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ADICIONES Y CORRECCIONES

DE

D. JUSTINO MATUTE

AL TOMO IX. DEL VIAJE DE ESPAÑA DE D. ANTONIO PONZ

CARTA II.

(Continuación).

Esta tuvo principio en el Archivo de la Catedral (1), en el que, á principios del siglo XV, había ya una buena colección de manuscritos (2); y en el año de 1454, es decir,

(1) A ningún hombre, conocedor de la suntuosidad del arte cristiano, podrá ocurrir la idea de averiguar en los archivos, cuándo tuvo principio la primitiva Librería de la Catedral de Sevilla. Al nacer la arquitectura de las grandes Basílicas, la Biblioteca forma parte de sus claustros exteriores y es to mismo es lo que, estudiando la historia de nuestro primer Templo, se desprende de las averiguaciones, no muchos años después de haber arroja. do el Santo Rey don Fernando á la morisma de la mezquita sevillana y de haber sido ésta consagrada al culto católico en honor y bajo la advocación de Santa Maria. J. V. R.

(2) Consérvanse en poder de esta Biblioteca Capitular Códices tan preciados y de tan remota antigüedad, que bien pudiera referirse el principio de su librería á fines del siglo XIII 6 principios del XIV.

En un inventario de las alhajas de la Fábrica, formado en el año de 1596, á su fólio 51, se hace relación de 80 cuerpos de libros, trasladados posteriormente, en 1608, de la Sacristía á la Biblioteca, y en él se lee lo siguiente: «Una Biblia de dos cuerpos escripta de mano en pergamino, con

TOMO II

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antes de la muerte de Colón 85 años, había competente número de impresos, de todo lo cual hizo un índice en

sus viñetas al rededor iluminada en cada plana. Son ambos cubiertos de hoja de plata con armas de castillos y leones y tiene cada tabla un aspa de San Andrés de plata clavada en cinco bollones de plata y cada una con dos texillos con dos manetas de plata para cerrar. Están aforrados en más viejo: faltan algunos pedazuelos de plata de la guarnición».

un Riço

Según el entendido archivero que fué de esta Santa Iglesia, D. Antonio Sanmartín y Castillo, la Biblia aludida es la misma que se conserva en la Biblioteca, conocida por la de Pedro de Pamplona, á causa de estar suscrita con el nombre de tan notable artista. El expresado Archivero Capitular, en carta inédita, dirigida al Sr. D. Antonio Espinosa y Cárcel, cuyo original existe en la Bib. Colomb., se expresa de este modo: estas >señales coinciden con las de una de las Biblias que, procedentes de San > Luís, rey de Francia, dejó el rey D. Alonso el Sábio á su hijo y heredero >D. Sancho en el testamento otorgado ante Juan Andrés en 22 de Enero, >era 1322, que dice así: E mandamos otro si que las dos biblias, e tres libros de letra gruesa cubiertos de plata, e la otra en tres libros estoriada que nos dio el rey Luis de Francia.... que lo haya todo aquel que en derecho por nos »heredare el nuestro señorio mayor de Castilla e Leon».

No ignoramos que algunos modernos, han llegado á poner en duda la procedencia de esta Biblia. Nosotros, al contrario, consideramos racional el rendir tributo de asentimiento á la cláusula citada de aquel solemne documento, anteponiéndola á las inspiraciones de una opinión particular.

La Biblia de Pedro de Pamplona, guardada actualmente en los estantes de la Biblioteca, compónese en efecto de dos tomos en finísima menibrana con adornos y viñetas de oro y colores, cuyo dibujo y tosca pintura anuncian el arte románico en toda su sencillez con airosas reminicencias del simbolismo gentilico oriental; y aunque por el trascurso de muchos siglos, ya en el XVII había perdido las guarniciones exteriores de plata, todavía en sus cubiertas de madera y becerro se descubren marcadas las señales de las aspas que estuvieron clavadas con cabecillas de alambre del mismo metal, cuyos restos aún pueden verse hoy, así como también los agujeros de los cinco bollones con que las aspas estuvieron sujetas.

Aun cuando lo que acabamos de exponer no sea una prueba directa de la antigüedad de la Biblioteca, podemos no obstante suponer con gran des visos de probabilidad, que la Biblia de Pedro de Pamplona fué donada á este Cabildo por el Rey D. Sancho IV, por existir ya la Librería y conservarse coleccionados algunos códices en los claustros exteriores de la antigua Mezquita.

No faltan tampoco datos de su existencia en el siglo XIV. El Arzobispo D. Pedro Barroso en 21 de Junio de 1381, hizo donación de todos sus libros á la Fábrica de la Catedral ante Pedro Estevan, Beneficiado de Santa María y Santiago de Medina Sidonia, Notario Apostólico, como escribe el Dr. D. Ambrosio de la Cuesta en su ms. en folio, que existe en esta Biblioteca.

1522 el Archidiacono, ó Arcediano de Reina D. Luís de Puerta (1).

No queremos ocuparnos de otros códices notabilísimos que atesora la Biblioteca, correspondientes á la décima cuarta centuria, por no prolongar esta nota. El magnífico Pontifical Hispalense, gran in folio, en pergamino finísimo, con sorprendentes viñetas, figuras y adornos del arte ojival, que mandó hacer en 1390 el Obispo Juan de Calahorra y de la Calzada; el inapreciable manuscrito, también en fólio, titulado el Tesoro de Brunetto Latino, traducido al romance, y otros inuchos pertenecientes á la Santa Iglesia, nos ofrecerían ocasión para mayores investigaciones.

Sabido es también que con el fin de proveer á la más eficaz conservación de su Librería, el Cabildo eclesiástico consiguió en 9 de Julio de 1459 bula de Nicolao V con excomunión mayor reservada al Sumo Pontífice, ménos in articulo mortis, contra los que tuvieran 6 sacaran libros, etiam de consensu Capituli, aunque fueran Reyes, Cardenales, Arzobispos ó cualquiera otra dignidad: y que, posteriormente, en 7 de Agosto de 1460, á petición del mismo Cuerpo Capitular, el Pontífice Pío V expidió otra bula, permitiendo sacar libros cum consensu Capituli, pero dejando subsistentes las anteriores censuras.

(1) Consérvase en la Biblioteca el antiguo inventario de los libros, á que se refiere D. Justino, formado en 1522, diez y siete años antes del fallecimiento de D. Fernando Colón, y treinta anteriores al en que se trasladaron desde el convento de San Pablo á los claustros exteriores de la Catedral y se incorporaron á la librería del Cabildo los famosos libros del hijo del Almirante. Dicho inventario se extendió ante Juan Suarez, Notario Apostólico, dándose el cargo de Estacionario de la librería, á Alfonso de Ordiales con cualidad de depositario, y con la obligación de sujetarse en persona y bienes á responder de los libros en caso de hurto ó desaparición.

Hízose constar en esta escritura, que la librería se encontraba entonces situada en el Claustro de la Iglesia, y esto nos induce á precisar el lugar de su instalación, que ha pasado generalmente desapercibido por los modernos escritores de la Biblioteca.

Mandose por el emperador Cárlos V y el rey D. Felipe II que los

cuerpos de San Fernando demás personas reales, depositados en la antigua Capilla Real, fuesen trasladados al sitio donde estaba la Librería de la Catedral, que es el que ahora tiene el Sagrario nuevo y que se decía la Librería, libre y desocupada (son las mismas palabras de la Real Cédula, dada en Valladolid). En su cumplimiento los Capellanes Reales costearon el traspaso de los libros, los gastos de reparación del local y los que importó la traslación de los Reales Cuerpos, como aparece del acta Capitular de 3 de Marzo de 1543, que mencionan Muñiz, en su Insinuación apologética, ms. en 4.o, autógrafo, que se conserva en esta Biblioteca, Quintana Dueñas, página 204 de su Vida del Santo Rey y Morgado, lib. 4.o, cap. 7.

En este año de 1543, fué trasladada la Librería capitular de su antigue local situado en donde se halla hoy construido el Sagrario, como afirmo el mismo Muñiz, del Claustro de los cavalleros, que era junto á gradas, en

Muerto Colón, se agregaron los libros que había á su riquísima donación, de los que se formó nuevo índice por el Canónigo D. Juan de Loaisa en 1584, que se con

el sitio donde está ahora el Sagrario nuebo á la nave de enfrente, en el Patio de los naranjos, donde se conserva en la actualidad.

Esta traslación debió influir desfavorablemente en la suerte y conser. vación de los libros, pues el Cabildo no tuvo tiempo, por el pronto, de construir un local á propósito para darles conveniente alojamiento, llevándolo á efecto más adelante, como se desprende de lo que acaeció en los años siguientes.

Había fallecido D. Fernando Colón el día 12 de Julio de 1539, dejando dispuesto en su testamento que su Librería, pasase á su sobrino Don Luis con rentas suficientes para poder invertir en el aumento y conservación de los libros 100.000 maravedises anuales, y que en el caso de no aceptar D. Luís el legado bajo las condiciones expresadas en la cláusula, la Fábrica de la Iglesia Mayor recibiera la citada Librería con las mismas rentas: y que si, por último, no aceptase el Cabildo Eclesiástico, los Religiosos del Real Convento de San Pablo de esta ciudad, se harían cargo del legado con sus beneficios y gravámenes 6 cargas,

Al efecto dejó D. Fernando sus casas principales con todo su muelle y una huerta, ordenando que por su muerte se enagenasen dichas propiedades y con su producto se comprase renta suficiente á producir los cinco mil maravedises.

Ausente el heredero D. Luís en las islas recientemente descubiertas por su abuelo D. Cristóbal, nada se dispuso con respecto la Libreria en los cinco años posteriores al fallecimiento de D. Fernando. En 7 de Abril de 1544 la Sra. D.a María de Toledo, madre del menor D. Luís, otorgó escritura pública en nombre de su hijo con los Religiosos del monasterio de San Pablo, y mediante ciertas cláusulas, depositó la Librería en aquel convento, contrariando así la voluntad del testador, que había designado en segundo lugar á la Fábrica de la Iglesia Mayor, para el caso previsto de que no se hiciera cargo el heredero D. Luís. Acaso D.a María de Toledo y los religiosos de San Pablo, creyeron erróneamente llegado el caso de la segunda sustitución en el legado, por encontrarse el Cabildo eclesiástico sin local preparado para la Librería en dicho año, á causa de la traslación de los Reales Cuerpos.

La Corporación Capitular, preferida por D. Fernando Colón entre todas las demás para poseer la Librería, sin duda porque el sabio testador reconoció en ella superior cultura y amor á los libros, promovió, como era consiguiente, pleito al Convento de Domínicos, que falló definitivamente la Chancillería de Granada en 19 de Marzo de 1552, mandando que los reverendos padres entregasen la Librería á la Catedral, prévia prestación, por parte del Cabildo, de una fianza de 10.000 escudos de oro, cuya condición se cumplió enseguida por medio de escritura pública, como aparece de la copia que se conserva en el archivo Capitular y corre impresa en algunas publicaciones.

serva, como asímismo, parte del que dejó Colón con sus libros: el de éste está repartido en nueve volúmenes en 4.o; pero no bastando ninguno de éstos para el manejo de la Biblioteca, que al paso que han faltado muchos, se ha enriquecido con otros, se ha hecho uno en 1783, por Don Rafael Tabares, empleado en ella, (*) el que se compone de tres tomos foliados, siendo el 1.° de Mss., el 2.° de impresos y el 3.o de materias. El dicho Tabares ha hecho

Reclamó el Cabildo las rentas que había dejado el testador para atender al aumento y conservación de la Librería, y repitió en este sentido sin resultado varias gestiones, durante algunos años, como consta de diversos acuerdos capitulares. Al conocido escritor norte-americano Mr. Harrisse, en su folleto intitulado D. Fernando Colón historiador de su padre se deben minuciosas noticias, de las cuales se deduce que el Cabildo eclesiástico de Sevilla ha venido en todo tiempo atendiendo, según sus facultades á los gastos de conservación de la Librería Fernandina; sin haber nunca reci. bido las rentas cuantiosas, dejadas con este objeto por su fundador.

En efecto, aunque el analista Zúñiga, se refiere al año de 1602, consta que fué en 14 de Marzo de 1594 cuando, por medio de escritura pública, otorgada ante Juan de Tordesillas, Escribano público de esta ciudad, se compraron en venta judicial las casas que fueron del Almirante y otras á ellas anejas por Fr. Francisco Beaumont, quien con Fr. Alonso Henriquez de Toledo fundó después el colegio de San Laureano de Mercenarios calzados fuera de la puerta de Goles, (hoy Real) en casas y almacenes en que D. Fernando Colón pensaba poner su Librería y Academia.

En la oficina de Hacienda de esta provincia, de donde se han tomado los anteriores datos, consta además que dicha casa y otras, en virtud de cédula de S. M. se vendieron por bienes de Pedro Juan Leardo, banquero de nación genovés. Este las heredaría probablemente de su padre Francisco Leardo, acreedor de D. Fernando por la cantidad de 231.831 maravedises. Hasta aquí Mr. Harrisse.

Debieron, pues, adjudicarse en pago las casas al acreedor de la testamentaría, después de trasmitida su propiedad al heredero D. Luís; lo cual parece comprobar la denominación de casas del Almirante, dignidad que no recibió D. Fernando; y por tanto, no pudieron enagenarse nunca ni convertirse en las rentas destinadas para el aumento y conservación de los libros Fernandinos.

Acerca de la huerta se sabe únicamente que siendo de la propiedad de los religiosos del convento llamado del Pópulo, cuando se dieron las leyes desamortizadoras y desvinculadoras, fué vendido á un particular.=J. V. R. Por muerte de algunos capitulares, acaecida después de escrita esta carta, han entrado muchos libros, por lo que en el día quizá pasen de 12.000 volúmenes, habiendo sido forzoso formar un largo suplemento á dicho índice.

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