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noso, quien debía trabajarlo según las ideas de la Academia, y presentarlo en el día último de aquel mes, para que su aprobación le diese fuerza de Estatutos. Más en tanto no sufría estar ociosa la aplicación de los Académicos. Determinaron, pués, continuar diariamente sus juntas para oir más de propósito la explicación y lectura comenzadas como un pasatiempo, cuyo desempeño confiaron á los que se habían encargado en ellas voluntariamente. Y para que estas concurrencias tuviesen desde su principio más solidez que una conversación familiar, se nombró interinamente para presidirlas á D. Narciso Tolezano, y á D. Joseph Roldán para extender en un libro las determinaciones.

PRIMERA ÉPOCA

DE LA

ACADEMIA

APROBACIÓN DE LOS ESTATUTOS

B

ESDE el día siguiente á la erección comenzaron y continuaban sin intermisión las juntas en las casas del Presidente. Había éste leido á pocos días una Oración inaugural, que fué la primera obra presentada á la Academia por sus indivíduos, los cuales todos se destinaron argumentos sobre que disertar sucesivamente: no porque se creyesen capaces de formar un discurso original, lleno de erudición y filosofía, sino por ejercitar el estilo, y familiarizarse con este manejo las doctrinas, y ayudar además por su parte á sostener los trabajos de la Academia. Éstos recibieron un método más exacto por los nuevos estatutos aprobados en el día 31 de Mayo; cuyos principales artículos, ora tocantes á los ejercicios literarios, ora al gobierno de las juntas, deben tener cabida en nuestra historia, para dar á conocer la índole del Cuerpo, desde su nacimiento mismo, y deben reducirse

á pocas palabras, para no fastidiar con razonamientos y menudencias prolijas, que han logrado ya su lugar debido en nuestras actas.

Ante todo muestra su piedad la Academia, eligiendo por su Protectora á la Santísima Virgen en el misterio del su Concepción Inmaculada, en cuyo elogio debe hacerse anualmente una obra de poesía, ó elocuencia.

Las Juntas han de ser sólo los domingos y jueves de cada semana, y en aquéllas se leerán en lengua castellana, ó tal vez latina los discursos elegidos voluntariamente por los Académicos: bien en todos, si llegase á bastar para este trabajo el número de indivíduos, bien en algunos, guardando el órden y período que se determinare, según las circunstancias. De estos escritos se darán á censura aquéllos, cuya materia ó desempeño parezca exigir nueva discusión á juicio del Presidente, permitiéndose al autor defender su obra una vez; en la inteligencia de que han de hacerse por escrito estas censuras y vindicaciones, y de que todos los papeles se han de archivar en Secretaría. A todos los disertantes han de oponerse dos dificultades en oración suelta al estilo Académico.

Empero no son estas las tareas que merecen la primera atención de la Academia: esta es una Escuela destinada para aprender, y no puede haber en ella ministerio más augusto que el de la enseñanza. Hánse, pues, de explicar sucesivamente con filosofía y solidez las facultades que abraza su Instituto; las cuales por un artículo se limitan con precisión á la Historia política y literaria, al estudio de las lenguas, á la poesía, á la oratoria, á la mitología, y á la anticuaria, extendiéndose también á la cronología y geografía, como indispensables para el conocimiento de la historia. Esta explicación debe llenar una parte de la Junta, destinándose la otra á la lectura re

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flexionada de alguna obra excelente de humanidades. Ved aquí, en suma, los ejercicios todos de la Academia, á los cuales el indivíduo que se negare sin causas legítimas, ó dejare de asistir á las Juntas por seis meses no interrumpidos, debe ser expulsado del congreso.

Tendrá éste para su mayor consistencia y formalidad un presidente que gobierne y autorice sus juntas, un censor que cele la observancia de sus estatutos, y un secretario que extienda sus acuerdos, cuyos empleos se proveerán cada tres meses. Deben admitirse al Congreso aquellos que deseen dedicarse al estudio de las Bellas Letras, de cualquier estado ó condición que fueren, con tal que no pase de veinte el número total de los indivíduos. Estos son en compendio los Estatutos más dignos de atención, á que se añaden muchos comunes á otras Juntas, acerca de la economía de las sesiones, los que pareció conveniente insertar, para obviar dudas y disturbios, dañosos en un Cuerpo naciente. Después de su aprobación, y para principiar á cumplirlos, se pasó al nombramiento de los empleos, reeligiéndose al Presidente y Secretario, y nombrando Censor á D. Félix Reinoso, á quien se cometió también por aquel año el elogio de nuestra Protectora, cuya imágen se mandó poner en la Sala, donde se juntase la Academia. Acordóse además en la misma Junta, que cada dos semanas se leyese una disertación. Tanta era la aplicación que había en tan corto número de indivíduos.

Vése en los dichos reglamentos la solidez y formalidad, que pretenden dar á la Academia sus erectores, la buena fé, el celo y ardor que los animaba y el estado de sus conocimientos en materia de literatura. Se manifiesta en ellos el carácter de unos jóvenes, deseosos sinceramente de aprender, con algunas ideas de buen gusto, pero resabiados en mucha parte de las costumbres de la Escuela.

Es una muestra de la sinceridad conque procedían, dejar al arbítrio del Presidente, que destinase á la censura solos los escritos que diesen márgen á un nuevo tratado; mas esta era una elección odiosa, en que podía influir la parcialidad alguna vez, y que siempre había de producir quejas en los censurados. Así fué que este ejercicio, el más fructuoso de todos en nuestros días, jamás prosperó en los primeros años de la Academia, bajo cuyo plan antiguo se censuraron tan sólo cuatro obras, á pesar de conocerse bien la utilidad de estas críticas, y de haberse determinado cerca de dos años después de la erección, que se hiciesen en adelante con más frecuencia, acuerdo que no pudo recabar una sola censura en su cumplimiento. Tan inasequible y contradictorio es en un cuerpo todo lo que respira acepción desigual de sus indivíduos.

No en todos los fundadores de la Academia ardía un amor igual y desinteresado al cultivo de las humanidades. Muchos de ellos pretendían sólo adquirirse á poco trabajo alguna utilidad relativa al estudio de las ciencias que profesaban; ideas que estorbaron mucho las creces de la Academia en sus principios, y que si hubiera prevalecido largo tiempo, hubiera causado su ruina. Las letras deben estudiarse por el mérito intrínseco que tienen en sí mismas; y estas conformaciones y relaciones de facultades, entendidas mezquinamente, hace que no se aprendan bien y con filosofía, y que los estudiosos de una ciencia se contenten, cuando más, con un enjuague, que llaman tintura, de las facultades más vecinas, que sirve tan sólo para engreirlos, y hacerlos charlar soberanamente de lo que no entienden. Yo no me opongo á que un profesor se entregue con ménos empeño á las letras de erudición, que al objeto principal de sus estudios; mas sé cierto, que las artes deben saberse por principios, y que siendo todas una cadena

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