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SEGUNDA ÉPOCA

DE LA

ACADEMIA

ESTABLECIMIENTO DE PREMIOS

ABÍASE ya doblado el número de los académicos á fines del año de 94; pero al mismo

tiempo iban menguando los trabajos. Había más conocimientos en la junta: aquellos primeros indivíduos más instruidos y celosos hallaban entre los recibidos nuevamente algunos más penetrados de sus ideas, con quienes formar una pequeña compañía de mejor gusto, que era quien sostenía las tareas diarias, y á quien por aquel tiempo se cometieron algunas censuras. Así, descollando una corta porción de indivíduos entre muchos otros, que ni habían adquirido, ni se afanaban por adquirir las buenas ideas, había de resultar necesariamente, que éstos se intimidasen y enmudeciesen al fin, por el poco interés, con que miraban aquellos trabajos, que cada día se iban alejando más del círculo de sus estudios, parte por el empacho que les costaba leer sus obrecillas delante de los que sabían más. La docilidad sola y el deseo sincero de

aprender, hacen huir esta vergüenza, enemiga del aprovechamiento. Por otra parte, los más instruidos estaban de contínuo encargados en las explicaciones, lecciones y elogio de la protectora, trabajos que por estatuto, los exceptuaban de entrar en el turno de los disertantes. De esta manera iba desapareciendo por días y olvidándose la lectura de los discursos.

Para restablecer pués, los escritos, y animar la desmayada aplicación de los académicos, se determinó en junta de 30 de Agosto de 1795, celebrar un certámen literario dos veces al año, uno en 10 de Mayo, y otro en 8 de Diciembre, los días más augustos para el congreso, premiando á los vencedores con algunas obras pequeñas escojidas de humanidades. Señalóse el primero de estos certámenes para Mayo del año siguiente, eligiendo por juez, de consentimiento suyo, á D. Juan Pablo Forner, fiscal entónces de Su Magestad en esta Audiencia, quien hizo un alto aprecio de la justa memoria en que lo tenía la Academia. Fueron dos los programas propuestos, á saber: „un discurso para manifestar la diferencia entre el ,,estilo poético y oratorio, y hasta qué punto es lícito poeti„zar en las obras de elocuencia", y otro „sobre las causas „que en España han influido en los pocos progresos de la ,,elocuencia, señalando por mayor los defectos más nota,,bles, que se introdujeron en el estilo prosáico". Aunque no se conservase otro testimonio, que la elección de estos argumentos, bastaba ella sola para inspirar una idea ventajosa del gusto que reinaba ya en nuestra junta. Es admirable la rapidéz con que por este tiempo prosperaban las buenas ideas. En esta época criaba ya humanistas la Academia. Corto fué, cortísimo, yo lo he confesado con sinceridad, el número de los que aprovecharon; pero aprovecharon verdaderamente los académicos más antiguos

de nuestros dias, entre quienes hay algunos que pudieran nombrarse sin empacho en la série de los literatos de la nación, se instruyeron en aquella era. No puede, quien esto escribe, aspirar á entrar en este número; sino confesar á presencia de la Academia, que las ideas, cualesquiera que sean ellas, de buen gusto, que haya adquirido con la bella literatura, las debe todas, todas únicamente á su enseñanza.

El deseo de multiplicar y perfeccionar estas ideas, hizo pensar á la Academia en adquirirse algunos indivíduos, instruidos yá, que pudiesen coadyuvar con mayores conocimientos á su educación literaria. Con este fin recibió por académico, sin anteceder solicitación suya, al Dr. Don Manuel María de Arjona, sugeto conocido justamente en el pueblo por un humanista filósofo. Éste inspiró á la Junta la lectura del tratado de la elección y método de estudios por Fleuri; y queriendo aliviar el penoso trabajo de las disertaciones, casi abandonadas, para que la facilidad de su desempeño las restableciese, arbitró, de consentimiento con los demás, una especie de discursos verbales, ó llámense explicaciones de varios puntos filosóficos, que se distribuyeron por órden sobre el modo de enriquecer y aumentar la fuerza creadora del ingenio y de la fantasía, y la parte que deba concederse á cada una en las obras de elocuencia. Estos programas eran el cimiento de un tratado filosófico de retórica, que expuso más adelante el Sr. Arjona, nombrado por la junta para la explicación de esta facultad. Con el mismo fin de estimular á los académicos para acrecentar el número de los escritos, se estableció, por propuesta suya, un nuevo certámen de ménos empeño, que debía repetirse todos los meses, anunciando de antemano los argumentos para dos obras, una en verso y otra en prosa de corta extensión. Eligióse al mismo por

juez para el primero de estos certámenes, que se tuvo en 7 de Febrero del 96, en el que se declaró el premio de poesía á una bella oda del Lcdo. D. Joséph María Blanco, pidiendo á Apolo el restablecimiento de sus altares en Sevilla, la cual se halla inserta en nuestra colección; y el de prosa á un breve Discurso sobre las causas de la corrupción de la Oratoria sagrada en esta Ciudad, escrito por Mro. Don Francisco Rodriguez y García.

¿Más cómo podía sostenerse esta muchedumbre espantosa de tareas, por sólo tres ó cuatro indivíduos, que no subían de ahí los trabajadores? En todas las determinaciones de la Academia luce siempre este ardor propio de los jóvenes, que emprenden más de lo que han de cumplir, sin detenerse en medir sus fuerzas con maduréz. Y aún pienso que es útil sobremanera este ardor que parece inconsiderado. Tal es la debilidad de los hombres, general á todas las edades, que al fin se hastían del trabajo, y suelen no acabar todo lo que prometieron, cuando vista de léjos, les parecía menor la empresa. Conviene pués poner en compromiso esta flaqueza, imponiéndonos tal vez una obligación, que nos empeñe más allá de lo que podemos, para que cumplamos más bien lo que podemos. Es maravilloso, atendida la cortedad de los indivíduos, el número de trabajos, ya verbales, yá escritos, que se han desempeñado en la Academia: es muy más crecido el número de los que se han prometido desempeñar. Si se hubieran ofrecido tan sólo los que tuvieron cumplimiento, no fueran por cierto tan corpulentas nuestras actas. Está muy arraigada en los hombres la costumbre de dejar vacía una parte de sus deberes. Más yó hablo únicamente, de las obligaciones, que para estimularnos, nos imponemos en secreto; no de los ofrecimientos, que, según el actual estado de la Academia, suelen hacerse al público, en los cuales debe haber la certeza po

sible de su cumplimiento. En éstos ha mostrado nuestra junta, que sabe obrar, cuando es necesario, con una circunspección no juvenil, y pagar con usuras lo que promete.

Vinieron, por último, á olvidarse dentro de poco los premios menores. Aminoróse también al mismo tiempo, aunque por diversas causas, el número de asistentes á las juntas. La Academia juzgó necesario mudar de mansión, trasladándose, en tanto que se hallare otra más cómoda, según sus ideas, á las casas de D. Joséph María Blanco (1). Y sin embargo de haberse hecho esta traslación de consentimiento general, hubo indivíduos tan poco interesados en la asistencia, que no quisieron tomarse el trabajo de reconocer la nueva morada. Llegóse á poco tiempo el día señalado para la distribución de los premios, de los cuales se adjudicó el del discurso sobre la diferencia entre el estilo poético y oratorio al dicho D. Joséph, á quien se dió una colección de retratos de los poetas españoles; y el de esotra disertación sobre la corrupción de la elocuencia castellana á D. Félix Joséph Reinoso, al cual se entregaron en testimonio de ello los Origenes de la lengua española por Mayans: declaróse el accesit de esta obra en otra del Doctor D. Eduardo Vacquer, dándole en memoria un retrato de Fray Luís de León. Estos son los primeros discursos de un mérito sólido, trabajados con originalidad y erudición. escogida, escritos en buen estilo, y con un sabor de lenguaje, desconocido en nuestros días, aún por algunos escritores célebres. Al mismo tiempo que la prosa, caminaba siempre á pasos más largos á su perfección la poesía; habiéndose leído en esta época la mitad casi de las piezas, que entraron después en la colección publicada.

¿Quién no creerá en el mayor auge y prosperidad de

(1) Túvose la primera Junta en ellas el día 7 de Febrero, nombrado arriba.

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