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Manifiesto de la junta de Quito.

Manifiesto al público. Un pueblo que conoce sus derechos, que para defender su libertad é independencia ha separado del mando á los intrusos, y está con las armas en la mano, resuelto a morir ó vencer, no reconoce mas juez que á Dios, a nadie satisface por obligaá cion, pero lo debe hacer por honor. En esta inteligencia el de Quito da al mundo entero razon de su conducta tocante á los acontecimientos políticos del dia. El conde Ruiz de Castilla que ha sido su presidente, es un hombre absolutamente inepto para el gobierno, vive enfermo de por vida, su edad la de setenta y cinco años y tiene la decrepitud de ciento. No ha gobernado á nadie, y se ha dejado gobernar despóticamente de cuantos han querido, como lo podrá ser un niño de cuatro años. Ya se deja comprehender de aquí el abandono en que ha estado este reyno, verdaderamente anárquico. Desde la desgracia del rey en que ha sido el peligro tan urgente, no se ha visto

otra cosa que un descuido vergonzoso, una apatia humillante, y un desprecio criminal de los derechos sacrosantos, que nos ha concedido la naturaleza. No se nos ha tenido por hombres, sino por bestias de carga, destinadas á soportar el yugo que se queria imponer. En un tiempo en que debia levantarse mas tropa para estar prevenidos á batir al enemigo de la religion, del rey y de la patria, léjos de hacer un recluta para aumentar la fuerza militar segun ántes lo habia mandado el rey, se han reformado dos compañías de las cuatro que componian el cuerpo veterano. No se han disciplinado las milicias, ni se ha librado en una palabra providencia alguna conducente al fin de la defensa. Lo que sí hemos observado con el mayor dolor és, que se ha hecho por los Españoles europeos la mas ultrajante desconfianza de los americanos. Nada se les ha comunicado, todo, todo, se les ha reservado con el mas particular estudio, de suerte que ninguno de los acontecimientos funestos por pequeño que haya sido, lo ha participado el gobierno. Cuando los Españoles europeos en

una crisis tan tremenda de la nacion, debieran haber hecho causa comun con los Americanos para defenderse recíprocamente (á lo que los últimos, no solamente los de este reyno, sino todos los de ámbas Américas habrian estado prontas) entonces es que aquellos se desdeñan de franquearse, de unirse, ostentan una riyalidad ridícula, y como si les fuera indecoroso, teniéndose por dueños no se dignan hacer á sus esclavos partícipes de sus cuidados, y decretan allá en sus nocturnos conventiculos la suerte desgraciada de esta, sonando conservar el señorío. Cada uno de ellos es una espía, y este dulce nombre de seguridad ha desaparecido de entre nosotros. Cualquiera que usa de su razon, y no cree ciegamente las favorables noticias del estado de la península, se hace sospechoso, con solo el hecho de dudar o poner en práctica las reglas de la crítica, y es observado. Por racional y fundado que sea el discurso, desagrada y quieren que contra el propio sentir se tenga y publique por verdad evangélica la mentira mas garrafal. Se saluda con tiros de cañon, con repiques de campa¬

nas, con misa de accion de gracias, luminarias y corridas de toros, y el que no tenga á estas esterioridades por pruebas reales y efectivas de sucesos fingidos se halla espuesto á un proceso como criminal de estado. Estos engaños han puesto á los Quiteños en justa desconfianza, y de que se les reputa como á enemigos, ó como á esclavos viles. ¿Que dirémos de la famosa causa de estado seguida contra personas de notorie lustre y de fidelidad al rey, á toda prueba ? Es público ya en todo el mundo que un plan hipotético de independencia, para el caso de ser subyugada la España y faltar el legitimo soberano ha sido el cuerpo del delito. Este es bonapartismo claro respecto de los procesantes, á quienes es preciso calificar por consiguiente de opresores de los criollos y usurpadores de sus derechos naturales. Aun hay mas se sabe y consta de los mismos autos que un regente don José Gonzalez Bustillos, desea beberse la sangre de catorce de los principales ciudadanos, sin nombrar á estos, ni de su delito; que un decano de la real audiencia, don José Merchante

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de Contreras, denuncia como crímen de estado el leal y amoroso deseo de que vengan á vivir seguros en América el rey don Fernando 7° el papa, y que á pesar de que se ha hecho ver á la evidencia por los procesados no solo la inocencia de este plan, sino que será verdaderamente trahidor al gobierno y á la patria, quien conciba ó sostenga lo contrario, se sigue la causa, y no ha podido conseguir una libertad honrosa el oficial que se supone su autor. Estos hechos son públicos y notorios. Los mismos Españoles europeos, sin provocacion antecedente han alterado la paz, y á cara descubierta se han ostentado en esta capital enemigos mortales de los criollos: conque la conducta de estos para asegurar su honor, su libertad y su vida, ha sido dictada por la misma naturaleza que prescribe imperiosamente al hombre la conservacion de estos preciosos derechos. Por consiguiente justa, en especial cuando quedan voluntariamente sugetos à la dominacion del señor don Fernando 7o su legitimo soberano, siempre que recupere la península, ó venga á imperar en América. Justifica

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