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CAPÍTULO LVIII.

Olózaga y la coalicion de 1843.

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SUMARIO.

Preparativos de lucha.-Elementos con que contaban los partidos.-Desacertado consejo de Lopez-Necesidad de un partido nacional.-Ministerio Olózaga.-Inflexibilidad del Sr. Madoz.-Recelos y esperanzas de los partidos. -Sorprendente conducta del Sr. Olózaga.-Dimite sus cargos el general Narvaez.-Triunfan los moderados en las Cortes.-Decreto de su disolucion. -Atentado contra S. M. de que se acusa al 3r. Olózaga.-Distintas versiones que se hacian de aquel hecho.-Su oscuridad y misterio.- Decreto de exoneracion.-Situacion peligrosa.-Vacilacion de los jefes conservadores.Temeridad y arrojo de Gonzalez Bravo.-Su presentacion en las Cortes.Asombro que causa su elevacion.-Acta real.-Valor cívico del Sr. Olózaga. -Terrible situacion en que se encuentra.-Habilidad con que la arrostra. -Nobles esfuerzos de los defensores del trono.-Estracto de las célebres sesiones sobre la acusacion contra el Sr. Olozaga.-Apreciaciones sobre tan gravísimo acontecimiento.-Desacierto de los moderados.-Rotura de la coalicion.-Situacion de los antiguos partidos.

Difícil y aun imposible era en la situacion política que acabamos de bosquejar la formacion de un ministerio aceptable para la mayoría de los partidos coaligados, entre los cuales iba agrandándose por momentos la sima de la division y el odio que de antiguo los separaba; abismo cubierto momentáneamente de flores por el ministerio coalicionista. Ya hemos visto que durante la anterior administracion los partidos, sin valor para romper aun definitivamente tan hipócrita y calculada concordia, preparaban misteriosamente sus fuerzas y allegaban todo género de armas para caer de improviso sobre su enemigo y acometerle y destrozarle sin darle tiempo para defenderse.

La natural y un tanto inesperada dimision del ministerio Lo

pez fué la primera señal de alarma en uno y otro bando. Los dos se prepararon desde aquel instante á apoderarse del botin, aunque para ello hubiese que faltar al noble sentimiento de la gratitud, ó cometer una perfidia. El combate debia ser reñido y dudoso su éxito, atendiendo á que ambos partidos contaban en aquel trance con considerables elementos de ataque, con derechos casi iguales á la victoria.

El progresista tenia á su devocion la mayor parte de los jefes políticos, casi todas las diputaciones y ayuntamientos, dos terceras partes de la milicia nacional y la mitad por lo menos de los nuevos diputados y senadores. Ademas ; para el caso de un rompimiento decisivo con los moderados, divisaba á sus espaldas las huestes esparteristas y las cortas pero audaces fuerzas de la democracia, dispuestas á olvidar el agravio hecho al ex-regente y el bombardeo de Barcelona, con tal de ver derrotado al enemigo

comun.

No contaba con menores recursos la fraccion moderada. Casi todas las autoridades militares de las provincias y jefes de los cuerpos le eran adictos. Los hombres mas importantes de las juntas populares pertenecian al bando moderado, y todas las influencias palaciegas le eran favorables. La opinion pública, como ya dijimos, habíase pronunciado marcadamente por las doctrinas conservadoras, y con la mayoría de la reina era muy general el deseo en la nacion de otras épocas de calma y de prosperidad material que hiciesen olvidar las funestas y desasosegadas que acababan de trascurrir.

El autorizado consejo del ex-presidente Lopez en favor de un ministerio progresista, inclinó la balanza del poder al lado de los liberales avanzados. Lopez, que no tuvo valor mientras era gobierno para proclamar el esclusivismo de su partido y romper ostensiblemente el primero la mal sujeta coalicion, lo tuvo para aconsejar en ese sentido, siendo su consejo tal vez la causa primera y el verdadero orígen del próximo y estrepitoso rompimiento.

¿Por qué el apóstol de la reconciliacion y el olvido, el elocuente defensor de la igualdad y de la justicia en la distribucion

de los cargos públicos, no aconsejó entonces á S. M. la práctica de tan bellas doctrinas, proponiéndole la formacion de un ministerio coalicionista en que entrasen por iguales partes el elemento progresista y conservador? Si todavía existia la buena fe, ¿á qué propósito indicar un ministerio afiliado completamente á un partido en contradiccion con lo que hasta entonces se proclamara?

Nunca como en aquella época, en que la reina empezó á dirigir por sí misma las riendas del Estado, era mas necesario y conveniente rodear su persona de consejeros imparciales que formasen una situacion nacional y no una situacion de partido, como las hasta allí organizadas; nunca, como entonces, era mas útil la formacion de un ministerio coalicionista que llevase a la esfera del gobierno los sanos y conservadores principios de ambas escuelas, las reformas sensatamente progresistas y las concesiones cuerdamente moderadas, creando un nuevo partido, donde cupiesen todos los españoles, y que con el concurso de la corona plantease de una vez para siempre el sistema representativo, haciendo imposible ya en nuestro pais toda reaccion absurda, toda anárquica revolucion.

Siguiendo, pues, la marcha de esclusivismo y bandería, emprendida por nuestros partidos políticos desde 1833, subió en 20 de noviembre á la presidencia del nuevo ministerio y á la secretaría de Estado D. Salustiano de Olózaga, ocupando la de Hacienda D. Manuel Cantero, la de Gracia y Justicia D. Claudio Anton de Luzuriaga, la de Gobernacion D. Jacinto Felix Domenech, y las de Guerra y Marina los individuos del anterior gabinete, general Serrano y D. Joaquin Frias.

En el supuesto de que solo el partido progresista tuviese derecho entonces á la posesion del poder, solo el Sr. Olózaga podia y debia representarle en aquellas regiones.

Presidente de las nuevas Cortes, á él le tocaba de derecho, obrando parlamentariamente, la presidencia del nuevo gabinete, ofrecida antes que à él al Sr. Cortina, cuyo nombramiento era sin duda mas acertado, atendiendo á su carácter reflexivo y conciliador. Escrupuloso y tímido, como siempre, el diputado sevillano, ó mas previsor y desconfiado que sus amigos, rebusó el

difícil y comprometido encargo de formar el ministerio en union del Sr. Madoz, designado para la cartera de Hacienda, quien tampoco quiso admitir, si para ello habia de sujetarse á recibir inspiraciones de altos personajes que rodeaban á la reina, y especialmente del general Narvaez, que pretendia ejercer cierta influencia irresponsable en los consejos de la corona.

Mas flexible el Sr. Olózaga, mas confiado tal vez en poder emanciparse de la tutela de los moderados, luego que se hallase al frente de los negocios públicos, admitió la presidencia del consejo, con algun recelo por parte de los progresistas, escarmentados ya en otras ocasiones por su coqueteria diplomática, y no muy á disgusto de los moderados, que esperaban atraérselo satisfaciendo su vanidad y halagando su deseo de ostentacion y de brillo, como habian empezado á hacerlo, condecorándole con el Toison de oro, gracia debida á la casualidad, segun unos, ó á la astucia y desenfado de su carácter, segun otros.

Lo cierto es que tan aristocrática condecoracion le habia hecho decaer bastante en su puritanismo á los ojos del partido popular que, como hemos apuntado ya, dudaba de la resolucion y fuerza de voluntad del Sr. Olozaga para salvar la causa progresista, tan cándidamente comprometida por el ministerio Lopez.

Así lo daba á entender un diário avanzado, cuando, al dar cuenta del nombramiento del Sr. Olózaga, decia así:

«Porque no debemos perder nunca de vista, que el actual presidente del gabinete (Olózaga) es una de aquellas personas dificiles de calificar en politica.»

Tal vez al aceptar el honroso encargo de colocarse al frente de la administracion pública, se habrá decidido á arrostrar con constancia y sin volver la cara atras, todas las consecuencias de una situacion combatida por muchos de los mismos que la han creado; y en este caso, quizá sea bendecida la hora en que el Sr. Olózaga subió al poder. Mas si así no sucediese, si la conducta de S. E. se asemejase como ministro á la que ha observado en diferentes ocasiones dificiles, entonces habremos de convenir en que su elevacion no pasa de transitoria, y su ministerio uno de esos infinitos, que hemos alcanzado en estos últimos tiempos, para salir de un apuro y

(rar en otros mayores.»>

Muy pronto vino la conducta del Sr. Olózaga á sorprender á

amigos y contrarios, apareciendo desde el primer dia de su elevacion, contra su costumbre; su carácter y sus antecedentes, franco en sus ideas, resuelto en sus actos, activo y osado en la marcha política que se proponia seguir. Era esta la de unir y organizar al partido progresista, devolviéndole su fuerza y homogeneidad de ideas, con que se alzó poderoso en setiembre de 1840, y la de eliminar por completo al bando moderado de toda participacion en el poder y en los destinos.

Como si la formacion del ministerio, en el que no dió cabida á ninguna notabilidad moderada, no fuese ya harto significativa, las palabras que dirigió á las Córtes en el acto de presentarse ante ellas, reveló á todos bien claramente cuáles eran las tendencias del nuevo gabinete, señalando á cada partido la posicion que debia ocupar en adelante.

No cabe duda que la fraccion progresista de las Córtes proyectaba hacer la oposicion á Olózaga, ofendida de la independencia y reserva con que habia formado el gabinete, cuyos individuos no tenian ciertamente significacion é importancia política. Pero el astuto presidente desbarató como por encanto este proyecto, poniendo cada vez en mayor alarma al partido moderado, al ofrecer en pleno Parlamento que la milicia nacional desarmada seria vuelta á armar, y que utilizaria en bien del pais los servicios de los hombres leales, que habian sucumbido en julio con la regencia de Espartero. Finalmente, la revalidacion de todos los empleos concedidos por el ex-regente hasta el 30 de julio que habia salido del reino, revalidacion fechada el 26 de noviembre, acabó de dar aliento y esperanza á los unos, y comunicar á los otros una desespereacion y un desaliento casi completos.

De tal modo brusco y repentino cortó el Sr. Olózaga los flojos lazos de la malhadada coalicion; y á tal grado llegaron la irritacion y descontento de los conservadores, que, ofendido el general Narvaez por la indiferencia y despego con que el gabinete lo trataba, quiso dimitir ó dimitió los cargos militares que se le habian confiado.

Apoyado Olózaga por los arrepentidos progresistas, unidos ya á los rehabilitados partidarios del ex-regente; confiado en su in

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