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fuerza de tenacidad y de paciencia acaba por gastarlos á todos, y por vivir mas que ellos.

El valor, primera virtud de los españoles, la ten-. dencia al aislamiento, el instinto conservador y el apego á lo pasado, la confianza en su Dios y el amor á su religion, la constancia en los desastres y el sufrimien– to en los infortunios, la bravura, la indisciplina, hija del orgullo y de la alta estima de sí mismo, esa especie de soberbia, que sin dejar de aprovechar alguna vez á la independencia colectiva, le perjudica comunmente por arrastrar demasiado á la independencia individual, gérmen fecundo de acciones heróicas y temerarias, que asi produce abundancia de intrépidos guerreros, como ocasiona la escasez de hábiles y entendidos generales, la sobriedad y la templanza, que conducen al desapego del trabajo, todas estas cualidades que se conservan siempre, hacen de la España un pueblo singular que no puede ser juzgado por analogía. Escritores muy ilustrados han incurrido en errores graves y hecho de ella inexactos juicios, no imaginando que pudiera haber un pueblo cuyas condiciones de existencia fuesen casi siempre diferentes, muchas veces contrarias á las del resto de Europa.

¿Qué mas? Como si la Providencia hubiera querido hacer resaltar del modo mas visible el destino especial de esta península, colocó al lado del pueblo mas vivo y mas impaciente, el mas bien hallado con sus antiguos hábitos; al lado del mas descontentadizo y dado á

las novedades, el menos agitado por los cuidados del porvenir; de la nacion mas activa y mas voluble, la menos aficionada á crearse nuevas y facticias necesidades: como si estuviesen destinados los dos vecinos pueblos, Francia y España, á contrabalancear la impetuosa fogosidad del uno con la fria calma del otro, ó á alentar el instinto estacionario de este con el afan innovador de aquel. ¡Cuántas veces ha influido en bien de la vida universal de la humanidad este carácter compensador de los dos pueblos mas occidentales de Europa!

Y no obstante, cuando este pais, habitualmente inactivo, rompe su natural moderacion, y rebosando vida y robustez se desborda con un arranque de impetuosidad desusada, entonces domina y sujeta otros pueblos sin que baste nada á resistirle, descubre y conquista mundos, aterra, admira, civiliza á su vez, para volver á encerrarse en sus antiguos límites, como los rios que vuelven á su cauce despues de haber fecundado en su desbordamiento dilatadas campiñas.

Mas el apego á lo pasado no impide á la España seguir, aunque lentamente, su marcha hácia la perfectibilidad; y cumpliendo con esta ley impuesta por la Providencia, va recogiendo de cada dominacion y de cada época una herencia provechosa, aunque individualmente imperfecta, que se conserva en su idioma, en su religion, en su legislacion y en sus costumbres. Veremos á este pueblo hacerse semi-latino, semi

godo, semi-árabe, templándose su rústica y genial independencia primitiva con la lengua, las leyes y las libertades comunales de los romanos, con las tradiciones monárquicas y el derecho canónico de los godos, con las escuelas y la poesía de los árabes. Verémosle entrar en la lucha de los poderes sociales que en la edad media pugnan por dominar en la organizacion de los pueblos. Veremos combatir en él las simpatías de orígen con las antipatías de localidad; las inmunidades democráticas con los derechos señoriales, la teocracia y la influencia religiosa con la feudalidad y la monarquía. Verémosle sacudir el yugo estrangero, y hacerse esclavo de un rey propio; conquistar la unidad material, y perder las libertades civiles; ondear triunfante el estandarte combatido de la fé, y dejar al fanatismo erigirse un trono. Verémosle mas adelante aprender en sus propias calamidades y dar un paso avanzado en la carrera de la perfeccion social; amalgamar y fundir elementos y poderes que se habian creido incompatibles, la intervencion popular con la monarquía, la unidad de la fé con la tolerancia religiosa, la la pureza del cristianismo con las libertades políticas y civiles; darse, en fin, una organizacion en que entran á participar todas las pretensiones racionales

У todos los derechos justos. Veremos refundirse en un símbolo político asi los rasgos característicos de su fisonomía nativa como las adquisiciones heredadas de cada dominacion, ó ganadas con el progreso de cada

edad. Organizacion ventajosa relativamente á lo pasado, pero imperfecta todavía respecto á lo futuro, y al destino que debe estar reservado á los grandes pueblos segun las leyes infalibles del que los dirige y guia.

¿Cómo ha ido pasando la España por todas estas modificaciones? ¿Cómo ha ido llegando el pueblo español al estado en que hoy á nuestros ojos se presenta? ¿Cómo se ha ido desarrollando su vida propia y su vida relativa? Echemos una ojeada general por su historia: examinemos rápidamente cada una de sus épocas.

III.

El Asia, cuna y semillero de la raza humana, surte de pobladores á Europa. Tribus viajeras, que á semejanza del sol caminan de Oriente á Occidente, vienen tambien á asentarse en este suelo que tomó despues el nombre de España. Los primeros moradores de que las imperfectas y oscuras historias de los mas apartados tiempos nos dan noticia, son los Iberos.

Pero otra raza de hombres viene á turbar á los Iberos en la pacífica posesion de la península. Los Celtas, hombres de los bosques, no tardan en chocar

con los Iberos, hombres del rio. Mas, ó demasiado iguales en fuerzas para poderse arrojar los unos á los otros, ó conocedores en medio de su estado incivil de sus comunes intereses, acaban por aliarse y formar un solo pueblo bajo el nombre de Celtiberos. Acaso prevalezca el carácter ibérico sobre el celta, y le imprima su civilizacion relativa. Y aunque las dos primitivas razas conserven algunos rasgos distintivos de su carácter, sus cualidades comunes, tales como nos las pinta Estrabon en el monumento que arroja más luz sobre aquellos tiempos ante-históricos, son el valor y la agilidad, el rudo desprecio de la vida, la sobriedad, el amor á la independencia, el odio al estrangero, la repugnancia á la unidad, el desden por las alianzas, la tendencia al aislamiento y al individualismo, y á no confiar sino en sus propias fuerzas.

Los iberos y los celtas son los creadores del fondo del carácter español. ¿Quién no ve revelarse este mismo genio en todas las épocas, desde Sagunto hasta Zaragoza, desde Anibal hasta Napoleon? ¡Pueblo singular! En cualquier tiempo que el historiador le estudie encuentra en él el carácter primitivo, creado allá en los tiempos que se escapan á su cronología histórica.

Menester era, no obstante, que la civilizacion de otros pueblos mas adelantados viniera á suavizar algun tanto la ruda energía de aquellos primeros pobladores. La Biblia habia elogiado el oro de Tharsis, y

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