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en Córdoba: Suleiman volvió á su gobierno de Toledo. A los pocos meses adoleció Abderrahman en Mérida de una enfermedad, de la cual no tardó en sucumbir. Acaeció su muerte en el año de la hegira 171, el 22 de la luna de Rebie segunda (30 de setiembre de 788). Tenia entonces poco mas de cincuenta y nueve años, y dejaba once hijos y nueve hijas. Hízosele un entierro solemne y pomposo, acompañando su féretro toda la gente de la ciudad y de sus contornos, con señaladas muestras de sentimiento y pesadumbre (1).

Asi terminó su agitada y gloriosa carrera el primero de los Ommiadas de España, Abderrahman ben Meruán, á cuyas aventajadas cualidades sus mayores enemigos no pudieron menos de hacer justicia. Almanzor, Califa de Bagdad, y por lo mismo natural enemigo de su nombre y familia, elogiaba su valor y sus talentos, y se felicitaba de que las guerras interiores de España le hubieran impedido ejecutar el atrevido pensamiento que tuvo, segun Al Makkari, de llevar la guerra hasta el Oriente y de derrocar la poderosa dinastía de los Abassidas. Los escritores cristianos, á pesar de sus naturales antipatías, no pudieron dejar de reconocer sus virtudes. El Silense le llama el gran Rey de los moros (2), y el Arzobispo don Rodrigo dice que Abderrahman fué llamado Adahid, el Justo (3). «Carlo-Magno, dice un escri

(4) Conde, cap. 24.

Maurorum... Chron. n. 18.

(2) Abderrahmen magnus rex (3) Hist. Arab. 18.

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tor contemporáneo, la figura colosal que descuella en aquel siglo, queda rebajado en comparacion de Abderrahman (1).»

Aunque Abderrahman gobernó como gefe supremo é independiente, y aunque las historias cristianas y algunas árabes le nombran Rey, Califa (Vicario), ó Miramamolin ("), consta por Al Makkari que nunca se dió á sí mismo sino el modesto título de Emir. Los dictados de Miramamolin y de Califa no empezaron á darse á los Emires de Córdoba hasta el octavo de los Ommiadas de España Abderrahman III. ó sea Abderrahman al Nasir.

El mismo año de la muerte de Abderrahman I. entró en Africa Edris ben Abdallah, que despues de haber andado errante por aquellas regiones como en otro tiempo Abderrahman, se apoderó de Almagreb, quitándoselo á los califas de Oriente, y echó los cimientos del reino de Fez, que trasmitió en herencia á su hijo Edris ben Edris. De esta manera el Africa propiamente dicha, desde el Egipto hasta el Estrecho, se constituia independiente de los califas Abassidas, como treinta y ocho años antes se habia constituido la España: cicunstancias interesante para la inteligencia de los sucesos ulteriores de nuestra historia.

(1) Alcant., Hist. de Granada, tom. II.

(2) Corrupcion de Emir-al-mumenin, emir ó gefe de los creyentes.

CAPITULO VII.

HIXEM Y ALHAKEM EN CÓRDOBA; ALFONSO EL CASTO EN

ASTURIAS.

De 788 á 802.

Solemne proclamacion de Hixem I. en Córdoba.-Guerra que le movieron sus dos hermanos Suleiman y Abdallah.-Véncelos el emir.Noble y generoso comportamiento de éste.-Rebeliones de los walies de la frontera oriental.-Proclama Hixem la guerra santa.-Progre sos de los musulmanes de uno y otro lado del Pirineo.-Tefmina Hixem la gran mezquita de Córdoba.-Su descripcion.-Triunfo de Alfonso II. (el Casto) en Asturias.—Muerte de Hixem, y elevacion de su hijo Alhakem I.-Dispútanle el trono sus dos tios Suleiman y Abdallah.-Guerra civil. Su término.-Alfonso de Asturias hace una excursion hasta Lisboa.-Mensage y presentes de Alfonso á Carlo-Magno en Aquisgran.-Es destronado momentáneamente, recluido en un monasterio, y vuelto á aclamar.-Conquistas de los francos en el Oriente de España.-Célebre sitio de Barcelona por Ludovico Pio, rey de Aquitania.-Rindenle la plaza los musulmanes.-Origen del condado de Barcelona.

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Estraño se mantenia á todos estos sucesos el pequeño reino de Asturias, como oscurecido en su rincon bajo los inertes príncipes que mediaron del primero al segundo Alfonso, que todavía, como anudciamos en otro capítulo, tardará tres años en empuñar el cetro de la monarquía de Pelayo.

Con desusada pompa se celebraba en 788 en Mérida, terminados los funerales de Abderrahman, la solemne proclamacion de su hijo Hixem I. «Que Dios ensalce y guarde á nuestro soberano Hixem, hijo de Aberrahman!» era el grito que resonaba en todas partes, y rezábase por él la chotba ú oracion pública en todas las mezquitas de España. Ayudaba al entusiasmo con que era saludado Hixem su magestuosa presencia, su índole apacible, y la fama de religioso y justiciero que ya gozaba, designándole desde el principio con el doble dictado de Al Adhil, el justo, y de Al Rahdi, el benigno y afable.

Pero estas virtudes no bastaron á estorbar que sus dos hermanos mayores Suleiman y Abdallah, walíes de Toledo y de Mérida, no pudiendo resistir á la envidia y enojo de verse postergados, le declaráran abierta 'guerra, proclamándose independientes en Toledo, donde ambos se habian reunido. Al wazir de la ciudad, que se negó á coadyuvar á sus designios, encarceláronle y le cargaron de cadenas. Y como Hixem escribiese á su hermano Suleiman para que le diese cuenta de la causa y motivo de aquel maltratamiento, la respuesta del soberbio Suleiman fué hacer sacar de la prision al desgraciado wazir y clavarle en un palo á presencia del portador de la carta, diciéndole á éste, «vuelve y di á tu señor lo que vale aqui su sobe«ranía: que queremos ser independientes en nuestras «pequeñas provincias, lo cual es una corta indemni

<zacion del desaire que se nos ha hecho.» Justamente indignado Hixem de la desatentada osadía de sus hermanos, marchó á la cabeza de una hueste de veinte mil hombres sobre Toledo. Suleiman habia salido á su encuentro con quince mil. Batiéronse los dos hermanos con el encarnizamiento de estraños enemigos. Derrotado el rebelde, pudo á favor de las tinieblas de la noche refugiarse á los montes, y el ejército vencedor prosiguió á poner cerco á la ciudad defendida por Abdallahı. El sitio apretaba, Suleiman no volvia, escaseaban los víveres, cundia en la ciudad el descontento, y Abdallah pidió permiso á los gefes del campo enemigo para pasar á conferenciar con el emir su hermano. Salió de Toledo de incógnito, presentóse á Hixem, el cual por uno de aquellos impulsos indeliberados, propios de las almas generosas, recibió á Abdallah con los brazos abiertos. Ante la elocuencia muda de la sangre no vió en su hermano al gobernador rebelde de Toledo, sino al hijo de Abderrahman como él. Concertóse, pues, la entrega de la plaza y el olvido de todo lo pasado, y juntos marcharon á Toledo, donde fué recibido Hixem con públicas demostraciones de alegría. Instaló en calidad de walí-á un pariente del wazir tan inhumamente sacrifica do: dió á Abdallah para que pudiese vivir una casa de recreo situada en uno de los mas amenos sitios de la campiña del Tajo, y regresó á Córdoba á preparar los medios de reducir á Suleiman, que tenaz en su rebe

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