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un local independiente, que como recordará el lector, fué la primera creación del venerable Mañara.

Extraño parece el sitio, porque no contiene otros muebles que los humildes tablados de las camas y un gran hogar formando círculo con dos hileras de asientos.

Cuando la luz del crepúsculo vespertino empieza á extinguirse, se abren las puertas de este asilo, que está independiente del Hospital, y los Hermanos, acompañados del Capellán de semana, esperan de pié la llegada de los huéspedes. No siempre son estos mendigos ambulantes y muchos revelan en sus fisonomías que han pertenecido á una clase más elevada; también los he visto con menos abrigo del que se necesita para hacer soportable la existencia.

Una vez reunidos, empieza el reparto de los alimentos consistente en un pan, costeado por los Hermanos que tienen á su cargo este servicio durante el mes, y un plato de verduras condimentada, si han quedado sobrantes de la comida, ó una buena sopa, que sirven personalmente los mismos Hermanos, quienes al entregarla, saludan al pobre pronunciando el grato nombre de Ave María Purísima.

He observado en algunos extranjeros cierta agradable sorpresa al recibir la limosna de un modo tan humilde. También he visto, con honda pena, la codicia con que algunos hombres devoraban los alimentos, por primera y se gunda vez; pero por fortuna hubo siempre cantidad bastante para satisfacerlos, y cuando nó se traían en el acto de la cena de los hospitalados. Después, todos los presentes se ponen de rodillas y dedican cortos momentos á las oraciones que prescribe la regla, guiadas por el capellán asistente. Concluidas se retiran los Hermanos.

Entonces se dirigen todos á ocupar definitivamente. sus puestos en el hogar, y un observador ó un artista, en

contrarían grandes modelos en los rasgos de aquellos rostros sombríos que iluminan de un modo fantástico las llamas bienhechoras alimentadas durante dos siglos por el esfuerzo de la caridad cristiana.

Una palabra y concluyo. Algunos, al salir por las mañanas, llevan una prenda de vestuario que cubra su desnudez, y algún óbolo entregado misteriosamente por los que todavía ven en el pobre la imágen viva de Jesús.

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PARTE TERCERA.

I.

DESCRIPCIÓN.--LOS HERMANOS MAYORES

L edificio Hospital de la Santa Caridad, se diferencia poco en su aspecto exterior al de una casa de buena apariencia, de las construidas en Sevilla durante el siglo XVII. Únicamente la fachada de la Iglesia, que está cercada por un atrio, hace comprender se trata de un establecimiento de importancia, porque además de sus buenas proporciones, la embellecen magníficos azulejos, trabajados en las fábricas de Triana, que se consideran como la mejor obra de su género. Parece que fueron pietados con dibujos de D. Juan Valdés Leal ó Murillo, y forman una colección de cinco cuadros. Los de la parte inferior representan á San Jorge y Santiago, los de la superior la Fé y la Esperanza, terminando con la Caridad.

El zaguán es espacioso y tiene á su frente la puerta de entrada á dos grandes patios que sostienen en el piso

bajo ligeras columnas de marmol, y que están unidos por una galería de agradable aspecto. En los centros hay dos. fuentes, también de marmol, con estátuas de la escuela italiana, de tamaño natural, que son la Misericordia y la Caridad, rodeadas de figuras pequeñas alusivas. Son notables por su correcto dibujo, pero más que todo por la noble espresión de las cabezas y el plegado de sus ropas.

En estos patios se hallan las oficinas de la Hermandad, el despacho del Hermano mayor, el del Secretario, la sala de juntas para el verano, la habitación de recibo de las Hermanas de Caridad, una pequeña sala de curación llamada de socorro y los tránsitos á las enfermerías y la Iglesia.

Las salas ocupadas por los enfermos incurables, que son 5 y contienen 180 camas; se eleva su pavimento Im 25 sobre el piso de los patios, lo que las libra de las inundaciones del Guadalquivir y las hace cómodas para todas las estaciones del año. Las principales están cubiertas con bóvedas que sostienen columnas y arcos, y la ventilación es proporcionada. Cada cama tiene á su cabecera el nombre de un Santo.

Contiguo á una de estas salas, existe un pequeño jardín con arrayanes, en que se conservan elevados sobre el muro siete rosales que plantó D. Miguel de Mañara y que aún producen flores, como atestigua una lápida de marmol.

PISO ALTO.

Lo ocupan las habitaciones de los Capellanes, las que sirvieron al fundador, y la sala de Cabildos propiamente dicha y otras oficinas.

En su frente se halla un retrato del V. Mañara, ejecutado con grande acierto, corrección de dibujo y brillante

colorido por D. Juan de Valdés. Aparece de cuerpo entero sentado en el bufete y como si estuviera presidiendo un Cabildo.

Por cierto que puede apreciarse la exactitud con que fueron reproducidos los accidentes de esta sala, que han variado muy poco en dos siglos.

Debajo del retrato y encerrados en una cristalera está la espada y un cubierto de plata que usó D. Miguel: á los lados el memorial autógrafo de éste, pidiendo su admisión en la Hermandad y el que presentó Bartolomé Estéban Murillo con el mismo objeto.

Hay también los retratos de varios Hermanos, colocación sin órden cronológico de derecha á izquierda, en la siguiente:

D. Nicolás Antonio, célebre escritor sevillano.

El Venerable P. Fernando de Contreras.

D. Juan Antonio Ponce de León, Conde de Cantillana.
D. Miguel de Carvajal y Mendieta, Conde del Cazal.
El V. P. Fernando de Mata.

D. Jaime de Palafox, Arzobispo de Sevilla.

El P. Tirso Gonzalez XII, general de la Compañía de Jesús.

D. Manuel Oviedo y Díaz Galindo, pintado por un artista de Burdeos.

D. José Carrillo de Albornoz, Duque de Montemar.
D. Nicolás Maestre Tous de Monsalve.

Fr. Salvador Joaquín de Sevilla, conocido por el Padre Verita.

D. Teodomiro Ignacio Díaz de la Vega, Prepósito de la Congregación de San Felipe Neri.

D. José Masnata.

D. Ambrosio Ignacio de Spínola, Arzobispo de Sevilla.

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