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una prefacción al tomo primero, en la que se contiene la historia de esta Biblioteca, de donde he extractado lo que llevo dicho.

Consta en el día de más de nueve mil volúmenes (1) y

(1) Mucho se ha discutido y se discute aún en nuestros días, acerca del número de libros que llegó á reunir D. Fernando Colón en su famosa Librería, mientras estuvo situada fuera de la puerta de Goles.

Unos, como el Bachiller Juan Pérez, los calculan en 12.000, otros con Gomara en 13.000; quienes, (y son los más por haberse copiado mútuamente) en 20.000: asi Pero Mexía, Espinosa, Loaysa, Tabares &. Tampoco faltan otros que llegan á computarlos en 25.000, como Alfonso García Matamoros, que en su tratado De Academiis et Doctis viris Hispaniæ, aunque contemporáneo de Colón, habla en tiempo pasado, diciendo que la Fernandina (habuisse) había constado de 25.000 libros, de donde deducimos que en tiempo del mismo D. Fernando el número de sus libros venía en descenso. Ceán Bermúdez y Gonzalez de León, dedujeron también de los escritos de Loaysa que no pasaron de 10.000 tomos. La opinión seguida hoy parece fijarse en el número de 15.370 libros, según vemos en la Colección de documentos inéditos de la historia de España, tomo 16.-De estos escritores unos cuentan por volúmenes, otros por libros, quien por cuerpos de libros y quien por tomos, sin dignarse de explicar lo que cada uno entiende por esas palabras.

Opinamos con fundamento que no tiene ya razón de ser tanta divergencia, toda vez que se conoce en la Colombina el índice alfabético de todos los libros reunidos y colocados por D. Fernando en su Librería si. tuada fuera de la Puerta Real, Contiene dicho índice los nombres de los autores y títulos de las obras, y al lado de cada asiento preséntase subrayado el número respectivo del Registro, en el que D. Fernando anotaba los libros por el órden con que los adquiría. Y debe advertirse, que no solamente se encuentran incluidos en el índice alfabético los asientos por el órden de los nombres de los autores y títulos de los libros, sino también frecuentemente se han repetido los números respectivos á una misma obra, poniéndolos segunda vez por las primeras palabras del texto de cada una; lo cual hace al índice más extenso y voluminoso.

Por nuestras aficiones bibliográficas hemos repasado los números del índice varias veces, y no hemos encontrado otro más alto al de 15.161, que es el correspondiente al libro cuyas primeras palabras del texto son: En el nombre de Adonai &.

Con el mismo índice á la vista hemos podido cerciorarnos de que Colón solía poner el número respectivo del Registro no sólo á cada obra, como sin fundamento alguno se ha asegurado por algún escritor, sino á cada tomo también de una misma obra. En prueba de ello existen los diversos tomos de la Vita Christi del Cartuxano, señalados cada uno con un número correlativo del Registro, y otras obras que igualmente pudiéramos mencionar. Obsérvase asímismo que D. Fernando solía sustituir, para me jorar su librería, unas ediciones con otras, sin haberse cuidado á veces de

entre ellos infinitos raros y preciosos. De ediciones del siglo XV se pueden numerar más de 300, no siendo de me nos estimación los códices que posee. Entre estos los hay de mucho mérito, y sin embargo que la mayor parte son litúrgicos y Padres, pero siempre le cabe una buena porción á los demás ramos de literatura. Uno de los más antiguos, y que pertenece al siglo XII: es el Romance de Bruto, escrito en Lemosín por un tal Wase, en un tomo en 4.° vitela, al fin del cual se halla el nombre de su autor y año en que lo hizo: dice así:

hacer constar después en el índice la sustitución: de modo que los asientos no responden en estos casos á las ediciones realmente existentes en la Librería, en cuanto á las indicaciones del lugar, y fecha de impresión.

Hecha la confrontación del Índice con el Registro, corresponde ordinariamente la numeración, no á cada volúmen, sino á lo que hoy se denomina obra, aunque ésta sea un pequeño folleto de dos hojas nada más, y á veces á cada tomo de una misma obra, compuesta de varios. Asi es, que uu solo volúmen comprende muchos números del registro, tantos, cuantos folletos ó libros se hallan encuadernados bajo una misma cubierta. De lo que se infiere claramente que los miles de libros que calculan aquellos escritores, significan millares de obras, con folletos, ó libros más abaltados y de ningún modo volúmenes, los cuales pueden contener muchos libros.

Así contaba también su Librería el mismo D. Fernando Colón, según podemos juzgar examinando las notas autógrafas con que dejó señalados sus libros. Este libro (declara siempre en sus notas) costó tal precio en tal ciudad á tal fecha: y á continuación le asignaba el número del registro; con cuya denominación de libros dejaba computados en el registro, así un diminuto folleto de algunas hojas, como una obra didáctica de gran tamaño. Nosotros hemos examinado en la Colombina algún volúmen comprensivo de sesenta folletos ú obras distintas, cada cual en su respectivo número del Registro.

De todo lo cual resulta, cuanto se engañan los que cuentan los volúmenes existentes en la actualidad en la Colombina, para averiguar las faltas ocurridas, y echan de ménos por muchos millares los ejemplares que se dice contuvo la Librería de D. Fernando. En tiempos del prebendado Loaysa se reencuadernaron más de dos mil libros de Colón, formándose colecciones de diversos ó varios bajo una misma cubierta, con arreglo á la división más importante de las diversas materias. Así es que en dos ó tres mil volúmenes pueden estar contenidos seis ó nueve mil libros, por razón de esas encuadernaciones, ó por las que se hicieron en tiempo de D. Fer6 nando, muchas de las cuales consérvanse aún con sus pastas primitivas. —J. V. R.

Puis que Deus encarnaciun
Prist pur nre. redemptiun

Mil et cent, en cinquante et cinc añz

Fist Maistre Wacce cevt romanz.

Hay algún otro códice de este siglo, pero son más en número los del siguiente y XIV. Del siglo XIII es un códice que contiene la versión castellana de los seis primeros libros de las Decretales, el que carece de principio y fin; y de este tiempo es una suma moral de Juan de Dios, canónigo de Lisboa en vitela, la que está firmada en 1247. Esta juzgo que fué una de las primeras sumas morales que salieron en España después que dió la norma San Raimundo de Peñafort con su suma de casos de conciencia.

(Se continuará).

LA SANTA CARIDAD

(Continuación).

II.

OTROS DONATIVOS.--EL HOSPICIO

El anterior relato explica los progresos de esta casa y á quien se debe su estado actual, relativamente próspero. Pero faltan algunas noticias, que consignaré brevemente, para no hacer cansada esta reseña, que por otra parte creo necesaria.

Las vicisitudes del presente siglo y las leyes promulgadas en los últimos años, han hecho más transitorias las donaciones, pero no ménos frecuentes. Sin contar los excesivos gastos del culto, costeados casi en totalidad por el Hermano que anualmente ejerce el cargo de Prioste, una parte de los que ocasiona la manutención de los pobres, se cubre con limosnas de los demás, porque son pocos los que, disfrutando de algunos bienes, no dejaron en sus testamentos alguna limosna. Y eso que el Estado las disminuye, exigiendo contra razón y justicia el diez por ciento de su importe.

TOMO II

27

Constan en las cuentas anuales, que presenta la Junta de Gobierno á los Hermanos, los donativos de los ilustres Prelados que desde 1800 hasta la fecha, han venido sucediéndose en la silla de San Isidoro, y que han contribuido á realizar importantes reformas, sin gravámen de los fondos del establecimiento, y por consiguiente, sus nombres deben agregarse al extenso catálogo de los bienhechores. Entre ellos son dignos de mencionarse los Sermos. Sres. Infantes Duques de Montpensier, que han hecho varias limosnas, manifestando particular predilección por un instituto, que se honra al contarlos en su seno.

El Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, ha contribuido también á la conservación y mejora de la casa, con algunas limosnas, especialmente la cesión de losas de mármol que al destruirse el Cementerio público de San Sebastián quedaron sin uso y se aplicaron á renovar los pavimentos de las enfermerías, sustituyendo los ladrillos antiguos.

Los actuales Hermanos, cuyos nombres no cito para no lastimar su modestia, han hecho mejoras importantes en la Iglesia, costeando un zócalo de mármoles blancos y de colores, y otras obras de utilidad y conveniencia, con el producto de suscriciones voluntarias; y á ellos se debe el aspecto verdaderamente agradable del edificio, porque los Hospitales de Sevilla, y sobre todo el de que me ocupo, no presentan el de la mansión siempre triste, ocupada por los enfermos.

Quiero terminar este capítulo, con la indicación de otra obra de misericordia que ocasiona asímismo un gasto diario á los Hermanos encargados de practicarla. Me refiero al socorro de los transeuntes (el Hospicio), á quienes durante tres noches se ofrece lumbre, cena y cama, para evitarles en lo posible, que sufran los rigores de las estaciones, y sobre todo las lluvias y el frío. Esto se verifica en

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