Imágenes de páginas
PDF
EPUB

el bastón de mariscal del imperio, se preparó para nuevas empresas. De los vencidos, Campoverde fué substituido por don Luis Lacy, el 9 de Julio. Miranda regresó á Valencia con sus tropas, no sin haber pasado grandes apuros antes de poder embarcarlas, el 8 de Julio, á bordo de la escuadra inglesa en Arenys de Mar; Eroles pasó á defender á Montserrat; muchos de los soldados que habían escapado de la tragedia de Tarragona, desertaron para unirse á los somatenes. Hubo Lacy de reorganizar las fuerzas del Principado. Se discutió mucho, como de costumbre, la conducta de los vencidos.

Suchet tenía el encargo de Napoleón de emprender la conquista de Valencia; pero antes de regresar á Zaragoza, para prepararla, se dirigió el 25 de Julio hacia Montserrat, para desalojar de allí á Eroles que sólo disponía de 3,000 hombres, somatenes los más. Apoyado por Maurice-Mathieu, gobernador de Barcelona, hizo el general Abbe la primera acometida; pronto las tropas de Suchet, por él mismo dirigidas, generalizaban el ataque por diversos flancos de la montaña; atacando á nuestros artilleros por la espalda se apoderaban del convento, y por último de la posición, de la que arrojaron á los españoles. Los defensores de Montserrat hicieron cuanto sus escasas fuerzas les permitió por defenderla y pudieron salvarse muchos, con su jefe, gracias á lo muy bien que conocían el terreno en que luchaban.

Se dirigió luego Suchet à desalojar del castillo de Figueras á los españoles, que, con su gobernador Martinez, desde el mes de Mayo se habían alli resistido, respondiendo con firmeza á todas las intimaciones que se les habían hecho; pero aquella situación era insostenible; faltos de todo recurso como estaban al cabo de tres meses sin recibir ningún socorro y enteramente bloqueados, intentaron una salida abriéndose paso entre el enemigo, y en el más deplorable estado hubieron de rendirse el 19 de Agosto.

Continuaba en 1811 la situación del Rey José, la misma que en 1810.

En el mismo mes de Enero envió á Paris su edecán el coronel Clermont-Tonnerre, con cartas para Napoleón. Ni las contestó el Emperador, ni volvió el emisario á España.

Al mes siguiente se leía en el Monitor de Paris que, pasada en España la fiebre patriótica, pueblos de Aragón, del Centro, del Mediodía y del Norte de España, clamaban por su remisión al Imperio.

No era tranquilizadora en verdad la noticia, y lo era menos si se tiene en cuenta que al mismo tiempo recibía cartas de su esposa en que le manifestaba el desdén del Emperador, de quien apenas podía hacerse escuchar. Según estas cartas, Napoleón no aprobaba el pensamiento de la adquisición de la hacienda de Mortefontaine para el retiro de José; entendía que los intereses de España debían subordinarse á los del Imperio, y queria que, caso de decidirse José por

abandonar el Trono, lo declarara oficialmente por medio de su embajador en Madrid (1).

Por otra parte, la situación económica del Reino continuaba deplorable. La organización militar, ideada por Napoleón, permitía que cada gobernador se apoderase para el surtido de su distrito de cuantos granos podía, y José llegó, para abastecer el de su mando, hasta hacer recoger el trigo de las mismas eras y de las alhóndigas de los pueblos.

(1)

Es interesante, y sobremanera curiosa, dice el historiador Lafuente, la correspondencia que en este tiempo se siguió entre el Rey José y la Reina Julia su esposa, Napoleón su hermano, y su primo el general Berthier, Principe de Neufchatel, porque nada puede retratar tan á lo vivo y con tanta verdad como estas cartas de familia la angustiosa situación del Monarca intruso, su carácter y sentimientos, el comportamiento y las miras de Napoleón, y el modo como José juzgaba de si mismo y de la España.›

Ya continuación da a conocer los siguientes documentos:

JOSÉ Á LA REINA JULIA

Mi querida amiga (llamábala asi siempre): He tenido muchas conferencias con M. Laforest, que me ha dicho con más respeto las mismas cosas que te han sido dichas á ti. He respondido como has respondido tú, que estaba autorizado á creer que se deseaba mi marcha, pues que se hacía mi existencia imposible aqui; que si yo estaba en un error y se desea que me quede, estoy pronto; si se desea que me vaya, también lo estoy. Que en llegando à Paris, presentaré yo mismo ó me haré preceder por el acta que se quiera. Te remito un modelo. En este caso ninguna condición: lo mejor es la retirada absoluta. En el caso de que sinceramente se quiera que me quede, haré todo lo que exijan la razón y el deseo de complacer á mi hermano, y el fin que debió proponerse al enviarme aquí. Pero debe tener entendido que nada indigno de mi puedo prometer ni ejecutar. Acaso conozco mejor lo que debo al Emperador y à la Francia en lo que á mi toca. Cualquiera que sea el partido que prefiera el Emperador, no hay que perder momento, porque aquí todo está en disolución. Si he de dejar este país, que sea sobre la marcha. Devuélveme el acta adjunta con las modificaciones que se exijan, si las hubiere. Si he de quedarme, prepárate à venir con mis hijos, y que te precedan pruebas de la estimación del Emperador, sin la cual no puedo permanecer aquí. Es menester excitar la opinión por medios diferentes que anuncien la estabilidad de mi existencia: tu llegada, la aceptación por parte del Emperador del orden aqui establecido, y algunos anticipos de dinero. Me limito à un millón mensual, hasta que pueda contar con la totalidad de las contribuciones de Andalucía, absorbidas hasta ahora por el ejército cuya presencia es necesaria delante de Cádiz, etc.

JOSÉ Á LA REINA JULIA

Mi querida amiga: Mi posición aquí empeora cada día de tal modo, que me he decidido à escribir la carta cuya copia acompaño. Tú puedes hablar de ella al Emperador: yo no puedo restablecer el orden con los oficiales que me han sido dados. - Si el Emperador acepta mi proposición, tendré más trabajo, pero espero resultados, y al menos gozaria del fruto de mis fatigas. Hoy me estoy desacreditando cada día más por la mala conducta de gentes que no puedo reprimir; prefiero, si es menester, exponer todos los días mi vida con tropas nuevas en un distrito en que el bien o el mal fueran obra mia, que continuar en el estado de discordia, de humillaciones y de anarquía en que me encuentro entre mis ministros y los administradores franceses, el pueblo y el ejército, los insurgentes y los hombres que han tomado partido por mi. Todo sistema sencillo puedo yo llevarle å buen término; tengo esta confianza; pero no puedo lo imposible. Propongo, pues, en dos palabras, quedarme en las provincias del centro con las solas tropas y oficiales á mi servicio. No pido para esto al Emperador sino un anticipo de un millón mensual à contar desde 1.o de Enero. Un adelanto de dos ó tres millones me seria aún necesario para pagar una parte de los atrasos; pero, en fin, si tú tienes y el Emperador no puede anticiparme esta suma, ¿no podrías tú procurármela hipotecando todos los bienes raices que dejarias en Francia? Que se me entregue á mis propios medios, si se quiere; no temo ninguna situación, pero no puedo estar más tiempo

No era el sistema para crearse simpatías.

En vano intentaba el desventurado Monarca atraerse el amor de los españoles con otras medidas, como la de consentir bailes antes prohibidos y restablecer las corridas de toros, en tiempo de Godoy suprimidas: los españoles odiaban cada vez más al intruso.

Decidió José visitar personalmente á su hermano y, aprovechando el pretexto que le brindaba el haber dado á luz el 20 de Marzo la Emperatriz un niño, de

JOSE Á BERTHIER

Con profundo sentimiento he leido la carta de V. A. de 18 de Febrero... ¿Cómo V. A. puede pensar que un hombre que no tiene pan ni zapatos que dar á los que tienen la desgracia de servir á sus órdenes, puede emprender construcciones de medio millón de reales?... ¿Cuántas veces he de repetir que las tropas que me sirven no están ni pagadas ni vestidas hace ocho meses? Hace siete que las del Emperador no cobran sueldo: su subsistencia misma está hoy comprometida. Los proveedores acaban de ser afianzados con los objetos de valor que existen todavia en el palacio de Madrid, y yo he tenido que despojar la capilla de mi casa: este recurso nos proporcionará víveres para quince días.

Me veo forzado á guarnecer á Madrid con el menor número de tropas posible, por no poder mantenerlas; ellas viven en provincias, pero cuestan caras al tesoro, que no alimentan por muchas razones. Por otra parte, Ávila está agotada por los depósitos del ejército de Portugal; Extremadura, por el 5.° cuerpo y las guerrillas; Cuenca está arruinada... Segovia, esquilmada por el ejército de Portugal, no da al Tesoro 200,000 reales mensuales; Guadalajara, bien ó mal, costea los dos regimientos Real-Extranjero é Irlandés; Toledo, vejada por las guerrillas y cruzada por los inmensos convoyes de Andalucia, apenas da 200,000 reales; la Mancha, teatro diario de combate de los cuerpos avanzados del ejército de Murcia, de las guerrillas de Extremadura y de la provincia misma, no envía á Madrid 600,000 reales; Madrid no tiene otro recurso que el producto de los derechos de puertas; estos derechos subían en otros tiempos hasta 100,000 reales diarios, hoy, por el poco consumo de los objetos de lujo, por el contrabando favorecido por los convoy es que van y vienen de Francia y de Andalucía, por la vecindad del Retiro, por la desmoralización general nacida de la falta de pagas à todos los empleados, este recurso está reducido hoy á cincuenta o acaso à 40,000 reales diarios que hacen millón y medio al mes... He aqui ahora mis gastos: 12,000.000 de reales, reducido à lo imposible, y mi propio consumo á la quinta parte de mi lista civil: suponiendo que no gastase un sueldo para el ejército francés del centro, y que el orden se restableciese aquí, aún tendría más de un año de atrasos. Mazarredo y Campo-Alange han llegado al extremo de pedirme raciones para el sustento de sus familias, y he tenido que negarme, porque todos los empleados civiles habrian venido con la misma pretensión. Mi embajador en Rusia está en bancarrota, el de París ha muerto en la última miseria, y yo vine aqui en medio de los escombros de una vasta monarquia, que no se animan ni tienen voz sino para pedir pan á un desgraciado que se dice su Rey. Esta es mi posición. Vuestra Alteza y el Emperador juzguen si es justo que siga asi mucho tiempo. Si hay un hombre que escriba de otro modo en Francia sobre mi situación, este hombre es de seguro ó un idiota ó un traidor. La mayor prueba de adhesión que he dado al Emperador y á este país, la mayor que pueda darles jamás, es mi resignación de hace un año; pero las cosas forzadas tienen un término, la justicia del Emperador las hará cesar, ó ellas cesarán por sí mismas de un modo que yo no preveo... etc.

JOSÉ Á LA REINA JULIA

Mi querida amiga: Estoy en cama con una fiebre catarral, que no inspira cuidado: te escribo esto por temor de que algún indiscreto te escriba y te alarme inoportunamente. -No he recibido todavía contestación á mis cartas de 10 y 14 de Febrero; si las respuestas son negativas, ó no llegan, me veré obligado á ponerme en camino, y llevarė yo mismo mi firma en blance. Debo decirte que mi salida de este país será aquí un suceso feliz para todo el mundo, à excepción de un reducidísimo número de amigos que no debo contar, no porque mi carácter personal haya merecido ni excitado tal manera de sentir, estoy lejos de pensarlo, sino por la inutilidad de mi presencia, por el peso de que estoy sirviendo, porque al fin, sea como quiera, estoy costando más de doscien

que habia de ser padrino el propio José, púsose desde luego en marcha (23 de Abril)..

Hasta el 15 de Mayo no llegó José á París. Mostróse allí, desde sus primeras entrevistas con Napoleón, decidido y enérgico. No volvería á España mientras no revocara el Einperador las medidas que destruían la unidad é impedían la combinación de los movimientos militares y la regularidad de la administración.

Prometió Napoleón á su hermano que cesarian los gobiernos militares y le

tos mil francos mensuales, ciertamente más de lo que yo querría hoy para el bienestar de este pais (hace tres meses que no se paga å mis empleados): todo debe tener un término, y este término ha llegado. Hace tres dias ha faltado poco para que hubiera una insurrección por la subida del pan...

En este estado de cosas, yo merecería mi suerte, si voluntariamente lo prolongara. Anuncia pues al Emperador que partiré tan pronto como hayas recibido esta carta, si en este intermedio no me llega algún socorro. Mi estado, mi salud, me hacen desear una perfecta tranquilidad: espero y deseo más sinceramente de lo que afectarán creer algunas gentes, que el Emperador tenga pronto bastantes hijos varones para que nadie pueda atribuirme ni imaginar en mi ningún cálculo y ninguna hipótesis, y que vuelto ȧ mí mismo pueda ocuparme de mis hijos. Vivir tan tranquilo, como agitado he vivido hace veinticinco años, y sobre todo hace seis, es lo único que pido al Emperador...

Va ocho dias que no veo á nadie y declaro yo mismo mi perfecta inutilidad aquí, especialmente desde el Monitor del 26, que de hecho destruye en mi todo ejercicio del derecho real, pues que el sólo poder que le reconocía le niega: así estoy probando las angustias de la muerte politica en este país. Sin embargo, no firmo mi cesión, porque esto no convendria al Emperador que lo hiciese aqui; y además no puedo, antes de dejar este pais, declararme á mi mismo muerto, y asistir á mis propios funerales. Llevaré conmigo un español ó dos, etc.

NAPOLEÓN Á JOSÉ

Hermano mio: me apresuro á anunciar å V. M. que la Emperatriz, mi muy cara esposa, acaba de dar felizmente à luz un Príncipe, que por su nacimiento ha recibido el titulo de Rey de Roma. Los sentimientos que V. M. me ha mostrado siempre me persuaden de que participará de la alegria que me hace experimentar un suceso tan interesante para mi familia y para la felicidad de mis pueblos... (Y en otra carta de la propia fecha, 20 de Marzo, le añadia lo que sigue). Esta tarde å las siete el Principe será ondoyé (bautizado sin las ceremonias de la Iglesia). Teniendo el proyecto de bautizarle dentro de seis semanas, encargo al general Conde Defrance, mi escudero, que os llevará esta carta, os entregue también otra rogándoos seáis el padrino de vuestro sobrino.

JOSÉ Á NAPOLEÓN

Hermano mio: ayer tarde å las seis he sabido por una carta del Principe de Neufchatel la nueva del nacimiento del Rey de Roma. No quiero diferir el felicitar á V. M., en tanto que puedo ofrecer personalmente mis homenajes á V. M. y á S. M. la Emperatriz por un suceso de tan gran interès para todos, y sobre todo para mi, etc...

JOSÉ Á NAPOLEÓN

En Santa María de Nieva, 25 de Abril.

Señor: Tengo la honra de participar å V. M. que yo contaba ponerme en camino el 23. Efectivamente, emprendí mi viaje ese día sin haber tenido todavia respuesta à las cartas que hace tres meses he escrito á V. M., à la Reina y al Principe Neufchatel. Lo he retardado cuanto he podido, pero la necesidad me ha hecho decidirme... Desde que estoy en marcha mi salud se restablece lejos de ese espectáculo siempre renaciente de miseria y de humillación que he tenido delante de los ojos hace un año en Madrid; yo he visto mi consideración decrecer como Rey, mi autoridad menospreciada por militares å mis órdenes, so pretexto de órdenes directas que reci

pintó un risueño porvenir. Los ingleses ofrecían evacuar Portugal, si los franceses evacuaban España, y reconocer á José por Rey, si restablecía en el vecino reino á los Braganzas.

Napoleón ofreció además á José asistirle mensualmente con un millón de francos y le aconsejó que reuniese las Cortes del Reino.

Volvió esperanzado José á España, entrando nuevamente en Madrid el 15 de Julio.

Desde luego, puso José mano en lo de reunir las Cortes y encargó á sus consejeros los preparativos para la convocatoria. Quería José que las nuevas Cortes fuesen convocadas sobre bases más amplias que la de la Constitución de Bayona. A esas Cortes sometería José sus propios derechos y la forma de sucesión á la Corona de España.

Don Tomás de la Peña, canónigo de Burgos, pasó á Cádiz con el encargo de tantear el ánimo de la Regencia y de las Cortes. La Peña pudo convencerse pronto de la inutilidad del paso. El reconocimiento de José, como Rey de España, seguía siendo un imposible.

III

Valencia. Suchet. - Blake. - Acción de Zújar.

[ocr errors]

Sitio de Sagunto. - Batalla de 25 de Octubre. - Capitulación del puente. - Preliminares del sitio de Valencia. - Salida frustrada. — Bombardeo de la ciudad. - Capitulación de Blake. - Entrada del vencedor. Fusilamiento de cinco frailes.- El Duque de la Albufera.

[ocr errors]

Encargado Suchet por el Emperador de la conquista de la ciudad de Valencia y desconfiando las Cortes de las condiciones de mando del capitán general, Marqués del Palacio, designaron para combatir á Suchet al presidente de la Regencia, don Joaquín Blake. Hubieron para ello las Cortes, por segunda vez, de dis pensar á Blake la ley que impedía conferir á los Regentes el mando activo de las

armas.

El Marqués del Palacio conservaría la capitanía general de Aragón y Valen

bian de París. He debido temer que V. M. no se acordase ya de mi, y no he visto otro refugio que mi retiro... Yo estaria pronto á volver á España después de haber visto á V. M. y haberle manifestado muchas cosas que ignora y que le importa esencialmente saber. Estoy también pronto á deponer en manos de V. M. los derechos que me ha dado à la Corona de España, y V. M. puede desde este momento mirarla como propiedad suya bajo todos conceptos, si mi alejamiento de los negocios entraba en las miras de V. M. Pero yo no puedo volver aqui sino después de haber visto á V. M., y después que esté ilustrado sobre los hombres y sobre las cosas que han hecho mi existencia primero dificil, después humillante, y por último imposible, y me han colocado en la posición en que me hallo hoy. En fin, señor, en todo caso y evento yo mereceré la estimación de V. M., y no dependerá sino de vos; disponed del resto de mi vida, desde que haya visto lo bastante para convencerme de que conocéis el estado de mi alma y el de los negocios de este pais, al cual no puedo volver sino en el lleno de vuestra confianza y de vuestra amistad, sin las cuales el sólo partido que me queda es la retirada más absoluta.

No dude nunca V. M. de mi afección y de mi tierna amistad.

« AnteriorContinuar »