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po ó fuerzas para cumplirlos. Pero la abundancia y el ócio no son quienes llevan al hombre al desempeño de su deber.

Trasladada la Academia á su nueva morada, comenzó á desempeñar las tareas ofrecidas, y añadir otras de sobreabundancia con una exactitud y ardor maravilloso. Acordóse luego para que nada pudiese impedir la asistencia á las Juntas, que se tuviesen las de entre semana los miércoles, por celebrar las suyas en los jueves y viernes los cuerpos literarios de la ciudad, de que eran miembros varios de nuestros indivíduos. Y para acabar con el extravío de las obras archivadas, que había padecido una parte de las pertenecientes á los primeros años, se mandó después, que no saliesen de poder del secretario, manifestándolas éste en su casa á los que pretendiesen leerlas.

Tal era la seriedad con que miraba la Academia por la gloria y duración de sus escritos: tal era el celo con que se afanaba cada día más por su prosperidad y aprovechamiento. No he dicho bien: era muy mayor que todo esto el ardor que estimaba á los académicos celosos. Queriendo, pues, inspirar á todos este ardor, se comprometieron los Sres. Lista y Reinoso á proponer alternativamente, si no le acompañase otro, un premio pequeño á quien mejor desempeñara el programa dado para una competencia ligera á manera de los menores certámenes ya abolidos. No es dudable la utilidad grandísima de estas obras de corta extensión, no solo para excitar á los principiantes, sino áun para los más aprovechados, que no tengan ócio, tal vez para optar á los premios mayores; los cuales requieren para sí solos todas las tareas de un hombre desocupado. Cuando se abandonaron un tiempo, ora fué por la frecuencia impracticable con que se pedían, ora por no darle al vencedor alguna memoria, aunque pe

queña, de su triunfo, que hiciera más permanente el honor del premio, y estimulara para alcanzarlo: inconvenientes que se procuraron evitar en esta ocasión, determinando la Junta que no se repitiese mucho esta competencia, y ofreciendo sus autores alguna obra de poco volúmen en testimonio del vencimiento. Se fijó el primero de estos certámenes el dia 8 de Diciembre de 98, para el cual propuso el Sr. Lista una oda al Ser supremo contra los impios que niegan su existencia, ofreciendo al vencedor las poesías de D. Nicasio Alvarez de Cienfuegos. Eligióse por juez al Ldo. D. Joseph Blanco, quien adjudicó el premio á un cántico en estilo oriental escrito por D. Félix Joseph Reinoso, y el accésit á una oda de D. Justino Matute y Gaviria. En esta Junta propuso D. Félix un pragimnasma de elocuencia, del cual se nombró juez al Dr. don Manuel María de Arjona. Se pide un breve discurso, mostrando que la Virtud sola es la fuente de los verdaderos placeres, prometiendo en memoria á quien mejor lo desempeñase el Pindaro traducido por D. Francisco de Berquizas. Ha llegado ya el dia señalado para el certámen, en el cual se anunciará en seguida de esta memoria el juicio de las obras, descubriéndose los nombres de los autores premiados.

Hé aquí las tareas que ocuparon incesantemente la aplicación de la Academia el año pasado de 98. No olvidaba ella á quien debía en gran parte su nuevo lustre y prosperidad. Para manifestar pues, su gratitud, cuanto le fuese dado, nombró su presidente para el año venidero al Sr. Alvarez Santullano, que autoriza desde entonces nuestras sesiones, y ha desempeñado sus discursos de turno con la puntualidad y buen gusto propios de su celo y erudición. Nombróse además para los ejercicios diarios de explicación de la elocuencia, sección de la Eneida, y

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revisión de los escritos á los Sres. Reinoso, Matute y Lista, que actualmente los desempeñan; de cuyos encargos y de los escritos que deben leerse en todo el año de 99 se dió al público un índice, antecedido de la memoria de los trabajos cumplidos en el año anterior. Es tan crecido el número de éstos, que pueden formarse tres volúmenes corpulentos de los escritos de aquel año, existentes en el archivo, entre los cuales hay no pocos excelentes, que, con paz sea dicho, pudiera alternar con las mejores obras de nuestras sociedades literarias. No puedo yo detenerme á formar juicio de estas obras, y tributar los elogios debidos á sus autores: sólo haré mención por el particular género en que se ha distinguido, de D. Francisco de Paula Castro, de quien tenemos dos novelas, escrita la última, en que reformó los defectos de la anterior, con una sensibilidad suma, con un estilo animado y gracioso, con una dulce y suave corriente de lenguaje, que nos dá esperanzas de llegar á la más alta perfección algún día, y descollar entre la turba inmensa de novelistas insípidos, que plaga la literatura moderna.

Maravillóse el público instruido al ver tal muchedumbre de escritos en un cuerpo tan poco numeroso; complaciéndose del buen gusto y discernimiento que reina entre sus indivíduos, y que está bien descubierto en la elección de sus trabajos: Así escribe el Ecmo. Sr. Don Gaspar Melchor de Jovellanos en carta (1), cuyo traslado se conserva en la secretaría. Podríamos á poco trabajo

(1) A D. Justino Matute, fecha en Gijón en 20 de Marzo de este año. Hé aquí la carta: Muy Sr. mio: he recibido la favorecida de usted de 6 > del corriente y quedo lleno de reconocimiento á la fina memoria con que » me distingue, remitiéndome la de los trabajos literarios hechos y prometidos por la Academia de Buenas Letras de esa Ciudad; y no quedo menos >complacido de ver el buen gusto y discernimiento que reina en sus indi

copiar varios testimonios del aplauso que han debido nuestras tareas, no solo á los literatos españoles, sino á los extranjeros (1), á quien ha llegado acaso la memoria. del año de 98: memoria, que pudiera honrar á las asambleas literarias más autorizadas; que han levantado un monumento eterno á nuestro congreso; y que llevará su nombre á otros siglos sobre el de las antiguas Academias, á que asis tían los Lopez y Lupercios.

Esta es la gloria adquirida por nuestra Junta en el año que acaba de finalizar: este es el laurel inmarcescible con que ciñen las Musas las sienes de los grandes genios, y el que hace adorar su nombre á los literatos futuros. No creamos vanamente nosotros haberlo ya alcanzado: haber librado del olvido nuestros nombres: mas he

>víduos, y que está bien descubierto en la elección de sus trabajos. Por lo >tanto, doy á usted las más expresivas gracias, y quedo con el mayor deseo » de que la Academia continúe en activa prosperidad; porque estoy muy > persuadido de que en España no reinará el buen gusto mientras no se > cultiven las Buenas Letras Castellanas; y amo mucho á Sevilla, para no >tomar el mayor interés en esta nueva gloria que ustedes le preparan. >

(1) No quiero dejar olvidado en el silencio un hecho sobremanera glorioso para nuestra junta. El P. M. Manuel Gil, bien conocido por su talento, dió un ejemplar, que tenía casualmente, de la memoria sobredicha, al Barón de Ehrenswerd, Ministro Plenipotenciario de Suecia, que pasaba por esta Ciudad con ocasión de reconocer algunas de nuestras antigüedades á su regreso para Stokolmo. Ese literato que ha residido por largos años en Madrid, y conoce bien la historia y la lengua de la nación, dijo al leer la serie de nuestros escritos, que le había interesado más que ningún cuerpo de España la Academia, maravillándose de que unos jóvenes sin premio ni estímulo, no solo sudasen tanto por trabajar, sino que sacrificasen sus intereses para estas ediciones; de las cuales, y de las poesías ofreció llevar ejemplares á Suecia, como la más convincente muestra del buen gusto y aplicación de los españoles. Dejo de alegar varios testimonios del Excmo. Sr. Patriarca de Antioquia, en carta fecha en Aranjuez en 26 de Abril próximo al Dr. D. Manuel de Arjona, y de otros sugetos ilustres, no tanto por su dignidad, cuanto por su buen gusto y discernimiento.

() No queriendo privar á los lectores de algunos de estos elogios, dictados, no por la pasión ciega que todo lo desconoce y desfigura, sino por la imparcialidad severa, y sin otras miras que la de rendir culto á la verdad, vamos á trascribirlos para que pueda apreciarse con acierto el concepto que se formó de los trabajos de esta reunión de jóvenes estudiosos.

mos entrado en la senda por donde se camina á la inmortalidad. ¿Volveremos atrás la planta acobardados? ¿Nos contentaremos ya con lo hecho? ¿Habremos llamado la atención del público para que sea mayor el número de los testigos de nuestra ignominia? ¡Ah! Yo ruego encarecidamente á la Academia, que me dispense de historiar las juntas del año 99. ¿Mancharé yo las páginas de nuestra gloria con la relación de nuestra vergonzosa indolencia? ¿Qué diré de los meses pasados ya? ¿Enmudeceré, ó habré de confesar á despecho de mi rubor la inacción de los académicos, la inasistencia á las sesiones, la inexactitud, ¿qué digo? el abandono total de los trabajos, ofrecidos solemnemente al público? ¿Cuáles serían las obras que llenara el índice del año presente? ¿Nos ocultaremos entonces? ¿Huiremos la vista del pueblo literato, puesto por nosotros en expectación? Meditémoslo bien, que se trata la causa de nuestro honor. ¡Ah! No es esto, ¡ojalá lo fuera! querer hacer del declamador, para acabar estrepitosamente esta memoria. El año pasado último se habían ya en este día leido 17 escritos, entre los cuales hay algunas colecciones de 6, y de 10 obras; en cuatro meses que han corrido del actual, el más infeliz de todos los de nuestro congreso, há ya tres enteros no interrumpidos, que no se presenta uno siquiera de los discursos prometidos en la serie. Las lecturas extraordinarias que pudieran cubrir esta falta, han desaparecido del todo. Faltó el estímulo: faltó entre nosotros el pudor de no trabajar, y no tenemos empacho de dejar vacías las juntas que ofrecimos llenar con nuestros escritos, pareciendo en ellas con una tranquilidad apetecible, á no ser hija de la indolencia. Ved aquí las actas del año de 99. Si ha de existir nuestra Academia, ha de existir por la aplicación: el abandono actual la lleva directamente á su ruina. Académicos: yo

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