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salvage á recibir una doctrina religiosa que aventajaba evidentemente á la suya (si tal nombre se puede dar al grosero culto que de sus bosques traian), incapaces de percibir esas divergencias al parecer impalpables que el espíritu de discusion establece ó encuentra en los sistemas religiosos, queriendo hacerse cristianos adoptaron la fórmula arriana, y se hallaron herejes sin apercibirse de que lo eran. Con la misma docilidad se hubieran hecho católicos.

Y sin embargo esta diferencia en el dogma trajo á los godos consecuencias inmensas y males sin cuento. Eurico, arriano, persigue á los obispos católicos, y se enagena las simpatías del clero español. Conquistador glorioso y dominador terrible, no logra dominar en los espíritus. Su hijo Alarico pierde la Galia meridional por ser arriano. Porque Clodoveo, ese Moisés de los francos, en quien Roma presentía ya al fundador de aquella monarquía que se habia de aplicar el título de hija mayor de la iglesia, les dice á sus soldados: «No puedo tolerar en paciencia que esos herejes estén poseyendo la mayor parte de la Galia; vamos contra ellos con la ayuda de Dios y del glorioso San Martin, y sometamos su pais á nuestro poder.» Y los descontentos obispos de España ayudan al monarca estrangero y católico contra el monarca propio y arriano. Amalarico quiere obligar á su esposa Clotilde á que se haga arriana como él; ella lo resiste, el rey la maltrata, y la princesa católica envia á sus hermanos los

reyes francos un lienzo ensangrentado para que vean cómo la trata el arriano, lo que trae á los godos una funesta guerra por parte del rey Childeberto de París. La herejía arriana les produce guerras esteriores, sublevaciones intestinas, y excisiones graves en el palacio y hasta en el lecho real. Y los obcecados godos no acaban de conocer que la herejía es la gangrena que corroe el reino y el solio.

Faltó poco para que el príncipe Hermenegildo hubiera hecho triunfar el estandarte de la fé ortodoxa en la nacion godo-hispana. Pero la política del monarca ahogó los sentimientos del padre, y el severo Leovigildo cerró los oidos á la voz de la religion y el corazon á la voz de la piedad. El rigor paternal le despojó de las insignias reales, y la cuchilla del verdugo le dió la corona del martirio. La iglesia ha santificado á Hermenegildo. Lástima que el príncipe católico hubiera tenido que levantar la espada del pueblo contra el monarca, y que el mártir se hubiera visto en el caso de ser un hijo rebelde. ¡Coincidencia singular! Siglos despues, Hermenegildo es canonizado á instancias de otro monarca español, Felipe II, padre de un hijo rebelde tambien, y cuyo fin se pareció en lo desastroso al del príncipe godo. Pasan mas siglos, y otro monarca español, Fernando VII, notado de impaciente por suceder á su padre, quiso perpetuar la memoria del príncipe godo, instituyendo una órden militar con la advocacion de San Hermenegildo.

Pero decretado estaba que la enseña del catolicismo se habia de plantar en el trono de los sucesores de Ataulfo, y que el imperio gótico español habia de tener su Constantino como el romano. Las gradas del solio se habian teñido con la sangre de un mártir ilustre, y de las mismas gradas habia de bajar la reparacion. La muerte de Leovigildo arrastra tras sí la de la secta arriana. Recaredo sube al trono. «Declaro, exclama ante una asamblea de obispos, declaro que quiero ser admitido en el seno de la iglesia católica. Y exhorto á los prelados arrianos aqui presentes, asi como á los grandes del reino que asisten á esta asamblea, que sigan é imiten mi ejemplo.» Todos se adhieren. La revolucion religiosa se ha consumado. La España es católica. El imperio godo-hispano es uno en la religion, como lo habia de ser en las leyes, ante Dios y ante los hombres. Si los monarcas españoles se decoran hoy con el título de Magestades Católicas, la historia nos enseña su orígen, y nos lleva á buscarle en Recaredo.

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Tambien tuvo el arrianismo su Juliano como el politeismo. Tambien Viterico tuvo impulsos de querer volver á entronizar el desechado culto, y tambien alcanzó como Juliano un triste desengaño de su impopularidad y de su impotencia. Atrájose la reprobacion unánime del pueblo, y se anticipó una muerte trágica. La fé ortodoxa habia conquistado el trono español para no ser derrocada jamás.

Legislacion y fé, espíritu legislativo y espíritu re

ligioso; hé aqui los dos principios, las dos bases de la nueva civilizacion. ¿Quién habia de pensar que aquellos rústicos habitantes del Tanais y del Danubio, que tan agrestes y fieros se presentaban, habian de ser sábios legisladores? Y sin embargo fuéronlo casi todos los monarcas godos de España desde Eurico hasta Egica. Eurico aspira á borrar con la gloria de legislador la mancha de asesino con que habia subido al trono. Alarico, desgraciado en la guerra, se hace inmortal con su Breviario. El grande y severo Leovigildo, Chindasvinto el cruel, Recesvinto el dulce, Wamba el glorioso, Ervigio el menguado, el pusilánime Egica, especie de obispo lego y coronado, todos ponen su piedra en el gran edificio de la legislacion. Aunque el estado decayera, la ley civil se perfeccionaba, y no pocas veces el derecho caminaba por la vía opuesta del poder. Asi se fué elaborando el famoso Código de los Visigodos, monumento perdurable de aquella nacion, y la mas preciosa página que en aquellos siglos adornó la historia del linage humano. ¿Qué hay que añadir á estas palabras del Fuero Juzgo: «Doncas facien«do derecho el rey, deve aver nomne de rey, et fa«ciendo torto, pierde nomne de rey. Onde los antiguos <«<dicen tal proverbio: Rey serás si fecieres derecho, et <«<si non fecieres derecho, non serás rey. Rex eris si «recte facis, si autem non facis non eris.» Si los textos legislativos son medallas de las vidas de los pueblos, el código godo debe revelarnos el triunfo pa

cienzudo y seguro de un pueblo desarmado contra otro armado que le subyuga por la fuerza. En tal conflicto nada mas natural que la apelacion á la ley. Lex, dicen los oprimidos á los opresores, lex est æmula divinitatis, antistes religionis, etc. Y si los opresores preguntan ¿quién puede vencer á los enemigos? los oprimidos responden: ¿Quid triumphet de hostibus? Lex. Si vemos un dia en Aragon colocar al Justicia como un interventor del rey; si vemos en Castilla el poder de los Jueces superior al de los Condes; si vemos la palabra Fuero suscitar tantas insurrecciones y protestas en la vida de España, si vemos al Feudalismo echar menos raices en este suelo que en las demas regiones de Europa; acaso hallemos la semilla de todo esto en el código de los visigodos. El atravesó con gloria la edad media, y si la dominacion goda no hubiera hecho mas legado á la posteridad que el Fuero Juzgo, este solo bastaria para probar la herencia de las edades y la sábia ley de la progresiva perfectibilidad social.

¡Cuán bella teoría de gobierno es la monarquía electiva ! «Que los hombres elijan al mas digno de entre ellos para que los dirija y gobierne.» El principio es seductor, y parece el mas natural y el mas justo. Mas si las pasiones de los hombres hacen ó no provechosa á las sociedades su aplicacion práctica, viene á enseñarlo escrito con letras de sangre esa galería trágica de reyes godos que por el puñal escalaron las

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