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Digan si introducido en la Sala Capitular José Angulo con la investidura de cabeza de aquel motín pretendió que el Cabildo procediese al nombramiento de una Junta Gobernativa política, con el título de Protectora, detallando para ello cuatro de los cinco sujetos, que la habían de componer, y exigiendo del Cabildo nombrase el quinto, después de habernos negado los de la Corpuración a semejante nombramiento, por no tener facultad para ello, convinimos por la fuerza, y por evitar mayores daños creyendo, que con aquello cesase la insurrección, elegimos por el primero, al Señor Mariscal de Campo Don Francisco Picoaga, teniendo presentes sus circunstancias, su graduación, su respeto, y la disposición de la Ley en semejantes casos: con lo que no convino el infidente, porque su fin era opuesto a un personaje como éste a quien odiaba, como lo manifestaron sus últimos hechos.

Digan si es verdad que en esos tres primeros días consecutivos no descansé un momento, buscando cuantos arbitrios me eran posibles, para aquietar la furia de aquellos espíritus, y sosegar la tropa que estaba enteramente desenfrenada, cometiendo repetidos excesos, hasta el extremo de formarse en reuniones por la noche para robar, rompiendo puertas con el mayor alboroto; por lo que, exponiendo de nuevo mi vida, pasé al Cuartel, a hablar con Angulo, diciéndole con resolución: que ni como vecino honrado, y mucho menos como Juez encargado de la tranquilidad, y orden público, podría permitir, aunque fuese a costa de mi sangre, siguiesen adelante las profanaciones y robos experimentados la noche antecedente: que por lo tanto había resuelto salir de ronda asociado de una Patrulla, que desde luego me la dio, cuyo Comandante Don Julian Delgadillo anduvo conmigo toda aquella noche mediante cuya diligencia, y otras que practiqué, conseguí haber cortado tan funesto cáncer y que las gentes lograsen estar en sus casas, y hogares; con más quietud.

Digan si es cierto que a pesar del miedo que imponía la fuerza y arresto de Mendoza, fui el primero, que en Junta de Corporaciones la tarde y noche del cinco, me opuse a sus designios, y lo combatí hasta hacerlo decir: Que como no gobernasen Europeos, mas que continúe el Señor Brigadier Don Martín Concha; y si en esa misma noche coadyuvé con cuanta expresión, y modo me fue posible por la libertad de todos los apresados, y no contentándome con ello, pasé después a sus calabozos a consolarlos: a rogar de nuevo por ellos y anoticiarles, que sus vidas estaban seguras, y muy próxima su libertad; pues habíamos quedado en ello, con

los que los oprimían. Si al día siguiente después de haber dado este consuelo, a las Señoras Mujeres de los Presos, pasé al Cuartel, entre los señores Diputados por las Corporaciones al efecto de la extracción de los aprisionados, y después de nuevos ruegos por ellos, y de una detención tan larga, que duró hasta más de las tres de la tarde, por muchas circunstancias que mediaron, largas de referirse, habiéndose desaforado el traidor Mendoza e intentado consumar su sacrílega obra, con la total ruina de todos los que estábamos en una de las Salas del Cuartel con todos los Señors Presos, salió furioso afuera, y alarmando la tropa, y la artillería, que estaba cargada con bala rasa iba a darnos fuego, y sin duda lo hubiera hecho, en su imaginación, si yo posponiendo todo temor, y saliendo precipitadamente en alcance suyo, abrazándolo, rogándolo, y persuadiéndolo, para que se aquietase y volviese a la Sala donde estábamos, no lo hubiese conseguido.

Digan si es cierto que no falté en medio de estas turbulencias a ninguna Junta de Coroporaciones, dando siempre mi voto sobre lo que se trataba sujeto a la Ley, y a la razón oponiéndome a todo lo que se separase de esto e influyendo por la paz, la quietud y el orden como sucedió, cuando el rebelde José resolvió atacar al Señor Picoaga en la goteras de la ciudad de Arequipa, para lo que llamadas improvisadamente las Corporaciones por aquél, y haciendo el papel de pedir parecer, sobre si convendría, o no la guerra, me opuse tenazmente a pesar de su prepotencia, y del mal modo con que me miraba a cada reflexión que le hacía en apoyo de mi oposición a que hubiese guerra, hasta llegarme a decir airado que yo era su espíritu de oposición; lo mismo que me dijo el Rebelde Mateo Pumaccahua con amenaza el día que imitando a los Señores Don Domingo Luis de Astete, y Juan Tomás Moscoso, me opuse a la graduación de Mariscal de Campo en que intentaban los Angulos colocarle como también en la Subdelegación de Calca que quiso, y al fin obtuvo el expresado Pumacahua, sin embargo de la oposición del Gobierno, Diputación Provincial y Cabildo.

Digan si es cierto me interesé repetidas veces por el resto de los que quedaron presos, haciendo las más sumisas súplicas por todos ellos, especialmente por el Señor Don Antonio Subiaga, cuyo pasaje presenció su esposa, por Don Pedro López de Segovia, por Don Ramón Castedo, por Don José Cáceres, a quien al fin conseguí sacarlo, a costa de no muy pocos pasos, y trabajos, ofreciéndome Angulo saldrían los demás dentro de pocos días, cuya tensión por más tiempo procedería de otras circunstancias que ig

noro o por haberse vuelto a irritar dicho Angulo, conmigo, por haberme negado tenazmente a salir como Alcalde de su Palafrenero el día que por su violencia, y fuerza, y sin más voluntad que la suya, se hizo Capitán General, intentando ceremonias propias sólo de la Majestad Real de Rey, a todas las que me opuse haciéndole ver que era un despotismo.

Finalmente digan si es cierto que retirado con mi familia posteriormente, a la Villa de Urubamba huyendo de la Ciudad, y sanguinario modo de pensar, y obrar de estos traidores, especialmente de Mateo Pomacahua, se condujo éste a aquel lugar, con desig nio de quitar la vida a varios, debiendo ser yo el primero, lo que manifestó a nuestra vista amenazándome por tres veces la vida, que la creí sacrificada a sus iras, por la disposición que trajo consigo de Soldados de caballería e Infantería acostumbrados a matar, a más de los preparativos de grillos, esposas, cordeles, hábitos de misericordia y verdugo.

Por último digan si es cierto que habiendo tenido noticia de la feliz contrarrevolución de esta Ciudad acaecida la noche del diez y ocho del pasado Marzo, fui yo el primero que en la Villa de Urubamba, proclamé al Rey commoviendo al vecindario con vivas por sus calles, y Plazas, y reunida la gente que allí estaba entre vecinos y emigrados, hacíamos sin interés, y con el mayor gusto guardias y Patrullas, tratando de la seguridad de aquella Provincia, y sus puentes para evitar la fuga de los rebeldes, o prenderlos allí, si intentaban pasar a soterrarse en sus inmediatos valles. Por tanto.

A Usía Muy Ilustre pido y suplico se sirva proveer y determinar como solicito en el exordio de éste por ser así de justicia. Juro lo necesario en derecho, y para ello etcétera.

Otrosí a Usía Muy Ilustre pido, y suplico se sirva ordenar que el Señor Ministro, que hoy hace de Regente de esta Real Audiencia Don Pedro Antonio Cernadas, informe sobre lo acaecido en el Cuartel el día cinco de agosto del próximo pasado año y cómo me conduje exponiendo mi vida en favor de los señores que se hallaban presos, y de todo el público, con todo lo más contenido en el particular, como igualmente si es cierto cuanto tengo dicho sobre mi comportamiento en Urubamba y haber ofrecido para el socorro de los Soldados que se destinasen a la Guardia del Puente un Reloj de faltriquera que acaso era lo único que me había quedado, no queriendo ser menos en manifestar mi generosidad y amor al Rey, imitando la que manifestó dicho Señor Ministro, y uno

que otro de los que concurrieron a tratar de la seguridad, de aquellos lugares, con todo lo demás que sepa sobre mis procedimientos y conducta, en el tiempo de la insurrección, por ser así de justicia que pido, ut supra Doctor Juan Corbacho.

DECRETO.- Cuzco, y Agosto diez y siete de mil ochocientos, y quince. Los oficiales Coronel Don Luis Astete, y Teniente Coronel Don Juan Tomás Moscoso, informen al tenor de este pedimento, como se pide en lo principal remitiendo sus informes cerrados. Al otrosí como lo pide, a cuyo fin se pasará el presente recurso con el respectivo oficio al Señor Regente de la Real Audiencia. Una rúbrica del Muy Ilustre Señor Presidente.- Y otra de su Asesor Gamarra.

INFORME. Muy Ilustre Señor Presidente. Es cierto que el Doctor Don Juan Corbacho, que se hallaba de Alcalde ordinario, el fatal día tres de Agosto del año próximo pasado, en que ios traidores Angulos, y socios pusieron en ejecución la insurrec ción en esta Capital, dio las Providencias que se especifica para que se congregase el Cabildo secular, persuadido sin duda, a que podría remediarse el mal grave que experimentaba, y que continuó practicando cuantas diligencias le inspiraba el amor al Soberano, y a la buena causa que le dictaba su honor, y fidelidad, pero sin fruto; pues cada día crecía el encono de los rebeldes, y el incremento de la revolución, sin arbitrio en el Alcalde Corbacho para contenerlo; todo lo que me es constante, así por notoriedad, como porque me lo avisaban algunos sujetos que podían llegar al calabozo. He oído decir por el mismo orden; que este buen vasallo se había opuesto, empeñosa, y enérgicamente a las ideas que manifestaba el omiso caudillo Manuel Mendoza, del más horroroso sanguinario que se conocía; pues en él no se veía cosa que no fuese efecto de una Alma la más corrompida, de un hombre que con sus expresiones llevaba el asombro y palidez de la muerte a todos, de un ladrón el más soez, y bajo, herido de cárceles, y sobrado de cadalzos, y creo positivamente que la parte que tuvo en contener a éste y demás traidores, en los días que se trata hubiese influido en la resolución que estamparon, y firmaron con aprobación de las Corporaciones, de darnos soltura, al siguiente día seis de Agosto, de lo que nos comunicó noticia al paso por el calabozo en que me hallaba, la que salió cierta; pero lejos de haberse verificado nuestra soltura, casi hemos perecido todos por el

alboroto, que fulminó dicho Traidor, a quien el Alcalde Corbacho detenía y persuadía, para que se templase pues de lo contrario, sucedería la mayor fatalidad, y la ruina de innumerables gentes, que nos acompañaban. Este hecho lo vi pues se resolvió a ejecutarlo en la misma pieza a donde se habían congregado las Corporaciones, y observé también el interés y conato con que procuraba el consuelo de nuestras afligidas familias comunicándoles a todo riesgo de incurrir en la indignación de los Traidores, cuantas especies podían ser útiles para nuestra libertad, y escape de las iras de ellos, las que llegó a temer de suerte que tuvo que dejar la Ciudad, retirarse con toda su família a la Villa de Urubamba, en la que permaneció, hasta que ejecutada felizmente la contrarrevolución el día diez y ocho de Marzo último, calmó la tempestad, que en el mismo Urubamba, nos puso en la noche del diez y nueve y siguientes en mucha aflicción, persuadidos por las voces que corrieron allí, que venían sobre nosotros los indios de Chincheros cortando Puentes, y tomando caminos. Lo que obligó a formar una Junta, a que concurrí para tomar arbitrios de defensa, a toda costa, como que cada uno ofreció en ella, cuanto pudo ya en dinero ya en especies para contribuir al gasto que se presentaba, y tengo bien presente, que el Doctor Corbacho, que hacía de Secretario, manifestó al Reloj que traía en el bolsillo, como única cosa que le había quedado de algún valor, para que su importe sirviese al intento; sin perjuicio de concurrir con los demás Europeos y realistas como lo hizo a guardar el Puente, día y noche a rondar, y a cuanto convenía para defender aquel punto; estas operaciones y otras que acreditaban el verdadero interés de este buen vasallo del Rey para la defensa de la justa causa, lo hacen en mi concepto acreedor a las distinciones del Soberano, y a ser atendido en lo que se presente útil, a mejorar su suerte, y es cuanto puedo informar a Usía a consecuencia del Decreto marginal de este Escrito. Cuzco veinte y dos de Agosto de mil ochocientos quince = Cernadas.

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OTRO.- Muy Ilustre Señor Presidente. Lo que a virtud del Decreto marginal de Usía, puedo informar es: que el Doctor Corbacho es de ilustre nacimiento, y ha desempeñado con honor y aplicación las funciones de Abogado: que en la revolución de los Angulos sostuvo con energía, la causa del Rey, y los privilegios del Cabildo, a cuyo frente se hallaba como Alcalde ordinario: que en la repulsa que hice al rebelde Angulo sobre el título

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