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en Cuéllar, los Pimenteles en Benavente, el Secretario Cobos en Ubeda, emularon el fausto artistico y el esplendor de los Médicis, Orsinis y Colonnas; y en que superáronlos los Ribera en su Casa de Pilalos; construcción peregrina que debemos á una fantasía semioriental!; construcción fascinadora, por su extraño y pintoresco consorcio de tres estilos, y en cuyos jardines <perfumados por los limoneros, arrayanes y adelfas,-grato asilo á los ruiseñores,-las estátuas sonríen plácidas al dulce murmullo de las fuentes;» como en su interior, el anciano maestro Luis Fernández y el erudito Pacheco, el sábio panegirista de Herrera y del Teócrito del Tajo (1), y el autor del Cuadro de la Calabaza (2), el adolescente Zurbarán y el insigne Rioja, el casi niño Salinas y el casi senil Arguijo, encontraron cuanto puede dar deleite al pintor, al escultor, al arquitecto, al numismático, al poeta;pinturas al temple, del primor, de la fábula de Dedalo é Icaro, los clásicos todos conocidos desde el ciego sublime, de nevada barba y arrugado rostro, que cantó la ira del representante en su perfectísima hermosura, del heroismo juvenil de la Grecia. Y es que á partir de la fecha memorable en que Fernando II conviértese, en la toma de Baza, en la de Málaga, y en la de Granada, en Fernando V de España; de España son las conquistas de los Cortés y los Pizarros, las jornadas de Pavía y San Quintín y el combate naval que impidió se extinguiese, en el Mediterráneo, la civilización cristiana y trocárase San Pedro en Santa Sofía; el teatro de Lope es nuestro teatro; los cuadros rafaélicos de Juanes, nos pertenecen como Los Caprichos, La Tauromaquia y Los Desastres de la Guerra del génio de Fuendetodos; y de la nación entera son la gloria de nuestros grandes teólogos tridentinos, los laureles de Bailén y los laureles de esta Zaragoza insigne, que, ara de sacrificio y altar de triunfo, su nombre, épico, como el de Numancia, santísimo, como el

(1) El maestro Francisco de Medina, célebre humanista de Sevilla, notable poeta castellano y latino, escribió un notable prólogo, en las anotaciones á las obras de Garcilaso y Herrera; en cuyo prólogo luce su erudición, su buen gusto y la maestría con que expone. Es autor de una composición magnífica en elogio de estos grandes poetas.

(2 Nombre vulgar del cuadro El agua de la Peña del Clérigo Roelae.

de Roma, sagrado, como el de Jerusalem, invocáronlo los oprimidos entre los hielos del Norte y sobre el sepulcro de Leónidas.

Pero si todo esto es verdad, lo es así mismo, que fueron una desgracia irreparable los sucesos acaecidos en la última mañana, del justiciazgo; cuyos sucesos serán bien conocidos, el día en que la ilustre Academia de la Historia publique los interesantísimos documentos que posee; satisfaciendo así, la necesidad de que nos hablan Martinez de la Rosa, Olózaga y Romero Ortiz, en magníficos discursos. Constitución alguna ha tenido preceptos más sabios que la nuestra. «En ninguna parte, dice un escritor, como en la monarquía de Pedro el Grande, estaban las prerrogativas de la Corona tan previsoramente limitadas, ni con tal firmeza garantidas las libertades públicas: ningún otro pueblo intervenía, con igual eficacia, los actos de todos los poderes: y así, ejerciendo pacífica, ordenada y constantemente esos ámplios y tradicionales derechos, se formó el carácter aragonés; en el que la lealtad es proverbial, y el valor raya tan alto, que no bastando para enervarle dos siglos de servidumbre,» Zaragoza, hizo en la Guerra de la Independencia, ante los héroes de las Pirámides, de Arcole, de Rívoli, del Beresina,... (repetiré lo escrito en otra parte (1))... lo que si se leyera en la Iliada, parecería una hipérbole del mendigo de Smirna. Yo bendigo la unión de las dos coronas, en las sienes de los Reyes Católicos, verificada merced á un conjunto de circunstantancias dichosas, dispuestas por Dios; pero me duele que la noble España no cosechase las prosperidades que pudo, dadas sus condiciones. Porque es indudable; si el mismo Fernando V, si el Emperador, si el sombrío Felipe, hubiesen llevado á los sitios en que la victoria coronó de laurel sus tercios, el hermoso y regenerador espíritu de las libres instituciones aragonesas, esta pátria, conservando su preponderancia diplomática, según dice un autor moderno, y dirigiendo el movimiento intelectual que agitaba el mundo, hubiera sido la más considerada entre las grandes potencias; no habria pasado por la ver

(1) Diario de Avisos de Zaragoza,--8 y 4 de Febrero 1881.

güenza del reinado de Cárlos II y del tiempo de Godoy y María Luisa; en el que, sin Daoiz, Velarde, Mina, el alcalde de Montellano, y otros héroes, hubiérase juzgado muerto el indomable espíritu que llevó á los almogávares al Bósforo y lanzó sobre el puente de barcas del Guadalquivir, á los sitiadores de Sevilla.

Aunque en un mismo blasón las barras y los castillos, la encina sagrada y los leones; no está perdida nuestra historia; no está perdida nuestra fisonomía; no está perdido nuestro carácter. Hoy como ántes, no es el suelo aragonés fértil en personalidades insignes, por razones parecidas á las que han privado á España de tener una civilización propia, tan fecunda, tan acabada, tan influyente en el resto del linaje humano, cual la capitolina ó la griega. España no ha producido una civilización de la elegancia que nos cautiva en la artística pátria de Hesiodo y Fidias, por la intolerancia nativa de su raza; causa de «un fanatismo religioso ardentísimo, que aguijado por nuestro génio, en extremo nivelador y democrático, apenas ha consentido que nadie salga del camino trillado, ni que se levanten enérgicas individualidades y una aristocracia libre en las esferas del saber.» (1) Los Almansur y los Cisneros, el cruel almoravide y el inquisidor sin entrañas, halagaron esta propensión; y encerrado el pensamiento en celdas más espantables, que las espantables celdas de la panóptica imaginada por Benthan, vino á caer en el ergotismo y en los más pueriles dis

creleos.

Dice con verdad, el mejor de nuestros prosistas:-«dado que en nuestra historia no abundan los Haken II y los Alfonso X, es una maravilla que el árbol de la civilizacion no esté aquí caido.» Agradezcámoslo, «á que es natural en nuestro suelo y en él tiene tan hondas raices, que aunque se corte, retoña y reverdece. Ahora bien, en nuestro país natal, hay una razón más poderosa que en otro alguno, que impide el desarrollo de las elevadas personalidades, en abundancia; si quier en él sea el ingenio, aunque algo tardo, digno del mayor elogio, y el aparejo y

(1) Valera.

disposiciones de sus moradores para aventajarse en las letras y en las artes, cual testifican, Marcos Zapata, que es un Zorrilla en la leyenda; Unceta, que pinta el caballo, con el arte que han pintado, Troyón el toro, Greuze la paloma, R. Bonheur la cabra; Montañés, que en Badajoz, en el siglo XVI, habríase ganado la voluntad de Morales; Olleta, que haciéndonos crcer en la resurección de Palestrina, con su admirable Miserere, dá á las bóvcdas de nuestras iglesias la magnitud del San Pedro de Roma; y Pradilla que honra á su patria, cerca del sepulcro de Rafael, lo que un día honró á la suya el Españoleto Ribera; aquel Españoleto Ribera!, «mendigo y opulento, libertino y virtuoso, enamorado y escéptico, que lo intentó, y avasalló todo; la crudeza de la suerte, los halagos de la fortuna, la penalidad de los viajes, los tiros de la envidia, la variedad de los estudios, los tesoros de la naturaleza; y que tierno como el Corregio, áspero como Caravagio, anatómico como Miguel Angel, idealista como Sanzio, recordando unas veces al dulce Murillo y otras á Rubens», (1) contaba entre sus timbres, su silla en la Academia de San Lucas; el hábito de Cristo con que le distinguiese el Papa; y la amistad del triunfador é invencible que inmortalizó á sus amigos, á los príncipes, cortesanos y magnates con quienes conversaba; á los bufones cuyas gracias reía; el torno de la hilandera y los caballos y lebreles que más le apasionaban en los ojeos del Pardo; la munificencia de su régio padrino, pagada con usura; la bondad de Spínola;... y que rey del arte tuvo por dinastía, al Tiziano, que Carlos V trataba como camarada, y el Ariosto honró en su inmortal poema; al Greco y al Mudo, que pertenecen á los tiempos del tétrico sucesor del solitario de Yuste, y al honrado y piadoso Tristán, cuya paleta es la joya de la época de Felipe III.

Esa razón más poderosa consiste, cn que nuestro génio es el más democrático y nivelador de la Península, y tal circunstancia, unida al individualismo engendrado por nuestra característica altivez, y otras causas, hacen que las personalidades insignes en ciencias, en letras, en gobierno, no abunden aquí

(1) El Marqués de Molins.

lo que en otras partes; que no tengamos el número de artistas, de poetas, de oradores, que la patria en que nacieron, el Duque de Rivas, el cantor de las Córtes de Córdoba y Búrgos; García Gutiérrez, el inimitable G. Gutierrez, Villegas, el autor del Bautizo; y Castelar, la figura más grande de la historia universal de la palabra. Esta naturaleza, no es la amenísima naturaleza que sonríc y embalsama el céfiro apacible, llenando el corazón de sentimientos, en las orillas en que Zurbarán poetizó el dolor y la resignación (1); ó en que nació el arte agraciada y pura de Juanes; ó en que se cultivó la seda para los ornamentos de la antigua basílica de Recaredo; ó en que Garcilaso remedó en su lira de cristal y oro, los modos del Poeta de Veuusa y del Pocta de Mántua: este sol, no es aquel brillantisimo, que quiebra sus rayos en mil suertes de luces, en las olas que se rompen, contra el adusto, aterrador y estéril peñasco, desengonzado de la tierra firme, entre el Mediterráneo y et Atlántico (2): el mundo que nos es visible, no escita la imaginación y pone en los labios, el copioso raudal de poesía, que la aérea, delica la, y fascinadora Alhambra;-bellísimo recuerdo de los que, primeramente, propagaron en Europa la astronomía, la alquimia, la pólvora, la artillería, la brújula, el péndulo, el pa pel y los números; de los rivales de Bizancio, Persia, Damasco y la India, en la tapicería, en la argentería, en los alfanjes y telas de algodón; de los que hicieron suyas las obras de Ptolomeo y Euclides, de Galeno é Hipócrates, del jefe de la Academia y de Aristóteles el Stagirista; de los que erigiendo numerosas escuelas, acreditaron que los progresos humanos les eran conquista más preciada, que la de los paises sometidos á sudominio; de los que apasionados de lo grande y suntuoso, sin renunciar á su génio inventor, hiciéronse, con el auxilio de éste, los imitadores modelo, en la historia de la humanidad. (3) La riscosa montaña aragonesa y la grave melancolía de este cielo, estimúlannos á meditar, á ser reflexivos; el apego á la idea de autori

(1) Gozlán.

(2) Duque de Rivas.

(3) Originalidad de la Agricultura árabe, por D. Francisco Enriquez.

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