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las Navas puso la primera piedra de la toledana, que se comenzó bajo el amparo de San Fernando; se consagró en los días de Alfonso VI; debe mucho al VIII; tiene por adornos el sepulcro de Mendoza y el de D. Alvaro, el de D. Enrique el Bastardo y D. Juan I, las esculturas del genial Berruguete y del clásico Borgoña: y del esfuerzo de muchos príncipes necesitóse, para construir, la mezquita cordobesa; selva sagrada de toobas de mármol; encantado laberinto que si con sus lámparas simulaba un sistema solar, alguno de sus alminares, amortiguaba con el brillo de sus granadas de plata y oro, el resplandor purísimo del sol andaluz. Pocos Palacios del Té fueron ideados, delineados, construidos y pintados por un solo génio, cual la maravillosa quinta de los Duques de Mántua en que resplandece, el númen creador, poderoso, inarmónico de Julio; que más inclinado á los conflictos terrenales, que á ejecutar con cariño una Sacra Familia; más amante de la idea de fuerza, que de la sencillez y naturalidad majestuosas; sin la idealidad, sin la gracia, sin los sentimientos castos, sin el bello lápiz y la suave paleta, sin la tranquila armonía, la profunda calma, la serenidad celeste y la perfeccion de su melodioso maestro; desenfadado, atrevido, sensual; Ovidio del pincel; dió nombre á maravillas sublimes y cometió pecados, cual el de la gata y el enano que colocase, en una Virgen rafaelesca y en la batalla de Constantino y Maxencio. En cambio, desde la Eneida á acá, son muchas las obras que están sin concluir: mas lo que de ellas existe constituye un monumento. Negadme que lo sean, el Diablo Mundo y el Alcázar de Cárlos el Emperador, en Granada.

Júzguese terminado ó sin terminar este DICCIONARIO, es un diamante. Por tál se le tiene, en libro de la importancia y severidad de la Historia crítica de la Literatura española; como tál ha sido saludado, en discursos admirables de Balaguer y en artículos del insigne Milá y Fontanals. Convenimos, escribe éste, efectivamente, en casi todas las opiniones, manifestadas en su obra, por el Sr. Borao y de que habíamos ya antes formado juicio, al paso que nada tenemos que oponer, antes lo tenemos por muy aceptable, á todo aquello de que por primera vez nos instruye.

Despues de consideraciones preliminares sobre la influencia de los godos en la lengua y los árabes en las costumbres, trala en su nutrida y bien trabajada INTRODUCCION, de la época del nacimiento de la lengua castellana, que con alguna reserva bien fundada (pues en verdad hubo más bien contínuas transformaciones que nacimiento), consiente en que se atribuya al siglo VIII. Cita los primeros documentos castellanos, que corresponden al siglo XII, precedidos de otros de las tres anteriores centurias, en que entre el latin bárbaro y convencional de las escrituras, van asomando palabras castellanas, así como más tarde se ofrecen otras, donde el fondo castellano se halla allerado por resabios latinos; lucha de los idiomis, propio de las escrituras, que solo indirectamente pudieron influir, en el ya formado lenguaje del pueblo. Entre los últimos documentos citados, los hay ya aragoneses, es decir, escritos en Aragon, en la lengua que ya entonces les era comun ó poco menos con Navarra y con Castilla, á pesar de que la lengua sabia y cortesana y hasta en ciertos casos diplomática, fuese desde la union con Cataluña, la que despues ha recibido el nombre impropio de lemosina, y á pesar de que el aragonés fuese, como es todavia, más catalanizado, mientras algunas de las primeras muestras que como de verdadero castellano nos presentan, conservan formas asturianas ó gallegas. Que los aragoneses hablaron desde el origen de su reino, lo que despues se ha llamado castellano, ya lo evidencia el hecho de que desde muchos siglos lo estén hablando, sin que hubiese mediado un cataclismo histórico, á bien que los documentos no dan lugar á razonada oposicion. El extracto de interesantes documentos aragoneses, empezando por uno de 1178, ocupa, como es debido, un buen número de páginas del trabajo que examinamos y cuya primera parte, que es la historia, termina con una oportuna excursion al reino de Navarra. La segunda parte de la INTRODUCCION, más especialmente destinada al exámen del DICCIONARIO y de los modismos aragoneses, nos muestra el tiento y la imparcialidad con que ha procedido el Sr. Borao en la admision de voces, sin que esto haya obstado para que su VOCABULARIO, segun advierte en el PRÓLOGO, contenga 1675 artículos nuevos, sobre 784 indicados por la Academia y 500 recogidos por Peralta.

La obra del Sr. Borao, ha exigido un paciente trabajo y estu

dios lingüísticos, cientificos y forenses; y se recomienda ademas, por un cierto perfume literario, que no siempre despiden las obras especiales. Citaremos para concluir, como puntos de lectura curiosa é instructiva, el pasaje sobre el diminutivo en ico de la INTRODUCCION y la Nota relativa á los aragonesismos, del

rival de Cervantes.

poco comedido

La pluma se cae de las manos, por ser imposible una crítica más sana, acerca del Vocabulario de Borao y de su Introduccion magistral, que escrita en 1859, está, en la generalidad de sus conceptos, á la altura de la última palabra de la historia, que ha progresado lo que es sabido, desde aquella fecha. ¡Loor, pues, á tan grande hombre, por quien podemos decir al orbe literario, que las razas del genio que tanto brillo diéronnos en otros dias, no se han descastado en Aragon; que ésta es aun la tierra de los preceptistas é historiadores sesudos, de los poetas didácticos inimitables, de los satíricos modelo!

Cuando los siglos comparezcan en el juicio universal de la historia, una vez terminadas las providenciales tareas de la humanidad, allí estarán: el que con la lira de sus vates, enseñó el castellano á Castilla; los que asombraron al mundo, con reyes que así manejaban la espada como la péñola; los que endulzaron los pinceles de José Leonardo; los que dieron cuna á Antonio Agustin ó á Zurita ó á Jusepe Martinez ó á Luzan; los que con sus prensas Guttenberg, con el cincel de sus estatuarios, con el yunque de sus rejeros, con los libros de sus jurisconsultos, maestros entre los maestros de derecho; aumentaron la resonancia del nombre de Aragon, por los ámbitos del planeta.

La centuria décimo nona, encarándose á las aludidas, podrá exclamar, ciño laureles tan inmarcesibles, como los vuestros, pues mis Goyas han pintado el héroe con canana, escopeta de chispa, calzon, faja y pañuelo, el héroe popular y mis Pradillas el cuadro histórico con el pincel de Velazquez y de Claudio de Lorena; mis historiadores Lasala y Quinto fueron honra de la pátria; mis jurisconsultos conservaron las tradiciones de los que, en pasadas edades, conquistaron im

perecedera fama (1); mi fabulista Príncipe, cultivando el género que ilustraron Samaniego é Iriarte, aventajóse lo que la Mothe en Francia, Roberti y Bertola en Italia y más que Gay ó Dryden en Inglaterra; y mis preceptistas han escrito, han juzgado y han enseñado, con la sabiduría de Borao, cantor de las glorias de este pais, cuyo cetro fué de ágata pirenáica, palma granadina y oro del mundo, que Dios colocase entre las olas de cristal más puro y más finas perlas de los mares, en el que late una alma doncella, que será madre de la civilizacion futura, lo cual reconócese, mirando su naturaleza privilegiada, como en la imágen de Virgilio, reconocíase en el majestuoso andar, la divinidad de la diosa.

Borao es pues, digno del respeto que acompaña á su memoria, por su inteligencia radiante y porque consagró su vida á la educacion de la juventud, á la cultura de la patria, al bien de todos.

Por esto entre sus timbres, cuenta los muy envidiables del hombre benéfico. Sí; los muy envidiables, porque si las Gracias deshojan palmas y flores sobre la senda de los genios, sobre la senda de los séres benéficos, las deshojan los ángeles de Dios. Y si mucho arrebata Napoleon á caballo, al decidirse por él, la victoria en Austerlitz; Byron soñando en los canales de Venecia; Rossini ó Garcia Gutierrez enloqueciendo los públicos; Victor Hugo, despidiendo por los cráteres de su

(1) Al referirme á los jurisconsultos de nuestra historia, no puedo menos de hacer votos, por qué alguno de mis paisanos, entendidos en la materia, saque de la penumbra en que se hallan, las magníficas obras que constituyen los tesoros de la ciencia jurídica aragonesa. Me consta que muy aprovechadas vigilias ha consagrado á su estudio el Sr. D. Santiago Penen, uno de los aragoneses contemporáneos más modestos y de más mérito que conozco y que D. Joaquin Marton, honra del foro, se ocupa en la actualidad en un trabajo, en el que propónese popularizar, libros que no están al alcance de todo el que desea poscerlos. El notable jurisconsulto hará un gran bien à la cultura gene. al; y de desear es que el publicista que ganó ya merecido galardon en la empresa á que con el Sr. Savall diese cima, se acuerde de sus antiguos bríos; que confíe á la pluma el encargo de conservarnos lo mucho que sabe el Sr D. Luis Franco, jurisconsulto de la talla de los antiguos, gran sabedor de las Cosas aragonesas; y que á la misma empresa consagre D. José Nadal su gran talento el suyo clarísimo el Sr. Gil Berges.

númen, la lava revolucionaria de su siglo; Castelar en la tribuna ó Fortuny firmando la Vicaría; despiertan ideas más dulces, el nombre del que descubrió la vacuna, del que importó la patata en Europa, del que nos trajo el gusano de seda, del que armó el telar de Jacquart, y dió al minero la lámpara de Davy;... un Pignatelli sangrando el Ebro; ó un José de Calasanz, ¡figura de las más bellas de la historia!, enseñando á deletrear al niño pobre y desheredado y dotándole de la riqueza de la cultura y de la virtud.

FAUSTINO SANCHO Y GIL.

Zaragoza, Diciembre, 1884.

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