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temple en el Compromiso de Caspe, ora en la lengua que como literaria cultivaron, varones esclarecidos y en la literatura que creció en esplendor, sobre todo, en los días del guerrero caballeresco, amador de las hermosuras, que descuella sobre los que le precedieron en el trono y le heredaron éste, como diz que sobresasalía su talla sobre la de sus contemporáneos; y eso que entre los que le precedieron hubo un Alfonso el Batallador y entre los que le heredaron un Pedro III, que venció á los angevinos, y conquistó á Sicilia; que aliado de Bizancio, temido en el mar, temido en tierra, por el Papa y por la Europa, hizo el collado de las Panizas tan dramático, cual dramáticos serán siempre, los desfiladeros de las Termópilas y de Roncesvalles. Como un desastre repito, sirviéndome de las hermosas frases de aquel admirable publicista debemos tener, la anulación de aquella <cátedra permanente de política liberal y previsora que se consumó en el siglo XVII;» en el que, oh! dolor!, suenan, la hora hipócrita, en que Felipe II jura guardar nuestros venerandos fueros, con el mal disimulado propósito de abolirlos, y la hora nefanda, en que, del enlutado cadalso de la plaza del Mercado, cae, como espiga al corte de la hoz del segador, la juvenil cabeza de Lanuza; muere la libertad; es atropellada toda ley; la abyección se encumbra; é inaugúrase un lúgubre período, en el que despuéblase España; son destruidos nuestros ejércitos; despréndense de la monarquía de los Austrias, Portugal y Flandes; cubren el océano las pavesas de nuestras escuadras invencibles; engéndrase en las colonias la revolución que las emancipará; á un tonto melancólico sucede un fátuo y á un fátuo un imbécil; el régio alcázar conviértese en el primer centro de mendicidad del país; y en calles y plazas, sólo se ven, rostros macilentos, pobres que no pueden pedir limosna, pues no hay á quien demandarla: periodo aquel!, en el que la ruina avanza por todas partes, haciéndose más avasalladora cada día; el municipio muere; se eclipsa el génio nacional; degrádanse las Córtes que habían asistido al Rey, con la moneda del pechero, desde el sitio de Cuenca, hasta la mañana en que, al ver, en una de las torres del palacio-fortaleza de encaje, la histórica cruz de plata, relumbrando herida por el sol naciente, el

ejército acampado en los llanos de la Armilla, sus capitanes, los Monarcas caudillos, caen de hinojos y entonando un Te Deum, al Dios de Simancas y de las Navas, al Dios que entregó á Santiago un caballo blanco para que corriese á pelear junto á los cristianos, y á cuyo caballo subió el guerrero celeste, siempre que el redoble del atambor árabe turbóle el sueño, en su sepulcro de Galicia. Oh! desdicha! descendimos desde la paz de Cambray al Congreso de Verona; desde Pescara cuyo rostro tan bellas y honradas cicatrices agraciaban, desde Urbieta que parece un héroe homérico, desde Antonio de Leiva, hasta las humillaciones de Valencey.

Cuáles pudieron haber sido los resultados de tan admirable escuela, dedúcese de la página de historia de España que se refiere, al período de renacimiento político en que vivimos. En 1873, Aragón acreditó, que era digno de lo que concederse debe á los pueblos libres; y en 1808 enseñó á salvar la pátria en las tapias de tierra de Zaragoza; allí donde se declaró la Virgen del Pilar capitana de nuestras tropas, ante un trofeo formado con el sombrero de Palafox y la faja de Cuadros, con la canana del tio Cerezo y la mecha de Agustina, con fusiles oxidados y escopetas de chispa, con el crucifijo del monje y las vendas de la ínclita Bureta. Y como dice un escritor contemporáneo, mientras la guerra civil ardió en Cataluña y en los montes vascongados, y las comarcas del mediodía gimieron bajo la granizada de las bombas de una desenfrenada demagogia, nuestro país natal hizo milagros de prudencia; colocó en sus carros la cruz roja; convirtióse en hospital y en campo de Marte; dió soldados para combatir tres insurrecciones; ofreció ejemplo de sacrificios no menos heróicos, aunque estériles, que los estériles sacrificios de Tapso, en defensa de una democracia que tuvo sus verdugos, en los insensatos que desoyeron los consejos de la razón; é impidió que viviésemos incomunicados con Europa, por el sitio que dá nombre á una halagadísima esperanza, que no tardaremos en ver convertida en realidad feliz, porque su bondad la defiende, porque nace de un sentimiento espontáneo, porque la galantería de la justicia es virtud tan franceza como española.

La pátria de Fenelón y la pátria de Cervantes,-unidas siempre por los vínculos del cariño,-no han de interrumpir la antigua y gallarda costumbre de cambiar entre si, con frecuencia, prendas de amor. Porque la espada de Francisco I que poseimos y la copia de la auténtica que guardamos, recuerda sólo las locas aventuras caballerescas de un rey; la columna de Almansa, nada más ha hablado que de la ambición despótica de Luis XIV, -¡aquel sátiro con púrpura, al que tantas razones tenemos para execrarl; y el Obelisco del Dos de Mayo, lo dice todo contra Napoleón;..... es la protesta de un pueblo contra un tirano; la protesta de un pueblo que defendió su honra, bautizando sus deseos... no he de escribir cómo!; porque se enrojecería de vergüenza esta página.

Las amistades de ambos paises no pueden desmentirlas, ni aquel acero ni estos sillares, porque perpetuadas están en monumentos, en los que se ven naciones y no hombres. Sí; el Cid es la figura predilecta del teatro francés: - éste nos regaló La Escuela de los Maridos y nosotros le regalamos La Verdad Sospechosa: en las riberas poéticas del Garona reciben hospitalidad las cenizas del Apeles de Fuende todos, y en España hállanse en el sancta sanctorum de nuestro Museo los paisajes vir. gilianos del Lorenés y el Pussino: Martínez de la Rosa debe á Racine y á la Poética de Boileau su Edipo y mucho al Menandro de Francia, el Moratin autor de las cinco comedias

de luz tan pura,

de juventud tan fresca y tan lozana,
que vivirán, cuanto en la edad futura

viva la hermosa lengua castellana: (1)

nosotros tenemos que agradecer á David, el habernos enseñado la ciencia del dibujo, y á apreciar el mérito de los grandes maestros españoles; el haber abierto los horizontes cerrados, desde la hora en que recibió un déspota, por la voluntad de un imbécil, el cetro en que hallábase engarzado el sol, como rica perla;.... tenemos que agradecer al Robespierre y Napoleón de la Pintura, el decoro recuperado por

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los pinceles pátrios; el que renaciese el sobrio y severo naturalismo de Velazquez; nuestros veciños tienen que agradecernos Orfilas y Aragos, los favores dispensados á Corneille, Moliére, Dumas y Scribe por el Cisne del modesto Manzanares, con el que Victor Hugo tiene deudas tan grandes, como con el Romancero, el Rico-Home y García del Castañar: el cielo azul y purísimo de nuestra literatura es la mitad de la dulce Provenza; y la otra mitad, de las regiones regadas por el Ebro; por el Tajo, por el Guadalquivir; por las aguas que, cerca de las ruínas que perpetúan la fama del heroismo saguntino y la crueldad de Anibal, refrescan los bosques de naranjos, tachonados de azahar y pomas de oro, que sombrean la poética barraca donde hila el gusano de seda su capullo (1), y en los que tan incopiable es la fina claridad de la aurora, como la majestad del sol; y por las que reflejan en el Genil, paisajes más bellos, que los que retratan la apacible ría de Pontevedra y las lagunas de Holanda; y ¡qué mucho! si en el siglo xv tremoláronse los estandartes santísimos de la cruz en la Alhambra, fué porque Pelayo salió con la bandera de la Reconquista de la gruta de Covadonga, y al otro lado del Pirineo hubo picas y mazas, cual las de Cárlos Martel, en un día más terrible que el terrible día de los Campos Catalaúnicos.

Hago votos, por qué el sueño dorado, que, de antiguo, acaricia tan noble tierra se cumpla: por qué muy luego, Francia y España puedan comunicarse por una puerta digna de ambos alcázares de la historia: por qué en breve, veamos dibujada en el granito pirenáico, la curva del túnel que ha de permitir á la locomotora saludar los riscos de donde bajaron nuestros padres, con el ímpetu de los rios aragoneses, á formar en el llano nuestra nacionalidad.... á saludarlos!, con el respeto que en Egipto saluda, los alminares del Cairo y las pirámides de los Faraones. Y hago votos, que han de verse cumplidos, porque nunca fué vencida la justicia en estas nobles batallas de la civilización; y la justicia está de nuestra parte en la actual; en la que se ha probado al mundo, que los hijos de aquel pueblo li

(1) Marqués de Molins.

bre, bravo por naturaleza, amantísimo hasta el delirio de sus fueros, conocedor de las instituciones en que estribaba su fuerza, muévense por una idea, siempre.

Hoy la autonomía de Aragón, su nacionalidad, están amalgamadas con la autonomía y nacionalidad de Castilla; pero aquel no ya conserva las hermosas páginas de sus augustos anales, sino que las ha duplicado. Cifra su majestad en los Berengueres y en Sancho IV, que recibió en el sitio de Huesca muerte tan heróica, como Epaminondas en Mantinea; y en Pelayo, en el Cid, en Fernan-González: igualmente S. Pedro de Cardeña que Monte-Aragón, las Huelgas que S. Millán, son los Santos Lugares de su historia: se jacta de sus trovadores, de su Lupercio ó de su Bartolomé; y de Garcilaso, de los Luises, de Herrera: anda orgulloso de su Jaime el Conquistador; y también de S. Fernando, de Alfonso el de Toledo, de los fuertes reyes de Navarra y de los bravos leoneses: junto á las épicas naves de Roger pone las atrevidas de D. Juan Továr; Lizana al lado de Pedro Niño y del Marqués de Santa Cruz: cree que la amantísima y espiritual Segura coronada de una inmortalidad tan bella, cual la bella inmortalidad de Beatriz, es uno de sus símbolos; y, que lo son de igual suerte, Leonor de Castilla y María Coronel: honra á sus ínclitas reinas, á sus heroinas ilustres, á sus mujeres nobles por la inteligencia, á la madre de San Luis, y á la gran Berenguela, á la Roldan, á la Latina, á la Badajoz, á la Medrano, á la Duquesa de Béjar, y á la santa, sábia y poetisa, autora de libros que por su perfume, parecen escritos en pétalos de azucena: le envanece el que rivalizaran con la morada del protector de Virgilio, la de los Villahermosas, la de los Duques de Alba, la de los Bazanes y Velascos; y siente la alegría mayor recordando los méritos del magnánimo Alonso, que ari nos ha despertat é mostrat cami de aprendre sabre é conseguir tant de bé y tresor especialment d' art oratoria é poesía, las escuelas de Gaya-ciencia que hubo en la márgen del Ebro en que vivimos, los laudes que sonaron en la Aljafería, la fiesta en que certó Cervantes, y la en que lució Argensola: salta de gozo al pensar en que Avila y Zúñiga en Plasencia, los Silvas en Buitrago, en Denia los Sandovales, los Beltran de la Cueva

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