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sólo en donde todo esto no alcance, del habla común de los aragoneses. No abultaremos, pues, el Vocabulario ni la crítica con palabras de las que frecuentemente se improvisan pero no se extienden ni se hacen permanentes: tampoco no lo haremos con las locuciones latinas, usadas por nuestros foristas, como, ne pendente apellatione, articulo de toliforciam, sentencia de lite pendente, neutram y otras, pues aunque sabemos que la Academia incluye algunas locuciones latinas, de antiguo castellanizadas, no lo hace, y esto con su habitual prudencia, sino cuando son del dominio general y no del tecnicismo de una ciencia; ni tenemos por verdaderamente aragonesas, aunque de uso particular de nuestros escritores, algunas libertades derivadas del idioma castellano, como tierra baja para denotar cierta comarca de la derecha del Ebro y alto Aragon para denotar la de la izquierda, turbante en sentido del que turba, comisante por el que comisa y adminiculado de adminicular, voces usadas por Larripa; adrezar que dice Blancas; catedrero que consiguan los Gestis de la Universidad de Zaragoza; consimile por semejante; reforme por reforma y tisiquez por tisis, que hemos leido en otra parte; caminos circunstantes que también hemos visto usado: acolitar á laudes y azulejar el pavimento que dice Martón; condiputado que escribe Sayas; membranaceo que dice no mal, en lugar de membranoso, el racionero Latassa; comisarios (1), cercenadores, lugar lenientes y otros cargos que no puede especificar el Diccionario de la lengua y que sin embargo son

(1) Aludimos á los comisarios forales, los de viedas, los de transeuntes, los de la sal, los de los bienes aprehensos y otros.

corrientes en los tratados de legislación aragonesa.

Procedemos en este punto con tal cautela y tan desapasionadamente, que ni damos cabida á algunas palabras (1) por el solo hecho de hallarse en nuestros autores y no en el Diccionario de la Academia; ni incluimos otras que son explicadas como aragonesas por algunos escritores, pero que en el Diccionario oficial figuran como castellanas, tales son universidades, gramalla, pedreñal y otras varias; ni acrecemos mucho nuestro Vocabulario con otras cuya definición académica no tiene el alcance de los textos aragoneses como en aquellas hermosas palabras de la Union «porque non querrian, si Deus e el seynor rey quissies, tener ni seguir otra carrera que la suya;» ni aún reputamos como aragonesa la palabra dosel usada en las Coronaciones de Blancas y calificada como esencialmente aragonesa por él y su comentador el cronista Andrés, el cual para su mejor inteligencia se refiere, bien inoportunamente por cierto, al Tesoro de Covarrubias y al Comento del Polifemo, escrito por Garcia Coronel, cuyos autores no le dejan muy airoso con sus declaraciones.

Lo mismo hemos practicado con algunas palabras puramente lemosinas ó catalanas como mateix, res, tantost, apres, nueyt, muylo, destrenyer (acosar), los adverbios en ment 6 mientre, y con mucha más razón cercar por buscar que usa el Códice de los Privilegios de la Unión y environar por cercar que dijo el rey don Martin en la famosa oración con que abrió las Cortes

(1) Como laticlavo y angostoclavo que usa Cuenca, pero que proceden directamente del latín y se hallan adoptadas por los franceses y aun castellanizadas en algunos diccionarios de ambas lenguas.

de 1398. Hemos también omitido algunos de los muchos tributos ó pechas que en documentos latinos aparecen, pero que no creemos del todo aragoneses, como plantáticum que se pagaba por echar el ancla, platealicum por pasar las plazas, porcagium por los cerdos, salinaticum por la sal, portulaticum y tavitáticum por las naves, etc.; y también algunos de los oficios de la casa real, como subbolellerius, subfornarius, sobrecoch jefe de la cocina) y otros varios, si bien con esta ocasión enumeraremos los que se hallan discernidos en las Ordinaciones de la Real Casa de Aragón, compiladas por Pedro IV en idioma lemosin el año 1344, traducidas al castellano en 1562 por el protonario D. Miguel Climente de órden del príncipe D. Cárlos y dadas á la estampa en Zaragoza año de 1853 por D. Manuel Lasala, cuyos oficios (que decíamos) son, dejando á un lado los de uso y nombre más conocidos, los de botilleros mayores y comunes, aguador de la botillería, panaderos mayores y comunes, escuderos trinchantes, argentarios ó ayudantes de cocina, menucier ó repartidor, escuderos que traen los manjares, comprador, cazadores ó perreros, sobreacemilero y solacemilero, tañedores, escuderos y ayudantes de cámara, guarda de las tiendas, costurera y su ayudante, especiero, barrendero y lavador de la plata, hombres del oficio del alguacil, (jusmetidos à él para aprender criminosos) mensageros de vara ó vergueros, escalentador de la cera para los sellos pendientes, selladores de la escribanía, promoredores, enderezadores de la conciencia, solaporteros, servidor de la limosna y escribano de racion que era á manera de contador 6 teneder de libros.

Con igual economia hemos obrado al examinar el Indice donde se declaran algunos vocablos aragoneses antiguos, el cual, aunque trabajado por el insigne Blancas, si bien contiene doscientas nueve voces, pero trae muy pocas rigurosamente aragonesas; y aun por eso no hemos incluido de entre ellas sino diez, habiendo despreciado las que nos han parecido castellanas antiguas, que son las más, y habiendo renunciado no sin pena á algunas otras que no dejan de tener semblante aragonés, como son aconsegüezca alcance, bellos ricos, boticayz bofetada, camisot alba, caro mejilla, desconexenza ingratitud, esguart cuenta, guarda-corps sayo, las oras, entonces, lunense apártense, meyancera medianía, ont por esto, pertesca parta ó tome, pertaña toma, rengas riendas, sines sin, cariellos vasos, umplie llenó, izca salga.

Algunas más palabras se han omitido en el Vocabulario; unas porque, si bien se encuentran en documentos aragoneses, se hallan también en otros castellanos de la Edad media, escritos en el mal latín de aquellos tiempos; otros porque no tienen para nosotros un valor conocido. Sean ejemplo alyala ó aliala, esto es «præstatio quæ pro investidura et laudemiis fundi alicujus recens comparati datur, scilicet duo morabatini et septem denarii,» cuyo pago solía expresarse en las escrituras con la frase aliala paccata; apacon, cuya voz hemos oido sin que conozcamos á punto fijo su significado; brunias, que ya hemos trasladado á un documento citado por Briz Martinez; cazeno, que puede ser roble ó encina, pero que no hemos visto en ningún Diccionario, aunque Briz en el citado documento lo escribe, como

en latin, de esa manera y sin explicación alguna (1); macano, que se encuentra en el mismo caso y que escrito con cedilla pudiera ser manzano, leyéndose por lo demás en un documento lusitano citado por Ducange: «unam copam deauratam in Maçanis et circa bibitorium et circa pedem;» marcizacion, que se nos ha comunicado como palabra alguna vez leida, pero que nosotros no hemos alcanzado á conocer en ningún documento, ni podido por consiguiente interpretarla; mazarechos, que hemos visto usado en escrituras aragonesas sin entenderlo, aunque de persona doctisima sabemos que significaba en la Edad Media una especie de copa traida de Egipto.

Esa misma parsimonia, pero mucho más fundada, nos ha guiado en cuanto á las palabras castellanas que Ducange define en su Glosario 2) apoyado en documentos aragoneses, cuales son entre otras: acémila, albarda, alodial, arada, armador, azcona, bandosidad, cabezalero, cahiz, corredor, escombrar, espera, fincar, jurista, malatia, maleta, mayoral, mezclarse, parral,

(1) Posteriormente à nuestro Diccionario se publicó el Glosario de Engelmann, ampliado más tarde por Dozy en 1869, y allí se sospecha que enzeno sería algún metal, como zine, ó una mezcla de estaño y bismut.

(2) Glossarium medio et infimæ latinitatis, por Carlos Dufresne, señor de Ducange, aumentado por los monges de San Benito y por Carpentier, religioso de la congregación de S. Mauro.--Nos hemos servido de la edición de Didot (1810 y siguientes), que es en seis volúmenes y contiene un Prefacio de Ducange, otro de los benedictinos, para una nueva edición: una epístola de Baluzio sobre la vida de Ducange (fué belga, nació en 1610 y murió de 87 años después de haber honrado como abogado el foro de Paris); un prefacio de Carpentier, à quien se facilitó en 1738 para la continuación del Glosario el Tesoro de Cartas, y cerca de diez y seis mil columnas de lectura compacta en que se definen con abundantes autoridades las palabras que se hallan en los documentos de la baja latinidad.

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