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los de Medina; diques como el de Mareb (1); quintas de recreo como el Jeneralife, ciudades como la Meca y como la construida por las hadas, cerca del lugar que sombreó el plátano de César, celebrado por Valerio: del que hizo fértiles nuestras vegas; mejoró la vía romana; construyó acueductos, puentes, aljibes, castillos, palacios, y atalayas como la de Alcalá la Real; dió á la España de la Cruz quienes le fabricasen telas, joyas, porcelanas, objetos de marfil y de maderas ricas; del que influyó de tal suerte en las costumbres, usos, trajes, artes y ciencias del cristiano, que éste aceptó el idioma y la escritura del invasor alarbe, en sus contratos con él: del que prestó á sus enemigos, artífices, para que les fabricasen fortalezas, espadas, monasterios y basílicas; y escantillones y plantillas, para que labrasen la torre del Carpio, las Salas de la Galera, de las Piñas, del Solio y de los Reyes en Segovia, la Cartuja del Paular, la morada del Justiciero-Cruel en la que es visible el molde de las yeserías de la Casa Real de Granada, las sinagogas, hoy iglesias de Sta. María la Blanca y el Tránsito de Toledo, en cuyos edificios la inscripción hebrea alternaba con otras de caracteres vulgares y aun cúficos arábigos: del que sabio ayer, vive hoy en la mayor barbarie y sólo conserva de Andalucía una tradición confusa, por la que, en el desierto, trasmítense, de padres á hijos, las llaves de sus antiguas moradas (2), para cuando en las almenas bañadas,con amortiguado fulgor por la estrella de Soheil, que aun se levanta sobre las espumas del mar en el mediodía (3), se enarbole segunda vez, el estandarte que, defendido por soldados que llevaban la malla en el pecho, el arco á la espalda, el turbante á la cabeza, el alfanje al cinto y en la mano descomunal lanza, asustaron al Augústulo visigodo? Sí, las líricas improvisaciones del Profeta, únicamente poseyó la magia de

(1) Su rompimiento causó la destrucción de una tribu.

(2) A. F. de Schack.

(3) Es creencia popular en Oriente, que el poderío de los árabes fué obra de la estrella Soheil ó Canopo, en movimiento hoy hacia el Sur. Cuando por la procesión de los equinocios la estrella se pierda para Europa, no será el palacio árabe un monton de ruinas, como cree el ilustre Schack. Eso no sucederá, viviendo D. Rafael Contreras; y mientras la raza de este útil español no se extinga, tendremos Alhambra.

inspirarlas, el igneo zafiro del cielo, en que fué fundida la media luna que, en las llanuras de Sidonia, contempló atónita, una litera de marfil, llevada por dos mulas blancas, en la que, bajo una cúpula de piedras preciosas, temblaba Rodrigo por su vida y sus tesoros, apesar del inmenso ejército, del enorme aparato de pertrechos y provisiones que le rodease; y entre la laguna de la Janda y Jerez, oyó la arenga célebre de Tarick, interrumpida por los gritos de júbilo y entusiasmo de la hueste á quien se dirigía; vió primero rasgos de valor dignos de los tiempos de Ataulfo, Walia y Wamba y una resistencia obstinadísima; después desordenada fuga, en la que, entre una muchedumbre de apiñados turbantes, cascos, perdoncillos, estandartes y banderas, flotaba la basterna que no tardó en desaparecer, cual nave que taladrada por el rayo, pierde el equilibrio y se sumerge; y más tarde un campo que respiandecía, como si hubiera sido de rico metal, ¡tantos eran los cadáveres con anillo!; por do quier la solemne y misteriosa pareja del dolor y el silencio; hundido en el fango del Guadalete, según la crónica, Orelia (1) con silla de oro y rubíes; á su lado una sandalia de esmeraldas; y más allá, una sombra encerrando en el misterio el sepulcro del último vástago de la monarquía, que, poseyó una civilización la más grande que habíase conocido, desde la hora tremenda en que crujió el Capitolio y subió á su cima el bárbaro con la tea incendiaria, preludiando un diluvio de fuego y de sangre; ¡civilización! de la que salváronse nada más, en el naufragio de la España vencida por los tostados hijos de la Arabia, la urna que conservaba el óleo de Recaredo, el Fuero Juzgo y los libros de S. Isidoro el hispalense.

Y el árabe de fantasía apasionada de lo maravilloso; traductor de las presas del saber y del númen de la antigüedad; que ávido de hermanar las hermosuras faraónicas y sasanidas con la severidad ateniense y corintia, el fausto de Bizancio y la opulencia monumental visigoda, fusionó el arte de la tierra donde el sol tiene su cuna y el arte de la tierra donde el sol se

(1) Nombre del caballo del rey D. Rodrigo, según D. Rodrigo.

pone: el árabe que en Medina Az-zahra eclipsó la fama de los edificios de Al-Raschid, y de los palacios de Cosroes, y que juzgando la suntuosidad y el lujo, la gracia de las virtudes, brilló en galantes fiestas, en deslumbradoras zambras y ejercicios caballerescos; sirvióse de la argentería de Bizancio para sus festines, de las telas de la India para sus tiendas, de la púrpura de Tiro, recamada de oro, para combinarla con sus mallas de acero, de los perfumes orientales para aumentar la voluptuosidad de sus baños: el árabe caballeresco y generoso en su heroismo, delicado é indomable, hospitalario, esclavo de su esclava; que juzga un deber sacratísimo el cumplir la palabra empeñada, una inspiración celeste la filantropía: el árabe, cortesano en sus victorias, que dá albergue, en sus alcázares, á una cohorte de poetas, que ya inmortalizan en sus versos, las victorias de Omar y Abubeker, la trajedia de los Omniadas, las épicas conquistas de El-Mansur, la sabiduría de Alhakem, ya cantan los hechizos de Zahara ó las lágrimas lloradas por Cinda sobre el regio tálamo nupcial de un enemigo de la fé de sus padres; y que guerrero y bardo, tiene por admirador un pueblo y femeniles ternuras por recompensas: el árabe heróico y sensible, que vive para el amor, los combates y la galantería; de fé profunda; ciego en su entusiasmo; frívolo en sus placeres; grande en sus empresas; magnífico en el modo de ejecutarlas; y en el que ejerce la misma fascinación el harem que el campo de batalla, la transparente randa que el tambor, el añafil y el atabal: el árabe amantísimo del cuento, de la música; y en cuyas moradas fueron el mejor adorno mandolinas, tiorbas, harpas de cuerdas de plata y laudes cuajados de pedrería: el árabe que erigió el templo máximo de Mohammad III, el alcázar de Said en Málaga;.... sí!, está vivo!, existe!, y estará vivo y existirá siempre, en la aljama en que aún creemos oir las sentidas querellas de Abderrhaman, y en la Alhambra, que fué construida de las perlas y adornada con los encajes de la más bella de las hadas....; en la Alhambra!, la mejor joya de la arquitectura que tuvo su zénith, en el siglo XIII, «edad viril del mundo de la Cruz» y jardin de las Hespérides de las literaturas nacionales, pues es el siglo de los Niebelungos

y de los peregrinos de la Viola de amor, de los trovadores y troveras, de Juan Lorenzo Segura de Astorga y Gonzalo de Berceo, el Jacob de la poesía española; el siglo que abre la escuela de Jurisprudencia de Bolonia, las Universidades de Coimbra, París, Viena y Nápoles, la que en Oxford inmortaliza el nombre de Alfredo el Grande y en Salamanca el de Alfonso el Noble; el siglo que plantea la libertad de instrucción, que crea una estatuaria, una pintura y la catedral, y educa á Alberto Magno, á Sto. Domingo, á Sto. Tomás, á S. Buenaventura y al generoso príncipe, conquistador de Murcia, árbitro hidalgo de las capitulaciones de Sevilla, que, legislador, filósofo, historiador, vate, Mecenas de los sábios, patrocinador de hebreos y mudejares y legitimador de su existencia, lleva á Toledo las academias de Córdoba y las funde en las de los maestros y doctores de su Corte; establece la Era Alfonsi; recoge en su Grande et General Historia las tradiciones judías y sarracenas; une con cariñosos vínculos las letras y ciencias orientales y cristianas, y dos génios separados por antigua ojeriza.

Oh! y con cuánta razón ha dicho uno de los hombres que más bellamente han sentido:-el mundo que nos rodea en la alborada de la existencia, imprime su mismo tono, su propio ser á nuestro espíritu y á nuestro carácter, creando en el individuo lo que se llama la índole y el acento nativos! Hijos somos de la terra, ha escrito Lamartine: la misma vida corre en su sávia y en nuestra sangre; y todo lo que la naturaleza siente y dice en sus formas, en su aspecto vario, en su fisonomía, en su esplendor ó en su tristeza, tiene su repercusión en nosotros. La rosada luz, los cambiantes del horizonte, el apacible ultramar de las castas y sencillas tablas de Fr. Angellico, las nobles y elegantísimas lineas de Rafael, el claro-oscuro de Leonardo, los argentinos tornasoles del Corregio, el esplendor del colorido de Vecelli, Verones y Robusti, están en los horizontes de Italia; en los matices de las lagunas de Venecia; en los crepúsculos de hechizo indescriptible de la ribera del Arno; en la ciudad misma en que, al toque en el lienzo de un pincel suave, empastado y acariciador, brotó la Leda de plateada sombra, que en Berlín respira aire dorado, en una atmósfera de felicidad; y en el Apenino,.. en

las dudosas bellas tintas de sus albas; en la claridad de su sol en el alto meridiano; en sus dulces días de primavera; en su ciclo canicular; en la melancolía de sus ocasos; en sus serenas tardes de otoño; en sus efectos de luna incomparables; en sus lontananzas; en el contorno de sus cúspides vecinas de las nubes; en el de sus faldas, en las que álzase silenciosa la cabaña: en el A penino!, donde sentís la tristeza inspirada por los valles (y los suyos, como sus árboles, hablan un lenguaje encantador); la alegría que causan las campiñas, (y las que se descubren desde sus crestas, son las más artísticas del orbe); el reposo campestre; todos los sentimientos que produce la naturaleza bajo sus diferentes aspectos y cuyos sentimientos se sienten mejor que se explican: en el Apenino!, donde teneis los iris, las transparencias, la poesía, los secretos que constituyen el poder de la Pintura en Italia, que en sus creaciones ha reunido todos los géneros, con el singular maridaje que reunió en sus dramas el apólogo y la oda, el epígrama y la sátira, D. Pedro Calderón.

Paisaje andalúz, paisaje aragonés y paisaje riojano, son los fondos de las pinturas de Murillo, del Mudo y de Goya; Velázquez llevó á sus cuadros los azulados Guadarramas que veia desde el régio alcázar donde pintaba; Poussin nos reprodujo en su decaida grandeza, en su solemne y clásica majestad, en todo su encanto, con dulce y meditabunda poesía, las ruinas más augustas del mundo, entre las que vivió: habrá cuadros de Orrente y del Bassanés, aunque se quemen sus luminosas telas, mientras existan las márgenes del Brenta y los collados del Vicentino, y chozas y rebaños, en la comarca que, recordándonos la vejetación de América, ofrece en el interior de sus arboledas, brillantes efectos de luz, que envidiaría el Vecelli: diferencia al autor de la Virgen de la Leche, de Van Dyck, á Zurbarán, de los florentinos, á Morales y Vargas, el Jacob de la Pintura, de los flamencos, lo que diferencia á Toledo, á Badajóz, á Sevilla, á la ciudad del Turia, de la pagánica Toscana, de Amberes, Colonia, Tréveris y Brujas, la Jerusalem de la edad de la Caballería, que cuenta entre sus tesoros los sepulcros de los Duques de Borgoña, y entre sus glorias la de haber alojado á Luis Vives: sería inexplicable, sin la

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