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plaza. Pero descubierta ó traslucida la trama por el gobernador Magon, redobló la vigilancia y las guardias, y arrestados los gefes de la conspiracion determinó trasportarlos á Cartago en una flota á las órdenes de Adherbal. Esta flota fué en su mayor parte destruida por la escuadra de Lelio, que en las aguas de Algeciras la aguardaba. Salvóse no obstante Adherbal en su galera. Lelio y Marcio, desesperando de poder tomar por entonces una ciudad tan defendida y vigilada, volviéronse con la flota y el ejército á Cartagena.

Faltó poco todavía para que un inopinado incidente diera al traste con todo el poder romano en España. Acometió á Escipion una enfermedad grave, y se difundió la voz de que habia muerto. Los dos hermanos españoles Indibil y Mandonio, que se habian unido á los romanos, no tanto acaso por gratitud á Escipion, como con la esperanza de expulsar con su ayuda á los cartagineses, creyendo en la muerte del caudillo romano, mudaron otra vez de partido y levantáronse en armas de nuevo. Sobre unos ocho mil romanos que acampaban á las márgenes del Ebro, creyendo tambien muerto á su general, amotináronse so pretesto de faltarles las pagas, y deponiendo á sus gefes y nombrando en su lugar á simples soldados, encamináronse á Cartagena y llegaron hasta las ori– llas del Júcar. Pero Escipion no habia muerto; hallábase por el contrario restablecido ya á aquella sa

zon; y con su consumada prudencia dejó avanzar los rebeldes, los esperó y los hizo envolver por todo su ejército mas no queriendo destruirlos ni diezmarlos, temiendo tambien la vecindad de Indibil y Mandonio, les habla, les persuade, les ofrece que les pagará de los tesoros mismos de los dos españoles, á quienes juntos van á batir, los reduce á la obediencia, y por satisfacer á la disciplina militar castiga un corto número de los sublevados.

Indibil y Mandonio, noticiosos de esta novedad, repasan el Ebro en retirada. Escipion los persigue, los acosa, los bate y los destruye. Convencidos estos españoles de la imposibilidad de luchar contra el as. cendiente de Escipion, imploran su clemencia, y disculpando su ligereza demandan humildemente perdon para ellos y para sus conciudadanos. El romano vuelve á mostrarse generoso, y despues de reprenderles y afearles su perfidia, les otorga el perdon, y les deja sus armas y sus estados, condenándolos solo á una fuerte contribucion para el pago de sus tropas. Si artera y fingida fué la sumision, no fué menos política la indulgencia. Pero conveníale á Escipion dejar alli restablecida la paz, bien que fuese aparente, porque le urgia arrojar á los cartagineses de Cádiz.

Habia vuelto de Africa Masinisa con un refuerzo de caballos númidas, como para socorrer á los suyos, pero ya hemos visto cuán inclinado estaba á hacer causa con los romanos. Escipion se habia acercado

tambien á Cádiz, y entonces fué cuando los dos caudillos celebraron la entrevista en que se pactó la amistad que habia de durar toda la vida, y se concertó la entrega de la plaza.

Pero Magon mismo ya no pensaba en defenderla. El senado cartaginés habia resuelto al fin abandonar la España, y con aquellas tropas tentar el último esfuerzo en Italia. Magon recibió órden de partir. Preparóse á ello arrebañando cuanto oro y plata pudo, asi del tesoro como de los particulares, sin respetar los templos de los dioses, que despojó tambien. Embarcóse en seguida, dejando á Masinisa con sus númidas en Cádiz. Tomó rumbo hácia Cartagena, y acercóse á su antigua metrópoli por si podia sorprenderla, pero rechazado vigorosamente por la guarnicion romana, dió la vuelta hácia Cádiz, cuyas puertas halló cerradas ya, y abolida la autoridad de Cartago. Abordó entonces con su flota al pequeño puerto de Ambis, desde donde envió diputados á la plaza quejándose de aquella novedad; y como manifestase deseos de hablar con los magistrados, acudieron estos cándidamente donde Magon estaba, el cual tan luego como los tuvo en su poder los hizo azotar y dar muerte de cruz. Asi se despidieron de España los últimos cartagineses. Con una felonía se habian apoderado de Cádiz, y con un acto de traicion le hicieron la última despedida (205)

Hízose de alli Magon á la vela para las Baleares. Tentó un desembarco en Mallorca, pero los honderos

mallorquines le recibieron con una lluvia de piedras, que mal de su grado le obligaron á retirarse. Mejor recibido en la menor de aquellas islas, ό por lo menos sin hallar la misma resistencia, detúvose á invernar en un puerto que de su nombre se llamó PortusMagonis, despues Puerto Mahon.

. Quedaron, pues, los cartagineses expulsados de España, despues de catorce años de porfiadas y sangrientas luchas, y al quinto de haberse encargado Escipion de la guerra y del gobierno de la Península (1). Cádiz, la primera colonia fenicia, y la última ciudad cartaginesa, pasó á ser ciudad romana.

(4) Liv. lib. XXVIII. cap. 48 y 19.

CAPITULO VI.

CAIDA DE CARTAGO.

Campañas de Anibal en Italia.-Constancia de los romanos.-Primer triunfo del cónsul Marcelo sobre Anibal.-Llega Asdrubal á Italia.Es derrotado y muerto en el Metauro, y su cabeza arrojada al campamento de Anibal.-Sentidos lamentos y lúgubres vaticinios de éste. -Pasa Escipion de España á Roma.-Sus designios.-Oposicion que encuentra en el senado.-Pasa á Sicilia y desde alli á Africa.-Pérfida estratagema que emplea para derrotar á Siphax.-Anibal es llamado de Italia en socorro de Cartago. Acude.-Entrevista de Anibal y Escipion.-Famosa batalla de Zama.-Triunfa Escipion y sucumbe Cartago.

Aunque los sucesos que vamos á referir en este capítulo acontecieron fuera del territorio de nuestra Península, influyeron grandemente en los destinos de España. Trátase ademas de la suerte que cupo á dos de los mas famosos capitanes de la antigüedad, que ambos habian inaugurado la carrera de sus glorias en los campos españoles. Trátase de dos guerreros insignes, que en nombre de las dos mas poderosas y mas enemigas repúblicas se disputaban el imperio del mundo. Trátase del final término que tuvieron las memorables luchas entre romanos y cartagineses; luchas sostenidas con soldados españoles, que peleaban fuera de su patria en contrarias filas, y que

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