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arreglo a lo mandado en cédula circular de veinte y dos de diciembre de mil ochocientos, y que sea igualmente extensiva esta visita a los hospitales en la misma conformidad. De la Real Orden comunico a V. Señoría esta soberana resolución para su inteligencia y cumplimiento en la parte que le corresponde. Dios guarde a V. Señoría muchos años. Madrid, cuatro de mayo de mil ochocientos quince. Lardizábal".

Al señor Gobernador del Cusco.

"Cusco, diciembre seis de mil ochocientos quince. En atención que las vastas e incesantes ocupaciones de este Gobierno, no me permiten continuar personalmente las visitas del Colegio Seminario de San Antonio Abad de esta ciudad, que se inició por el anterior en cumplimiento de la Real Orden de cuatro de mayo último que está por cabeza de este expediente, usando de las facultades que ella me concede, comisiono para el progreso y conclusión de la enunciada visita y de todas las demás de que habla el señor Teniente Coronel Don Juan Sánchez Lira, Jefe, en quien además de concurrir todas las circunstancias para el desempeño de este delicado encargo se halla con orden del Excelentísimo Señor Virrey de este Reino, para que pueda emplearle en toda comisión del servicio. En cuya virtud procederá inmediatamente a dar el debido lleno a esta confianza arreglado a la citada Real Orden, y concluida, me dará conocimiento de su resultado y de lo que considere digno de atención, en un asunto en que ha fijado todo interés su Majestad, concurriendo a dicha visita el Señor Fiscal, y cualquiera otra persona que el señor Comisionado tenga a bien de designar, en uso de las facultades amplias para todo lo concerniente al exacto desempeño le confiero y pásesele con el correspondiente oficio noticiando del mismo modo ésta mi determinación al señor Rector de San Antonio.— Ricafort.- Pedro Joaquín de Gamarra".

(Folio 173 del Manuscrito N° 34 de la Biblioteca Nacional de Lima).

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ELOGIO FUNEBRE DEL SEÑOR DON JOSE GABRIEL MOSCOSO POR EL D. D. MATEO JOAQUIN DE COSIO

Unico consuelo, en nuestra indecible pena el poder decir con seguridad y confianza; Requiescat in pace. Amen.

En fuerza de la ciega obediencia, que profeso a los Decretos de nuestro Santo Padre Urbano Octavo, y a lo determinado por la Santa Iglesia Católica, Nuestra Madre, protexto, que en todo lo discurrido en esta mi Fúnebre Oración no pretendo, que se dé otro asenso, que aquel que impera una humana piadosa afición.— FINIS.

Elogio Fúnebre. Del señor don José Gabriel Moscoso, Teniente Coronel de los Reales Ejércitos, Gobernador Intendente de Arequipa.- En las Exequias Que el ilustre cabildo justicia regimiento de dicha ciudad, hizo en honor y sufragio de tan Benemérito jefe el día nueve de mayo de mil ochocientos quince. Por el doctor don Mateo Joaquín de Cosio. Presbítero, Abogado del ilustre Colegio de Lima. Y lo da a Luz el señor don Mateo de Cosio del Orden de Santiago, Brigadier de los Reales Ejércitos Padre del Autor.- Con licencia. Lima mil ochocientos quince. Por don Bernardino Ruiz.

Vir Fidelis Multum Laudabitur. El varón fiel será muy alabado. De los Proverbios Capítulo veintiocho, versículo veinte.

Ilustrísimo Señor.- Si el mundo en todos tiempos ha lisonjeado la soberbia de los tiranos, crueles opresores de la humanidad, y usurpadores de lo más sagrado que el cielo liberal ha concedido al hombre, si las ciudades despavoridas con el estrago del cañón han coronado de laureles, aun a sus más viles enemigos; todos estos aplausos han sido efímeros e inconstantes. Pues la misma naturaleza avergonzada de sustentar a sus devastadores, levantando el grito ha suplicado al Dios de las justicias, acelere sus venganzas sobre los delincuentes; así la gloria de los malos siempre se ha estrellado en el sepulcro, reduciéndose a cenizas sus cuerpos. La memoria de ellos ha desaparecido como la sombra; y el mismo mundo que les tributaba homenajes, hoy

es el primero que no puede pronunciar sus nombres sin añadirles la execración, y los epítetos odiosos de tiranos déspotas o pi

ratas.

Con éstos nos representa la historia revestidos a los personajes de la antigüedad, que por su soberbia y ambición exigieron más inciensos. Qué otras ideas tenemos al presente de algunos señores del Egipto, de otros comquistadores del Asia, y de los más emperadores romanos? Apenas recordamos que existieron esos hombres, cuando involuntariamente nos irritamos, y deseanos que el tiempo reduzca a la nada, aun las mismas historias profanas que refieren sus delitos. Tan grande es el horror con que mira la naturaleza el recuerdo de los malos.

¿Pero qué al contrario sucede con aquellos que teniendo a la vista la ley del Señor, procuraron andar por los rectos senderos de la justicia? La bendición eterna, dice el Profeta Rey (1) acompaña la memoria del justo. La humanidad siente su pérdida, y no pudiendo los hombres prolongar su existencia, procuraron menos eternizar su nombre, proponiendo gustosos los padres a sus hijos por modelo las virtudes de aquellos héroes, que sirvieron de ornamento al estado, que respetaron sus derechos y que aun dieron sus vidas por conservarlos inmunes: por eso repitiendo las palabras de mi tema, os digo ahora con el sabio, que el varón fiel será muy alabado, Vir fidelis multum laudabitur.

Y en efecto: ¿Qué virtud no encierra la fidelidad? Ella dirige a la prudencia, conserva la justicia, protege la verdad, cela los intereses del común y particular, hace obedientes a Dios y sumisos al rey; por esto, es justo el respeto que generalmente se tributa al varón fiel. Y ¿qué diremos si éste arrostrando peligros, superando dificultades, y expuesto a todo trance y riesgo no tiene por objeto más que la salud y tranquilidad de su pueblo? Ah! Entonces el reconocimiento debe crecer a proporción del beneficio recibido.

¿Y quién será este varón fiel que merezca nuestra ternura e inconsolables lágrimas por su fidelidad? Quien se resisten mis labios a pronunciar su nombre, pues el retrato de su amable persona, se halla impreso en lo más íntimo de mi angustiado corazón, y como solamente él sirve de lenitivo a mi acerbo dolor, temo que saliendo por ellos al decir su nombre quede yo más su

(1) In memoria aeterna erit justus. Psalm III V. 6.

mergido en el pesar de haber perdido casi a un tiempo la imagen con el original. Pero no: mis dudas se desvanecen, porque este M.I. ayuntamiento, dándome un nuevo aliento quiere que el débil órgano de mi voz haga el elogio de la fidelidad de su gobernador, defensor de sus derechos, y confusión de los rebeldes, el señor, don José Gabriel Moscoso. También parece oída la impetuosa voz de nuestro augusto monarca, que desea se publiquen las virtudes morales y sociales de todo leal vasallo, para gloria de la fidelidad, y oprobio de la insurrección. La respetable nobieza y todo el pueblo en su mudo lenguaje me dicen: tú has de ser, el que tributes a la tierna memoria de nuestro gobernador este homenaje debido a su fiel magnanimidad, e integridad irreprehensible. No puedo resistir, y mi corazón que escucha en medio de tan universal sentimiento un tan justo reclamo, gustoso accede al impulso que le dan mis más vivos afectos, así no temo pronunciar a presencia de los altares, el elogio que se debe a la acendrada fidelidad de nuestro llorado gobernador: el sabio me lo aconseja pues dice: el varón fiel será muy alabado. Vir fidelis multum laudabitur.

Aunque el conjunto de virtudes morales y políticas que adornaron su preciosa vida, arrebata mi espíritu; pero la fidelidad es la más poderosa, es la madre de todas las demás, de esa gravedad unida a la más suave afabilidad, de ese valor acompañado de la más rara prudencia, de esa superioridad de ánimo sobre todos los trabajos, de esa justicia compasiva del reo, de ese desinterés de bienes para sí, pero no para sus hermanos; en fin todas sus heroicidades se representan a mi imaginación selladas con la fidelidad; ya le considere en el servicio militar ya le considere como jefe o gobernador de esta provincia, siempre le hallo vasallo fiel a nuestro rey, y digno de nuestras más justas alabanzas, pues escudado con la lealtad, ni teme en el campo los tiros del enemigo, ni en su gobierno las halagüeñas asechanzas de la codicia, ni del respeto humano; de una vez lo diré, él es un vasallo fiel tanto en su carrera militar, como en el mando que nuestro soberano le confió.

He aquí, señores, el plan del elogio fúnebre que voy a decir sin recelo de profanar la cátedra del Espíritu Santo, y que de justicia se debe a la grata memoria de nuestro amable gobernador intendente el señor don José Gabriel Moscoso teniente coronel de los reales ejércitos.

PRIMERA PARTE

La religión católica es el apoyo de las monarquías, y sin ella los tronos están expuestos a ser el ultraje de los pueblos enfurecidos. Solamente esta ley santa enseña al hombre sus verdaderos derechos (2), la potestad de los príncipes, la obediencia de los vasallos, el amor con que éstos deben mirar a sus soberanos. Por esto desde que la Iglesia de Jesu-Cristo se estableció, no obstante que los primeros cristianos eran el blanco de las rabiosas crueldades de los tiranos que les oprimían, nunca se vieron se

(2) La necesidad puso en mis manos la abominable obrita del abogado Mably; pues hallándome constituido maestro de la juventud de mi patria, debía examinar las obras que comúnmente corrían; así leí este tratadito de los derechos del hombre. Pero; ¿qué necedades?. El primer principio basta para manifestar su demérito. Se lamenta de que la ilustración no sea común de suerte que se empeñó en hacer a todos sabios ¿en qué ciencia? En los derechos del hombre. La Francia no estaba ilustrada en su tiempo, según su opinión; y solamente la Inglaterra merece sus atenciones, sin duda por la Carta magna. Yo me lamento de que no haya ilustración del catolicismo, que los amantes de la libertad se envejezcan sin saber la doctrina de nuestra religión; que empeñados en soñar derechos pierdan el tiempo; que deseen que esta ilustración sea común, cuando en todo el mundo, desde el pecado de Adán, la ignorancia ha sido la herencia y patrimonio de los hombres; de suerte que los más vivos conatos que se han puesto para desterrarla, no han sido suficientes. Y después de esta experiencia, los espíritus ilustrados de nuestro siglo claman por la enseñanza de los derechos del hombre, sin advertir que las pasiones los han confundido; y que solamente la religión que aclara el derecho natural, es capaz de enseñarlos. Y si no, pregunto: ¿La misma razón y derecho no tenían los hombres del paganismo? Es claro que sí. Y ¿cómo enseñaban ser lícito unos el robo, otros el infanticidio, y casi todos los más abominables crímenes? ¿Cómo? La luz de la razón ofuscada no es suficiente para descubrir las sendas de la verdad y justicia que debe seguir; y si la religión no la ilustre, sus más celebradas doctrinas no serán sino yerros. Esta verdad ha sido conocida por los mismos filósofos. Platón lo confiesa así en su Alcibiades; pero sobre todos el famoso Bayle, cuyo entendimiento no cesan de alabar los incrédulos dice así: La razón es un principio de destrucción y no de edificación, y no es buena sino para suscitar dudas, y arañando de todas partes, hacer una disputa eterna. Diccionario de Bayle, tomo cuatro. Mas para conocer cuál ha sido el resultado de querer arreglar el hombre sus derechos y costumbres por sola la razón, véase lo que dice el sabio Bossuet en el Discurso sobre la Historia Universal, tomo segundo, cuya ciencia es incomparablemente superior a la del abogado Mably. Y baste esto para manifestar la arduidad de su empeño y de sus temas apasionados.

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