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troncos de otras tantas familias nobles en España. A todos los honró y distinguió el nuevo soberano, y á Moavia ben Salehi que de su órden habia ido á ofrecer una nueva patria á aquellos desterrados ilustres, le nombró Cadí de los Cadíes ó juez superior del nuevo imperio.

Poco tiempo gozó Abderrahman las dulzuras de sus pacíficos entretenimientos. El tenaz y nunca escarmentado Yussuf, faltando á los compromisos de Elvira, habia alzado de nuevo banderas contra el emir, llamándole adaghel (el aventurero, el intruso), y proclamándose emir legítimo de España. Dió Abderrahman el cargo de perseguirle al walí de Sevilla Abdelmelek ben Omar, el famoso Marsilio de las crónicas cristianas y de los romances moriscos (1), que pronto recobró las plazas de que Yussuf se habia apoderado. Alcanzándole despues en los campos de Lorca, la hueste rebelde fué acuchillada, y el mismo Yussuf se encontró entre los cadáveres acribillado de heridas. Su cabeza fué enviada al emir, que la hizo clavar á una de las puertas de los muros de Córdoba. Asi acabó el valeroso y tenaz Yussuf el Fehri (759). Su antiguo compañero Samail que gobernaba, el oriente de España renunció el mando de su provincia y se

(1) Contracción sin duda de Omaris filius, como llamarian los cristianos á Ben Omar, y despues por corrupcion Marsilius y Marsilio. Es el célebre personage men

cionado en los romances de CarloMagno, en los cantos de Ariosto, y en la escena del retablo de Maese Pedro en el Quijote.

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retiró á vivir tranquilamente en su casa de Sigüenza. ¿Pero acabaron con esto las conspiraciones y las revueltas entre los dominadores musulmanes? Condenado estaba el buen Abderrahman á no gozar momento de descanso en el trono como no le habia gozado en el destierro. Jamás imperio alguno habia sido mas espontáneamente ofrecido: ninguno habia de ser á costa de mas fatigas consolidado. Carácter era de aquellas gentes no renunciar nunca á los odios de tribu y de familia, trasmitirse el encono de generacion en generacion y no extinguirse nunca. Los hijos de Yussuf se encargaron de continuar la obra de su padre, , y la bandera de la rebelion se alzaba alternativamente en la España Central y Meridional, ó en todas partes á un tiempo. Ni porque el mayor de los tres, Abderrahman, fuera cogido y su cabeza enviada. á adornar la muralla de Córdoba al lado de la de su padre; ni porque al segundo, Abul Amad, prisionero á su vez, le fuera generosamente perdonada la vida; ni porque el tercero, Cassim, vencido en Sevilla y Algeciras, hallára todavía indulgencia en el magnánimo corazon de Abderrahman, que se contentaba con enviarle á una prision de Toledo, nada bastaba á escarmentar aquella familia aviesa é incorregible; y escapados de una prision ó sacados de ella por sus parciales, volvian á hacer armas y á conmover el imperio, y costábale á Abderrahman el sujetarlos ó largos cercos ó sangrientas batallas. Llegó el emir á ar

repentirse de su clemencia, y el mismo Samail, cuando retirado en su casa de Sigüenza acaso no se acordaba de conspirar, hízosele sospechoso, y arrancado. de su retiro y llevado á Toledo, murió al poco tiempo en un calabozo (761).

Otras contrariedades y reveses sufria entretanto por otra parte el imperio muslímico español. Narbona, aquella célebre capital de la Septimania gótica y de la Septimania árabe, caía, al cabo de cuarenta años de dominacion musulmana, en poder de Pepino, hijo de Cárlos Martéll, que llevaba siete años prosiguien do activamente la obra de su padre. Despues de un largo asedio sucumbió aquel postrer baluarte de los mahometanos en la Galia, y la guarnicion sarracena pereció al filo de las espadas de los feroces y sanguinarios francos. Si de España habia intentado algun caudillo ismaelita llevar socorros á sus hermanos de Narbona, habia sido destrozado en el Pirineo de la España Oriental, que ya los cristianos de Cataluña se atrevian á ejemplo de los de Asturias, la Cantabria y la Vasconia, á caer sobre los infieles desde los desfiladeros de sus montañas.

Abderrahman estaba destinado á no reposar. Los Abassidas de Oriente, los mortales enemigos de su estirpe, no le tenian tampoco olvidado. Era imposible que vieran con indiferencia á un vastago de la raza proscripta fundar un imperio en Occidente. El Califa Almansur, sucesor de Abulabbas, que habia trasla

dado la silla del imperio á Bagdad, envió á las costas de Andalucía con poderosa huestes al walí de Cairvan Alí ben Mogueitz, que comenzó á recorrer el pais excitando la insurreccion contra Abderrahman, el intruso, el usurpador, el maldecido, y proclamando al Abassida Almansur Califa de Oriente y de Occidente (763). Encendióse con esto en Toledo la llama de la rebelion mal apagada. Cada dia se allegaban nuevos rebeldes en derredor del estandarte negro de los Abassidas. Pero no amilanó esta nueva tormenta al ilustre y valeroso Ommiada, cuyo destino era pelear y vencer, estar siempre venciendo, pero siempre é incesantemente peleando. Encontráronse ambas huestes entre Badajoz y Sevilla. Siete mil abassidas quedaron en el campo. Pereció Alí entre ellos: algunos grupos de fugitivos pudieron ganar la Serranía de Ronda. Al poco tiempo de esta batalla, una mañana amaneció en la plaza pública de Cairvan un trofeo sangriento. Sobre una columna ó poste se veia clavada una cabez a humana junto con algunos truncados miembros. Encima habia un rótulo que decia: Asi castiga Abderrahman ben Moavia ben Omeya á los temerarios como Ali ben Mogueitz, wali de Cairvan. Eran la cabeza y miembros de Alí que el vencedor habia hecho trasportar secretamente á la capital del emirato africano. May irritado debia estar Abderrahman para cometer un acto de tan ruda ferocidad, habiéndose hasta entonces distinguido tanto por lo humanitario y lo cle

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mente. ¡Cuánto endurece la guerra los corazones mas propensos á la piedad (1)!

Lo peor fué que ni por eso terminaron las rebeliones. El viejo Hixem ben Adra, obstinado en sostener la doble causa de los Abassidas y de los Fehries, sorprendió á Sevilla, la saqueó, y corrió á encerrarse en Medina Sidonia, donde se habian reunido todos los caudillos facciosos. El célebre Marsilio fué sobre ellos, y de tal manera los apretó, que no les quedaba otra alternativa que capitular ó romper la línea enemiga erizada de lanzas. Adoptaron este último partido, y en una noche tenebrosa hicieron una arremetida súbita por dos diferentes puertas de la ciudad, logrando muchos de ellos ganar los riscos de la Serranía de Ronda. Hixem, menos afortunado y mas viejo, habiendo tenido la desgracia de que su caballo tropezase, cayó en poder del terrible Marsilio, el cual temiendo que la escesiva bondad de Abderrahman le hiciese todavía gracia de la vida, le cortó inmediatamente la cabeza y se la envió al emir en señal de la victoria, segun costumbre. Medina Sidonia abrió las puertas al vencedor Marsilio (765).

Pero el ilustre Ommiada, despues de haber corrido por Egipto y Africa todos los azares, todas las vicisitudes de un proscripto, semejábase en Es

(1) Añaden que el Califa exclamó con este motivo: «Este hombre es el mismo Eblis (Satánás). ¡Loa

do sea Dios que ha puesto un mar entre él y yo!»

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