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Real órden que encarga á todas las autoridades, bajo su mas estrecha responsabilidad, la vigilancia y cuidado para evitar que los eclesiásticos divulguen especies sediciosas contra el Gobierno.-9 de Febrero.-Para que no se repitan las competencias suscitadas por las autoridades en la asistencia á las solemnidades públicas, determinó la órden real de esa fecha, la categoría de cada una de dichas autoridades, señaló la que debía presidir, la que á ésta debía reemplazar en los casos de impedimento y el órden de colocación de las demás, así como de las corporaciones, oficiales sueltos y comunidades.-10 de Febrero.-Real órden del Ministerio de Gobernación. Prohibe todo gasto de los fondos públicos en la toma de posesión y recibimiento de los Intendentes, Jefes Políticos y de los Comandantes de Brigadas ó Jefes de guarnición.-4 de Marzo. Decreto de las Cortes. Queen lugar del 17% que pagaban de trib ito los pueblos, paguen en lo sucesivo, únicamente, el 10%, suprimiendo y quedando á favor de los mismos pueblos las dotaciones con que expensaban á los llamados Diputados y Agentes de las Provincias que tenían en la Corte.-16 de Junio-Decreto de las Córtes.-Fijando reglas para auxiliar al Ejército, á fin de que en sus marchas reciba los socorros necesarios para su subsistencia y comodidad.

Por antigua costumbre se les tenía impuesta á los indios de los pueblos suburbios, y se hacía extensiva hasta los de Soledad, Pozos, Valle de San Francisco y Santa María del Río, la obligación de poner enrama la en todas las calles que anualmente recorría la procesión el Jueves de Corpus-Christi, cuyo acto externo religioso tenía lugar entre once y doce del día; pero como la Real Orden de 13 de Noviembre de 1812 abolió todo servicio personal de los indios, los de Santa María del Río fueron los primeros que se acogieron á esa disposición resistiéndose desde el año anterior á hacer ese servicio, ameritando para ello que les era muy gravoso y molesto porque tenían que comprar la rama para no despojar de ella á los árboles de sus huertas, tenían que pagar el flete desde el punto donde la conseguían, perdían

de trabajar cinco ó seis dias que ocupaban en formar y quitar la enramada, y hacían por último los gastos indispensables á su manutención y alojamiento los mismos dias que permanecian en esta ciudad. Los indios de los demas pueblos tambien se negaron ya para el año siguiente á prestar los servicios referidos, lo que dió lugar á que el Intendente consultara con el Ayuntamiento si debería acortarse la estación acostumbrada, reduciéndola á la mitad de las calles que recorría la procesión. El Ayuntamiento, á su vez, lo consultó con el Cura, y éste manifestó á la corporación que no habien o la enramada creía que la mayor parte de los eclesiásticos se negarian á concurrir á la procesión por no sufrir los ardientes rayos del sol; que por lo mismo era de sentir que se limitara á salir la procesión por la puerta del costado de la parroquia, recorrer el átrio y entrar luego por la puerta principal. El Ayuntamiento y el Intendente creyeron inconveniente esa proposición, por estar acostumbrado el público á la gran suntuosidad con que esa procesión se verificab, y estar ya, además, repartidas las invitaciones, arreglados los cuerpos de la guarnición que habían de marchar y hechos los gastos de flores, cohetes, y del altar que anualmente se ponía en la puerta de las casas reales. Se verificó la procesión á cielo limpio, reduciendo algo su carrera, y desde el año siguiente se colectó limosna para los gastos de la enramada.

En este siglo se le daba ya á esta procesión cierto carácter de seriedad y decencia, pero en los siglos XVII y XVIII participó tambien de las mogigangas y ridiculeces que los indios agregaban á sus fiestas religiosas con permiso de los curas, y cuya tolerancia contribuyó bastante á que esos actos de culto externo no tuvieran la respetabilidad conve. niente, ni entre los mismos católicos que los promovían. En el Córpus salía sobre un juego de ruedas la Tarasca, animal mónstruo, y sobre ella una jóven á quien se llamaba la Filis. Salían tambien los gigantones, aimazones de carrizo figurando hombres de elevada estatura; dentro de cada armazón iba un hombre que lo hacía andar al paso de la

procesión; los brazos del esqueleto, sueltos y colgantes, los movía el hombre en todas direcciones, haciendo de ésto un acto de juego, porque con ellos ofendia á los espectadores. A principios de este siglo desapareció de San Luis esa mogiganga, pero siguió en algunas de las Villas suburbias, lo mismo que otras igualmente ridículas é irreverentes que se verificaban en los dias de la semana mayor, y en los aniversarios de los Santos patronos de los pueblos. En otro lugar hablarémos de ellas.

Los meses de Agosto y Septiembre de este mismo año (1814) fueron abundantísimos de lluvias. Del 2 al 7 de Septiembre cayeron diversos aguaceros, por lo que estuvo constantemente crecido el rio de Santiago. El dia 7 entre seis y siete de la tarde, descargó una tromba en la sierra de San Miguelito y cerros de Escalerillas, recibiendo el rio tan gran cantidad de agua, que su cauce no pudo contenerla, y empezó á salir desde el paso llamado del Mezquite. A las ocho de la noche ya estaban inundados por el Sur todo el rumbo del Santuario hasta la plazuela de la Merced, y por el Norte, á consecuencia del desborde del rio, una parte de Santiago, todo Tlaxcala á la márgen derecha del mismo río y gran parte de la Villa de la Soledad. La inundación del rumbo del Santuario se limitó hasta la zanja de la Merced, tomando por ella las aguas su corriente, y sin causar daños en las vidas y propiedades del vecindario. Por el Norte se extendió á toda la calle real de Tlaxcala y á las paralelas llegando hasta la zanja que en esa época era la línea divisoria de aquel pueblo y la ciudad.

En la plaza de Tlaxcala subió el agua á la altura de una vara treinta pulgadas. Las autoridades del pueblo conservaron por muchos años la señal de esa altura; habia una lápida azuleja de barro colocada en la parte exterior de la barda de la huerta del convento con esta inscripción. "Hasta aquí llegó la inundación el dia 7 de Septiembre de 1814." Los pilluelos convertían frecuentemente en blanco esa lá pida, ensayando con piedras la puntería, de manera que con frecuencia desaparecía la inscripción á los golpes de las pie

dras. La autoridad del pueblo volvía á reponerla y por las mismas causas volvía á desaparecer, hasta que impacienta. do uno de tantos Alcaldes ne esa operación, resolvió poner la lápida fuera del alcance de los muchachos, y mandó colocarla cerca del pretil de la azotéa. Por supuesto desapareció con semejante órden la verdad histórica, y entonces tuvo que intervenir la autoridad del Partido, haciendo bajar á su respectivo lugar la referida lápida conmemorativa. Algunos años despues, siguiendo los pilluelos en su antigua tarea, la autoridad dispuso que se colocara en la pared de uno de los corredores interiores del convento, para lo cual se tomaron por persona competente las medidas necesarias. Ahora ya no existe la lápida ni ninguna otra señal, destruida aquella tal vez en las reedificaciones que ha sufrido el edificio, ó cubierta con los nuevos rebocos. Los vecinos antiguos de Tlaxcala, refiriéndose a dicho de sus ascendientes, aseguran que hubo bastantes víctimas el día de la inundación y que muchas propiedades quedaron destruidas. Los documentos oficiales nada dicen de las primeras y sí de las segundas, expresando que las huertas, las sementeras y las habitaciones sufrieron pérdidas de consideración. A las seis de la mañana del día 8 había bajado el agua tomando corriente por la zanja y camino real de la Soledad, el que permaneció inundado algunos días.

Varios años despues de esta catástrofe se observaba en Tlaxcala y Santiago que al perforar la tierra en algunos puntos para abrir pozos, á vara y media ó dos varas de profundidad, aparecían grandes troncos de árboles enterrados horizontalmente, lo que hace creer que fueron de los derribados por la impetuosidad de las corrientes el día de la i

nundación.

CAPITULO IV.

SUMARIO.

Llega á Madrid Fernando VII, puesto en libertad por Napoleón Bonaparte -A su paso por Valencia declara nula la Constitución de 1812 y disuelve las Córtes Otros decretos del Rey.-Circular de Calleja -Los religiosos ju ninos, -Datos históricos del Hospital de San Juan de Dios.--El Prior Fr. Felipe Sanchez-Los Regimientos de San Carlos, San Luis y Fiøles del Potosi.-Oficiales potosinos distinguidos.-Honores al Gral. D. Miguel Barragán.-Ejército del Norte. Su Jefe, el Coronel D. Agustin de Iturbide.-Conducta de este Coronel en la campaña.- Expedición del Gral. D. Francisco Javier Mina. -Ordena el Virrey la disolución de las tropas en la Provincia de San Luis.-Matrimonio de Fernando VII -Pronunciamiento en España por el r-stablecimiento de la Constitución de 1812. -Decreto real de 7 de Marzo de 1820.-Su publicación en San Luis. Nueva jura de la Constitución de 1812-Acuerdo del Ayuntamiento relativo á la casa en que vivia el Intendente Acevedo. - Nueva epidemi d fiebres perniciosas. -Se instala la Diputación provincial.

El agente del Ayuntamiento de San Luis en España D. Manuel de Quevedo y Bustamante, con oficio fechado en Madrid el 27 de Mayo de 1814, remitió á la corporación cien ejemplares de "La Gaceta" en que constaba la noticia de la llegada á aquella Corte del Rey Fernando VII el día 13 del mismo mes.

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