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á la suprema magistratura, é introdujo algunos cambios en el gobierno de la ya pequeña y desarmada república. Pero no permitiéndole su genio dejar de suscitar enemigos á Roma, se concertó para ello con el rey Antioco de Siria. Noticioso el senado romano, se quejó al cartaginés, y temiendo Anibal ser entregado por sus propios compatricios, huyó secretamente á Siria, donde tomó una parte activa en la guerra de aquel rey con los romanos. Encontráronse Escipion y Anibal en la corte de aquel príncipe. En una de sus entrevistas le preguntó Escipion; «¿Quién os paarece el mayor de los generales «que ha habido en el mundo?«Alejandro, respondió Anibal.—¿Y «despues de Alejandro?—Pirro, arey de Epiro.-¿Y el tercero?«El tercero yo, respondió Anibal «con arrogancia.-¿Y qué diriais asi me hubiérais vencido?-En«tonces, contestó Anibal, me con

«taria yo el primero de todos.»

Como una de las condiciones de la paz con Antioco fuese la entrega de Anibal como promovedor de la guerra, tuvo que fugarse igualmente de Siria, y buscar un asilo en Bitinia, á cuyo rey prestó tambien importantes servicios contra los aliados de Roma. Hasta alli le persiguió el odio de los romanos, y temiendo por la seguridad de su persona intentó escaparse: pero el rey Prusias le tenia bien custodiado, y entonces aquel grande hombre, desesperando de poder librarse del hado cruel que le perseguia, tomó un tósigo que llevaba siempre consigo, y murió á la edad de sesenta años.

Tal fué el fin de aquellos dos ilustres rivales, de quienes dependieron los destinos de sus respectivas repúblicas, y que tanta influencia ejercieron en el de todo el antiguo mundo.

CAPITULO VII.

FISONOMIA DE LA ESPAÑA PRIMITIVA.

Causas que influyeron en las primeras conquistas de España, y en que los españoles perdieran su independencia y su libertad.-Vanos y tardíos esfuerzos de algunos españoles por defenderlas.-Diferente conducta de los fenicios, de los cartagineses y de los romanos para con los españoles. Gobierno y organizacion política de cada uno de los pueblos invasores.-Cómo influyó cada cual en la civilizacion de España.

«Si los iberos, dijo ya Estrabon (1), hubieran <<reunido sus fuerzas para defender su libertad, ni los <«<cartagineses, ni antes que ellos los tirios, ni los cel«<tas llamados celtiberos hubieran podido subyugar, <«como lo hicieron, la mayor parte de España,»

El historiador geógrafo comprendió bien la causa del éxito que tuvieron las primeras invasiones de pueblos estraños en el territorio español. Le faltó esplanarla, y lo haremos nosotros.

Habitadas estas regiones por otras tantas tribus independientes cuantas eran las diferentes comarcas en que su misma estructura geográfica las divide; pueblos todavía groseros y rústicos, regidos por dis

(4) Lib. III.

tintos régulos ó caudillos, sin unidad entre sí y casi sin comunicaciones; propensos al aislamiento, aunque belicosos y bravos, ¿cómo habian de oponer una resistencia compacta á estrangeros mas civilizados, mas disciplinados y mas astutos, aun dado que los indígenas en su ruda sencillez se hubieran podido apercibir de las ocultas miras de dominacion de sus huéspedes?

No nos maravilla que los primeros colonizadores, los fenicios y los griegos asiáticos, lográran establecerse sin oposicion en las costas meridional y oriental del suelo ibero. Presentáronse ellos como comerciantes pacíficos é inofensivos, sin aparato bélico, tratando á los indígenas con dulzura, y no era difícil ni sorprender su buena fé con la política y la astucia, ni atraerse la admiracion y el respeto de gentes toscas é incultas con el pomposo aparato de sus ceremonias religiosas, con sus objetos de comercio, no sin arte y gusto construidos, y hasta con los adornos de sus naves estudiosamente engalanadas. Lo único que hubiera podido incomodarlos hubiera sido la extraccion de sus riquezas, si hubieran conocido su valor. Enseñáronsele con el tiempo y con las transacciones mercantiles los mismos colonos, y cuando los naturales comprendieron el excesivo ascendiente que con aquellas se arrogaban, tuviéronlos ya por incómodos y peligrosos huéspedes, y comenzaron las primeras protestas de independencia, en la costa oriental con

los indigetes contra los focenses de Marsella, en la meridional con los turdetanos contra los fenicios de Cádiz.

Los cartagineses en su primer periodo condujéronse tambien menos como conquistadores y guerreros, aunque lo eran ya por inclinacion y por sistema, que como traficantes y explotadores. No les convenia alarmar á los españoles, ni intentar entonces su conquista, sino sacar recursos de España y monopolizar el comercio marítimo para atender á las guerras que por otras partes traian. Mostrábanse amigos, ofrecian y aceptaban alianzas, y de este modo lograron establecer colonias y factorías en el litoral de la Bética, á cuyos moradores habia hecho menos indomables y agrestes el largo trato con los fenicios. De alli y de las tribus vecinas reclutaban soldados que trasportaban á Sicilia, á donde iban á dar triunfos á los mismos que despues los habian de sojuzgar. La imaginacion de aquellos hombres ignorantes no podia alcanzar tan avanzados y encubiertos designios.

Fué menester para que los comprendieran que viniera ya Amilcar desembozadamente como conquistador. Entonces comenzó tambien la resistencia. Istolacio, Indortes, Orisson; la historia nos ha conservado los nombres de estos tres caudillos, los primeros que se alzaron en armas contra la dominacion estrangera, capitaneando á los tartesios y célticos, á los lusitanos y beliones. Nos admira lo poco que nuestros historiado

res parece haber reparado en este primer grito de independencia, del cual sin embargo arranca esa cade-. na de resistencias y de luchas contra las dominaciones estrañas que veremos irse prolongando por espacio de mas de veinte siglos en este suelo perpetuamente de invasiones trabajado. Amilcar venció á los dos primeros, pero el primer general cartaginés sucumbió en el tercer combate. Asdrubal recurre á la política, contemporiza con los españoles y solicita su amistad. Anibal, el mas atrevido general de aquellas edades, creyó que para dominar el interior de España no tenia sino llevar á pasear por él sus legiones, pero halló en los olcadas, en los carpetanos y en los vaccéos, pueblos que no querian dejarse subyugar. Los venció, porque tenia que vencer á masas irregulares é informes, mas no dejó de esperimentar rudas acometidas y mas impetuosos que ordenados ataques de aquellas gentes.

Viene luego el suicidio de Sagunto, cuya memoria perdurable dispensa de todo comentario al historiador.

De suponer es que hubieran probado igual resistencia los romanos, á no haberse presentado como amigos de los españoles y como vengadores de agravios que habian recibido de otro pueblo. Admirablemente cuerda y política fué la conducta de los Escipiones. Los españoles juzgaron de la intencion de Roma por el comportamiento de sus generales, y se hicieron

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