Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Los gastos del Estado exceden en tal cantidad á los productos de las rentas, que ha sido preciso echar mano de los fondos particulares, arruinando los establecimientos mercantiles. Las rentas de la Corona sufren notable disminución en las provincias de Madrid, Barcelona y Cádiz y otras igualmente ricas y populosas... Nadie cumple lo que se le manda; las miserias se agolpan sin dar lugar las unas á las otras; el desorden de la Real hacienda es completo, y S. M. ha oido los clamores de muchos pueblos quejándose de la desigualdad en el reparto de las contribuciones y de los apremios extraordinarios conque se les molesta. »

El señor Flórez Estrada, á la sazón emigrado en Londres, publicó un manifiesto que produjo gran impresión, arrojando sobre el Rey la responsabilidad de cuanto venía sucediendo.

Los españoles, escribía aquél, no ignoraban que después de las renuncias de Bayona, sin ser compelido, habíais, Se

ñor, dado desde Burdeos la proclama en que encargábais á los españoles someterse á Napoleón. Ellos sabían que habiais escrito á éste desde Valencey felicitándole por sus victorias, por la misma inauguración de José, pidiéndole una sobrina para hacerla vuestra esposa, y solicitando el mando de una división de sus ejércitos para el Infante Don Carlos.

Ellos no ignoraban que en este mismo tiempo vuestro augusto padre, aunque en la mayor mendicidad, jamás había dado á Napoleón una prueba que desmintiese el noble carácter y grandeza de un Rey oprimido y que, á pesar de tan triste situación, jamás dejó de socorrer á los españoles que han tenido el honor de presentársele, ni dejó de manifestar en público lo mucho que sentía los males de España.

> Ellos todos habían visto el decreto del Escorial, y los motivos en él publicados y circulados á la Nación por vuestro mismo augusto padre. Ellos sabían que la renuncia de Aranjuez había sido hecha en medio de un tumulto popular,

Ejército Español.-Cuerpos destinados á la expedición de América. Cantabria (Capitán) 1816.

sin consentimiento de la Nación y sin la menor fórmula previa de decencia, tan necesaria para la seguridad de los tronos, aun cuando se quiera prescindir de lo que á aquélla se debe.

» Ellos, finalmente, eran sabedores de que á los dos días de este extraño suceso, vuestro augusto padre había declarado nula la abdicación hecha en favor de V. M., de la que seria una contradicción desentenderse si obrasen atenidos úni camente al principio de legitimidad, por cuya sola virtud vuestros consejeros os quieren suponer Rey de las Españas. »

Este manifiesto era la voz de la revolución; pero Fernando y sus consejeros no querían escucharla.

Continuando el trasiego de ministros, al de Estado, Marqués de Casa Irujo, le reemplazó don Manuel González Salmón, que poco después era substituído por el Duque de San Fernando. Cesó el de Guerra, general Eguía, entrando en su lugar don José María de Alós, y desterróse al de Gracia y Justicia, don Juan Esteban Lozano de Torres, substituyéndole don Bernardo Mozo de Rosales, Marqués de Mataflorida.

El tenaz y temerario intento de someter por la fuerza de las armas las provincias sublevadas de Ultramar, hizo que el Gobierno, á mediados del año 1819, dispusiera el envío de otra expedición á América, reuniendo con tal objeto diez y seis mil hombres en torno de la bahía de Cádiz. La reunión de este numeroso ejér- · cito desarrolló los gérmenes de descontento depositados en el fondo de todos los corazones. La idea de verse transportados á América como á un destierro lejano en donde les estaban aguardando privaciones sin cuento, exasperaba á los soldados, al paso que la mayor parte de los jefes y oficiales sentianse irritados sobre manera por las persecuciones que se ejercian continuamente, por los abusos y desórdenes que presenciaban á diario y por el influjo omnipotente de los frailes y de los curas.

Aprovechose estas disposiciones favorables à la insurrección por la masonería, en cuyo nombre los señores don Antonio Alcalá Galiano y don Juan Álvarez Mendizabal, trabajaron activamente para reclutar adeptos á fin de restablecer la Constitución de 1812. No tardó en concertarse un plan revolucionario y ya se había fijado el día, cuando el Conde de La Bisbal (1), general en jefe de las tropas, con el que creía contarse, según sus propias manifestaciones, concibió un temor repentino por haberse dicho que en Madrid cundian vagos rumores del proyectado movimiento. Deseando prevenir las revelaciones, resolvió sacrificar sus compañeros á su seguridad personal y, saliendo de Cádiz en la noche del 7 de Julio, cruzó la isla de León, desembarcando en el continente con algunos regimientos, asegurándoles que no serían transportados á América si ejecutaban puntualmen

(1) Don Enrique José O'Donnell, Conde de la Bisbal, irlandés de origen, mandaba en Córdoba el ejército de reserva de Andalucia cuando Fernando regresó á España en 1814. Tenía fraguada ya una intriga para derribar la Constitución, cuando supo la próxima llegada del Rey á Madrid y, no sabiendo cuáles eran sus verdaderos propósitos, envióle un oficial de confianza para cumplimentarlo, con dos alocuciones diferentes; la una prodigaba elogios al sistema constitucional, y la otra ponía en las nubes las excelencias del poder absoluto. El oficial debía entregar una ú otra con arreglo á lo que oyese decir que pensaba hacer el Soberano, y como éste no disimuló sus intenciones, le hizo entrega de la última alocución.

te sus órdenes. Marchó con estas fuerzas á la ciudad del Puerto de Santa María, donde se hallaban los cuerpos más comprometidos, prendió á sus principales jefes, que eran los tenientes coroneles y comandantes Quiroga, Arco-Agüero, San Miguel, Riego, O'Daly y Roten, y apresuróse á comunicar la noticia al Rey haciéndole ver que acababa de salvar su Corona.

Este golpe de mano que valió la felicitación real y nuevos honores al traidor O'Donnell y á su cómplice el jefe de estado mayor, Sarsfield, hizo activar la salida de la expedición. Precipitóse la venida de los muchos buques mercantes que el Gobierno había fletado á subido precio en varios puertos de Francia é Italia para el transporte de las tropas; aprestóse el ejército al embarco y estaban terminándose los últimos preparativos, cuando llegó al puerto de Cádiz un barco procedente de la costa de Coroman

[graphic]

del é introdujo en la ciudad el cólera morbo. Esta plaga fué al principio desconocida por las autoridades (1), mas no tardó en extenderse fuera de Cádiz, propagarse por los pueblos inmediatos y llevar el terror hasta Madrid. Inmediatamente se suspendió la salida de la expedición y destináronse las tropas á formar diferentes cordones sanitarios.

Dominóse la epidemia á los cinco meses, volvió el ejército á sus acantonamientos antigos y reanudaron los oficiales sus trabajos de conspiración abortados en el mes de Julio. Desconfiando de los generales, resolvieron conferir la jefatura del alzamiento al teniente coronel don Antonio Quiroga, preso, aunque con poco rigor, en Alcalá de los Gazules. Dispuesto todo á fines de 1819, acordaron dar el golpe el día 1.o del año siguiente.

[blocks in formation]

(1) El primer médico que indicó el carácter de la enfermedad, se vió amenazado con la pena de presidio por agitador y alarmista.

CAPÍTULO XXIII

(1820)

I

Proclama Riego la Constitución en Cabezas de San Juan.

-

-

Se apodera Quiroga de la ciudad de San Fernando. — Excursiones de Riego. Es enviado Freire à combatir á los sublevados. La revolución en Galicia, en Cataluña, en Aragón y en Navarra. El 10 de Marzo en Cádiz. - Madrid. — Decretos del 3, 6 y 7 de Marzo. La revolución triunfante. - Manifiesto del Rey á la nación española.

[ocr errors]

El 1.o de Enero de 1820, en Cabezas de San Juan, arengó el comandante del batallón de Asturias don Rafael del Riego á sus soldados y proclamó al frente de banderas la Constitución de 1812. Pasó luego con su batallón á Arcos de la Frontera donde se hallaba con su estado mayor el general en jefe del ejército expedicionario; sorprendió allí y desarmó la guardia del general. No se contentó con arrestar sólo al Conde de Calderón. Arrestó también á los generales Blanco, Salvador y Fournás. Pasáronse á la causa de Riego las tropas (1). En el mismo día se acercó á Arcos el batallón de Sevilla, y al siguiente el coronel don Antonio Quiroga, designado por las Juntas para ponerse á la cabeza del movimiento y preso en Alcalá de los Gazules, logró quebrantar su prisión, se puso al frente del batallón de España, marchó á Medinasidonia donde se le incorporaron nuevas fuerzas y entró el día 3 en San Fernando.

No logró Quiroga apoderarse como quería de Cádiz. Advertido á tiempo el teniente de Rey de la plaza de lo que se intentaba, adoptó medidas que impidieron el avance de los sublevados.

Rodríguez Valdés, que éste era el teniente de Rey de la plaza, supo, ya entrada la tarde del 3, que había tropas sublevadas dentro de las líneas del puente de Suazo. ¡Tantas horas había perdido Quiroga sin resolverse á ejecutar su plan! Rodriguez Valdés había sido en 1814 castigado por constitucional.

(1) La pobre conjuración de unos pocos hombres audaces, dice Alcalá Galiano, comentando el suceso, habia desplomado el Trono de Fernando VII, y dado á Europa y al mundo un golpe cuyos efectos iban á sentirse por algunos años. ›

Ocurrió en aquel caso, como en tantos otros, que contando los sublevados con gente de dentro de la plaza, esperaron éstos la acometida de los de fuera, y los de fuera aguardaron á que los de dentro dieran señales de franquearles las puertas. Ello es que los de Quiroga no avanzaron hacia la cortadura situada en el caminò de Cádiz á la Isla de León, hasta que ésta estaba ya ocupada por fuerza de artilleros y de la milicia urbana antigua de Cádiz, mandada por el oficial don Luis Fernández de Córdova. Cuando llegaron á ocupar la cortadura dos columnas de la fuerza de Quiroga, se hallaron con el fuego de la gente de Córdova. Una bala de cañón de los defensores de Cádiz mató algunos hombres de la columna de los sublevados. Lo inesperado de la resistencia y el estrago de aquella bala, unido á la obscuridad de la noche, amedrentó á los sublevados, que se retiraron precipitadamente. Nada intentaron de nuevo los de Quiroga, y la posesión de la isla Gaditana quedó dividida: desde la cortadura al mar por los realistas, y por los constitucionales desde Torre Gorda al puente de Suazo, inclusa la ciudad de San Fernando.

[graphic]

Rafael del Riego.

Tardó Riego en tener noticias de Quiroga y se creyó abandonado. Tuvieron aquí su origen los recelos y los odios entre ambos jefes.

Cuando supo Riego de la suerte de Quiroga, se trasladó á San Fernando. Había ya entonces engrosado sus fuerzas con el batallón de Aragón y las engrosó aún más con los jefes que había el Conde de la Bisbal encerrado en el castillo de San Sebastián de Cádiz. Rompieron estos jefes sus cadenas y corrieron al lado de Riego.

Juntos ya en San Fernando (6 de Enero), dejaron Quiroga y Riego pasar los días sin hacer cosa mayor que proclamar la Constitución y apoderarse por sorpresa del arsenal de la Carraca. Sacaron del arsenal materiales y los vendieron. El 24 de Enero hizo en Cádiz, el coronel Rotalde, una tentativa. El éxito fué desastroso. Fernández de Córdova se atrajo á los soldados y arrestó á casi todos los oficiales. Lograron escapar muy pocos. Se contó, entre los que escaparon, el jefe de la intentona, don Nicolás de Santiago y Rotalde..

Describe así Alcalá Galiano la situación de los sublevados por aquellos días: << Era situación extraña la del ejército acantonado en San Fernando, en la cual había no poco sublime y propio para mover á admiración, y otro tanto que provocaba con razón á risa. Veiase un puñado de soldados, cuyo número cuando

« AnteriorContinuar »