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el mar de Homero y de Teócrito, en Nápoles, en Milan, en Constantinopla, en las aguas de Almería, en la nave de Corbera, en las Navas, en el sitio de Granada, en Lepanto... Sí!, es muy justo!, á fin de que recuerden la civilizacion y la libertad, lo que deben á la Casa de los Jaimes y de los Alfonsos. sy

Sil; muy justo,... tan justo, como el respeto de las naciones á un pasado de gloria; á lo que le recuerde jornadas célebres de su vida; hijos suyos preclaros; sucesos dignos de que el cincel se fatigue perpetuándolos;-á las armaduras del Cid y Hernan Cortés; al estoque real, (1) á la Durandal de Rolando y á la espada de Pelayo ó de Suero de Quiñones; al montante de García Paredes; á la Borgoñota (2) de Cárlos V; al casco de D. Jaime el Conquistador; al manuscrito de un sábio; á la seca paleta de un Goya; á la clave de un Mozart; al cincel de un Cánova; al anteojo de Nelson, el héroe de S. Vicente y Aboukir; al cuerno de caza de Carlomagno formado de un colmillo de elefante; á la casa de Rafael en la Contrada del Monte (3); á la Peña del Amador de Beatrice en el Adriático. Mas si tal creo, el aspirar á reconstruir literaturas, á que reverdezcan viejos laureles, á que retoñen remozadas, aspiraciones poderosas un día, es una utopia; pues ni los antiguos espíritus pueden renovarse; ni el ribereño del Miño y el Auseba, los paisanos de la mil veces insigne Pardo Bazan y del esclarecido Aribau, tienen una civilizacion ó una idea que expresar; ni la poesía brota viva y animada sino de las fibras del que síente, llora y piensa, lo que siente y llora su pueblo y piensa su siglo; ni se logra lo deseado por los que acuden á los Juegos florales á ganar una rosa de jardin ó las tres englantinas, parafraseando á los trovadores del siglo xv, lamentando el desastre de un pasado con el propósito de restaurarlo, quejándose, afligiéndose sobre un recuerdo,-luto del alma, siempre-viva de algun sepulcro que esté en el corazon, altar de adoraciones del que son incienso las lágrimas,-solicitando en fin, las caricias de una musa cándida, melancólica, pensati

(1) Así se llama la espada del Gran Capitan y sirve en las juras reales. (2) Casco labrado por Benvenuto Cellini para Carlos V. (3) Nombre de una calle de Urbino.

va, hermosa en medio de su dolor, coronada de flores silvestres, como la Ofelia de Shakespeare. Porque el llanto, la esperanza dulce que dibuja en el labio la más apacible sonrisa, son manantiales que fluyen la leche nutritiva y la miel dorada de la inspiracion; pero un arte elegiaco, nada más que elegiaco, es imposible. La idea de lo que fué, jamás ha engendrado un renacimiento: si no va unida á una gran confianza en lo actual, es estéril y aun perniciosa.

Sí; jamás, jamás ha existido un arte, teniendo por única fuente de inspiracion, el dolor.

No me citeis los Trenos, páginas arrobadoras, dechados de la ternura y la melancolía, en su belleza completa y perfeccion absoluta! Jeremías era su pueblo transformado en hombre. No me arguyais en contrario, recordándome los cantos de Hungría, Polonia y Bohemia, porque la cárcel en que estas gimen, guardadas por cerrojos, que son imperiales cetros У las heridas que les causan sus grillos y el chacal coronado, que tiene un látigo de oro por atributo de soberanía, en las heladas márgenes del Neva y á la sombra de los cimborrios de topacio de Moscou, convierten en un grito de libertad, la memoria de lo que fueron las tres naciones esclavas, y sobre todo la que, madre ayer de Sobieski, llora hoy al que poetizó sus amarguras, á Chopin, el músico Benjamin de los desterrados. Pero entre nosotros no acontece lo mismo. Ni Navarra, ni Asturias, ni Galicia, ni Cataluña, han sido víctimas de crímenes, cual el crímen de que lo es la nacion Briseida,-gran maestra en el arte de morir, que despedazada por las uñas de tres águilas, fué un día la más poderosa de la Europa Central y vió el estandarte blanco de Prusia, inclinado ante su bandera, en ceremonias, cual la conmemorada en el Homenaje de Alberto de Brandemburgo á Segismundo (1). Y no; no se encuentran en el estado de la perspicaz raza judia, que influyó de un modo tan enérgico, en el progreso humano, el pais de los Beren

(1) Cuadro de Matejko, premiado en la última Exposición de Bellas Artes de Roma y que está en la Galería Nacional de Cracovia, al lado de Las Hogueras de Neron, magnífico lienzo del gran Siemiradski.

gueres, y el que en la Edad Media «fué el primer Parlamento y la más alta cúspide de la libertad que habíase hasta entonces conocido;» ni el sucesor de los bravos de Covadonga; ni el nieto del vasallo de Sancho el Fuerte, biznieto del héroe de Roncesvalles; ni el devoto del que simboliza la unidad espiritual de España, y dió su nombre, al peregrino de Compostela para que cristianizase la vía-lactea, á los que lucharon por el Evangelio en la Reconquista, para crearles un lazo de union y al soldado de Alfonso VIII y Pedro II, á los David que derribaron á Almanzor, á los sitiadores de Murcia, Sevilla y Granada, para que su grito de combate fuese un talisman, que les diese el privilegio del triunfo.

Todas las monarquias,-personajes de la epopeya que tiene su inicial en la Cruz de la Victoria (1),―atraíanse entre sí; y sucesivamente dejaron de ser, convirtiéndose en España, en el altar en cuya presencia celebráronse las nupcias de los Reyes Católicos. Para que alboree un Renacimiento, para florecer una pascua literaria, necesarios son inteligencias que adivinen, genios dotados del don de profecía; Ariostos y no Petrarcas ó Tassos que escriban poemas á Scipion y al Africa ó tallen un lucero vespertino, como La Jerusalem Libertada. Lo que fué, «jamas despierta los afectos que vienen á ser, como los hilos misteriosos con los que se teje la urdimbre de la vida y se prepara á la iniciacion del progreso, las generaciones por venir.» Históricamente hablando, las nacionalidades perdidas en la antigua Iberia, no son un dolor justo. Mas aun, el trabajar por reconstruirlas es, declararse rebelde contra la historia, pues equivale á desobedecer el código fundamental de esta. Si tales sentimientos existen en alguno, entienda que no pueden constituir un manantial del arte, pues el arte no es hijo de lo individual y sí en cambio, vehementísima aspiracion á lo general de la naturaleza del hombre, á lo futuro, á la bienaventuranza, y por esto sus sacerdotes mas legítimos se llaman Goya, mas bien que David.

(1) La cruz románica de la Reconquista, forrada en oro y guarnecida de pedrería por Alfonso III el Magno, se guarda en el relicario de la Cámara santa de la catedral ovetense.

No quiero, no, el cultivo de las literaturas regionales, si los móviles que lo impulsan, son tendencias que la crítica considera bastardas, ó el vano empeño de continuar la tradicion poética del siglo de oro, de la que carecen muchas de aquellas, faltándoles en su virtud el arte. La literatura catalana por ejemplo, palaciega, erudita y raras veces popular, antes de D. Jaime; con inspiracion suya, mirada á traves del espíritu de las reformas del Conquistador; sin pensamiento nacional, aunque originalísima, en Lull y Muntaner; imitadora hasta la segunda mitad del siglo xv, en que recibe los cfluvios de la musa de Castilla; no tiene savias, sino para producir épocas que, cual las de los Consistorios y el Gay Saber, dejen tras sí máximas de retórica... «Los Quintilianos nunca han sido anuncio de grandes periodos, en la Literatura.»

Todas las poesías regionales uniéronse; las obras escritas en el habla de Serveri de Gerona y Guillermo de Berga, en que fueron traducidos los amadores de Laura y Beatriz, en que cantaron los que obedecían las Leys de amor de Moliner, enriquecieron el tesoro literario de España, que empezó á considerar tan hijos suyos, al que le legase el Rimado de Palacio y á Juan de Mena, como al triste Rodriguez del Padron, y al esclarecido númen (1) Benjamin de aquel mozo dignisimo de mejor fortuna y de padre mas manso (2); y desde el siglo XVI, el arte de Castilla, no expresa una particular cultura, sino la del pais que aprisionó al monarca mas caballeresco de su época; que limpió de piratas las olas mediterráneas, eclipsando con este triunfo la fama del rival de César; que luchó en Mulberg; que fatigó los tornos, labrando fajas para sus caudillos.

Pero si así pienso, aplaudo el que por otros motivos, se cultive la lengua de las Cantigas y sobre todo la lengua de la Corona de Aragon. Una lágrima que sonrie placentera produce siempre, la memoria del hogar bajo cuyas vigas resonó la voz de nuestros padres y hermanos: irresistible impulso induce á

(1) El Marqués de Santillana llama á Ausias March, gran trovador y varon de esclarecido ingenio,

(2) El P. Mariana, refiriéndose al Príncipe de Viana.

las familias á recordar su casa solariega, con altivez ó con la modestia que Quevedo, en su célebre epigrama 1; á las entidades á no olvidar sus pragmáticas; á los paises á celebrar sus fechas memorables; á los individuos 2) á amar la lengua de su niñez, y sobre todo si es la de los que formaron con sus picas, despues de Guadalete, el Ararat de acero en que salvóse el arca de nuestra libertad, de las leyes, culto, y literatura cristianos, ó la del Altabiskarco cantúa, ó la que escuchaba el peregrino en sus noches de vela, junto al sepulcro de Santiago. Y si á esto se añade, la justicia con que, nacionalidades enemigas de la uniformidad y de la centralizacion, buscan por el camino de oro de las letras, lo que otras corrientes no les procuran, el vivir bajo el imperio de la ley de unidad y de la ley de independencia, se comprenderá cuan nobles son los afanes del compatriota de Rosalía Castro y de los que, en la falda del Tibi-Dabo, se consagran á salvar el habla de sus abuelos, de la triste suerte, que ha cabido á muchos dialectos de la Edad Media.

Pero, ni el que escribe Espiñas, Follas e Frores, ni el discípu lo de Aribau, alcen pendon para derogar la ley sapientísima, que crea y destruye en provecho de los hombres: no esperen resurecciones que no sucederán, al borde de los sepulcros en que yacen sus literaturas amadas; que el restaurador, á lo sumo puede producir, un instante literario. Sin vida pública el catalan y el gallego, no han recibido la influencia que los hechos generales y la marcha de la civilizacion ejercen en las lenguas, amoldándolas á nuevas tendencias é imprimiéndoles novísimos caracteres. El escritor moderno, no puede hablar como el del siglo de oro, cuyo dialecto perdióse para siem

(1) Es mi casa solariega.

más soiariega que otras,
pues por no tener tejado
le da el sol à todas horas,

escribía Quevedo, recordando la suya, en el delicioso valle de Toranzo.

(2) De guia me sirve, el magni ico discurso leido en la Academia española por el Sr. Balaguer, ilustre hermano en las letras, de Fe lerico Mistral. Aprovecho esta coyuntura para ofrecer el testimonio de mi admiración ca. riñosa, al gran historiador y poeta.

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