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verdad afirmada, que esta tabla ría bajo el pincel de Hobbema, esa inspire ideas graves, en esotra haya un idilio de perpétua felicidad: la serena melancolía que en los países amados del sol tales hechizos pone en las grandes sombras de la tarde y en el horizonte del mar, es la misma en el Tirreno y en Sicilia, que en los cantos pastoriles de Teócrito, en los madrigales de Gesualdo, en Pergolesso, en Bellini: si contemplais los montes de Namur y Dinand, que elevan el alma á la contemplación de lo infinito; que con los ilimitados espacios que desde ellos se descubren y con sus selvas, seducen la fantasía de las razas del Norte, dadas á lo maravilloso y á la metafísica, y que con sus nieves hacen interminable el invierno en sus cumbres, diréis que allí independízose, el género de los Hemling y De Bles: y si recorreis la pátria de la gentileza, del amor, de los placeres, del serventesio, del descort, de la precicanza, de la tensión, del planch; el país que ha escrito la pastorela y la vaquera, en la corteza de los árboles de sus valles; de seguro, como el agua en peces y el aire en pájaros, las auroras del Ródano, los reflejos del sol poniente en las copas de las adelias del Garona, las plácidas soledades de Aix, os mueven á pensar en la nova, en la serena, en la albada; en que si crecen en la Provenza tantos laureles es porque hacen falta sus troncos y sus ramas para construir laudes y hacer coronas; y confundis la música de las aves con la voz del trovador, en quien es tan visible el influjo de la primavera, como en los bandoleros y batallas de Salvator Rosa, las encrucijadas de las montañas próximas á Nápoles, y las impresiones que el de Arenella recibiese, cuando individuo de la Compañía de la Muerte, arrostró el plomo y el hierro de los soldados de Felipe IV, ó como en el Combate de los Cuatro días de Guillermo Van den Velde, las horas pasadas por el pintor del mar, en un buque de la escuadra de Holanda, mientras la pelea que ilustró el nombre de Ruyter, lo que Salamina el de Temistocles, lo que Trafalgar el de Nelson, lo que el Callao el de Mendez Nuñez.

Borao había nacido en esta ciudad, cuyo imperial aspecto realzan sus innumerables torres, sus cúpulas y sus monumen-. tos y el tono recibido de Zaragoza, visible es en las obras de

aquel hombre; producto ellas, de una imaginación de pausadas savias, como las que circulan por las plantas del paisaje que se descubre desde el Cabezo Cortado; de una mente clarísima; de un espíritu de brío, pulcro y no fastuoso. Las características del aragonés fueron las de Borao. La cultura, la franqueza, la liberalidad, las virtudes más bellas de todas las que ennoblecen la vida, son los rasgos distintivos de Zaragoza y eran los del sabio Maestro.

Hijo de bendición, amigo abnegado, cariñosísimo esposo y padre, tenía el culto de las grandes ideas y sentimientos. Poeta, fué la justicia su númen; crítico, siempre aplaudió el mérito con entusiasmo y censuró lo feo y lo torpe fortiter in re suaviter in modo; historiador, jamás mintió su pluma; literato, filólogo, artista, el estudio fué para él una purificación perenne; soñador, complacíase en encarnar en la realidad sus ideas; carácter íntegro y bondadoso, ameno en sus cartas y conversaciones familiares, llano en el trato, afable y dulce por naturaleza, alma sencilla y entusiasta de su país, reunía un superior sentido estético y un superior sentido moral.

Borao era un hombre de verdadero saber, que debió á sí propio la conquista de su envidiable fama, y uno de los españoles más útiles de los lustros que pasaron. Ahí están, acreditándolo, sus innumerables discípulos, muchos de los que doctísimos maestros hoy en la Holanda pacífica de las letras, reconocen que deben sus tesoros intelectuales, más que al barbecho de la atención propia, á la bondad de la semilla arrojada por el aire, en la cátedra que hizo ilustre, el historiador de nuestra Universidad. Ahí sus obras!.....: las poéticas en las que se vé un vate al modo de Lista o de Gallego, un vate académico; las de erudición, las de historia, que contienen un caudal precioso de datos y noticias; los trabajos literarios sobre Lope y Moratín, sobre D. Clarisel de las Flores y el libro de Lesage, que prueban no era de los que sólo saben repetir antiguos juicios, sino de los que ofrecen novedades felices; sus producciones todas, que justifican, en nuestros días, la razón, con que en los de Bartolomé, tan excelente cura de almas en el mundo de la belleza como en el moral, dijo el Fénix, que de Aragón iban á Casti

lla, los que mejor hablaban la lengua en la que Cervantes, amalgamando, según V. Hugo la epopeya, la lírica y la dramática, produjo un bronce: el Quijote, que es Iliada, oda y comedia.

Una opinión mia voy a consignar. Borao poeta, literato, publicista, filólogo..... para nada tenía ni más vocación, ni más aptitudes, que para la cátedra; pues su razón metódica, su estilo castizo, su limpio lenguaje, su voz serena, su palabra reveladora, la tranquilidad con que arguía, la facilidad con que dejaba en claro las tésis, ilustraban y convencían siempre; prestábanse, más que á otra elocuencia, á la enseñanza; á la que se consagró con fé sacerdotal, desde su primera juventud. Sí; él vivió iniciando á varias generaciones en el templo de la verdad y en los misterios de la belleza, que sentía de superior modo, mejorando en cada hora su doctrina y el arte de grabarla en la mente de sus alumnos, que embelesados le escuchaban: y es que nunca olvidó que el magisterio es sacerdocio y apostolado; que desde la silla profesional no se enciende en los corazones el amor á lo bueno y á lo bello, sin un retiro en que aprender. Tanto aprendió Borao en el suyo, que sus lecciones, modelo de dicción castellana y de oratoria didáctica, eran en un todo originales. En ellas oíanse, la prudente palabra de la hermosa tradición de la crítica española y los mejores preceptos de la estética é histórica; todas las peregrinas novedades con que brindaba el porvenir: y hallábanse fallados muchos pleitos de familia de las letras, con tal sabiduría, que algunas sentencias causaron ejecutoria (1). Como Nuñez Arenas, Amador de los

(1) Citaré uno de esos litigios, como ejemplo. La publicación del Gil Blas de Santillana de Lesage produjo ¿quién lo ignora? un gran ruido en la España docta. El haber colocado la escena en nuestra pátria, el haberse apropiado giros y cuadros de nuestros escritores, indujo á algunos á la sospecha, de que el autor francés había tomado su libro de un manuscrito español. Hablóse de esto, más que de la originalidad de El Desden con el Desden: se conjeturó lo más extraño, inventáronse fábulas sin número:-quién acusó á Lesage de haber tomado á Espinel sus más ingeniosos pasajes y citaban, el de la posada de Peñaflor, el de la Sra. Camila, el del barbero con la mujer del médico, el del arriero de Carcabelos, el del cautiverio la Cabrera; quién de haberse apropiado materias de Rojas, de Hurtado de Mendoza, de Figueroa, de Estebanillo González del Conde Lucanor: el P. Isla, al traducirla magistralmente, afirmó que la restituía á la lengua pátria y la frase mereció

Rios, Milá y Fontanals, Camus y Fernandez Espino contribuyó á la nueva faz inaugurada en España, en los estudios literarios. Los prismas actuales de la crítica; la ley superior que terminó la querella entre clásicos y románticos; la concepcion histórica del arte, relacionada á lugar y tiempo; el enlace del análisis filosófico con las aspiraciones de la literatura; toda esta doctrina, que es hoy heredad comun, la popularizó Borao en su aula con la brillantez que en las suyas, los que mejor han juzgado Ganar amigos y La Verdad Sospechosa, á Gonzalo Fernandez de Oviedo y las Coronas visigodas de Guarrazar, y á quienes tanta gratitud debe la juvenil Estética, que con claridad plantea la ecuación de lo sujetivo y lo objetivo; compenetra la naturaleza y el espíritu, en una armonía feliz; abraza con universalidad los mundos existentes; y entre nosotros tiene un profesor ilustre que ha comentado, corregido y mejorado á Vischer; que puede leer, en sus respectivas lenguas, la Biblia, las Tusculanas, el Coran y la Ciropedia; determinaros el sentido de las edades, que Kaulbach reprodujo con su pincel y deciros luego el número de cuerdas de plata, que sujetaban la tienda, que con el rojo de su púrpura, retaba al ejército mandado por tres reyes, que acampó en las Navas; y que os embelesará lo mismo, describiéndoos el Alcázar de los siete colores y la Basílica de San Pablo (1), que Prudencio presentaba á los hombres futuros

sic prata vernis floribus renident,

el retrato de Santillana de Ingles, el de los Reyes Católicos de

unánimes y prolongados aplausos. Borao en su cátedra y en un folleto después, haciéndose cargo de esta contienda, demostró que el Gil Blas es en parte una copia féliz de nuestras novelas picarescas y en parte una imitación de ellas tan afortunada, como lo sean la canción á la batalla de Lepanto de Herrera y la Profecía de Fr. Luis. La cuestión está terminada en nuestros dias. El Gil Blas es una obra ingeniosa, agradable, útil, en la que no son de Lesage los materiales fundidos y sí de él, la cohesión y unidad que tienen. Latour mismo lo reconoce; y la crítica enriquecida con una verdad tiene no poco que agradecer á la diligencia de Borao, cuya perspicua mirada veía no sólo los prismas que la historia particular y la universal del arte presenta á la generalidad de los doctos, sino muchas veces, aspectos, conceptos y relaciones no sospechados.

(1) Erigida en Roma por la devoción de Teodosio.

Rincon ó las custodias de Córdoba y Sevilla, que si os habla de los cristales, mármoles y mosáicos, en los que reverbera, con sus áscuas de oro, la lámpara en forma de cruz, con puntas flordelisadas, suspendida de una bola de filigrana, en San Marcos (1). Si es tan insigne la juventud educada por Canalejas, Catalina, Castelar, Fernández y González, Salmerón, Coll Vehíy F. Castro; la juventud que educó ayer Revilla y educa hoy Menendez Pelayo; si por causa de haber entrado las ciencias estéticas y la ciencia de la literatura comparada en los Ateneos, los estudios crítico-literarios, «que más que otros influyen y labran en la razon y en el sentimiento», tienen brújula y base; si el genio y el gusto rechazan los exclusivismos; si el arte está en vísperas de ver reconocida su libertad purificadora; si borrados los anatemas que preocupaban la mente, y conturbaban la fantasía, el juicio se pronuncia, sin más inspiraciones que la belleza, que precede á lo bueno y marcha á la par de la fé, agradezcámoslo á la semilla que enterraron aquellos individuos en los surcos trazados por sus antecesores,.... por un Lista!, por un Gállego!; agradezcámoslo entre otros á Borao,-que sabía enseñar, hacer amable el libro, crear la pasion del estudio, á lo que debió el respeto con que se le escuchaba, el amor que hubieron de profesarle siempre sus discípulos, de quienes fué amigo cariñoso, guia y consejero, bien distinto de los Lanfranchi que acibaran los dias de los Guido Reni y Zampieri, y de los Santafedes, Imperatos y Carraccinolos, que por ahí pululan, disimulando malignidades, cual las que contribuyeron á afirmar á Ribera, en la senda de sus triunfos. Su lira, su péñola, sus trabajos históricos y filológicos, sus merecimientos como Profesor, rodean de luminosísima aureola el nombre de Borao; y sus anhelos, devociones y esperanzas, le hacen venerable.

Deseaba su alma, la propagacion de la cultura y la felicidad de su país; que la soledad no acongojase al mérito; ver la verdad y la belleza en el Capitolio; y unido á los que apetecían lo mismo, trabajaba con ellos. A este fin, él consagró por entero su actividad incansable, á toda obra de utilidad pública:

(1) Mi sabio maestro, D. Francisco Fernández y González.

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