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Entre los libros populares que entretenian los ocios del pueblo español en el siglo XVI, cuéntase la crónica anónima del rey don Rodrigo, historia novelesca, en que se mezclan las tradiciones conservadas en los romances sobre aquel rey y la conquista, con las aventuras caballerescas del gusto literario entonces dominante; pero este libro no bastaba ya á satisfacer la curiosidad de los lectores, ávidos de detalles sobre las causas y consecuencias de aquella catástrofe. La parte de libro de caballerías á que habia debido su fortuna ya le perjudicaba, habiendo venido en decadencia este género de literatura. Necesitábase otra historia de la destruycion de España más en armonía con el gusto que iba predominando y con las exigencias que se comenzaban á tener en libros de historia. Comprendiólo así un tal Miguel de Luna, hijo de padres moriscos en Granada, en el cual suplia lo atrevido lo mucho que le faltaba de ingenio y de saber; quien, confiando en la ignorancia general de la lengua arábiga, de que él era intérprete oficial, escribió en 1589, y publicó en 1592,

liquias de la fineza que se cree, darán nuevas y muchas centellas de su autoridad cuanto más se golpearen en la disputa.» (MS, de la Bibliot. Nac., 7 hojas en fól.) A pesar de esta excitacion, no sé que nadie combatiera abiertamente y dando su nombre el descubrimiento, hasta que en 1593 lo hicieron Luis del Mármol y Arias Montano, éste al contestar á una consulta del cabildo de la catedral de Granada. Oposicion más ó menos encubierta no debió nunca faltar, porque no dejaban de publicarse defensas.

una nueva crónica del rey don Rodrigo, destinada á suplantar á la antigua: pretension que ostentaba desde la primera línea, al titularla verdadera historia'. Para no quedar inferior en autoridad, la supuso escrita, como la otra, por un contemporáneo ; el original lo habia hallado en el Escorial, y como muestra de la fidelidad de la version, saca al márgen los vocablos arábigos menos usuales de que el autor se sirve. El libro de Luna, infinitamente de menos valer como obra de imaginacion que el que pretendia reemplazar, pero embutido de todos los decires, cuentos é historietas circulaban sobre aqueque llos sucesos hasta entre el ínfimo vulgo, llenó el objeto que su autor se habia propuesto, y obtuvo el honor de varias reimpresiones. El ardid de Miguel de Luna, aunque no nuevo, y de él no se habia desdeñado usar don Antonio de Guevara en su Marco

La verdadera hystoria del rey Don Rodrigo, en la qual se trata la causa principal de la perdida de España y la coquista que della hizo Miramamolin Almaçor Rey que fué del Africa, y de las Arabias. Copuesta por el sabio Alcayde Abulcacim Tarif Abentariq, de nacion árabe, y natural de la Arabia Petrea. Nuevamente traduzida de la lengua arábiga, por Miguel de Luna, vezino de Granada, intérprete del rey Don Phelippe nuestro señor. (Escudo de armas reales). Impressa por Rene Rabut, año de 1592.

La antigua crónica se titula: Crónica del Rey Don Rodrigo, con la destruycion de España, á que en ediciones posteriores se añadió y cómo los moros la ganaron. Compúsola Pedro del Corral, á principios del siglo xv. Se la conoció tambien con el nombre de Crónica Sarracina.

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Aurelio, pareció peregrino y tuvo imitadores, á que afortunadamente puso pronto chistoso fin Cide Hamete Benengeli.

Habíase por entonces exacerbado una cuestion, causa casi perenne de irritacion entre las iglesias de España desde la época visigoda: nos referimos á la cuestion de primacía. Lejos de amortiguarla el haberse completado la unidad territorial, la habia exasperado, trayendo nuevos concurrentes. Disputábansela Toledo, Santiago, Sevilla, Tarragona y Braga. Aspirando á modelarse el imperio godo sobre el romano, el jefe del estado éralo al mismo tiempo de la religion; el diocesano, pues, de la córte era el más influyente y principal de todos los prelados, aunque no les fuese superior ni en antigüedad ni en categoría. Estar próximo al monarca, recibir de él las órdenes y comunicarlas á los demas, conferenciar y ser consultado para la resolucion de los asuntos eclesiásticos, figurar entre los altos dignatarios de la córte, fueron preeminencias que constituyeron al arzobispo de Toledo en una posicion superior á la de los otros prelados. Trasladada la córte á Sevilla en tiempo de Amalarico, creyó transferidas á su persona el prelado hispalense las preferencias del toledano, y nacen sus pretensiones á la primacía. Santiago, sucesora de Iria Flavia y de Emérita Augusta, no tolera que ninguna iglesia se titule se titule superior á la que posee el sepulcro del patron de las

Españas. Tarragona presenta á san Pablo desembarcando en su puerto, y sus prerogativas de capital de provincia romana. Por último, la anexion de Portugal nos trajo á Braga, con las pretensiones que arrancan de su orígen apostólico. Ademas, iglesias sufragáneas ú otras privilegiadas luchaban para suplantar á sus metropolitanas, como sucedia en Aragón con la del Pilar. Difícil es dar idea de la acritud que ponian los contendientes en esta cuestion del primado; «andan á bocados tras él», decia el editor sevillano de los Morales de san Gregorio al arzobispo de aquella ciudad, lamentando que se lo tuvieran usurpado. Ni servia para infundir templanza que varones prudentes y exentos de toda vanidad mundana ocupasen las sillas, porque al punto se identificaban con tales pretensiones y hacian el sostenerlas caso de honra y conciencia. Bartolomé de los Mártires, por ejemplo, uno de los más humildes y santos prelados que han vestido palio, no transigia sobre nada que á su juicio menoscabara los privilegios de su sede bracarense'. No era tenido por

4 «Y con ser en todas las cosas humilde, no queria por eso perder un punto de la preeminencia de aquella dignidad y de los privilegios de su iglesia, los cuales fué compelido á jurar solemnemente cuando tomó la posesion. Por donde, cuando vino. á las córtes de Tomar, siempre trajo cruz levantada, como Primado que pretendia ser, hasta la cámara de su Majestad (aunque otros prelados reclamaban), por no menoscabar el derecho de su iglesia. Y aun á mí aconteció otra cosa semejante; por

arma vedada desacreditar los fundamentos de la pretension del contrario; y como estos fundamentos se referian á creencias piadosas, de antiguo arraigadas, la polémica iba socavando y desmoronando cuanto de respetable y admitido por la tradicion habia en nuestra historia eclesiástica. Eran principales mantenedores en la contienda Toledo y Santiago: toda la edad media dura esta lucha; Toledo obtiene á cada pontificado bula confirmatoria de su primacía; y Santiago oye repetir el nescitis quid petatis. Creyó Toledo descargar un golpe certero y decisivo sobre su rival negando la venida del Apóstol; golpe que coincidia con un ruidoso litigio promovido por los pecheros del voto, que trataban de sacudir esta prestacion, para lo cual tambien negaban los privilegios de don Ramiro, pretendido vencedor de Clavijo, victoria en que se apoyaba la popularidad del patron batallador.

Habia conseguido la iglesia de Santiago que en la

que imprimiendo yo el libro llamado Stimulus Pastorum, y poniendo al principio el autor, que era él, no quise poner Primas, pareciéndome que por la humildad que siempre en él conocí, se ofenderia desto; mas no fué así: antes, pareciéndole que en alguna manera derogaba esto á la preeminencia de su iglesia, met mandó rasgar aquel primer pliego y imprimir otro en que se pusiese aquella palabra de Primas; porque la virtud de la humildad no excluye lo que pertenece á la autoridad de la dignidad.» (FRAY LUIS DE GRANADA, Vida de Fray Bartolomé de los Mártires, cap. vi.)

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