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veteranos de Italia formados en la escuela del Gran Capitan. España enseñoreó las dos riberas opuestas del Mediterráneo, y las flotas españolas servian como de puente entre Europa y Africa.

El desastre de los Gelbes que atajó los progresos de las armas cristianas en Berbería, se debió á un imprudente arrebato de fogosidad de un noble y valeroso caudillo castellano. Faltó á don García de Toledo en los abrasados arenales de la isla africana la paciente parsimonia de Gonzalo de Córdoba en las frias lagunas del Garillano. Malogróse la conquista de Africa, por tener Fernando relegado en injusto destierro al Gran Capitan. Esta falta, hija de su carácter suspicaz y receloso, es una de las que no pueden perdonarse á Fernando de Aragon.

VII.

Dominaba ya la monarquía castellano-aragonesa en los tres grandes continentes del globo, y aun habia dentro de la península española un diminuto reino, en otro tiempo grande, pero ahora punto casi imperceptible en la inmensa carta geográfica de las posesiones españolas, y que sin embargo estaba siendo un estorbo al complemento de la grande obra de la unidad. El pequeño reino de Navarra, enclavado entre Francia y España, francés por sus últimas relaciones y enlaces, pero español por su orígen, por su lengua,

por sus costumbres, por su situacion geográfica, estaba destinado á refundirse tarde ó temprano en la gran monarquía española. La ley de la unidad tenia que cumplirse, y una combinacion de circunstancias, de que supo aprovecharse hábilmente Fernando, vino en ayuda de la ley de la naturaleza en esta época de general reorganizacion de la sociedad española.

Imposible sería negar á Fernando el mérito de la destreza con que supo conducirse como político y como guerrero en la conquista de Navarra y en su incorporacion á la corona de Castilla. Los compromisos en que acertó á colocar á Juan de Albret para aprovecharse de sus ligerezas é imprevisiones, la habilidad con que hizo servir á sus planes los intereses de la Santa Liga, la oportunidad con que se valió de la jurisprudencia económico-política de aquel tiempo para legalizar su empresa con una bula pontificia, la astucia con que se manejó con los reyes de Francia y de Inglaterra, la política que usó con los mismos navarros confirmándoles sus fueros para atraerse sus voluntades, y nombrándose primero Depositario para acabar por llamarse Rey sin repugnancia de los sometidos, todo contribuyó á dar tal color de legitimidad á la conquista y á la incorporacion, que su misma conciencia llegó á sentirse tranquila hasta en el artículo de la muerte, y aunque hubo reclamaciones posteriores y la cuestion se renovó muchas veces, nunca aquellas pudieron fundarse en buen derecho, y Na

varra quedó para siempre refundida en la corona de Castilla como una provincia española.

VIII.

¿Qué faltaba ya á España para alcanzar su unidad completa? Restaba solo Portugal, esa joya en mal hora dejada arrancar en el siglo XII. de la corona de Castilla. ¿Quedaba Portugal desmembrado de España por culpa de los Reyes Católicos? Con harto afan habian procurado ellos su reincorporacion, empleando para ello la mas sabia y discreta política; pero siempre la Providencia frustró sus nobles y patrióticos designios. Con este fin habian hecho el enlace de la princesa Isabel de Castilla con el príncipe don Alfonso de Portugal. La muerte prematura y trágica del príncipe portugués fué el primer obstáculo á los planes de union de los monarcas españoles. A igual objeto se encaminó el segundo enlace de Isabel con el rey don Manuel de Portugal. Mas cuando ya estos dos esposos habian sido reconocidos por las córtes castellanas como herederos de la corona de Castilla, el desgraciado fallecimiento de la hija de los Reyes Católicos vino á llenar de amargura á su esposo y

padres, y de afliccion á los dos reinos. Quedaba no obstante para consuelo de todos el fruto de aquel matrimonio, el tierno príncipe don Miguel, en quien todos miraban con placer el símbolo de la completa y

apetecida unidad de la gran monarquía española. Veíase realizado, aunque en lontananza, el pensa miento de los Reyes Católicos. Jurado estaba ya el príncipe en las córtes de Portugal, de Castilla y de Aragon, como sucesor y heredero legítimo de los tres reinos con universal beneplácito, cuando la Providencia se opuso otra vez al laudable intento de aquellos monarcas, llevando precozmente al cielo al tierno niño á quien tan halagüeño porvenir parecia estar reservado en la tierra. La voluntad divina contrarió en este punto la voluntad y los esfuerzos humanos, y Portugal quedó separado de Castilla, solo requisito que faltó al complemento de la unidad española.

¿Deberá por esto desconfiarse de que se cumpla en España el destino que la geografía parece haber trazado á los pueblos? Creemos que no. Un monarca español hizo despues por las armas lo que los Reyes Católicos no pudieron alcanzar por la política. Pero la union de Portugal hecha con ejércitos no sirvió sino para perderle despues, dejando mas vivas las rivalidades y los ódios entre los dos pueblos. Cuando pensamos en que Fernando é Isabel, conquistadores de Granada, de América, de África, de Nápoles y de Navarra, no intentaron la conquista de Portugal por la violencia sino la incorporacion por los enlaces, parece que quisieron enseñar á las generaciones futuras el camino suave por donde algun dia se verá marchar al

término de la unidad material y política de la península española.

IX.

Hasta aqui no hemos hecho sino bosquejar el inmenso ensanche que tomaron los dominios españoles, y las relaciones en que entró esta nacion con el resto del mundo. Réstanos trazar en breves rasgos su trasformacion interior en los diversos elementos que constituyen la vida social de un pueblo.

Convertir en sumisa y dócil una nobleza turbulenta y procaz, hacer de magnates rebeldes auxiliares fieles del trono, volver el mejor ornamento de la magestad á los que antes mas la habian escarnecido, reducir aquellos guerreros díscolos á generales obedientes, trocar en celosos servidores del Estado y de la autoridad real á tantos soberbios reyezuelos, lograr que señores tan opulentos y avaros consintieran resignados, ya que no gustosos, en la revocacion de las mercedes que los privaba de tan pingües rentas, cercenar á los orgullosos próceres añejos privilegios sin excitar turbaciones, celebrar córtes con solo el estado llano sin reclamacion de la clase aristocrática, alcanzar que muchos de aquellos altivos señores de vasallos dejáran los alcázares por las aulas, y prefirieran los grados académicos á los viejos pergaminos, la toga á la espada, y las tranquilas glorias literarias á los ensangrentados laureles

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