castilla, y perfeccionado lentamente, no sin alguna intervención castellana, pero desde luego con más y mejores aunque no muy aprovechados elementos.

(1) Así como acobar, que según el mismo Marina en su posterior y eruditísimo Ensayo histórico critico sobre la legislación antigua, se escribe ajovar en los Usatges de Barcelona y assuvar en el fuero de Alcalá, que es quien conservó en su integridad la etimología árabe.

(2) D. Mariano Viscasillas, persona que en sus pocos años posee conoci. mientos no comunes en los idiomas sabios y orientales.

El profesor D. Braulio Foz escribía en la Revista de Cataluña que el catalán literario era el de algunos pueblos entre el Cinca y el Segre, especialmente en Tamarite, y áun el de pueblos de la Tierra-baja entre Cataluña y Valencia, habiendo sido sus pobladores (después de la Reconquista) aragoneses de llanos y montañas, catalanes de las riberas del Segre y áun del centro de Cataluña y algunos antiguos pobladores.

El mismo Sr. Foz publicó con algunas adiciones un compendio de la Historia de Aragón, hecho con esmero por A. S. (D. Antonio Sas), y en él, al tratar de la conquista de Valencia por el gran rey D. Jaime, se consigna que éste dió fueros en su lengua materna, que era la lemosina, por creer que aquel lenguaje llano aunque grosero sería del vulgo mejor entendido que la extrañeza y variedad de las otras lenguas de España, á pesar de que los aragoneses auxiliares de aquella memorable empresa habían reclamado que aquellas leyes se redactasen en la lengua aragonesa, «porque ésta, además de ser común á todas las de España donde los romanos introdujeron su lenguaje, como para los aragoneses pusieron escuelas en la ciudad de Huesca, la habían aprendido con mucha curiosidad y conservádola menos incorrecta. >>

El Sr. Pers y Ramona, que se ha ocupado bastante en este punto, y que preparaba una Historia de la lengua y literatura catalana, nos escribía que él había de presentar ochocientas voces que, sin ser latinas, pertenecieron á un tiempo á seis de las lenguas neolatinas, y que, siguiendo á Raynouard, había de probar que quizá los idiomas vulgares fueron anteriores al latín mismo:

añadía que una cuarta parte de las voces aragonesas eran puramente catalanas, para lo cual citaba embafar, embastar, empenta, bresca, esparver, esma, esmuñirse, espartar, espatarrarse, esquirol, estalonar, dot, brisa, brocal, barral, alberge, à las horas, censal, encant, encantar, escañarse, esclafar, escopetada, escorxar, escupinada, tria, gitar y fregadera. En todo nos parece que hay algo de exageración, nacida de amor patrio: nosotros, más parcos, diremos que, haciendo fondo común de las voces puramente lemosinas y de las catalanas, tenemos principalmente de éstas buen número, siéndonos perfectamente comunes amosta, baga, banova, barral, botiga, braga, bresca, corcar, embafar, empentar, escalfeta, escalibar, esclafar, esgarrifarse, falca, fuina, gallofa,garba, garraspa, ginjol, gosar, greuge, madrilla, mas, máscara, porguesas, pudor, purna, quera, á ran, sirga, taca, tastar, tongada, trena, trucar, veguero, veta, y, según puede verse en Raynouard (1) adobar, aturar, borda, getar, rosigar, tetar, y alguna otra; y también son comunes al aragonés y al catalán, aunque aquél les ha dado desinencia ó pronunciación castellanas, ajordar, calage, calibo, fitero, guito, manifacero, masobero, tinelo, trespontin, etc., y lo son también, ó por su raiz ó por su semejanza, argadillo, cuquera, espenjador, fosqueta, garrampa, milocha, y alguna otra.

(1) En su Lexique roman, Paris 1836 à 1844, seis volúmenes, el primero de los cuales contiene, después de unas Investigaciones filosóficas, una Grammaire romaine y varias poesías provenzales; los siguientes, un Dictionaire de la langue des troubadours comparée avec les autres langues de l Europe latine, y el último un vocabulario alfabético de las mismas voces, para poder encontrar las del Diccionario de autoridades que se encuentran calificadas por familias.

Algunas de estas palabras pertenecen también á los otros idiomas neo-latinos, no siendo fácil decidir si fueron elaboradas á un mismo tiempo, ni en caso contrario de qué parte estuvo la precedencia; pero de todos modos es lo cierto que tastar, por ejemplo, es común á los idiomas aragonés, catalán, francés é italiano, que boligay gingol, traspontin y áun falordia lo son á los tres primeros, que fuina, muir, taca y aun escalfeta lo son al aragonés, al catalán y al italiano. En cuanto à las semejanzas del aragonés con el francés ó el italiano. pueden citarse, respecto á éste, gratar, chemecar, falaguera (de follegiare), y áun badal y picota; y respecto á aquél acoplar, aguaitar (de guetter), alberge, argent, becardon, chapelete, empachar, esparvel (de épervier), fuina, guipar (de gûepe abispa), manchar, mazonero, niquitoso (de nique mueca), planzón, pocha, pochada, y algunas otras como gallon, que la Academia escribe gason, tal vez por aproximarla al gazon francés, y mascarar que, desusado hoy por ellos, mas no por nosotros, usó sin embargo Rabelais en «(Gargantúa) se mascaroyt le nez.»

Expuesto ya, si bien concisamente y sin extendernos á observaciones panegíricas, lo más preciso de saber para la inteligencia del habla aragonesa en lo tocante á su historia, su etimología, su propiedad y áun sus ventajas, seguramente que completaría en gran parte nuestro trabajo la exposición de los modismos, frases ó refranes peculiares de Aragón; pero nos ha retraido de esta idea, no sólo la dificultad de llevarla á cabo con algún acierto, sino la consideración de que aquellas maneras usuales de decir no alteran en nada el idioma

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