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á su señor; y ciréis las animosas palabras que salen de los labios de éste; el gutural acento con que grita Aragón! Aragón!: veréis la prisa que se dá el más cariñoso de los Mecenas, en herir, en matar, acá, allá, acullá, en todas partes; el aturdimiento de los enemigos; la bizarría con que el trovador coronado opónese al reflujo de la derrota y pelea solo contra un ejército, pues todos sus caballeros están heridos ó son cadáveres; y oiréis también, el reto del mejor entre los valientes, á mí!, yo soy el monarca; la gritería de la desbandada, en la que los unos perecen al filo de los aceros, los otros al cruzar el rio, y el choque del cuerpo real, al caer, bañado en sangre propia y ajena, sobre aquel suelo maldecido, en el que, fiel á la divisa de su linaje, supo morir si no vencer, el católico, el noble, el liberal hijo de Alfonso II, á cuyo sepulcro dan guardia de honor, el de los infanzones y caudillos, enterrados en la orilla del Alcanadre, (1) en la forma que quedaron tendidos, en los campos de la Provenza.

Mas, hablemos, que ya es hora, del autor insigne de este Diccionario; del catedrático eminente; del poeta que cantó, con entusiasmo, el Aragón que mi laureado amigo V. Marin ha saludado, en estos versos:

Justicia fueron tus leyes,
Siervos de la ley tus reyes,
Esclava tuya la gloria.

(1) Tienen su sepulcro en el Monasterio de Sigena, á la vez que D. Pedro II, D. Aznar y D. Pedro Pardo, D. Miguel de Luenco, D. Miguel de Rada, D. Gómez de Luna, D. Blasco de Aragón y D. Rodrigo de Lizana.

II.

D. JERÓNIMO BORAO Y CLEMENTE.

Aunque de los museos de la historia desapareciesen las cunas de oro de sus idolatrados Benjamines, sabríamos, pues lo dirían sus obras, la patria de los Andrés del Sarto y Calderón de la Barca; y aunque la testigo de los tiempos, callase el carácter de las edades conocidas ó el origen de los pueblos, que más han influido en la humanidad, conoceríamos el carácter y el origen, conservándose La Ciudad de Dios y la Summa, el Derecho Romano y las Partidas, el Decamerón y el Quijote, la Divina Comedia y el Antar; ó estando en pié, las creaciones artísticas que admiramos en Atenas y en Egipto; allí donde las aguas del Arno copian temblando, á causa de su asombro, la aérea rotonda de Brunelleschi y en las márgenes del Rhin, que dá un Niágara á Europa y tiene islas encantadoras, pobladas de recuerdos de Schiller y los Nicbelungen; decoraciones como ia de las siete montañas; paisajes de hermosa gradación de términos, que poetizan, solitarios castillos, desnudos ó acariciados por la yedra, ermitas, abadías, arruinadas torres, viñedos sin número, árboles de espeso follaje, y entonan, el ave que juguetea, acariciando con el ala la corriente; el barquichuelo que se adormece al suave columpio de ésta; el corderillo que mama; la cabra que roe el pámpano de las vides; el perro que custodia con gravedad el rebaño; el rayo de luz que se pierde en las soledades de la selva; el aire que finje entre las hojas, risas, besos y llores: del Rhin, que acá, muéstranos la sombra de César; allí la de Hoche; allá la de Beethoven; más allá la de Gustavo Adolfo vigilada por la de Spínola ó la de los bravos vencedores de Napoleón; y en su superficie, la estela de la barca en que Durero fué copiando, un día, lo que tan agradable naturaleza hablaba á su espíritu: del Rhin, que en un sitio recuérdanos á Southey y en otro las doncellas convertidas en rocas, en castigo de su fria insensibilidad, ó la ondina que atrae con su cántico, al remolino de Gwir: del Rhin de madame Stael,

en una palabra, al que debe lord Byron, las fantasías que á Constantinopla y á Venecia. Es innegable! La pompa de Lucano, la delicada ternura de Gutierre de Cetina, las silvas del Petrarca de la rosa, la poesía de Arguijo, veinticuatro del Sevilla y Apolo según Rodrigo Caro... (Adonis diría yo) de los vates de su época, el colorido del Racionero pintor, escultor, arquitecto y espadachin, enséñannos, que tan claros varones nacieron, en las alegres campiñas del país de sonrosada atmósfera, en que Granada,—la de las mil torres, erguidos alminares y soberbios palacios, emporio un tiempo de los comerciantes de todo el mundo,-díó al árabe el encantado cielo de Damasco, el suave clima de la Arabia Feliz, los frutos del Hejiaz, las esencias de la India, las minas del Catay; asombró al conquistador cristiano con sus aliceres, sus telares y su alcaicería; y en que Córdoba, encanta, con su mihra, en el que, envuelto en un paño de seda, sobre una silla de aloe, se guardaba el Mushaf (1) de oro y piedras preciosas, alumbrado por una lámpara de la labor más exquisita.

Las vegas de Mántua, reprodúcense embellecidas en las églogas virgilianas y el terror de Roma de los días en que naciesen Horacio, Ovidio y Tibulo, expresado está, en la tristeza que caracteriza el genio del cantor de la vid, del Desterrado en Tobos, y del noble, sencillo y dulce protegido de Mesala:—es imposible mirar las estalactitas de un techo morisco, ó la suave claridad que penetra, en los edificios árabes, por los calados atauriques, teñidos de azul, púrpura y oro, que prestan á los rayos los cambiantes del iris, ó la Alhambra, apoteosis la más bella de la tienda; sin acordarse de las cuevas y grutas del Yemen, del fresco pozo y racimos de dátiles del oasis, del mar de bronce del templo salomónico, de la sublime melancolía de los monumentos que retratan las aguas del Nilo y de los espectros solares de la India; ni los haces de columnas, que cual la doncella de Beocia sostienen cestillas de flores, sin volver los ojos á los sauces del Eufrates y á las palmeras que entrelazan sus ramas, en Palestina: Grecia que con su armoniosísima costa, su

(1) Códice escrito por Otman, según Maccari.

empíreo inspirador, sus montes perfumados, y sus bruñidos mármoles, nos dice, que fué el taller y la vivienda en que el Buonarroti, el Milton y Mozart del Universo, pensó é hizo una obra de arte más sublime, que las artes mismas,-pues las esculturas, los templos, los cuadros, las danzas, el paisaje, los valles, de la península, en que el ruiseñor coloneo puede cantar en la adelfa de Apolo y arrullan en el olivo de Minerva, las hijas de las palomas que llevaban la ambrosía al dueño del Olimpo, son bocetos de las maravillas que en la naturaleza han dejado el buril y los pinceles de Dios, de la orquesta sublime del espacio, en la que son notas las estrellas, de las melodías de la luz, entre las que es el alba la más pura,-Grecia!, está viva en los versos del Poeta Natural, en la oda de Pindaro, cual lo estaría, sin las impiedades de los siglos, en la Vénus del amable Velázquez de Cos, en la Helena de Zeuxis y en la Minerva del Homero y Hesiodo del cincel, cuyo Júpiter inspiró á Séneca, non vidit Phidias Yovem, fecit tamen velut tonantem: y el Ramayana, Biblia poética oriental, tesoro de la inspiración religiosa y heróica de Valmiki, código de la belleza en la literatura sanscrita, epopeya narrativa, al lado de la cual parecen la Yliada y la Eneida, lo que una estatuilla de Pradier junto al David, convence, de que fué creada en un mundo de continentes tan vastos, que perderíase en ellos la patria de Aquiles «como la hoja en el bosque;» en el mundo de las religiones «que reducen á la proporción de un juego infantil las mitologías occidentales,» y de la lengua que, «rota en mil trozos, ha dado origen á las que enorgullecen á los pobladores de esta última Thule del orbe;» en el mundo de una muchedumbre de razas, entre la que podrían marchar, sin ser percibidos, el ejército que triunfó en Ysso y el que venció en Farsalia; en el mundo de los misterios, de las pagodas, de las puranas, de los sacerdotes, sabios, astrólogos y guerreros que llenaron con sus nombres, los más viejos anales; en el mundo, en fin, de los rios sagrados y de los árboles contemporáneos del globo, que tiene en sus playas, el nardo y el incienso; en sus golfos, la perla y la concha nacarada; el canelero en sus jardines; y en su interior, un cielo, sembrado de astros, pues pedazos

de cielo y de sol, son los záfiros y diamantes, encontrados en sus entrañas.

É igual puede decirse del libro que las razas del desierto reconocieron asombradas, como revelación divina y cuyas máximas sabía de memoria el muslin, desde su niñez; del libro que las tribus tenían por un dechado de elocuencia y que si no transformó, influyó muy mucho en las letras arábigas, y sobrepujó á las Muallakat; del libro en fin, que, pobre en su pensamiento, deslumbró con sus imágenes, encantó y arrebató á una parte del linaje humano con la magia de su retórica; y que, clarin bélico, el más electrizador, que ha sonado nuaca, base de una civilización célebre, fué llevado por el árabe, en la pica de su lanza, á todas las regiones que el azahar perfuma:-al Corán aludo. Leed las páginas, en que Mahoma describe, un paraiso, cuyo suelo cubre un tapiz de alazór y musgo; embellecen bosques por los que circulan céfiros embalsamados y alegran fuentecillas y rios del cristal más puro: ó las que contienen el cuadro del tremendo día, en que estremecida la tierra; deshechas en polvo las cumbres; disipado el mar en llamas; rotos los peñascos; arrollados los cielos; temblorosos los ángeles; sin aliento los hombres, en su ansia por convertirse; encanecidas las cabelleras infantiles; ábrese el libro del destino; suenan las trompetas espantables y los enemigos de Dios caeh encadenados, en un abismo de fuego:-ó las en que represéntasenos al justo, adornado con ricos brazaletes y ropas de seda, sobre almohadones de brocado, en las praderas de la bienaventuranza; donde el plátano frondoso y el loto sin espinas le regalan plácida sombra perenne, y deliciosa fruta, árboles de cuyas raices brotan arroyicos de blanca leche y dulce miel; y le recrean la vista, palacios que resplandecen con el oro y la plata de sus muros; y en tiendas de púrpura, bordadas de pedrería, inmortales mancebos le escancian vinos, que hacen perlas, en copas cinceladas en hermosos diamantes, á la vez que vírgenes de negros ojos le ofrecen enloquecedoras gracias, dulces sonrisas y miradas de amor!..... ¿Verdad que no pudo ser otra la creencia, del que tuvo, templos como el de la Kaaba, próximo al pozo de Zenzen; edificios como

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