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marlo el mismo monarca de su cuenta. Algunos años más adelante (1752) se tradujeron y dieron á conocer las Memorias de Trevoux para la historia de las ciencias y bellas artes. Tres años después comenzó don Juan Enrique Graef á publicar sus Discursos mercuriales, que eran unas memorias sobre agricultura, marina, comercio, y artes liberales y mecánicas. Y otros tres años después don Mariano Francisco Nifo, autor de Los engaños de Madrid, y trampas de sus moradores, comenzó á publicar el Diario curioso, erudito y comercial, político y económico, en que trabajó cerca de año y medio, que pasó después á otras manos, y que suspenso algún tiempo resucitó más adelante con nueva forma, y con artículos de curiosidades, literatura, comercio, economía y noticias particulares. Tales fueron los principios del periodismo en España.

No hemos hecho ni nos pertenecía hacer otra cosa que apuntar las causas y los medios que dieron nacimiento é impulso á la regeneración literaria de España en la primera mitad del siglo décimoctavo y reinados de los dos primeros Borbones, los diferentes ramos y materias científicas que se cultivaron, y los nombres de los que con su erudición, laboriosidad y constancia contribuyeron más eficazmente á esta gloriosa restauración; nombres que, aunque no forman tan largo catálogo como hubiera sido de desear, no son ni tan pocos ni tan poco ilustres, aun en el reinado de Felipe V, menos abundante que el siguiente, que no nos dé derecho á impugnar lo que un moderno escritor extranjero, autor de una Historia de la Literatura española, consigna con poca razón en su obra, á saber, «que en el espacio de cerca de cuarenta y seis años que abraza aquel reinado, apenas aparece un escritor que merezca mencionarse, y muy pocos los que requieren un examen y estudio esmerado (1).» Bastarían los nombres de Macanaz, Feijóo, Mayáns y Flórez para contradecir tan aventurado aserto. De todos modos los reinados de Felipe V y Fernando VI, así en las letras como en la política, así en la economía como en las artes, así en la marina como en la agricultura, en el comercio como en la administración, en la índole del espíritu religioso como en la tendencia de las costumbres públicas, fueron una feliz y provechosa preparación, y sentaron los cimientos y las bases, y desembarazaron y allanaron grandemente el camino para el más ilustrado y más próspero reinado de Carlos III.

(1) Tiknor: Historia de la Literatura española, t. IV.

LIBRO OCTAVO

REINADO DE CARLOS III

CAPÍTULO PRIMERO

CARLOS III EN MADRID.—CORTES.-PRIMERAS MEDIDAS DE GOBIERNO.-De 1759 á 1761

Antes de venir á España establece el orden de sucesión en el trono de Nápoles.-Sentimiento general que su despedida produce en el pueblo napolitano.-- Beneficios que le debía aquel reino.-Se embarca y llega á Barcelona. -Fiestas y agasajos públicos. -Mercedes que dispensa á los catalanes.-Corresponde con beneficios al amor que le muestran los aragoneses.-Llega Carlos á Madrid.—Alegría pública-Tierna entrevista con la reina madre.—Elección de ministros y provisión de otros empleos. Levanta el destierro á Ensenada.-Distinciones con que honra á Macanaz y á Feijóo.-Murmuraciones de los fanáticos.—Medidas en alivio de los pueblos.—Pago de deudas atrasadas. - Providencia sobre los bienes del clero.-Reforma de costumbres públicas.-Hace su entrada solemne en la corte.-Fiestas populares.-Cortes de 1760.-Nótanse algunas particularidades de estas cortes.—Se proclama la Inmaculada Concepción patrona de España.-Jura solemne del rey y del príncipe don Carlos.-Muerte de la reina María Amalia.- Virtudes y carácter de esta reina.— Amargura del rey.-Resolución de no volver á casarse.—Prescribe cómo han de ser los lutos por las personas reales.-Medidas de seguridad pública.—Pragmática prohibiendo el uso de armas blancas y de fuego.-Providencias sobre ornato público.— Empedrado, limpieza y alumbrado de las calles de Madrid.-Organización del cuerpo de Inválidos.—Creación de salvaguardias para la vigilancia pública.—Formación de una milicia urbana.-Su reglamento, servicio y obligaciones.

Habiendo muerto sin sucesión Fernando VI (10 de agosto, 1759), recayó la corona de Castilla en su hermano paterno, el mayor de los hijos de Felipe V y de Isabel Farnesio, Carlos rey de Nápoles y de Sicilia, el cual fué solemnemente proclamado en Madrid. Por su parte, tan pronto como tuvo noticia del fallecimiento de su hermano tomó el título de rey de España, y confirmó el nombramiento de su madre para la regencia del reino hasta su venida, volviendo así aquella reina á empuñar, aunque temporalmente, las riendas del gobierno que tantos años había tenido en sus manos, bien que sin título de regente, y sólo como esposa del rey.

Antes de venir Carlos á España quiso dejar establecido y arreglado el orden de sucesión al trono de Nápoles, que no dejaba de ofrecer algún embarazo, habiéndose estipulado en la paz de Aquisgrán que si Carlos heredaba el trono español, pasaría su hermano Felipe al de las Dos Sicilias, volviendo entonces los ducados de Parma y Guastalla al Austria, y el de Plasencia se cedería al rey de Cerdeña. Carlos había protestado contra una cláusula que cerraba el camino del trono napolitano á uno de sus hijos. Por fortuna suya, empeñada á la sazón el Austria en la guerra con la Gran Bretaña y Prusia, imposibilitado el sardo para oponerse solo á cual

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quier arreglo que se intentase, y contando con el interés y el favor de la corte de Francia, logró Carlos que Austria y Cerdeña se conformaran con recibir en indemnización de los estados aplicados á cada una en el tratado de Aquisgrán un capital que redituara cada año la suma equivalente á las rentas libres de aquellos dominios, pactándose al propio tiempo el enlace del archiduque José con una princesa de Parma, y el del archiduque Leopoldo con la infanta María Luisa, hija segunda de Carlos.

Resuelta y arreglada así esta cuestión, restábale otra, aunque de índole más desagradable que difícil, á saber, á cual de sus hijos dejaría sentado en el trono de Nápoles (1). Porque el primogénito Felipe, que desde niño había padecido fuertes ataques de epilepsia, se hallaba reducido á tal estado de imbecilidad y de incapacidad mental, que médicos y consejeros unánimemente opinaban que no ofrecía esperanza alguna de que pudiera recobrar nunca la razón ni menos habilitarse para el gobierno. Tuvo, pues, Carlos, como amoroso padre, el dolor y la amargura de tener que reconocerlo y declararlo así; y en su consecuencia designó á su segundo hijo Carlos como futuro sucesor al trono de España, y resolvió dejar el de Nápoles y Sicilia á su hijo tercero Fernando. Quiso solemnizar este acto con todo el aparato de la majestad, y subiendo al solio, circundado de todos los ministros y altos dignatarios del reino, y de los embajadores de las cortes extranjeras, después de conferir á algunos personajes la grandeza y de investir á otros con los collares de la insigne orden del Toisón de Oro y de la de San Genaro (6 de octubre, 1759), ceñidas sus reales sienes con la diadema española, mandó proclamar el acta de sucesión al reino de las Dos Sicilias, llamando en primer lugar á los hijos varones de Fernando, y en su defecto á las hembras, y por último, á falta de directa sucesión, á sus dos hermanos Felipe y Luis, de modo que nunca estuvieran ya reunidas las dos coronas española y napolitana, porque así convenía á la quietud de Italia y de toda Europa. Nombró un consejo de regencia para mientras durase la menor edad de Fernando, niño de ocho años entonces, á cuyo frente puso al marqués de Tanucci, su primer ministro y el hombre de su mayor confianza. Y después de leída en alta voz el acta, y firmada de su mano (2), tomó una espada, y le dijo al

(1) Tenía entonces don Carlos seis hijos varones y dos hembras: Felipe, nacido en 1747; Carlos Antonio, en 1748; Fernando, en 1751; Antonio Pascual, en 1755; Francisco Javier, en 1757; María Josefa, en 1744; y María Luisa, en 1745.

(2) El abate Beccatini inserta íntegro este interesante documento que empieza: «Nos Carlos por la gracia de Dios, etc.—Entre los graves cuidados que nos ha ocasionado la monarquía de España y de las Indias, despues de la muerte de mi muy amado hermano el rey Católico Fernando el VI, ha sido uno de los más serios la imposibilidad conocida de mi primer hijo. El espíritu de los tratados de este siglo muestra que la Europa desea la separación de la potencia española é italiana. Véome, pues, en la precisión de proveer de legítimo sucesor á mis Estados italianos, para partir á España, y escoger entre los muchos hijos que Dios nos ha dado, y decidir cuál sea apto para el gobierno de los pueblos que van á recaer en él, separados de la España y de las Indias. Esta resolución que quiero tomar desde luego para la tranquilidad de la Europa, y para no dar lugar á sospecha alguna de que medite reunir en mi persona la potencia española é italiana, exige que desde ahora tome mis medidas respecto á la Italia... etc.>>

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