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V.

Casi al mismo tiempo que Alarico saqueaba á Roma, al principio del siglo V de la era cristiana, franqueaban los Pirineos tres razas de bárbaros, cuya planta salvage llevaba tras sí la devastacion, el incendio y la muerte. Eran los Suevos, los Vándalos y los Alanos. Viene á completar el cuadro desolador una hambre horrorosa y una peste mortífera. Faltan campos donde sepultar tantos cadáveres; el pueblo sabe con horror que una madre ha devorado uno tras otro sus cuatro hijos, y apedrea aquella muger sin entrañas. La voz dolorosa de España resonó en toda Europa, y la iglesia consignó sus lamentos en sus melancólicas letanías.

¿Serán estos los pueblos destinados á heredar esta rica y fértil provincia? No: ni España lo merece, ni Dios lo permite. Unos y otros serán arrojados por otro pueblo menos indigno que ellos de ocupar este suelo privilegiado, los Visigodos.

Esta mision comienza á llenarla Ataulfo, que por

lo menos habia tenido el mérito de no recoger para sí en el saqueo de Roma otro botin que á la bella Placidia

, para convertirla de esclava en esposa. Prosíguela Walia con mas fortuna, aunque á nombre todavía del imbécil emperador romano que se hacia la ilusion de dominar en España. Eurico es el que se atreve á emancipar abiertamente la España del espirante poder romano, y á conquistarla para sí. La España deja de ser romana y se hace goda, y Eurico aparece como un gigante que sentado sobre el Pirineo abarca con sus brazos la España entera y la Galia meridional. Es el mayor estado de Occidente que se ha formado sobre las ruinas del imperio.

Alarico II es víctima de la deslealtad de Clodoveo, rey de los Francos, que le sonríe y halaga en un festin para quitarle alevosamente la vida en el campo de batalla. Pierden los godos en los campos de Poitiers una gran parte de la Galia gótica, y aunque conservan la Septimania, el asiento de la monarquía goda se fijará ya en la península española. Aqui es donde ha de tener su centro, su fuerza, su porvenir, su declinacion y su caida. En los tiempos de Alarico II, un siglo despues de Alarico I, es cuando se ve formadas las tres grandes naciones neo-latinas, Italia, España y Francia, fundadas por las tres grandes razas septentrionales, Ostrogodos, Visigodos y Francos, que se arrogaron la mas pingüe herencia del desmoronado imperio.

Pasa la monarquía godo-hispana despues de Alari

co II por alternativas y vicisitudes de decadencia y engrandecimiento; agítanla rebeliones intestinas, y la inquietan invasiones y guerras estrañas. Por dentro los indóciles vascos, cántabros y astures, de indomable genio, y los suevos de Galicia, reino ingerto que aparece y desaparece, muere y resucita misteriosamente por periodos. Por el litoral, los griegos bizantinos, pegadizos huéspedes y vecinos incómodos, que servian para alentar banderías y conspiraciones y entretener las fuerzas del reino. Por el Pirineo oriental la raza franca, rival envidiosa de los visigodos, que hacia servir las diferencias religiosas para trabajarlos y enflaquecerlos, y les iba arrancando á pedazos las posesiones góticas de las Galias. Hasta Suintila ninguno pudo llamarse rey de toda España sin contradiccion.

¿ Cómo tan pronto se apoderaron los bárbaros del Norte de esta nacion belicosa que por tantos siglos resistió á la mas ilustrada y mas poderosa república del mundo? ¿Es que habia degenerado el genio indomable de los antiguos celtiberos? Algo habia. Pueblo ya la España de artistas, de agricultores, de literatos Ꭹ de clérigos, infectado de la inercia y la molicie de la corrompida civilizacion romana, no era fácil que resistiera al rudo empuje y á la salvage energía del pueblo soldado, endurecido con el ejercicio de la guerra, y que contaba tantos guerreros como individuos. ¿Ni qué interés tenian ya los españoles en seguir viviendo bajo la coyunda de los gobernadores romanos? ¿No les so

braban motivos para mirar á los nuevos conquistadores como mensageros de su libertad? Salviano lo dijo bien: «el comun sentimiento de los españoles es que vale mas la jurisdiccion de los godos que la de los magistrados imperiales. ¡Ojalá (dicen) nos sea permitido vivir bajo las leyes de estos bárbaros...!» Leccion grande, que enseña á los pueblos dominadores hasta dónde puede llevar á los pueblos oprimidos la exasperacion. Esplícase esto aun por sus causas naturales, y sin recurrir al espíritu superior que guiaba los acontecimientos por en medio de aquel caos de devastacion y de sangre.

Pero la Españ abajo la dominacion de los bárbaros no se hace bárbara. Al contrario, los bárbaros son los que se civilizan en ella. Demasiado incultos los godos para continuar la mision de Roma, pero los mas aptos de todos los septentrionales para recibir la cultura, van cediendo al ascendiente de la civilizacion romanohispana, y los conquistadores materiales del suelo español acaban por ser moralmente conquistados por los españoles.

La fusion se hace lenta y gradualmente. Al principio los dos pueblos, conquistado y conquistador, viven civilmente separados, aunque sometidos (á un solo cetro. Una legislacion rige para los godos, y otra para los romano-hispanos. Ni aun siquiera en el hogar doméstico pueden unirse las dos razas, porque la ley prohibe los matrimonios entre godos y españoles. Pero

"

el convencimiento va haciendo desaparecer paso á paso esta situacion anómala. La fuerza de la unidad material va obligando á la legislacion á marchar hácia la unidad política. El mas severo de los monarcas godos, Leovigildo, salta por encima de la prohibicion legal, y se une en matrimonio con una española. El ejemplo práctico del trono protesta ya contra lo absurdo y lo irrealizable del derecho; y Chindasvinto y Recesvinto acaban de uniformar la legislacion para los dos pueblos, y autorizan solemnemente los matrimonios mixtos. Desaparecen las razas, y la nacion es ya una ante la ley, en la familia y en el foro.

Igual fusion se habia obrado ya en el principio religioso. Porque la unidad ante la ley humana hubiera sido demasiado imperfecta sin la unidad ante la ley divina.

Precisamente el cristianismo habia de ser la base de la regeneracion de la nueva sociedad, y no era posible que esta prosperára sin la unidad en la fé. Arrianos los godos, y católicos en su mayor parte los españoles, la herejía en el trono y la ortodoxia en el pueblo, no podia haber union ni concordia mientras las creencias no se amalgamáran y fundieran. ¿Y por qué eran arrianos los godos?

Ni ellos mismos lo sabian. Cuando se derramaron por las provincias imperiales y se pusieron en contacto con la sociedad romana, el emperador Valente, que era arriano, les envió misioneros que les predicáran el arrianismo. Dispuestos los godos en su rudeza semi

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