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NOTICIA

de la horrorosa inundacion de Potosí acaecida el 19 de Marzo de 1626.

Entre tantas opulencias, y abundancias de humanos bienes en estos dilatados Reinos, donde (parece) mas generosa procedió la mano del Altísimo, con excedidos frutos de copiosas riquezas; no han faltado numerosos males, en rigurosos golpes de irritada justicia, merecidos (sin duda] de los ingratos retornos, de los procedimientos humanos á tan sobrados favores divinos; y sin embargo de ser causas naturales, los instrumentos del soberano enojo, verificado en sus criminales efectos que no siempre son acasos de naturaleza sus accidentes; antes por singulares y prodigiosos, se deben juzgar piadosos castigos de la divina justicia; manifestando Dios lo sufrido de su paciencia [como ponderá el gran Agustino] si en irritarse tarda, cuando provocada grave. Costosas experiencias tienen padecidas las principales villas y cindades de esta provincia, en los efectos del divino enojo, á fin (piadoso) de refrenar vicios y enmendar costumbres, que de probadas de escandalosas han dado á Dios tan en rostro, cuanto con excedido semblante ha

enviado castigos (al parecer) que á la verdad, mas han sido avisos sus amenazas: cuyas voces predican lo inmenso de su piedad, pues quien antes de ejecutar avisa, mas desea la eninienda del culpado que el castigo del delito; porque sin duda le duele mas la perseverancia en la ofensa que le lastima el agravio: mas el huir el remedio, que hizo sangre la herida.

Manifestó Dios, por conocidas señales, algo de su provocado enojo, con grandes inundaciones de aguas, hasta desatar el mar sus senos y romper sus muros las lagunas rebalsadas; ya con admirables terremotos, ya con reventazones de montes y volcanes; indicios todos del furor divino; sin salir del natural efecto, ántes dentro de la esfera de causas naturales, tienen los temores de Dios, cuerdamente advertido airado el criador, provocada su paciencia á instancias de nuestras culpas. El año de 1586, se enfereció el mar tan soberbio en estas costas, que excediendo sus acostumbrados Kmites, salió de sí, y anegó la ciudad de San Marcos de Arica, y todos sus puertos, por dilatados términos, subrepujando catorce varas de alto sus aguas sobre las márgenes y playas, con notables daños de haciendas, edificios, sembrades, almacenes y mercaderías, fuera de muchas vidas que perecieron indefenzas en las aguas, aunque algumas milagrosamente libraron de aquel peligro. Este desenfrenado exceso de el mar, por raro lo describen muchos escritores de las cosas de estos reinos, y debe ser eterna su memoria; pues de ochenta años á esta parte no se ha visto otro tal en las costas de este Reino.

El año de 1626, á 19 de Marzo, reventó una de las lagunas que tiene sobre sí la villa de Potosí, hechas á mano, para la molienda de los metales en los ingenios de su ribera, que como falto de aguas á este beneficio, recoje de las lluvias y nieves en lagunas el agua que ha menester para sus ingenios y beneficios de metales todo el año; fué aquel de muchas aguas, y no tenian las lagunas mas muros ó tajamares á su defensa y reparo, que unas paredes de cospedes, barro y piedra, porque la codicia humana como solo mira á su interés, no cuida de ajenos bienes, y siendo comun á todos, el reparar aquel daño, cada uno atendió á solo el particular del agua, sin atender á la causa, y contentarse solo con el efecto, como si aquel fuese milagroso. La laguna llamada Caricari, que es de las mas copiosas de agua, recojida de las vertientes de los cerros que la cercan, llegó á estarlo tanto, que el lagunero temiendo alguna reventazon, dió cuenta al Factor Bartolomé Astete de Ulloa, que hacia oficio de corregidor de la villa, para que hiciese ponor remedio, autes que fuese sin reparo el daño, por el grande que amenazaba tanta cantidad de agua rebalzada, sin resistencia de muros, y combatida de furiosos vientos de aque

lla region; que se le diese algun desagüe para asegurarla del peligro que se temia. Codicioso el Corregidor y Azogueros del agua que siempre sus ingenios necesitaban, no hicieron caso de los requerimientos del lagunero; y así el Domingo 19 de Cuaresma, primer dia de Marzo á la una del dia, comenzó á alterarse el agua de la laguna, y oprimida con inquietud, desportilló de un balance el ballado débil, y cerca de cespedes por un lado, hacia la parte que mira á la villa de Potosí, cosa de tres cuartas á piquo del portillo, por donde salió tan gran cantidad de agua, que arrastró muchísimas piedras grandes y cascajo, en un cuarto de legua que hay de la laguna al pueblo, pero tan cuesta abajo, que dió doblada fuerza á la corriente la mucha decaida para que fuese robando tan gran cantidad de tierra y piedras que se llevó sin resistencia alguna todos los ingenios que encontró, que son todos los que caen sobre el pueblo, y de allí los restantes casi de la ribera, haciendo pedazos las ruedas, volcando los mazos y ejes, derribando las paredes, anggando las casas, y, ahogando cuanto hallaba en ellas, tan improvisamente que no tenian lugar de librar las vidas de las personas, ni menos de poner reparo á cosa alguna, con tal furia, y desenfrenada corriente se despeñaba aquel diluvio de randales de tierra, piedra y agua, que deshacia cuauto se le ponia al paso, y se llevaba por delante cuanto le salia al encuentro; arrancaba de raiz las casas con las personas en las ventanas y balcones, á voces pidiendo á Dios misericordia, las llevaba en peso algunos pasos hasta deshacerlas por los cimientos, y derribar paredes y techados, resuelto todo en el agua sin mas demostracion que una breve polvareda, dejando en ella y el agua sepultadas las vidas y despedazados los cuerpos de los que estaban dentro, sin poderles valer recurso humano.

El Convento de Nuestro Padre San Francisco, quedó aislado entre dos brazos de agua milagrosamente, por ser el que mas peligro corria á la misma ribera de los ingenios; valióle de muro y defenza un grande basurero que por la parte superior tenia al fin de una calle; y no obstante le cogió por un lado el agua, y se llenó todo el noviciado y caballeriza, que lindaba con el arroyo de los ingenios de la ribera. El brazo de agua que le aisló por la parte del pueblo, robaudo la calle y el cementerio mas de una pica á fondo, tan discimuladamente, que algunas personas pareciéndoles vadeable se arrojaron á quererle pasar, se ahogaron con las cabalgaduras sumergiéndose tan profundamente, que apenas entraban en el agua cuando se perdian de vista.

Muchos por socorrer á otros que á sus ojos veian alogarse, se ahogaban con ellos; porque las piedras que arrastraba la corriente, mazos, ejes y ruedas despedazadas de los ingenios

desechos, no solo no les daba lugar á nadar y valerse de las propias fuerzas é industria, mas les' quebraba los brazos, rompía las piernas y despedazaba las cabezas, y á muel o destrozaba los cuerpos; los mas que perecieron fueron indios: unos atados de su natural torpeza que pudiendo asegurarse daban lugar á los raudales que los arrebataso en medio de su pasmo y embeleso: otros llevados de su codicia se arrojaban á la corriente por hacer presa, y haber á las manos muchas ricas preseas que llevaba el agua, se les iba los pies y se ahogaban engañados del deseo.

Consumióse el Santísimo Sacramento en nuestra iglesia, esperando los religiosos por instantes sobre sí, y sobre todo el convento, la mayor fuerza de la inundaciou, como quien estaba en medio de sus corrientes y debajo de sus ondas, por estar tan superior la laguna.

Eran tan grandes los golpes de las piedras unas con otras, que los cimientos de la iglesia, paredes y campanario cimbraba, como pudiera con un gran terremoto.

Acordaron los religiosos, viendo el conocido peligro en quo se hallaban, valerse del favor y patrocinio de la santa y milagrosa imágen del Crucifico de la Santa Vera-Cruz, y sacándole en procesion al cementerio, por donde venia caudalosamen te el agua, fué tambien premiada su fé que luego al punto cesaron las corrientes con admiracion de todos los circunstantes, que atribuyeron á milagrosa tan improvisa calina en tan deshecha tormenta.

No menos fué digna de memoria, á gloria y honra de Dios, y devocion del Santo Crucifico, que estando en aquella ocasion Juan Mirador, Síndico del convento, y mayordomo de la Santa Vera-Cruz, enfermo en su casa en la cama, poco antes que llegase el agua de la laguna á su casa, se le apareció el Santo Crucifico, diciéndole que á toda prisa saliese fuera y salvase la vida; y luego que salió como mejor pudo, llegó el agua y le llevó la casa y cuanto en ella habia, sin dejarle mas de la ropa que sacó encima, como el mismo Juan Mirador lo declaró despues, haciéndose llevar á la capilla del Santo Crucifico á darle gracias por tan singular favor; que asi quizo premiarlo en esta vida lo mucho que le habia servido de mayordomo de aquella cofradía; y despues los religiosos le dieron vivienda en el convento, como á su síndico, donde murió de su enfermedad.

Perdiéronse en aquella con la inundacion, muchos millones de hacienda, así en metales que estaban en los ingenios para moler y beneficiar, y molidos y puestos en beneficio en los buitrones, como azogues, barras, piñas de plata, moneda, alhajas de casa, joyas y plata labrada, que enterró el agua, des

perdició y llevó tras sí con los mismos ingenios, corrientes y molientes.

Murieron mas de dos mil personas abogadas y hechas peda-zʊ8, con las muchas piedras, tierra y maderos de los jugenios que llevaba con grandísima violencia el agua, hasta hacer madre capaz por donde salir encañada á la quebrada, 6 valle de Tarapaya abajo, sin perdonar cosa alguna de cuantas encontraba por el camino que es el real, y de mayor concursɔ do toda la sierra, de los que entran y salen al trato y comercio de aquella villa.

Duró la inundacion desde la una del dia hasta mas de las tres de la tarde, con tan grande estruendo y confusion de la vista, que pareció (á nuestro decir) dia de juicio, pues en un punto se vieron cosas muy poderosas, con solas memorias de lo que fueron, y personas muy ricas desnudas, sin tener mas del vestido que sacaron consigo, ni que llegar á la boca: en suma, fué un teatro donde al vivo se representó con todas veras las burlas del mundo, los lances de lo que el vulgo llama fortuna, y se reconoció con bien costosa experiencia la corta duracion de los bienes humanos, sugetos, cuando mas seguros, á varios accidentes de el tiempo donde son mas ciertos que las seguridades los peligros.

Otro dia, despues que hubo sosegado el agua, se dispuso por los ánimos piadosos de los fieles, dar sepultura á tantos cuerpos muertos como parecieron en término de dos leguas, arrojados por las riberas y surcos que dejó el agua, unos sin cabezas, otros sin brazos y sin piernas muchos, medio enterrados en las lamas, y detenidos algunos en las estrecheces do las peñas: mas el católico y piadoso celo de aquella imperial villa, fundó con aquella ocasion una ilustre cofradía de la inisericordia en la iglesia mayor, entre los vecinos, así sacerdotes como seculares, eligiendo y votando por su patrona á la Virgen Santísima de la piedad, y luego los cofrades, mayordomos y veinticuatros con sus pendones é insignias de barretas y azadones, vestidos de escapularios verdes, siguiendo un estandarte blanco con cruz verde en medio, fueron en procesion por los caminos que dejó el agua, con una campanilla delaute, recogiendo todos los cuerpos muertos; y eran en tanto número, que una recua de mulas se ocupaba de traerlos, y no era suficiente, ademas de los amigos que iban por sus amigos muertos, los padres por los hijos, hermanos y deudos, por cada cual que le pertenecia, ya en sangre, ya en obligacion, ya en amistad, conforme le habia cabido la suerte en aquella féria de desdichas. Todo era confusion, voces, lágrimas, suspiros y lamentos mas crecidos á vista de la desgracia con los cadáveres en los brazos, hiriendo los oidos lastimosos dobles de

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