de las Comunidades las hazañas le premia con cargos, con oficios, XXXVII. <De no ménos valor y hermosura del mismo D. Luís tres hijas veo, D.a BEATRIZ, que dada á Vesta pura menospreciara el tálamo himmeneo: D.a FRANCISCA, en quien la parca dura en su primera edad hará trofeo y D. JUANA, todas hijas dinas de tal padre y de ser ellas divinas». XXXVIII. De D. FRANCISCO, de quien hecha queda memoria arriba, ahora quiero darte nueva memoria, porque en ella pueda de lo que de él te prometí informarte: el tiempo en éste, ni la instable rueda de borrar su alabanza serán parte, que el nombre tuyo nos promete el cielo por tu parte, que eterno sea en el suelo». XXXIX. «Este famoso Príncipe, el estado del Duque de Beltrán habrá en herencia por ser hijo mayor, y á quien el hado señala en tu excelente descendencia: y de él al siglo un hijo ha de ser dado que en su valor, su esfuerzo y su prudencia la gloria y explendor sea del Oriente, y el blason claro de su ilustre gente». XL. «Tu nombre heredará, y el del abuelo glorioso, y de entrambos la memoria con claros hechos, que enriquezca el suelo como á su alma lo harán de gloria: y de este D. Beltrán que te revelo, de esta de quien promete heróica historia la edad, de este se espera un escogido bando, por quien serás esclarecido >. XLI. «Levanta ahora la memoria y cuenta un D. PEDRO, un D. JUAN, un D. BENITO de quien la fama ántes de ser intenta alabar el valor suyo infinito: un D. CRISTÓBAL, que de la sangrienta disciplina de Marte, no hay escrito con quien le dén igual, aunque sea el fiero á quien contó Annibal por primero». XLII. «¿Qué imperio humano sin merced divina puede de D. ALONSO DE LA CUEVA decir las partes y alabanza dignas y gloria, en que la tuya se renueva? Tienen dirá su esfuerzo, y peregrina XLIII. De éste procederá un esclarecido. hijo, cuya grandeza y valentía, cuyo celeste ingenio conocido desde Hesperia será do nace el día: el gran Philipo de él será servido, será del siglo honor, de Marte guía D. LUÍS DE LA CUEBA Y BENAVIDES, en quien Beroso se hallará y Euclides». XLIV. «De los hijos que de él habrá famosos no puede narración que sea tan breve: pues entre los más dignos, y gloriosos cualquiera de ellos asentarse debe: un D. ALONSO que los sonorosos plectros del coro soberano mueve, y un D. JUAN DE MENDOZA que declara. de abuelo y padre la progenie clara>. Se continuará. HISTORIA DE LA ACADEMIA DE LETRAS HUMANAS DE SEVILLA, DESDE SU ESTABLECIMIENTO HASTA EL IO DE MAYO DE 1799, POR D. FÉLIX JOSÉ REINOSO, ACADÉMICO Y SECRETARIO DE LA MISMA. Continuación. Ayudó en gran parte á rectificar el buen gusto en la poesía, la contínua lección de nuestros más célebres líricos; de Garcilaso en el estilo de Teócrito, de León en el de Horacio y de Villegas en el de Anacreonte. Leyéronse también como ejemplares de la tragedia, la Atalia y la Jaira por las traducciones de Llaguno y de Huerta. En cuanto á los escritos en prosa, queriendo la Academia mejorarlos radicalmente, reformando la elección de los argumentos, cuando vulgares, cuando agenos de su instituto, vicio que no había podido desterrarse del todo, arbitró la formación de un índice ó nomenclatura de programas filosóficos y originales cuanto se pudiese, tomados de aquellos ramos de las humanidades, que más diesen materia á la meditación, y que fuesen más útiles á la instrucción de los Томо и 7 indivíduos, obligándolos á que hubiesen de contener la elección dentro sus límites. El trabajo de este repertorio sedistribuyó por artículos; y sin embargo de no haberse logrado su complemento después de reiterados acuerdos, por la repugnancia que manifestó siempre una gran parte en que se cohartase la libertad en el escogimiento de materias, se mejoró este notablemente, habiéndose oido en las juntas varios argumentos que se destinaban para su formación. Conoció la Academia que no todas las facultades, que había admitido, eran igualmente proporcionadas para explicarse. Por lo cual, ántes de concluirse la oratoria, determinó que sólo ésta y la poesía ocupasen el lugar de la explicación, y las demás se leyesen sucesivamente, añadiendo las reflexiones oportunas, en el tiempo destinado á la lectura de los autores. No todos los académicos tenían el ardor necesario para emprender unas tareas, que al mismo tiempo de recibir su perfección, hacían más dificultoso su desempeño. Para obviar, pues, la inaplicación y poca insistencia, se estrechó el término señalado por estatutos para la explicación, reduciéndolo á sólo un mes; pues sucedía frecuentemente, que un indivíduo desaplicado evitaba esta pena con facilidad, asistiendo á dos ó tres juntas anuales. Si la Academia ha de promover la emulación, creadora de los estudios, no debe sufrir en su seno jamás tales ejemplos, que respiran primero, y llegan á apagar en breve la aplicación general. |