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habiendo palabra que permite ella sola doce desinencias, claro es que no aplica todas esas variantes ó aumentos de final á todas las palabras, antes se conforma con lo que cada una permite (1); mas en medio de ser esto cierto, las en ico, en illo y en ito son terminaciones generales que se aplican indistintamente á casi todos los nombres, habiendo entre ellas una verdadera sinonimia.

Pero el diminutivo en ico tiene dos ventajas incon testables, el uso preferente que de él hicieron los padres de la lengua, y su significación especial é intrinsecamente distinta de los de otras terminaciones. En los escritores de nuestros orígenes, sobre cuyos sencillos versos parece que vagaba, como una fresca brisa sobre las plantas silvestres, el ambiente de la naturalidad, era el diminutivo en ico el que dominaba en la expresión de los afectos ó las apreciaciones, y por eso es tan general en la poesía popular y en la familiar de posteriores tiempos.

añalejo,ballenato, viborezno, meseta, florete. islote, pobrsto, Juanitico (que dice Rueda), acertijo, partija, campanil, Maruja, panoja, frailuco, molécula, minúsculo, trastuelo, Menolo, langostin, limpion, hilacha, boliche, casucha, lenducho, libraco, particia, y tal vez alguna otra que sin dificultad habrá escapado á nuestra diligencia? ¿Qué idioma presenta sobre un solo nombre las variantes de librico, librillo, librete, libretillo, libreton, libraco, librin, libracho, librejo y librecillo, así como las doce que comunmente se citan sobre el adjetivo chico, ya diminutivo.

(1) Hay palabras, por ejemplo demonio, que, porque han de duplicar enfadosamente la i, no sufren tan bien los diminutivos en ico, illo, ito como el agraciado en ejo: hay otras que tienen diminutivos de preferencia para evitar confusión con los homónimos de los otros, como hora que admite horita y horica, pero no horilla ni horeja que, si no en la escritura, tienen otro significado en la pronunciación: hay, finalmente, provincias que tienen predilección á determinados diminutivos, como las de Aragón a los terminados en ico.

¡Qué bien dicho está en una farsa de Lucas Fernandez,

¡Oh, pastorcico serrano!

¿viste, hermano,

un caballero pasar?;

y en un romance sobre el moro Calainos,

Bien vengais, el francesico,

de Francia la natural?

¡Cuán propio es de la poesía de Castillejo, último trovador de los amores y la sátira, paladin de la poesía nacional contra los petrarquistas, contra los luteranos como él decía, cuán propios son de aquella poesía fácil y sentida aquellos versos, ya pertenecientes à una época. muy adelantada, en que se pinta con gracia inimitable á un vizcaino borracho, metamorfoseado en mosquito,

tuvo con esto á la par
una risica donosa,
las piernas se le mudaron
en unas zanquitas chicas,
los brazos en dos alicas,

dos cornecicos por cejas!

¡Qué bien sienta en Rodrigo de Cota ó Juan de Mena, ó quien quiera que escribiese ( la primitiva Celestina (que nosotros no hemos de desatar nuestras dudas como el editor de Barcelona que atribuyó á aquellos dos tan admirable obra); qué bien sienta aquella aglomeración

1) Que la Celestina no es de Juan de Mena, de quien en efecto no lo parece, lo prueba, entre otros, N. Antonio.

graciosa de diminutivos, «nezuelo, loquito, angelico, perlica, simplecico, lobitos en tal gestico, llégate acá putico, etc.»! ¡Qué encanto hay en aquellas d leitables fontecicas de filosofia, que nos dice Fernando de Rojas! ¡Qué espontaneidad tan amorosa en Fray Luis de Granada, el pollico que nace luego, se pone debajo de las alas de la gallini... y lo mismo hace el corderico; en Mendoza, las mañanicas de verano á refrescar y almorzar; en Santa Teresa, al primer airecico de persecucion se pierden estas florecicas; en Guevara, lo demás que callandico me pedistes en la oreja, etc.; en Ávila, cuando aconseja conservar esta centellica del celestial fuego; en Lope, para quien la constelación de S. Telmo era una estrellica como un diamante !. ¡Qué dificiles son de mejorar aquellas, tajadicas subtiles de carne de membrillo, con que se atendía á la voracidad plebeya de Sancho el Gobernador, aquellos zapaticos para sus hijos que echaba de menos su mujer, y entre muchos pasajes de la GITANILLA DE MADRID, aquel Preciosica, canta el romance que aquí vá porque es muy bueno!; y cuán superior es en la misma novela, aquel cabo de Romance (2), Gitanica, que de hermosa te pueden dar

(1 En un ligero Estudio que el autor de esta Memoria consagró, no ha mucho, a los diminutivos y sobre todo al terminado en ico, citó además de estas autoridades, á Luna, Timoneda, Jauregui, Quevedo, Calderón, Moreto, Iglesias y Miñano; pudiendo ofrecerse otras muchas, sin más dificultad que la de abrir nuestros clásicos; pero hoy dificilmente se lce y rarísima ó ninguna vez se oye en Madrid. aunque sí en Leon, Zamora, Valladolid y Palencia, pero en ninguna parte, tan de asiento como en Aragón.

2, Romance se llama (y romance debe llamarse) aquella agradable composición de Cervantes, por más que se halle escrita en redondillas. En efecto. además de su ligereza y de su aire cantable y popular, que es lo que constituye su fondo, de donde toma nombre, no hay sino abrir el Romancero español en donde se verán, junto al monorrimo caracteristico del romance, la redondilla, la quintilla, el pié quebrado y otras combinaciones métricas.

parabienes, sobre el que le sigue, Hermosila, hermosita, la de las manos de plata! ¡Qué tono de familiaridad, en aquella carta del Caballero de la Tenaza, ahora es, y aun no acabo de santiguarme de la nota del billetico de esta mañana (1); en aquello de Rueda, ganosico vienes de burlas; en aquello de Cervantes, haciéndose algún tanto atrás, tomó una corridica!

Y viniendo todavía más á nuestros tiempos, cuando la lengua y la poesia tocaban el último grado de la perfección, el principio ya de su inminente decadencia, léanse nuestros grandes poetas dramáticos y liricos, y veremos que, cuando el asunto les consiente cierta familiaridad, prefieren el ico, para denotarla más fielmente, como en los versos de Calderón,

La ropilla ancha de espaldas,
derribadica de hombros,

y redondica de falda;

como en Moreto, en quien todavía resulta más terminantemente nuestro aserto, cuando entre sus personajes de TRAMPA ADELANTE pone à Jusepico y Manuelico pages, à la manera de Quevedo que llama Pablicos al héroe de su novela el Buscon (2).

Tan admitido era entre los más serios escritores

(1) En el P. Isla, es muy frecuente ese diminutivo, y pudieran citarse de él muchos pasajes, sin salir de sus famosas Cartas de Juan de la Encina, como el casico curioso de aquella dama púdica que no consiente la última edición de la Academia.

(2) Algunos personajes han pasado á la historia con ese diminutivo de su nombre, como Artalico de Alagón, á quien dan á conocer de ese modo, Zurita, Blancas, Carbonell y otros autores.

aquel diminutivo, que en el testamento (verdadero ó falso) del Brocense, el cual inserta é impugna con su exquisito natural buen juicio el señor Marqués de Morante, en la excelente vida de aquel humanista, publicada como apéndice al tomo V de su Catálogo, hay una cláusula que dice: «Item, Mando á Antonita mi nieta el mi lignum crucis con su cristalico y las seis esmeraldas de que está cercado»; y, lo que es más reparable, Covarrubias, cuyo lenguaje didáctico parece que había de excluir todo diminutivo, dice, al explicar (bien ridiculamente por cierto) la etimología del gavilán, cuasi gavilán, por la astucia y sutileza con que hace presa en las avecicas; cuya frase le copia y prohija la Academia en la primera y más completa impresión de su Diccionario (1).

Y para que se vea con otro género de prueba, la importancia que tuvo ese diminutivo, obsérvese que hay palabras, de que no ha quedado, según la Academia, sino el diminutivo en ico; por ejemplo: bolsico, calecico, doselico, farandulica, sonetico, fuellecico y zamarrico, á las cuales pueden añadirse las locuciones y refranes veranico de San Martin, mañanicas de Abril buenas son de dormir, Romero ahito saca zatico, etc.; hay algunas que no admiten otro que él, como Perico, borrico, gemidicos y lloramicos, y sobre todo abanico, diminutivo de abano (voz anticuada que se lee en el romance 1860 de la Colección Durán) y único usual, por

Todavía en la última (1852) se ve usado, aunque escasamente, el diminutivo de que hablamos; uosotros lo hemos sorprendido en la definición de la palabra poro, que es agujerico ó hueco que deja la naturaleza entre las partes de cualquier cuerpo, etc., y en la de pierna que «en el arte de escribir se llama el pa! co que va hacia abajo y compone algunas letras como en la m y la n..

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