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escritora (1), que tiene en la república de las letras, la gerarquía de la Arenal en las ciencias sociales; el eúskaro habla el autor de páginas de color de cielo y con olor á rosa, y el bable hablaron el cantor del Pelayo y Martinez Marina y Caveda y D. Pedro J. Pidal; como en valenciano habló siempre Aparisi, el orador dulcisimo, cuya fantasía denunciaba que nacido era bajo un empíreo más azul que el más azul del Dominiquino, que es el pintor de los empíreos hermosos; en la floresta de España, que estimula al lirismo y á la armonía; cual estimulan á la poesía espiritualista las márgenes de las lagunas de Escocia ó los canales de Holanda, y á inspirarse en los hechizos de la naturaleza, el valle del Yúmuri, en el que la tierra es azúcar, la catarata del Niágara inmortalizada por Heredia, los paises en que brotan la flor de la piña y la flor del café, que han tenido er. Plácido su Rioja. Decídme ¿á quiénes deben más gratitud que á los enumerados, la sintáxis y analogía españolas? Algo parecido interrogaría, si me refiriese, á Olivan, recordando su admirable discurso sobre el uso del pronombre él, ella, ello; á Carrascon, recordando su Loca del Vaticano que vale lo que el mejor Lorenzana; á Valentin Gomez, recordando sus castizas páginas y.... ¿por qué no contarle en el número, si por tradicional derecho nos pertenece?... al Duque de Villahermosa, recordando su version del poema sublime de la Agricultura, las Geórgicas de Virgilio.

Los cuatro se han servido en las conversaciones familiares, (y ved si han prestado servicios á las letras) del modismo aragonés; en el que hay la complexion y la contextura íntima de la madre, que en el modismo nacional;-del modismo aragonés puro, que en buen hora recogió Borao.

Y llegado es el momento de preguntar; las peregrinas originalidades lingüísticas que D. Jerónimo reselló en el cuño moderno, merecen prestigio y ser erigidas en palabras españolas? Veámoslo....

Antiguo y natural es el deseo de conocer los orígenes de la

(1) Pardo Bazan.

lengua del que esparcía los ánimos con las sales de Breton; del que manejaba mazo y escoplo, á la vez que pluma de primorosísimo corte; de Echegaray; del biógrafo de Jovellanos; y del orador insigne por quien ha eclipsado la fama de los Rostros la tribuna de Lopez y Olózaga. Los cerebros de centros y ejes más admirables, se han afanado en su busca; y desde que el canónigo Aldrete dió á la estampa su notabilísima obra, ningun filólogo, ningun literato nacional ó extranjero, ha dejado de consagrarse, á hallar las fuentes de los idiomas de este pais, y sobre todo las del romance castellano, con el ardor que los esploradores del siglo XIX trabajan por sorprender, en las áridas montañas de la Luna ó en las calcinadas márgenes del Níger, los misterios del gran geroglífico del planeta, los misterios de la Libia.

Este ya viejo anhelo, responde á la necesidad más imperiosa; pues en España, es tal el vínculo que une la lengua y la historia, que el sabio, en esas peregrinaciones por los campos de la investigacion que se llaman estudio, en esas ascensiones de la mente á las cumbres de la verdad, no puede moverse, sin que le sirvan de Beatriz la una ó la otra.

País hay, segun observa el ilustre Fernandez Espino, en que el idioma salió perfecto de las manos de sus Dantes y Bocaccios; más el romance, cercado en su espíritu de graves perturbaciones, resintióse de las contrariedades de su orígen y tuvo muy accidentado desarrollo.

Múltiples teorías, que contradicense entre sí, ha producido el indicado afan. El admirador de las fecundas é influyentes civilizaciones de Grecia y Roma, vió en el castellano el sello de la lengua de Píndaro y Tito Livio; y el arabista, el hebraizante, vestigios orientales: quién como Huerta, Salcedo, Larramendi y el traductor de La Divina Comedia en el siglo xv, ciegos á la luz de la razon y de la historia, otorgaron la maternidad á la vascuence; y quién á las teutónicas, como Munarriz y Sismondi. Ninguno de estos escritores ha dado en el blanco; ya porque al formar sus juicios, olvidáronse del carácter del latin ó del árabe, ya porque no entraron en el laberinto de los idiomas á que pertenecen las múltiples hue

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llas que descubrimos en el nuestro, con el hilo de Ariadna que solo es posible hacer, citando de comparecencia á los pueblos propietarios de aquéllos. Y tampoco han dado Valdés, Morales y Cobarrubias, ni el mismo Aldrete, ni ninguno de los que, en las últimas centurias, buscaron las fuentes de ese Nilo de la ciencia filológica que se llama romance de Castilla, si quier les debamos rayos de luz tan preciosos que parecen soles; por haberse olvidado tambien, de las dificultades con que hubo de luchar para formar su lengua, la nacion más hermosa del mediodía, y de comparar los elementos que formaron la cultura que lleva el nombre de ella. En los romances de España, segun creen muchas celebridades, hay memorias de todos nuestros primitivos pobladores, sin que háyase podido determinar, con exactitud matemática, qué parte se debe á quién. Sígase la opinion del Humbold de la antigüedad ó la de Antonio Agustin, Lastanosa, Franco, Ustarroz, Dormer, Albiano de Rojas, Huerta; la de los doctos, que en las monedas autónomas encontraron preciosas revelaciones, es innegable, que en los tiempos que caen del lado de allá de los colonias griegas y sirofenicias, existian en el pais ibero, todos los idiomas que en él se necesitaban; cuyos idiomas, de índole y caracteres desconocidos, adulteráronse, al sentir la influencia del de las gentes, que fueron llegando á nuestras playas. Cual de los primitivos preponderó, no es fácil determinarlo. Juan de Valdés, Mayans y Velazquez, fijándose en la estructura léxica de los antiguos nombres de algunas ciudades y comarcas, rios y cabos, dicen, que el griego, olvidándose de que la soberanía de éste, no pudo ser la que se supone, ni aun siendo verdad, lo que afirman Es. trabon (1) y Ausonio (2); porque los milesios, zacyntos y focenses, tuvieron en el interior de España, rivales poderosos que modificaron con su habla, el del territorio por ellos ocupado; y porque en el trozo del litoral, en que extendióse su domina

(1) Segun Estrabon, tuvo escuela en la ilustre patria de los Séneca y Lucanos, Longevo Domicio y Esquilino.

(2) Segun Ausonio estableciéronse en Epaña muchos retóricos griegos, que difundieron por do quier, las aficiones literarias.

cion, ejerció predominio la tiria, vigorizada despues por la cartaginesa, que vino á enriquecer el elemento oriental, ya iniciado en la Península.

Convertida en provincia latina la venerable madre de Viria- · to, tras una lucha cuya grandeza cansaría la mano de cien Homeros que intentasen cantarla, la religion, las costumbres, las leyes, las artes, las letras, pasaron á ser patrimonio de los vencidos y la magna obra que en éstos produjo Roma con su cultura, pregónanla, las inscripciones, monedas y epitafios que hasta nosotros han llegado; y además, un Porcio Latron!, maestro de Floro y Ovidio; un Junio Galion!, el dulce entre los cordobeses ilustres, al decir de Estacio; un Hyginio!, que mereció el epiteto de Polihistor (1); un Séneca!; un Quintiliano!; hombres como el autor De re rústica, ó como el poeta de la Farsalia. Natural parece, que se reflejase tambien en el habla de los moradores del pais más épico de la historia, la influencia de la augusta ciudad del Capitolio.

Los doctos antiguos compruébannos, las observaciones que arrancan de los hechos. Estrabon afirma, que cuando visitó las Españas, encontró en ellas las costumbres de Roma; que casi todos los pueblos que las formaban hablaban el latin, resistiendose á darle hospedaje en sus breñas, algunos del Norte. César, en una Asamblea que hubo de celebrar en Córdoba, habló y fué comprendido por los hijos de la Bética; cuyo aserto (2) confirma Aulo Hircio Pansa (3), el cual nos dice, que el héroe de Munda, si sirvióse siempre de intérpretes, para sus arengas (4) de las Galias, no los necesitaba en la Península, donde habíanse quebrantado conscientemente, las leyes de la Ciudad de las Siete Colinas.

(1) Discípulo de Cornelio Alejandrino, mereció el sobrenombre mismo que éste.

(2) Libro II. De Bello Civili.

(3) Lugarteniente y continuador de César. Parte de la arenga de éste á los sevillanos reprendiéndoles por sus excesos, la conocemos por habérnosla conservado aquél.

(4) César nos manifiesta en sus Comentarios, que no podía hablar sin intérpretes, en las Galias.

Y si á estos testimonios se añade, el de la carta de Pollion á Marco Tullio, el bosquejo de Amiano Marcelino de las costumbres en el suelo santificado por las cenizas de Numancia y lo aseverado por el Livio de Talavera en una de sus páginas, creeremos por mil motivos, lo que la filosofía, la literatura, la arqueología y la historia, atestiguan con sus especulaciones y monumentos, á saber:-«que al establecerse el Imperio, era hablada áquí por la generalidad la lengua del Lacio»;-lo cual no debe maravillarnos, porque segun observa un escritor insigne, dadas las relaciones establecidas entre el Capitolio y la Iberia, partícipe ésta de los honores y derechos de aquél, llamándose ciudadano romano el hijo de Itálica desde Marco Aurelio, obligando la dominadora del orbe á sus magistrados de España á que nunca hablasen ni permitiesen instrumento público sino en latin, natural es que se generalizase éste, donde se alzan las columnas de Hércules y estuvo el límite de la tierra. Sí, la lengua del Lacio hablábase en este país general y no universalmente, segun piensan muchos y entre ellos un sabio académico, pues como dice Amador de los Rios, el considerar por una parte las frecuentes alusiones que hacen, ya los poetas, ya los tribunos, ora los historiadores, ora los geógrafos, á ciertos lenguajes de la Iberia y el reparar por otra en la imposibilidad de erradicar absolutamente con la fuerza de las armas y la tiranía de la política, los idiomas, antiguos en tan vastas regiones, inducen á contradecir al docto Martinez Marina. En Silio Itálico, se lee,

.....Misit dives Gallæcia pubem,

Barbara nunc patriis ululantem carmina linguis:

Estrabon dice, que el turdetano hablaba á su manera y que los españoles tenían la suya, aunque no todos la misma: Tácito nos refiere, que un rústico de la España citerior, gritó en el tormento, en lengua pátria, que jamás descubriría á sus cómplices: Plinio, al clasificar las piedras ricas empleadas en los anillos escribe, Hispania vocat, Hispaniæ appellant: de Ennio son aquellas palabras, Hispane non Romane memoretis loqui me y Cordubæ natis poetis pingue quiddan sonantibus atque peregrium, de

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