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el permiso para fortificar á Compostela so pretesto de poner el templo del Santo apóstol al abrigo de las incursiones de los normandos que de nuevo se habian dejado asomar por la costa de Galicia. En efecto él circunvaló su ciudad y palacio episcopal de murallas, torres y fosos al modo de una plaza fuerte, pero sacrificando para ello á los fieles de su iglesia, á quienes trataba como á esclavos. En vano el rey, á cuya noticia llegaron las tiranías del obispo, le reconvino repetidamente por sus excesos: el prelado continuaba en sus violencias sin que le movieran las reales amonestaciones. Confiaba en la proteccion de sus parientes, y en poder con su ayuda resistir al rey, el cual creyó llegado el caso de pasar á Galicia con algun golpe de gente. El obispo compostelano, á pesar de sus fortificaciones y sus bravatas no tuvo ánimo para resistir al rey, y le abrió las puertas de la ciudad. Sancho depuso al rebelde prelado de su silla, añadiendo algunos que le encerró en un castillo, y puso en su lugar á Rosendo, obispo que era de Mondoñedo y varon respetado por sus grandes virtudes (1).

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Quedábale á Sancho todavía un enemigo poderoso, el conde Gonzalo Sanchez que gobernaba á Lamego, Viseo y Coimbra. El monarca leonés no dudó en dirigirse en su busca, pero apenas habia pasado el Miño encontróse con los enviados del sublevado con

(4) Samp. ibid.-Chron. Iriens., p. 9.

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de que venian á ofrecerle en su nombre reconocimiento y homenage y á pedirle le concediera tener una entrevista con él. Todo lo otorgó el rey fácilmen

te; pero el paso del conde encerraba un proyecto pér

fido y ocultaba una intencion indigna de un pecho castellano. La entrevista se verificó: el conde, mostrándose agradecido, quiso festejar al monarca, y en un banquete que le dió le hizo servir una fruta emponzoñada que el monarca comió sin recelo. Apenas la habia gustado comenzó á sentir sus efectos mortíferos: con gestos y palabras entrecortadas pudo solo hacer entender su deseo de ser llevado á Leon. Tratóse de ejecutar su voluntad, pero al tercer dia de camino espiró en el monasterio de Castrelo de Miño (967). Su cuerpo fué trasportado á Leon, y sepultado en la iglesia de San Salvador junto al de su hermano Ordoño (1).

Asi acabó Sancho el Gordo á los doce años y un mes de haber empuñado por primera vez el cetro de Leon, dejando de su muger Teresa Jimena un hijo llamado Ramiro, de edad de solos cinco años.

Dos novedades notables ocurrieron en Leon á la muerte de Sancho el Gordo: fué la primera haber colocado la corona en las tiernas sienes del niño Ramiro, habiendo sido hasta entonces la infancia causa frecuente ó pretexto especioso para no sentar en el trono de sus padres á tantos hijos de reyes; la se

(1) Samp. ibid.-Chron. Iriens., n. 10.

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gunda fué haber puesto al tierno monarca, que tomó el nombre de Ramiro III., bajo la tutela de su madre y de su tia Elvira, religiosa esta en el monasterio de San Salvador, viéndose por primera vez una monja constituida en co-regente y gobernadora de un reino.

Un suceso no menos extraño, pero de muy distinto linage, se verificaba entonces en Galicia. Reposaba tranquilamente en su lecho la noche de la Nati-vidad del Señor el venerable prelado de Compostela Rosendo (967), cuando un ruido que sintió en su dormitorio le hizo dispertar despavorido y sobresaltado: un personage armado de espada y de coraza levantaba con la punta del acero el lienzo que le cubria; seguidamente vió amenazado su pecho con la punta de aquella misma espada. ¡Cuál seria la sorpresa del virtuoso obispo al reconocer á su antecesor Sisnando, el prelado depuesto por Sancho, que habiendo despues de la muerte del rey recobrado la libertad con ayuda de sus parientes se presentaba á reclamar la silla episcopal de aquella manera y por aquel medio! A semejante insinuacion el sobrecogido prelado mostrỏse dispuesto á ceder su báculo, mas no sin tener valor para recordar al obispo guerrero aquellas palabras de Cristo: «el que maneja el acero, por el acero perecerá.» Y despojándose de sus vestiduras episcopales se retiró resignado al monasterio de San Juan de Cabero edificado por él, pasando despues al de Celanova fundado tambien por él mismo, donde vivió

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santa y tranquilamente por espacio de diez años hasta el fin de sus dias (1).

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En cuanto á Sisnando, cumplióse en él la sentencia de la noche de Navidad. Habiendo los normandos frisones acometido de nuevo la Galicia con una flota de cien velas al mando de su rey Gunderedo (968), y derramádose por la comarca de Compostela, talando, devastando y cautivando hombres y mugeres segun su costumbre, armóse loca y arrebatadamente el guerrero obispo Sisnando de todas armas, y con su gente salió furioso en busca de los invasores: hallólos cerca de Fornelos, los acometió, pero pagó su temeridad cayendo atravesado de una saeta; con lo que huyeron los suyos quedando los normandos dueños del campo (2). Alentados con este triunfo internáronse esta vez aquellos piratas hasta los montes de Cebrero, saqueando, incendiando y degollando sin piedad; hasta que al regresar hácia la costa con objeto de embarcar el fruto de sus depredaciones viéronse arrollados por un ejército gallego capitaneado por el conde Gonzalo Sanchez (el mismo que habia propinado el veneno á Sancho el Gordo), que arremetiendo con ímpetu y bravura hizo un espantoso degüello en aquella gente advenediza, quedando entre los muertos el mismo Gunderedo. Quemadas fueron en seguida sus naves, y de este modo desapareció

(1) Chron Iriens. n. 14.—Vit. mo 18.

S. Rudesindi, apud Florez, to- (2) Samp. Chron. n. 28.

en Galicia aquella hueste de atrevidos aventureros que tan afortunados habian sido en Francia y en Bretaña (1). Era el tercer año año del reinado de Ramiro (969).

Desembarazados de este episodio, volvamos la vista hácia la situacion de los demas estados de España al tiempo que comenzaba á reinar en Leon Ramiro III.

Habíamos dejado en 912 establecido en Barcelona al conde Sunyer ó Suniario, hermano de Borrel I. é hijo segundo de Wifredo el Velloso. Lo mismo que los reyes de Leon y de Navarra, habia dividido Suniario su tiempo entre la devocion y la guerra fundando y dotando monasterios y peleando con los musulmanes fronterizos. La suerte de las batallas le privó de su hijo primogénito Ermengaudo ó Armengol, á quien amaba tiernamente y á quien habia dado alguna participacion en el gobierno, y titulaba conde de Ampurias. Asoció entonces el apesadumbrado conde en el mando al mayor que quedaba de sus hijos nombrado Borrel, en cuyas prendas cifraba tambien grandes esperanzas, y en quien por último vino á descargar todo el peso del gobierno, retirándose él á un monasterio, donde vistió el hábito religioso, y donde falleció en 15 de octubre de 953. Quedó, pues, Borrel II, de conde soberano de Barcelona (954) rigiendo solo el estado hasta 956, en que entró su her

(1) Chron. Iriens.-Id. Samp. Annal. é Hist. Compostel.

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