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cista, y además, falso, en el terreno de los hechos. Por las estadísticas alemanas, que merecen plena confianza en el dato de las mercancías que allí se importan de nuestro país, se sabe que los valores respectivos del comercio entre España y Alemania en estos últimos años, son próximamente iguales. Es también absurdo y hasta ridículo, el temor de que por el desnivel de la balanza, se vayan á llevar los alemanes nuestro oro. Ni hay tal desnivel, ni para el caso importaría que lo hubiera, porque es imposible que nadie se lleve de España, lo que aquí no tenemos.

Por último, las concesiones que se han otorgado á Alemania en el tratado, con la rebaja de algunos de los derechos de nuestra tarifa mínima, son muy moderadas, y no pueden causar á las industrias nacionales los perjuicios que los proteccionistas alegan. Los nuevos derechos convenidos son todavia muy elevados, y superiores, según los datos publicados en la prensa periódica, á los del Arancel anterior á 1892, con el cual los industriales iniciadores del meeting de Bilbao, han podido vivir desahogadamente y prosperar durante un período de diez años.

El tratado hispano-alemán, pues, significa poco por sí mismo, y la causa real del vocerío proteccionista reside en el temor de que los beneficios de ese tratado se apliquen desde luego á Francia. Bien claro demuestran esto las conclusiones aprobadas por el meeting, en las que, además de la desaprobación del tratado, se pide el mantenimiento del Arancel de 1891 integro durante diez años, sin reforma alguna por convenios internacionales.

Hemos de considerar el meeting de Bilbao como la primera manifestación de un pronunciamiento de los intereses privilegiados por la llamada protección arancelaria, contra toda medida de Gobierno, sea cual fuere, que modifique lo más minimo, en sentido liberal, nuestro régimen aduanero. Por eso, y por el decidido apoyo que á ese pronunciamiento ofrece y presta el partido conservador, convirtiendo realmente el movimiento económico en político para volver al poder,

merece el meeting que se fije un poco en él la atención pública, y sepa cuál es el verdadero valor de las quejas, de las protestas patrióticas y las profecías de inevitable ruina industrial, por los oradores proteccionistas en aquel acto formuladas.

Hay que observar, ante todo, que la iniciativa del movimiento de Bilbao pertenece á los interesados en tres indus. trias principales: la del hierro, la lanera y la algodonera; Pues bien; esas tres industrias fueron enormemente favoreci. das, por virtud de aquellas negociaciones extraoficiales de 1891, de las que salió el Arancel con derechos muy superiores á los que la Comisión oficial había propuesto como suficientes para la protección de esas mismas industrias. Para demostrar esto, voy á citaros algunos datos de comparación entre los derechos vigentes antes de 1891, los de la Comisión y los señalados en el Arancel, cuya duración se pide por diez años. Para no molestaros mucho, me concretaré á las tres industrias citadas.

La industria de los hierros disfrutaba por la columna de naciones convenidas del Arancel de 1890 (que por tener tratados con todas las naciones de alguna importancia constituía realmente una tarifa general), de la protección representada por los derechos siguientes: los tubos de diez y más milímetros de espesor pagaban por cada 100 kilogramos, 3,50 pesetas; la Comisión informadora propuso 4, subiendo un poquito los derechos para satisfacer las exigencias de los fabricantes; después, los autores directos del Arancel, por motivos que permanecen en el misterio, elevaron la tarifa hasta 6 pesetas: 50 por 100 más de lo propuesto por la Comisión. En los tubos de menos de diez milímetros, el Arancel antiguo también fijaba 3,50 pesetas; la Comisión propuso 6; en las negociaciones posteriores reservadas, se elevó el derecho hasta 9,60 pesetas.

Hierro forjado y acero en barras-carriles. Para este artículo la Comisión proponía un derecho de 4,50, poco más bajo que el fijado en el Arancel anterior, que era 4,55: los

autores del Arancel de 1891 lo subieron hasta ¡7,20! Barras de todas clases, que es uno de los artículos de mayor producción de nuestras fábricas de hierro, pagaban en 1890, 8,65 pesetas; la Comisión, en vista de los resultados de la información, por los que resultaba claramente probado que eran enormes las ganancias de las fábricas de hierro con el Arancel antiguo, propuso que se rebajase la tarifa á 7 pesetas, y los padres del Arancel vigente la elevaron hasta ¡11,40 pesetas!

Podría presentaros muchos más ejemplos del lingote, las chapas, los flejes, etc., etc., pero los anteriores bastan. Sólo me detendré, respecto á los hierros, en la partida de la hoja de lata. De este artículo no hay más que una fábrica en España. Fuera de Inglaterra puede decirse que no existe la fabricación de hoja de lata, y no sería vergonzoso para la industria española el que comprásemos fuera del país ese artículo como otras naciones más adelantadas lo hacen. Sería, por el contrario, muy conveniente para muchísimas industrias de tanta importancia y necesidad como la del hierro, la fácil adquisición de ese producto, que es para ellas una primera materia. El antiguo Arancel señalaba á la hoja de lata 13,85 pesetas por 100 kilos, y con esa protección se fundó hace pocos años la única fábrica que aquí existe, realizando considerables ganancias. La Comisión informadora sube los derechos de 13,85 á 16; ¡y en el Arancel de 1891 se fijan en 24! Y por este estilo ¿á qué cansaros? está todo en esa obra arancelaria conservadora, que en otra parte he llamado brutal, con razón más que suficiente.

Podrá decirse, que estas escandalosas exageraciones tenian por objeto proporcionar al Gobierno armas para la guerra arancelaria, y que sólo hago citas de la tarifa máxima. Pero debo hacerlo así, porque los proteccionistas del meeting de Bilbao, y los conservadores, que les han ofrecido todo su apoyo, pretenden ahora conservar esa tarifa como Arancel normal y de paz durante diez años.

Además, aunque la exageración no sea tan grande, existe

también en la Tarifa mínima de 1891, que se adoptó como tipo para los tratados, como se prueba por los datos, que no leo por falta de tiempo, y entregaré á los señores taquigrafos, para que se publiquen con esta Conferencia.

Veamos ahora rápidamente también, las industrias lanera y algodonera, que con la de los hierros, son las que hacen hoy más ruido. En los tejidos de lana, hallamos, por ejemplo, las alfombras. Aquí, como en la hoja de lata, y en otros muchos ramos protegidos de la fabricación, se pueden poner nombres conocidos al lado de la tarifa protectora. Antes de 1891 pagaban las alfombras 99,70 por 100 kilos; propuso la Comisión 175, y con el Arancel de guerra, que se quiere conservar como pacífico y normal, se subió hasta 210 pesetas.

Las mantas, que es artículo de gran consumo de las clases menos acomodadas, pagaban por kilo 1,78; propuso la Comisión 2,25, y el Gobierno ha fijado en el Arancel 5,35 pesetas.

Los tejidos de punto pagaban 3,47 pesetas; propuso la Comisión 4, y el Arancel señala 10,40: los paños pagaban 4,30; la Comisión subió á 8, y en el Arancel se han fijado 12,90: los de mezclas, artículo también de consumo de las más modestas clases sociales, pagaban 2,60 pesetas; la Comisión subió á 4, y el Arancel señaló ¡7,80!

Os citaré, para terminar, algunos datos relativos á los tejidos de algodón, que siempre han estado enormemente favorecidos por los aranceles. Los tules, por ejemplo, pagaban 3 pesetas, propuso 5 la Comisión y el autor del Arancel elevó el derecho hasta 12,50 en la tarifa máxima y hasta 10,45 en la mínima; lo que en ésta representa más que la triplicación del derecho anterior y más del doble del de la Comisión informadora. Lo mismo puedo decir de las panas, de los veludillos y de los acolchados. Ya veis, señores, cómo los industriales, tan alarmados y que tanto gritan y tantos esfuerzos hacen contra el tratado de Alemania, han sido enormemente favorecidos, escandalosamente favorecidos, ilegalmente favorecidos por el Arancel de 1891, porque el Gobierno no tenía el derecho de elevar hasta esas alturas las tarifas. Estaba

derogada la base 5.a de la ley Figuerola, pero no las demás bases, y ni el espíritu, ni la letra de la autorización legislativa consentian el establecimiento de un sistema arancelario con tarifas verdaderamente prohibitivas, que representan en muchísimos artículos recargos de 60, 90, 100 y más por 100 del valor de la mercancía importada. ¿Puede, señores, con tales datos á la vista, alegarse ahora el famoso argumento del proteccionismo, el argumento de que las industrias que se quejan se han creado al amparo de la ley, y no se les puede en justicia retirar, á lo menos repentinamente, la protección con que contaron al establecerse? ¿Las subidas enormes y repentinas de 1891 no perjudican acaso los legítimos intereses de otras industrias, infinitamente más importantes que las iniciadoras del movimiento, y que también nacieron y vivían al amparo de los aranceles anteriores? ¿Es que el amparo de la ley no ha de ser igualmente eficaz para todos? ¿Es la ley un árbol, que sólo ha de dar sombra á los poderosos señores de la industria, y que carece de ramas y de hojas para los industriales modestos y para los consumidores perjudicados? ¿Y es ésta, señores, la reforma que en 1888 nos anunciaba el ilustre jefe del partido conservador cuando decía que los aranceles deben modificarse con prudencia y lentitud?

Quisiera ya concluir, pero he de exponeros todavía algunas breves consideraciones sobre un punto importante, del que no se debe prescindir, cuando de la llamada protección á la industria se trata. Supongamos que somos proteccionistas; supongamos que queremos proteger á la industria nacional por medio de los aranceles aduaneros; supongamos que las industrias que vienen á pedir protección dicen verdad al afirmar que están arruinadas, que no pueden vivir, que es preciso hacer algo por ellas. Pues bien; como para favorecer una industria es de toda evidencia indispensable perjudicar á las demás; como no se puede dar protección á una industria sin desproteger, permitidme el verbo, à las demás, parece natural examinar, si las que reclaman más protección son de tanta importancia, que los beneficios que ellas reci

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