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tiva, que hasta cierto punto era, cuando se usaba en casos urgentes, necesarios y de reconocida utilidad, un cargo embozado á la apatía, indolencia, ignorancia ó mala voluntad del rey ó de sus consejeros. Al prevenir pues los Reyes Católicos la iniciativa y reclamaciones de las córtes, daban muestras del celo é inteligencia que desplegaban en la gobernacion del Estado, y no infringian ni traspasaban sus atribuciones. La parsimonia en dictar leyes que pudiesen alterar las bases constitutivas de aquella sociedad, se ve palpablemente en no haber querido promulgar la compilacion de Toro sin que fuese aprobada por las córtes.

La coleccion de pragmáticas de que hemos hablado se imprimió por primera vez en 1503 de órden de los reyes. Además de las leyes omitidas por Montalvo en las Ordenanzas y de las pragmáticas publicadas desde que se formaron, se incluyeron en la coleccion algunas bulas pontificias en favor de la jurisdiccion real; leyes sobre fomento de lanas y fábricas de paños, sobre aranceles y otras importantes materias; encontrándose tambien en ella las célebres leyes sobre la Hermandad general de todas las ciudades y villas, eminentemente necesarias para la historia política de Castilla en los primeros años del reinado de Doña Isabel. En tiempo de Cárlos V se hizo otra edicion en Medina del Campo, año de 1549, en la que se añadieron por el licenciado Diego Perez las pragmáticas del emperador hasta aquella fecha.

¡Qué lástima que en tan próspero y feliz reinado se introdujese el gérmen de la decadencia de España! ¡Qué desgracia para Doña Isabel que la memoria de cosas tan grandes como las que hizo vaya unida al establecimiento de la inquisicion y á la expulsion de los judíos! Es en vano intentar no la disculpa, sino la atenuacion de estas dos enormes faltas: bás tanle á la reina sus justos títulos de renombre para que dejen de reconocerse los dos pasos en falso que dió durante su vida: nunca la Providencia ha reunido en una pobre individualidad la perfeccion divina: todos los personajes del mundo han te處

TOMO I.

nido defectos mas o menos notables ó han cometido acciones mas ó menos censurables: la reina Católica no podia eximirse de esta triste condicion de la humanidad. ¿Contribuyó á ello Don Fernando? Nos parece probable. Establecido ya el Santo Oficio en Aragon, no sería de extrañar que el rey aconsejase su introduccion en Castilla; pero la inquisicion aragonesa encontraba una valla invencible en las atribuciones judiciales de las córtes, y principalmente en el Justicia, que hacia ineficaces sus rigores, y Zaragoza contestó con la muerte de Arbués cuando se intentó menoscabar las atribuciones de la representacion nacional y del magistrado popular en beneficio del inquisidor. Pero en Castilla la nueva institucion no encontraba freno alguno, y su influencia debia ser mas funesta.

En honor de la verdad, no parece que la idea de establecer tan anti-evangélica institucion naciese de la reina, pero es asimismo indudable que los que la aconsejaron contaban con la exageracion á que llevaba los principios religiosos: todo se reducia á torcer este sentimiento, dándole una direccion indebida. El buen juicio de Doña Isabel se resistió en un principio, y despues de conseguida la bula que con gran satisfaccion dió Sixto IV para el establecimiento en Castilla, aun la reina tenia sus escrúpulos y dilató la autorizacion desde 1.o de Noviembre de 14478 hasta 17 de Setiembre de 1480 en que se mandó establecer desde principios del año siguiente. El país rechazó al pronto semejante establecimiento, á pesar de destinarse exclusivamente contra la raza hebrea, en general odiada: la resistencia pasiva de la ciudad de Sevilla alargó aun por algunos meses la instalacion del tribunal, y tal vez la planta se agostara en su origen, si por bula de 44 de Febrero de 1482 no se nombrara inquisidor y presidente de la suprema al P. Fr. Tomás de Torquemada, antiguo director espiritual de la reina. Este religioso dominico desplegó tan feroz actividad, que no ya los judíos, sino todos los españoles, pudieron ser perseguidos, encarcelados y quemados, y hasta desenterrados para quemarse los huesos de los que se podia sos

pechar haber muerto en heregía. Los mismos reyes temblaron, y aunque acudieron á Roma para atemperar estos rigores, era ya tarde; solo consiguieron que el mismo Torquemada fuese el redactor de los famosos veintiocho artículos que con el tí— tulo de Instrucciones, reglamentaron la muerte y el asesinato.

y

En vano se trata de cohonestar la introduccion de esta calamidad en Castilla, con la necesidad de crear una institucion que arraigase la unidad política del Estado, compuesto en aquellos tiempos de diversos elementos. Difícil si no imposible es encontrar datos oficiales, y ni aun en los historiadores y cronistas, en apoyo de semejante idea. Al establecerse la inquisicion toda la unidad nacional se limitaba á Castilla y Aragon esta se hallaba establecida política y religiosamente, puesto que el trono aragonés le ocupaba el marido de la reina, la religion dominante era la misma en las dos monarquías. La idea de unidad nacional podria defenderse si á la fecha del establecimiento del Santo Oficio estuviese ya Granada en nuestro poder; pero la capitulacion de esta ciudad no se verificó hasta el 25 de Noviembre de 1494, cuando ya las hogueras inquisitoriales alumbraban todos los ángulos de Castilla con su fatídico esplendor. Tampoco la anexion de Navarra se llevó á cabo hasta despues de la muerte de Doña Isabel, á quien no se puede hacer cómplice de este atentado político. ¿Cómo pues habia de presidir al establecimiento de la inquisicion en Castilla el gran pensamiento de unidad nacional? Y además, ¿necesitaron Leovigildo y Recaredo tales medios de furor religioso para realizar la unidad nacional despues de la conquista del reino de los suevos? ¿Fué por eso menos perfecta la union de Galicia y Lusitania al imperio góthico?

No se tuvo presente idea ninguna política al establecerse la inquisicion: fué un acto de fanatismo tolerado por la reina que se doblegaba ante las autoridades eclesiásticas que suponia mas ilustradas en materias religiosas; que su buen juicio rechazaba; pero que establecida la lucha entre éste y su con

ciencia, no era dudoso el triunfo. Encontramos una prueba de este exagerado sentimiento religioso en la proteccion que la reina dispensó á Colon. La ciencia de entonces condenaba los cálculos del inmortal genovés: todos creian imposible llegar al continente asiático navegando siempre al Occidente: Colon y sus protectores conocieron el verdadero móvil que habia de decidir á la reina, y explotaron la idea de llevar y propagar el cristianismo á regiones desconocidas, ganando almas para el cielo. Sin este recurso, hábilmente manejado, tal vez no nos tocara la gloria de los famosos descubrimientos que inmortalizan la memoria de Isabel. No es esto negar que los reyes pos teriores tuviesen presente y se valiesen de esta institucion como medio de alcanzar la unidad nacional; pero al establecimiento del Santo Oficio no presidió semejante idea política.

así

La expulsion de los judíos es otro de los actos fanáticos de aquel reinado y de inmensos y fatales resultados para la in→ dustria, el trabajo y prosperidad de la nacion. Al ver el tierno interés que la reina demostraba por sus queridos indios, en las recomendaciones á Colon, cuyo sistema de repartimien tos desaprobaba, como á Obando, no se comprende por qué la reina Católica suscribió á la expulsion de cerca de un mi llon de súbditos tranquilos, industriosos y sábios muchos de ellos, envolviendo en la comun desgracia á las mujeres y á los niños que eran inocentes, aunque se supusiese criminalidad en los padres. Entre Isabel I y Fernando III hay mucha analogía: nunca se elevó á mayor altura la justicia en Castilla que durante estos dos reinados; pero las preocupaciones religiosas ponian en manos del uno los haces de leña con que se que→ maban los herejes, y cegaban á la otra hasta el punto de permitir se introdujese en el reino el gérmen de la ruina y de→ cadencia, en nombre de la caridad y en descrédito de los verdaderos dogmas del cristianismo. Los 31,942 españoles quemados en persona desde el establecimiento del Santo Oficio hasta su extincion en 1808; los 17,659 quemados en efigie, y los 294,450 sentenciados á penas rigorosas, que casi siempre

llevaban consigo la muerte, unidos á los 800,000 judíos expulsados, forman una cifra bastante considerable, cuya falta, sin otras concausas, es por sí suficiente para producir el aniquilamiento y ruina de una nacion. Los Reyes Católicos ensalzaron la justicia en el país; pero dejaron á sus sucesores el cáncer que habia de hacer inútiles sus esfuerzos y habilidad política.

La inauguracion de la casa de Austria se presentó bajo los auspicios mas fatales desde el corto reinado de Felipe el Hermoso. Con desprecio de los encargos y consejos de la reina madre, no solo intentó poner en reclusion á Doña Juana, excitando contra él universal clamor, sino que destituyendo á los empleados castellanos, otorgó á los extranjeros los primeros cargos y empleos, y se atrevió á vender los oficios públicos; pero su temprana muerte libró por de pronto al reino de grandes disturbios. Algo mejoró el estado general con la segunda regencia del rey Don Fernando, á pesar de la prevencion con que era mirado en Castilla, mayormente despues que olvidado de su primera esposa contrajo segundas nupcias con la bien poco patriótica esperanza de sucesion masculina; mas la necesidad era tan grande y el remedio tan próximo, que fácilmente se conformaron todos con que tomase nuevamente las riendas del gobierno.

Página triste y sangrienta en nuestra historia causó al país el equivocado sistema del jóven rey Don Carlos. Ya su resistencía á jurar los buenos usos, costumbres y fueros del reino en las córtes de 4518, á pesar de los esfuerzos del procurador Zumel, y la negativa á no dar empleos á los extranjeros y á prohibir la exportacion del oro, disposiciones ambas repetidamente prescritas en las leyes, le habian enajenado las simpatías de los castellanos. Colmó la medida del sufrimiento ver ocupados todos los empleos por la trahilla extranjera, que hambrienta se introdujo en España, y los rapaces instintos de Xebres, verdadero capitan Rolando de la cuadrilla furócrata de flamencos, que en pocos años robó y sacó del país mas de

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