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trodujeron en el de 1877, para aproximarse en todo lo posible al de 1889; negó que los liberales fueran continuadores de la obra del partido conservador, pues la de estos estaba inspirada en el principio de que gobernar en lo económico, es proteger, y aquellos tratan de destruir los aranceles de 1891, según resulta á su juicio del exámen de los tratados con Alemania, Austria é Italia, en los cuales se manifiesta la tendencia á favorecer la producción extranjera en perjuicio de la nacional.

Del exámen hecho por el Vizconde de Campo Grande, resulta notoria disparidad de criterio en la confección de los tratados, y respecto del pactado con Francia, entrega completa de nuestro mercado á la república vecina.

El Sr. Moret fué el encargado de contestarle repitiendo cuantos argumentos había expuesto al replicar al Duque de Tetuán, y la interpelación terminó con el tercer turno, en el que usó de la palabra el Sr. Bosch, quien en breve discurso fundó su acusación en la arbitrariedad que patentiza la infracción constitucional cometida con la publicación del decreto de 31 de Diciembre. Fué marcando seguidamente las deficiencias en que al preparar los tratados ha incurrido este gobierno, en perjuicio de la producción, y las desdichas que han acompañado á la Comisión en la realización de sus tareas.

El Sr. Moret, que ha llevado el peso en esta discusión, contestó también muy brevemente al Sr. Bosch, rechazando un aserto y oponiéndose á la protección á la agricultura, que entendía que la perjudicaba.

Esta importante interpelación ha dado á conocer la actitud de los partidos sobre el régimen comercial con Francia, y desde luego puede afirmarse que el conservador se ha de oponer con todos sus elementos á la ratificación del modus vivendi.

En el Congreso se ha empezado el debate sobre los sucesos de Melilla, pronunciando el diputado conservador Sr. Martín Sánchez un extenso discurso en el que, haciendo historia retrospectiva, ha relatado los sucesos ocurridos en aquella plaza española, haciendo graves cargos al Ministro de la Guerra.

El general López Domínguez ha pronunciado á su vez un extenso y elocuente discurso en defensa de sus actos como Minis ro, justificándose de muchos de los ataques que se le han dirigido, y elogiando, cual se merece, la pericia demostrada por el General Martínez Campos. Ha intervenido después en el debate el Sr. García Alix, quien ha defendido la memoria del infortunado general Margallo, y con tal objeto leyó varios documentos, en los cuales se manifiesta por aquél que había previsto la actitud de las kábilas ante las obras de construcción del fuerte.

La parte más importante y trascendental del discurso de este elocuente diputado, fué la que dedicó á examinar las acciones militar y diplomática entabladas por el Gobierno después del ataque del 2 de Octubre, demostrando que entre la una y la otra no existía relación alguna, y que el Ministro de la Guerra y el Ministro de Estado procedían cual si no fueran miembros del mismo gabinete. Las declaraciones del Sr. García Alix han hecho gran efecto, y el debate ha tomado otros rumbos, anunciándose que en él también tomará parte el señor Cánovas del Castillo.

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El general Martínez Campos, que ha pasado una temporada por las provincias andaluzas, después de la disolución del Ejército de Africa, ha regresado á la corte, y S. M. la Reina, queriéndole demostrar su profundo reconocimiento, ha dado en su honor un banquete en Palacio, sentando en su mesa á la esposa é hijos del ilustre General, y á los individuos que compusieron la embajada, asistiendo también algunos miembros del gabinete.

A su vez, el Marqués de la Vega de Armijo le ha dado un suntuoso banquete, y se anuncia otro del Sr. Marqués de la Habana. Estas demostraciones de afecto que está recibiendo el general Martínez Campos, prueban que se reconocen por todos los valiosos servicios que ha prestado al país en su gestión militar y diplomática, y pueden satisfacerle en alto grado, porque son la demostración más evidente de su patriótica y discreta conducta.

X.

CRÓNICA POLÍTICA EXTERIOR

Madrid 30 de Abril de 1894.

Ciego sería quien en las señales de nuestro tiempo no viera los anuncios de una restauración religiosa en el seno de las actuales generaciones revolucionarias preocupadas desde hace un siglo en la obra exclusiva de recabar libertades y derechos contra el antiguo orden de cosas, tachado justamente con la Iglesia de enemigo del progreso. La solidaridad más aparente que real entre las viejas monarquías de derecho divino y el catolicismo está afortunadamente rota gracias al espíritu espansivo del pontificado, única institución que en medio de tantas ruinas permanece en pié desde hace quince siglos, como faro seguro de la humanidad, sujeta por las vicisitudes históricas á los cambios y mudanzas ineludibles á la naturaleza de las sociedades, en todo lo que afecta á su organización social y política.

La pérdida del poder temporal de los papas podrá haber sido grave mal para algunos millares de súbditos del romano pontífice; pero digan los ultramontanos lo que quieran, jamás la autoridad moral de los sucesores de San Pedro ha rayado tan alto como al presente sobre los gobiernos y sobre los pueblos. Caido el pontificado como poder político, háse levantado con incontrastable fuerza como poder religioso; desligado de las trabas temporales que le sujetaban á la tierra, emprende con resolución el papel de conductor de las sociedades humanas, dándolas un centro de acción fijo é inmutable al rededor del cual puedan moverse con desembarazo hacia la perfectibilidad y el progreso.

Respetuosa con los gobiernos existentes, cuya legitimidad no pone en duda, resignada con los hechos, tolerante con los partidos, colocada en un elevado punto de vista desde el cual ve desenvolverse con serena calma los acontecimientos humanos y hasta el cual no llegan el clamoreo de las pasiones ni el polvo de las mezquinas contiendas en que todos los pueblos se revuelven, la iglesia católica hoy representada por el ilustre León XIII, inicia al propio tiempo que una obra conserva

dora en pró de la autoridad y de la disciplina quebrantadas por ideas disolventes ó antisociales, una obra también de saludable reforma en la conciencia moral de las muchedumbres, no tan hambrienta de pan como de caridad y de justicia, mientras llega el momento de mejorar con medidas económicas el estado miserable en que actualmente se encuentran.

Así el cambio operado por la opinión en frente del virtuoso pontífice explícase fácilmente. ¿Dónde están ya los gritos de guerra lanzados por Gambetta contra la Iglesia? ¿Dónde las famosas Leyes de Mayo contra las ordenes religiosas? ¿Dónde los terribles decretos del Hulturcampf, con la protesta de Bismark de no volver á Canosa? ¿Dónde la proscripción de la Iglesia de Irlanda, defendida ahora por puritanos como Gladstone y por aristocratas episcopales como su iiustre sucesor en el Gobierno? ¿Dónde, finalmente, el desafío de nuestros partidos reaccionarios en España á todas las legitimidades existentes en nombre del derecho católico de la autoridad de la Iglesia, explotados en su propio beneficio, escándalo de todos los creyentes sinceros durante el presente siglo?

El soberano pontífice inspirado en su evangélico apostolado, ha sido por tanto lógico al mandar á los obispos franceses que reconozcan la autoridad de la república, y á los obispos y católicos españoles que reconozcan la autoridad de la Reina Regente, el régimen constitucional establecido, efectuando á un mismo tiempo el trabajo meritorio de pacificación de las conciencias y el trabajo generoso de pacificación política, porque la religión no es privilegio de ningún partido, no es bandera de facción alguna, no puede ser monopolio de unos cuantos, sinó interés universal de todos los que comulgan en los dogmas y doctrinas de la Iglesia, abierta á todas las almas creyentes y á todos los hombres de buena voluntad que viven sobre la tierra.

Claro está que si bien la autoridad religiosa del pontífice es infalible en materia de doctrina, de moral y de disciplina, no alcanza á tanto ni mucho menos en lo respectivo á los partidos políticos, cuyas ideas é intereses pertenecen de suyo al orden de las cosas contingentes entregadas á las disputas de los hombres; pero aun así y todo, nadie puede desconocer que las palabras de un sacerdote elevado por sus grandes virtudes y suma sabiduría á la cátedra de San Pedro, están

llamadas á ejercer influjo beneficioso sobre las banderías españolas reñidas por larga y fanática tradición con la vigente legalidad.

Bajo otro punto de vista de mayor trascendencia todavía, merece considerarse la noble conducta de León XIII. Nos referimos á sus principios sobre la cuestión obrera, llaga de las actuales sociedades que amenaza destruirlas, si las fuerzas conservadoras de los pueblos civilizados y cristianos no acuden á resolver el pavoroso problema; porque los males sociales, lejos de extinguirse con los códigos, la policia y los cadalsos, necesitan combatirse con frenos morales y con prácticas y reformas inspiradas en el bien de todos los capitalistas y obreros.

La peregrinación de tradajadores española á Roma, verificada no sin dramáticas peripecias durante el mes que acaba de transcurrir, ha sido en dicho concepto un gran acontecimiento religioso, un importante suceso político y un acto de indiscutible resonancia social, íntimamente enlazados por su significación y su sentido. Perfectamente iniciada por sus iniciadores, la peregrinación Española, salvo excepciones muy contadas, no ha hecho manifestaciones hostiles contra nadie ni contra nada, y si nuestros compatriotas han gritado en España, en San Pedro, en el Vaticano, ¡viva el Papa Rey! también han prorrumpido al desembarcar y reembarcarse en Civitta-Vechia, ¡viva Italia! en justa correspondencia de la benévola actitud con que los ha recibido el gobierno del rey Humberto y de la franca hospitalidad con que Roma les ha brindado, sin promoverse, por fortuna, ningún lamentable incidente suscitado, como en otras peregrinaciones, por el choque de dos antagónicos fanatismos, poniéndose con esto en evidencia que España no es enemiga de Italia, y que la prudencia es una virtud española, inseparable compañera de la energía.

Véanse ahora los discursos leidos en la solemne recepción de los peregrinos, verificada en San Pedro el 18 del corriente:

Discurso de Su Santidad

Grande es el espectáculo, Hijos amadísimos, que en este día se ofrece á Nuestra mirada conmovida. Es toda la España católica con sus lejanas colonias quien, representada por vosotros, creyente y devota, rinde nuevo y maravilloso homenaje al sepulcro del Príncipe de los Apóstoles, y á Pedro, que siempre permanece en el Pastor supremo

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